REFORMA HACENDARIA: ES NECESARIO ADECUARLA

No siempre las ideas y programas de los presidentes llegan hasta los gobernados, ya sea por incapacidad o negligencia de los hombres en su equipo, lo cierto sin embargo es que se quedan en el camino. Lo peor es que muchas veces los mandatarios se enteran hasta que concluyó el sexenio, conociendo tardíamente de que su confianza estaba puesta en las personas equivocadas, cargando así con el peso histórico de los yerros y negligencias de otros.

En lo personal veo al Presidente Enrique Peña Nieto comprometido por México, cargado de ilusiones y programas que nos traigan mejor calidad de vida a los mexicanos. Su entusiasmo y pasión en todo lo que hace es manifiesto, solo los egoístas y los que todo le critican pueden regatear méritos, trabajo y voluntad.

Sin embargo hay cosas en su programa sexenal que no están funcionando y los ciudadanos desconocemos si él está enterado, pues por lo general la pirámide de poder va creando filtros que eliminan lo que no gusta hasta llegar al presidente solo cosas amables, retocadas o haciéndole creer que todo marcha bien, que se ha convertido en el salvador de la Patria (los cortesanos por eso lo son, expertos en zalamería y duros y crueles con los gobernados).

Dejando de lado al secretario de Hacienda, Luis Videgaray, que hasta este momento se ha visto como un hombre sencillo y capaz, leal al Presidente, lo cierto es que en su área se ha generado un tremendo problema. En el entendido de que la Reforma Hacendaria era necesaria, que solo los mega ricos acostumbrados a no pagar impuestos o lo mínimo podían oponerse; les faltó sin embargo aceptar públicamente a través de una campaña de concientización que la recaudación fiscal en México es muy baja, que sólo unos cuantos pagan impuestos, que lo que se ha gastado desde hace décadas viene de los ingresos del petróleo y del dinero que los distintos gobiernos han pedido prestado (muchas veces con total irresponsabilidad y pésima administración), situación que obligaba al país a la creación de dicha reforma ¡con carácter de urgente!.

El meollo es que aunque el proyecto de dicha reforma es ambicioso, tal parece que su implementación la dejaron en manos de chamacos o burócratas cuya alineación neuronal carece de tolerancia para adaptaciones sobre la marcha o de permitir el mínimo error (de cosas que carecen fiscalmente de importancia). Ni qué decir de su alejamiento de la realidad social de los mexicanos a los que esta casta llama a secas “causantes”; término que podría ser al revés pues los causantes de que la reforma no cuaje son precisamente ellos por su cuadradez pues las herramientas tecnológicas están para servir al hombre y no a la inversa

Decidir desde un escritorio y crear programas computacionales sin haber trabajado jamás en la calle para ganarse el pan, ofrece desde el gobierno federal una reforma hacendaria (con minúsculas) que entre los medianos, pero sobre todo en los pequeños y micro contribuyentes se ha convertido en un verdadero monstruo, en una pesadilla que además de convertir al estado en un ogro (y no filantrópico precisamente, como escribiera Octavio Paz), que asusta y aleja al contribuyente del pago de impuestos al convertir esta obligación social en un martirio propio de alguna secta iniciática.

En espera de la disculpa de los lectores por citar mi experiencia, lo cierto es que quise hacer de manera personal una serie de trámites en el SAT para conocer las cosas a las que se enfrentan los ciudadanos de abajo, es decir, los que verdaderamente sostienen el país (los grandes pagan poco y los capitales extranjeros se llevan las ganancias a otro lado) y las sorpresas fueron muchas y desagradables, ajenas totalmente al deseo y proyecto del Presidente Peña Nieto.

      ¿Se trata de recaudar más dinero para sostener el país, o de hacer de un campesino, un tendero o un carpintero un experto en cibernética fiscal? Aunque las oficinas del SAT son buenas y el personal amable, el problema de fondo son los programas implementados para dicha reforma. Su cumplimiento está totalmente fuera de la realidad del mexicano, quizá los que participaron en su elaboración nunca han puesto un pie en un tianguis o han visitado la carnicería o la tienda de abarrotes de la esquina.

      ¿En qué cabeza cabe que millones de personas que apenas cuentan con estudios de primaria o secundaria, muchos de ellos dedicados a las duras labores del campo van a saber elaborar una factura? Porque no estamos hablando de la factura tradicional. No, señor. Se trata de un examen de posgrado en informática, que de entrada es reprobado cuando menos por el ochenta por ciento de los causantes (si es que la tuvieran que elaborar ellos mismos).

Siendo universitario me llevó cinco días hacer una simple factura de algunos libros (de mi autoría), bajando a la computadora dos programas que antes no necesitaba, encontrándome desolado en el reino de “nunca jamás”. Y es que el causante además de graduarse en informática (para hacer una simple factura que siempre se hizo a mano) debe tener dotes de adivinación para entender lo que el burócrata(s) que elaboró el programa tenía en mente. Burócratas con mente de inquisidores pues ¡ay de aquél profano que se atreva a equivocarse, poner un número mal del código postal o que no cumpla farisaicamente con todos los requisitos, una guadaña le impedirá tener acceso a la factura!

Hablo de lo que experimenté. Cinco días con cuatro horas diarias para entender el formato: bajar programas, negar, negar, rebotar, pedir cosas que el causante no tiene la menor idea de lo que son, tres vueltas al SAT, por fin me permitieron hacer y enviar la famosa factura. Lástima, la alegría duró muy poco, la librería me la devolvió y con ello casi aparece la temida depre.

Resumiendo: cuatro veces tuve que elaborar la famosa factura pues tres de ellas me vi obligado a cancelar la anterior (vuelta al SAT para aprender a hacer este trámite, propio de individuos que se dedican a la computación como profesión). Una por una leyenda acerca del pago, otra por el código postal y una más por un número acerca de los cheques de la librería a la que vendí. Diez días de afanes y estrés.

     ¿Cree usted que el señor que siembra maíz, aguacates, manzanas, el panadero de la siguiente cuadra o el de la tlapalería de a la vuelta son expertos en computación? ¿Sabe el Presidente de semejante yerro o se lo han ocultado? Cierto, la Reforma Hacendaria es indispensable para la marcha del país, pero no menos indispensable es que le hagan adecuaciones para que el cumplimiento fiscal se convierta en algo sencillo que no cause más molestias de las que ya padece el ciudadano, y no en una tortura mental y social que enemista al gobierno con los causantes.

¡Hasta el próximo sábado, si Dios nos permite!

e-mail: mahergo50@hotmail.com