PRESIDENTE SOLO PARA ANARQUISTAS Y DELINCUENTES

Ha sido ya suficiente. No se necesita esperar más tiempo para saber con quién está comprometido y a quien defiende el presidente. Los que le conocemos de siempre nunca confiamos en él, y no es un asunto de izquierda o derecha, es su persona, su perfil, su conducta, sus acciones e inacciones. Por eso millones de mexicanos, sobre todo los enterados y los más preparados le negaron siempre el voto y simpatías.

No puede ser confiable quien nunca ha trabajado en nada, que no sabe cómo se gana el dinero, cómo se ejerce una profesión, se crea un pequeño o mediano negocio, que sabe lo difícil que resulta en ocasiones juntar el dinero para las rayas de los trabajadores, para pagar los impuestos, el Seguro Social, el Infonavit, los gastos fijos como luz, agua, renta, etcétera. No los entiende, carece absolutamente de empatía, pues siempre ha vivido de la nómina gubernamental y de los ‘apoyos’ de sus violentos amigos, así como de las participaciones a los partidos políticos.

Siempre se le vio en amistad y compromiso con los anarquistas, con los revoltosos, con los que no producen nada excepto problemas, con los eternos marchistas y manifestantes, con los que grafitean, pintarrajean y destruyen patrimonio de particulares y público, reclamando cosas y derechos sin jamás cumplir con sus deberes cívicos y sociales.

Nunca se le vio, en compañía de sus violentas amistades, construyendo una escuela, un puente, un hospital, consiguiendo medicinas para los enfermos o cosas semejantes. Al contrario, siempre destruyendo, siempre criticando, sembrando desunión y violencia. El desmadre es lo suyo.

Origen es destino, advierte el viejo refrán, y al declarar López Obrador que su héroe es Ricardo Flores Magón, se entiende que la trilogía maldita del citado anarquista lo es también para él: «capital, autoridad, y clero». Respecto de la autoridad advirtió desde hace muchos años: “¡Al diablo con las instituciones!”, respecto del clero, mejor dicho, de la fe judeocristiana, la verdad es que nunca ha sido creyente, usó y engaño a evangélicos y católicos ingenuos para ganar sus votos pero su vida y acciones le presentan como enemigo de Dios y de su Palabra revelada, y en cuanto al capital, de nadie es un secreto su odio a los riquillos, a los conservadores, a los capitalistas, a los que por medio de su trabajo y esfuerzo logran las cosas.

Su amistad es con los violentos, con los narcos; su familiaridad y trato amable con la mamá del “chapo” (archi criminal que merece todos los respetos al inquilino de Palacio Nacional), la liberación de su nieto Ovidio detenido en Culiacán por el Ejército, así como el cierre de Reclusorios Federales y la absoluta impunidad que les ha concedido durante su mal gobierno así lo demuestran. Como ya se ha dicho en esta columna, es a los únicos que les ha cumplido. Para ellos «abrazos, no balazos»; los balazos son para los ciudadanos pacíficos, para los extorsionados, los asaltados, los robados, los secuestrados; cien asesinados todos los días son prueba inobjetable, y que, aunque salen de las armas de los narcos y violentos, el gobierno de AMLO no hace nada para detener la masacre.

Este tipo de amistad no es algo nuevo entre políticos. Basta recordar que desde los años ’60 en el siglo pasado, las guerrillas en Colombia y Venezuela pactaron con los narcos para protegerse mutuamente del gobierno, hasta que en los años noventa los guerrilleros se convirtieron en narcotraficantes de tiempo completo. El caso de Venezuela con Chávez y ahora Maduro, permiten ver la metamorfosis de un país que de ser potencia petrolera, cayó en la pobreza a causa de las actividades de narcotráfico de sus gobernantes, delito que conlleva maldición de una y mil formas (aunque se aparente y diga lo contrario).

Amistad perversa que en México queda en evidencia desde el momento que López Obrador no ha tocado a las bandas de narcotraficantes, permanecen intactas y en crecimiento, bandas cuya maldad e ingresos ilícitos han crecido y multiplicado como los brazos de los personajes de la mitología griega, haciendo la vida de los ciudadanos pacíficos y trabajadores una verdadera pesadilla de horror (el verdadero pueblo bueno, el que sostiene de pie este país y da de comer a todos) sin que el gobierno de AMLO haga absolutamente nada para poner orden y hacer valer la ley. Nada, IMPUNIDAD ABSOLUTA.

La guardia Nacional es un caro adorno, un lastre económico multimillonario utilizado solo para proteger al gobierno, para lucir en las calles y hacer creer a los ingenuos que sirven para algo. No es así, es un país bañado en sangre con autoridades bien pagadas, pero bien acuarteladas, SIN INVESTIGAR A NADIE, SIN DETENER A NADIE, Y MENOS CONSIGNAR Y SENTENCIAR A NADIE. Tal parece que los jueces quedaron para las venganzas políticas y los escándalos para desprestigio de los contrarios. Nada más.

En días recientes el gobierno de Estados Unidos señaló que un tercio de nuestro país está en poder absoluto de los delincuentes, aseveración que negó el presidente, como niega todo, pues todo lo pretende resolver con saliva, con mentiras, con engaños para tontos y fanáticos, con cifras y datos que no existen, pero que son su rutina como sucede con los comediantes. El problema es que estos últimos se dedican al entretenimiento, mientras que al presidente lo eligieron para gobernar el país; responsabilidad que no ha querido asumir perdiendo el tiempo con minucias y fantasías utópicas propias de su visión reducida y ambición enfermiza de poder.

Con 80 mil asesinados en lo que va de su gobierno, con secuestros, extorsiones, cobro de piso, desaparecidos, panteones clandestinos por todo el país, asaltos, robos, promoción del consumo de drogas desde el propio estado (a través de la ‘legalización’), incluso afuera del mismo Senado y demás, López Obrador ha mostrado con sus palabras, hechos e inacciones, que solo es presidente para grupos de anarquistas y bandas de delincuentes. Tal parece que a los demás mexicanos nos odia, quedándole la investidura demasiado grande pues un presidente debe gobernar PARA TODOS y siempre con el amparo y guía de la Ley.

¡Hasta el próximo sábado si Dios nos permite!

 

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