PRECAMPAÑAS: INSENSATEZ E INSENSIBILIDAD POLÍTICA

Aunque la historia atribuida a María Antonieta en la que se asegura dice a la muchedumbre “pues si no tienen pan que coman pasteles” es falsa. Lo cierto es que refleja el clímax de insensatez e insensibilidad al que pueden llegar los políticos de todos los tiempos, países e ideologías. En México lo estamos padeciendo.

Desde la llegada de los tecnócratas al poder en los años ochenta del siglo pasado, los políticos de profesión comienzan a ser desplazados para dar paso a los junior’s de la Revolución (con posgrados académicos en universidades extranjeras), entrando México en una etapa crítica de la que lejos de salir se hunde año con año.

El último Presidente de la Revolución fue Don Gustavo Díaz Ordaz, patriota incomprendido y juzgado inequitativamente a causa de los sucesos del 2 de octubre de 1968, pues en el sumario moral enderezado en su contra por los viudos y usufructuarios de los hechos de Tlatelolco, se le juzgó desde entonces sin que defensa alguna equilibrara las cosas antes de sentenciarle frente a la opinión pública. La guerra fría, las batallas sordas y cotidianas entre rusos y yanquis polarizaron y marcharon durante el movimiento de ese año en el Distrito Federal, como también la ambición del maquiavélico Echeverría y otros factores que ya es tiempo que se evalúen. La historia se debe analizar sin facciones ni pasiones, sino bajo el lente y frialdad de los hechos.

En su error, el Presidente Díaz Ordaz avala la candidatura de su entoncessecretario de Gobernación (LEA), error que luego lamentaría. De entonces a la fecha, con la excepción hecha del trabajo titánico y discreto de Miguel de Lamadrid para rescatar al país del caos o del golpe de estado, lo cierto es que el país en sus tres instancias ha sido dominado por grupos (y en algunos casos bandas o pandillas) que carecen de oficio político, como también de sensibilidad y compromiso social.

Las nuevas generaciones de funcionarios operan más cercanas al perfil de mafia que de equipos políticos, interesados única y exclusivamente en su bienestar económico personal y de grupo. Lo peor del caso es que no lo aceptan. Han quedado atrapados en su propia red de falacias, creyendo que con programas como Solidaridad –creado por Salinas de Gortari y que cada sexenio cambia de nombre- el pueblo (entiéndase los más jodidos) está contento. Nada más falso.

Habrá que recordar a la nueva clase política, integrada por hombres y mujeres mega ambiciosos y alejados totalmente de los mexicanos, que del gobierno de Plutarco Elías Calles al de Gustavo Díaz Ordaz, el país se dedicó a trabajar y los gobiernos a administrar con mediana probidad y austeridad los recursos públicos, lo que permitió que México creciera por mucho tiempo a niveles de 7 y 8 por ciento anual, mejorando de manera visible la calidad de vida de los ciudadanos. La educación por siempre negada, abrió sus puertas para todos, revirtiendo el 72 por ciento de analfabetismo del año 1910 en 25. Es decir, para 1970, el 75 por ciento de los mexicanos sabíamos leer y el acceso a las universidades era casi para cualquiera (cosa que no sucede en la actualidad; muestra palpable del retroceso).

Aunque alguien considere largo este preámbulo, no es así, es necesario hacer un recuento histórico breve que nos permita ver lo que ha sucedido, pues de ser el país americano con la Revolución más exitosa en logros sociales (la cubana es de logros para la camarilla que ha oprimido a su pueblo por medio siglo); para nuestra desgracia los habladores y mega ambiciosos asaltaron el poder desde a mediados de los años ochenta. Su incapacidad y ausencia de compromiso social han sumido a México en las deudas y la ingobernabilidad.

Lo peor del caso es que lejos de aminorar esta plaga de falsos políticos obsesionados por el presupuesto (y los préstamos), su presencia en el gobierno ―en los tres niveles― presenta tumoraciones cancerosas de todos colores; desde los tricolores y amarillos, como los verdes y turquesas, pero sobre todo de color azul, que en apenas doce años quintuplicaron la deuda pública de México sin entregar cuentas y con magra obra pública, pero eso sí, dándose golpes de pecho y tomando el Nombre de Dios en vano.

Durante estos años el salario mínimo pasó de ser el pago del jornal justo al trabajador (1970) para convertirse en referente económico y pretexto para un nuevo porfirismo, aunque ahora auspiciado por todos los partidos políticos.

     Los altísimos salarios y prestaciones auto asignados por los gobiernos panistas (dizque “para no robar”) lejos de ser eliminados por perredistas, priístas, del verde y demás vividores del erario, fueron institucionalizados y crecidos hasta desaparecer el presupuesto en y con ellos.

En el inter, la calidad de vida de la mayoría de los mexicanos se deterioró, sumándose otros flagelos como inseguridad y narcotráfico que agravaron su condición. ¿Y los gobiernos? Bien, gracias, dedicados a enriquecerse, a buscar el siguiente hueso, provocando con su insensatez e insensibilidad la ira hasta ahora reprimida de una sociedad que a manera de volcán amenaza con explotar. Impuestos de todo tipo, permisos, gasolina, inspectores, asaltos, cobro de piso, extorsiones, “maistros” de la CNTE y fauna anarquista, robo de vehículos y de mercancías y otros tragos amargos son el pan de angustia de todos los días, mientras que la “clase” política vive de manera faraónica; ajena a lo que sucede en el país (habrá que incluir a líderes y gremios de varias universidades públicas, sindicatos, funcionarios y empleados de empresas descentralizadas).

Con una debacle en los precios del petróleo que mantienen nuestro futuro económico con el filo de la espada en el cuello del país,nuestros gobernantes en plena fiesta ($5,356 millones de pesos para los partidos políticos en este año) han iniciado de manera totalmente irresponsable las “precampañas” ¿No hay una sola mente lúcida en todos los partidos que les haga ver la realidad de México? ¿No se dan cuenta que mientras los ciudadanos buscan como sobrevivir ellos dilapidando los dineros públicos en campañas que a nadie interesan y convencen? ―excepto a los propios interesados y sus gavillas, perdón, comités―?¿No hay nadie que les haga ver que para sus míseras propuestas y farsas con una semana de campaña es más que suficiente?Sí, porque quién vele y luche por el pueblo tenemos mucho tiempo de no conocer a nadie ¿O qué considera usted amable lector?.

¡Hasta el próximo sábado, si Dios nos permite!

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