MICHOACAN: ¡RAÍCES DE MALDAD!

La famosa frase de Shakespeare «algo huele a podrido en Dinamarca» dicha por un guardia en su obra clásica Hamlet, queda en verdad corta en referencia a Michoacán. Demasiados hechos, impunidades y cosas negativas ocurridas por años en esa sociedad incubaron huevos de serpientes, tanto desde el gobierno como entre los ciudadanos, al grado de producir un enorme serpentario con alimañas de todo tipo que afligen de largo tiempo a la gente honrada y decente en ese Estado; mortificando de paso a las sociedades vecinas, quienes exigen a sus gobierno que pongan un guarda raya efectivo para que la lumbre y los bichos ponzoñosos no brinquen las fronteras estatales.

Los ilusos ciudadanos de otras entidades federativas creíamos que las cosas mejoraban en Michoacán. Así nos estaban haciendo creer las autoridades federales a través de los medios. Sin embargo algunos hechos ocurridos durante estos días en ese Estado, publicados por la prensa y sin aparente relación con los delincuentes que afligen a la población que vive bajo el imperio de la ley, nos permiten discernir que bajo la cubierta informativa el veneno de las serpientes sigue dañando la sociedad michoacana.

En tanto que el gobierno federal ha dispuesto y gastado un enorme ejército de personas y recursos para restablecer el orden perdido por causa de administraciones corruptas, inútiles, y laxas (durante los gobiernos estatales del PRD y de Fox y Calderón en lo federal). Años en los que el narcotráfico además de crecer y apoderarse de esa región del país, mordió con sus nocivos colmillos de ofidio a gran parte de la sociedad, pudriendo el tejido social hasta el punto de gangrenarlo

Su nociva actividad al no tener un gobierno que hiciera valer la ley y les combatiera con efectividad, multiplicó sus negativos efectos. Lejos quedó el tiempo en que sembraban su veneno para llevarlo a Estados Unidos. De pronto los malvados perdieron todo respeto al gobierno (al orden establecido y la legalidad) y brincaron todas las barreras, apareciendo nuevos cánceres al punto de hacer imposible vivir en paz.

Y mientras el Presidente Enrique Peña Nieto hace un enorme esfuerzo para poner remedio en ese Estado y extirpar los tumores malignos producidos por estos ofidios criminales, anunciando una inversión $45,000 millones de pesos; cierto sector de esa sociedad, contaminado obviamente en una o varias formas por los delincuentes (organizados y sin organizar) celebra una mega fiesta ambientada por la música, si es que se puede llamar música a esta cosa, de la llamada “grupera”.

Lo peor del caso es que en dicha “fiesta” se retó abiertamente al gobierno de la República. Un importante diario de la ciudad de Guadalajara publicó una nota  del evento en sus páginas interiores (acompañado de una serie de fotografías), sorprendiendo a los lectores con un hecho que en teoría nunca debió de permitirse. Saque el lector sus propias conclusiones:

―”Puros Templarios y a cantar y bailar. Gozan más de 6 mil personas de show de narcocorridos, avalado por autoridades municipales y estatales”. (Advierte el encabezado). La nota inicia así: “Morelia.- Enfundados en un atuendo camuflado, tipo militar, en el escenario los cantantes no ocultaron su simpatía por la organización delictiva Los Caballeros Templarios. ‘Si me mochan la cabeza me vale madre, compadre ¡Puros Caballeros Templarios!’, gritó uno de ellos desde el micrófono, arrancando el júbilo del extasiado público…” (Mural, 4/Feb/2014).

Ahora bien, otro hecho nos muestra que gran parte de los cimientos sociales de Michoacán están podridos, hay que sacarlos para cimentar con firmeza y material nuevo. En tanto que el gobierno federal desea en forma manifiesta traer salud al Estado, sectores sociales perfectamente definidos se oponen al orden. Es el caso de los empleados sindicalizados del Poder Judicial, que el pasado martes 4 de los corrientes estallaron una huelga con la intención de paralizar la impartición de justicia.

Una impartición que dicho sea de paso no existía ya en una buena parte de ese Estado. Es tal el extremo de cinismo al que se ha llegado, cinismo abonado y exacerbado por la impunidad, por la no exigencia e incumplimiento de los deberes públicos que ni siquiera se sonrojan de su ineptitud, y por qué no decirlo, de su complicidad manifiesta, así que la huelga más parece sabotaje.

En la mayoría de los diarios nacionales y locales del 24 de enero del presente año, se describe la realidad del poder judicial en Michoacán: “Al estilo de Eliot Ness contra la Mafia, el comisionado Alfredo Castillo y sus muchachos se han encontrado en Michoacán con un enemigo poderoso que logró meterse por todos los rincones del aparato de justicia. Según se sabe, al tomar las riendas de la Policía y la Procuraduría locales, descubrieron cosas que nomás no podían creer. ¿Cómo qué? Como que no había expedientes y, además, que las averiguaciones previas sólo existían en los libros de texto. Las denuncias ciudadanas ni siquiera eran mecanografiadas y, por supuesto, una aprehensión era inimaginable. Vaya, la cosa llegó al colmo de que, en la oficina de un subprocurador, a la vista de todos, estaba la figura ¡de un caballero templario! Sí, con su espada, su cruz al pecho y su capa blanca. ¡Qué tal! (Ana María Salazar, Reforma)

Si tomamos estos hechos como asuntos sin conexión nos alejaríamos voluntariamente de la realidad. Es obvio que hay en Michoacán grupos que vivían de mantener la población bajo un régimen de terror y que sin rubor alguno pretenden detener la acción presidencial bajo máscaras de “diversión” o de conquistas “sindicales”. Como si no se notara su intención y perversión.

En Michoacán si se quiere acabar realmente con este cáncer llamado crimen organizado (llámense como se llamen las bandas delincuenciales), como lo hacen los cirujanos deben extirpar a fondo el mal. Acabar con todos los huevos de serpiente que se encuentren hasta exterminar con la plaga; sacar todas esas raíces de maldad y no hay mejores plaguicidas contra esto que la legalidad y la siembra de valores en la sociedad (en los que la fe judeocristiana puede aportar las nuevas semillas).

¡Hasta el próximo sábado, si Dios nos permite!

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