SOCIEDAD: POR ESA RUTA FRACASARÁN

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     A nivel local la sociedad a coro reclama justicia; protección inmediata ante tanta violencia. Sin embargo desde los escritorios de algunos llamados “académicos” se defiende a capa y espada un modelo penal que en México no sirve para nada, excepto para fomentar la impunidad. ¡Nada más! ¿En qué cabeza cuerda se cree que el mexicano se comportará como el anglosajón? Y es que mientras para el nuestro la mentira es de las primeras cosas que aprende en la vida hasta hacer de ella uso cotidiano (refinado en muchísimos casos), para el vecino es perjuro.

Agréguele a eso que quienes imparten justicia: llámese penal, civil, familiar, mercantil, laboral (ni qué decir de este lodazal), etcétera, lo hacen como un simple empleo y no como lo que debería ser, y se entenderá porqué la justicia se niega en Jalisco. La mayoría de los juzgadores carecen de conciencia de su importantísimo trabajo, y al no buscar ni impartir la justicia, el escudo fácil de los códigos los saca adelante, sumiéndose la sociedad en la desesperación.

En conocida cadena de tiendas que empiezan con O y terminan con XO (para preservar su privacidad) localmente están padeciendo un promedio de 300 asaltos por mes, todos impunes, o casi todos. ¿Cómo desconfiar de la palabra de un bribón?, de un parásito social que menosprecia el estudio y el trabajo y decide el camino fácil de la violencia para allegarse lo que desea. No importa que se haga del fruto del trabajo ajeno, que lesione o incluso asesine, para eso tiene a sus defensores oficiosos de ONG’S y “académicos” de escritorio. Para que digan ante la prensa que son “víctimas” de la vida (lo cual es totalmente falso). Cada quien en lo individual decide el camino a seguir.

Quien esto escribe nació en el populoso barrio de San Juan de Dios, luego vivió toda su juventud en el barrio de San Andrés, pudiendo ser testigo que la mayoría de sus amigos y jóvenes fueron gente de trabajo o de estudio (o ambas cosas). Pocos en realidad los que rechazaron el camino correcto, y todos, sin excepción, sabemos en el fondo lo que es correcto y lo que no (la conciencia nos lo dice).

A nivel Nacional vemos las bandas familiares a manera de tribus salvajes robando combustibles, sembrando amapola y mariguana, vendiendo drogas, pseudo sindicatos violentos y mafiosos (como la CNTE) controlando el enorme presupuesto educativo de varios Estados. Lo peor del caso es que exigiendo “derechos”, con el apoyo de ciertos sectores, incluso entre los medios, de otra forma resulta inexplicable que con el machacón asunto de los 43 ayotzinapos asesinados por los cárteles de la droga en Guerrero todavía les apoyen, cuando todos sabemos que andaban de vándalos y habían cometido una serie de delitos graves.

Ven que a jóvenes y niños los están envenenando los delincuentes y en lugar de defender a los niños de estas bandas de chacales sin entrañas, defienden a los delincuentes porque no se les “respetan sus derechos” y cuanta tontería se pueda imaginar en esta pesadilla social al estilo Kafka, donde lo absurdo es lo real.

Reclamar en las calles el “orgullo homosexual” (con gran apoyo de los medios, que por lo general cierran sus puertas a causas justas) es muestra patética del estado que guarda la sociedad, o cuando menos en algunos sectores. Con la apatía, temor o indiferencia de casi todos los demás.

Si crecemos la lente a nivel mundial las cosas no están mejor. Terrorismo;  injusto reparto de la riqueza a causa de la ambición de los pocos; pereza e improductividad de muchos en las nuevas generaciones (Ortega y Gasset les calificaba en los años ’30 como los “señoritos satisfechos” de la historia); modelos educativos que se aplauden cuando apenas están en fase experimental; fanatismo religioso (el cual sí se tolera y la fe judeocristiana es vista con menosprecio y  atacada continuamente con virulencia, cuando es justamente esta fe en el Dios creador que se revela al hombre caído la que nos ha sostenido por miles de años); promiscuidad sexual y rechazo a la familia tradicional: son parte del rostro deformado de la sociedad posmodernista y posteista.

La política y los políticos del presente ni se caracterizan por su capacidad ni por su sentido de justicia, mucho menos por su fe y valores, que no los tiene la mayoría. En cambio se caracterizan por laxos, mentirosos, “tolerantes” con malvados y violentos, indiferentes ante las necesidades sociales y los reclamos de justicia, corruptos (hasta lo irracional) y muchas cosas por el estilo.

      Ahora bien, todo gobierno se nutre de sus ciudadanos situación que se refleja en sus acciones públicas, de manera que el repudio a la autoridad y a responder por las consecuencias de las acciones delictivas cometidas, no nacieron en los estados, sino en los hogares y de ahí fueron llevados a los gobiernos. No a la inversa.

Una sociedad sin frenos de ninguna especie se detendrá forzosamente ante el muro de sus excesos (con consecuencias desastrosas, téngalo por seguro). Se piensa que por ser ideas posmodernas todas son buenas y que lo que nos funcionó por miles de años ya no sirve ¡Falso!

La iglesia, que derivada del hebreo Kehilá (congregación) pasó al griego como ekklesia, entendiéndola desde sus raíces bíblicas (y no clericales con sede en Roma), no ha estado haciendo su deber ante la sociedad global. Rabinos, sacerdotes y pastores han guardado silencio ante un modelo social que nos está llevando a todos al abismo.

El teólogo R.C. Sproul escribe en alguno de sus libros una fuerte crítica en este sentido y con esto concluimos: “En la cultura contemporánea post cristiana la religión es relegada a la espera privada. Si los dirigentes de la iglesia se levantan y denuncian la falsedad al momento de verla. El mundo suelta una rabieta: ‘¡Cómo se atreve usted a imponerme sus creencias? ¡Usted puede creer en la religión, si lo desea, pero hágalo en su propia casa!’ Así le ladra el mundo a la iglesia hoy…Lo que debería sorprendernos es la timidez con que la comunidad cristiana ha recibido su relegación… Nuestra responsabilidad es levantarnos… hemos comprado la mentira moderna de que la iglesia no tiene nada válido qué decir al mundo” (Cómo defender su fe, págs.. 85-86). Me limitaría agregar que sólo Dios tiene las verdaderas respuestas ante la vida y ante la eternidad, además de que también los creyentes tenemos el mismo derecho de expresar nuestras opiniones.

¡Hasta el próximo sábado, si Dios nos permite!

 

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