¿EL PEJE TAPATÍO?

Las comparaciones por lo general no gustan, chocan, sin embargo hay personajes y situación cuyas semejanzas resultan asombrosas. Un caso. En la ciudad de México y entre las hordas de maistros de la CNTE, el eterno candidato de los anarquistas (no de las “izquierdas”) como todos sabemos, es Andrés Manuel López Obrador.

Un individuo de pocas luces, pésimo estudiante (fósil, pues) alérgico al trabajo y poseído por cierto espíritu que le hace creer que es el salvador de la Patria, aunque en su caso se trata de una patria imaginaria; no el México de todos nosotros, puesto que la mayoría no tenemos ningún punto de coincidencia con este iluminado, que entre sus abundantes defectos está soberbia, la ira, la prepotencia y el maniqueísmo. La verdad absoluta le pertenece a él, solo a él y a nadie más. Cualquiera que no comulgue con su primitiva manera de pensar es su enemigo, de la mafia, de los malos, de los que le organizan “compló”.

Sucede que en Guadalajara tiene un discípulo, que consciente o no, sigue fielmente sus pasos. Adivinó, lector, se trata de Enrique Alfaro Jr.. Heredero y usufructuario de las bondades de los gobiernos del PRI y miembro por años de ese partido (como el Peje en su tiempo), Alfaro traicionó al PRI para obtener la presidencia municipal de Tlajomulco, aunque con la franquicia del PRD, o de alguno de esos negociantes del poder que abundan en México.

Es obvio que no podía ser presidente de ese municipio, toda su vida ha residido en Guadalajara. No importa, al fin y al cabo para nuestra clase política la ley es solo para los pobretones, para los jodidos, para los sin fuero, para los que no están afiliados a ninguna franquicia política. Igual lo hizo el Peje en el Distrito Federal, él es tabasqueño y residente tabasqueño, pero que más da, con la ayuda de su pandilla, banda, camaradas o como se llamen, se lanzó la presidencia municipal de la capital, regencia, jefe de gobierno, o como se llame la silla (que dicho sea de paso concede un enorme poder y recursos multimillonarios a su alcance).

En el caso de Enrique Alfaro Jr., luego que utilizó los mejores publicistas de imagen y su equipo de colaboradores en Tlajomulco (la mayoría amigos incondicionales desde la prepa, es decir, líderes estudiantiles; experiencia heredada y muy bien), se fue de diputado local haciendo grandes migas con Emilio González Márquez (que hasta este momento no ha entregado cuentas de los $ 74 mil millones de pesos que se gastó de manera irregular). Emilio supuestamente era del PAN, aunque antes era el jefe de los sinarquistas. Pero como entre los chaqueteros se entienden ―nombre con el que Guillermo Prieto calificaba a los que cambiaban de bando político en el siglo XIX―; el que antes era del PRI y luego del PRD, se lanzó con la ayuda de su amigo Emilio por la gubernatura de Jalisco, misma que perdió.

Pero como es hombre terco ―igual que el Peje― a los tres años se lanzó por la presidencia municipal de Guadalajara (en nuestro sistema político no existen ni los alcaldes ni las alcaldías) misma que ganó con la franquicia de Movimiento Ciudadano (propiedad del señor Dante Delgado Ranauro).

     A semejanza del Peje, para Enrique Alfaro Jr., todos son corruptos, excepto él, todos son malos junto a él, capaz de cruzar largos pantanos sin manchar su blanco plumaje. Es tal su fuerza que pudo levantar la falda de la estatua de la horrenda Minerva (la de la glorieta) y ver que traía varices y quien sabe cuántos achaques más. Los expertos no saben qué tiene la estatua y le están introduciendo aparatos para ver cómo está y poder repararla, pero Alfaro ya dijo que está mal y requiere de gastársele, con eso es suficiente. Así que sus allegados y medios que le siguen le han aplaudido (como todo lo que hace), pues cuando Alfaro dice una cosa así es, ¡infalible!

Cuando llegó al ayuntamiento de Guadalajara, criticó hasta el cansancio la construcción del Mercado Corona, pero ya que notó que a la gente le gustó, le gastó una millonada a la banqueta de enfrente y con eso se colgó una medalla que le correspondía a su antecesor.

Le gusta gastar, quizá preparando su campaña próxima a la gubernatura (dicen los que saben de esas cosas). Por ciertos rumbos de la ciudad ha gastado una enorme cantidad de millones de pesos en estacionamiento para bicis, los cuales en realidad a nadie le sirven (siempre están totalmente vacíos). ¿No hay necesidades en Guadalajara como para gastar en esas tonterías? ¿La salud de los tapatíos está por debajo de los compromisos con los amigos a los cuales hay que premiar con obras?

Apoyado con el discurso de ser justo y celoso por la ciudad, en el fondo lo único que ha hecho es allegarse recursos y votos futuros. Inició una campaña de “banquetas libres” en la colonia Chapalita y lo único que ha hecho es fastidiar a los vecinos, que hartos de tantos negocios a los que Alfaro y compañía no obligan a tener cajones de estacionamiento para sus clientes (como marca el Reglamento Municipal), tienen que estacionarse en las rampas y entradas de sus propias casas.

¡Ah, pero llega Alfaro el celoso guardián del orden, del político, claro está, y levanta folios a los vecinos con multas de $ 3,276.00 pesos (haciéndoles dobles víctimas). Sí, porque a negocios como Aseguradora Quálitas de López Mateos y La Purísima que deja en las casas de los vecinos de la zona entre 20 y 25 autos, más los de sus clientes, y la plaga de autos invasores llega cuando menos a 50 ¿Y contra quién se va el celoso presidente municipal? Pues contra los vecinos, total, ya están viejos y él es el candidato de los jóvenes (frívolos e insensibles, me imagino, pues si fueran más inteligentes y reflexivos ya hubieran conocido al Dr. Jekyll).

Y es que su astucia ―y la de sus incondicionales― no tiene límites. Esta semana se publicó en un diario local que un palero, perdón, un ciudadano al que las huestes de Alfaro le levantaron supuestamente un folio por estacionarse en banqueta, acudió a tomar “curso de conciencia vial” porque le reducirían la multa a $1,638.00 pesos. ¡Qué ofertón! ¿Es lo menos?, porque una falta semejante en Tránsito del Estado (Vialidad) no debe pasar de $ 300.00 pesos.

No es justo ni puede el ciudadano quedarse callado con tanta simulación, con farsas con las que se le quiere engañar como si careciera de la mínima inteligencia. Si con las posturas arrogantes y anarquistas del Atila de Macuspana la mayor parte de los mexicanos está harta; en Jalisco no podríamos continuar con otro prócer semejante, que aunque con matices propios, a final de cuentas tienen madera de potenciales dictadores, cuya palabra y visión es la única. En la que los demás deben plegarse, por la buena o por la mala. Ni la vida ni la política son ni deber ser así ¿O usted que opina, estimado lector?

¡Hasta el próximo sábado, si Dios nos permite!

 

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