BERRINCHE SANGRIENTO

La masacre perpetrada por un joven de secundaria en el estado de la Florida en el vecino país del norte, aflora un gravísimo problema que aqueja a cientos de millones de jóvenes alrededor del planeta, sobre todo en occidente: ¡La falta de disciplina a causa de un carácter mal formado!

En el entendido de que la inmensa mayoría rechazará lo que en este artículo se señala, la cuestión de fondo es que la realidad de las cosas no varía en absoluto, aunque se niegue su existencia. Se trata de generaciones que han sido formadas bajo una educación laxa y permisiva que les ha mimado tanto y les ha querido conceder todos sus antojos y caprichos, que su capacidad es frustración es nula.

Psicólogos y padres les ha dicho que nacieron para ser felices, que tienen derecho a todo, que merecen todo y deben tener acceso a todo, lo cual además de falso, ha malformado su carácter, haciéndoles incapaces de enfrentarse a los retos y problemas que todos los humanos tenemos desde la niñez misma. Esta es y ha sido siempre la historia de la humanidad. Una historia que al incomodarles le han dado la espalda (para no saber de ella) y los daños ahora saltan a la vista de todos, incluso sobre muchísima gente inocente, ajena a su carácter ególatra y posesivo. Los 17 jóvenes asesinados en la secundaria de La Florida son prueba irrefutable.

Sin pretender acusar ni lastimar a nadie en particular, sino en el intento de llegar al fondo del problema y encontrar el remedio para semejante mal. Se habrá de decir qué a partir de los años 70 del siglo pasado, disciplinas como la psicología (que no es ciencia) -con el beneplácito y felicidad de los políticos- menospreciaron y criticaron la fe judeocristiana hasta sacarla, primero de las escuelas y luego de los hogares, pasando por alto, guste o no, se acepte o no: que la fe en Dios es el único freno efectivo para detener las pasiones y los excesos del ser humano por cuanto es capaz de transformar de dentro hacia afuera (y no a la inversa). Claro, cuando la persona llega a conocer realmente a Dios y su mensaje de fe y esperanza y decide aceptarlo.

El rechazo o menosprecio a Dios y a su mensaje lo estamos padeciendo de entonces a la fecha, agravándose en la medida que ese mensaje se va reduciendo a minorías. Hombres de la talla de Jacobo Rousseau advirtieron la indispensable presencia de la fe reflejada en la vida de los pueblos: “En un Estado bien constituido, las reglas morales se encuentran en estrecha relación con la constitución política”. Los engreídos europeos de principios del siglo XX, que pensaron que por desechar a Dios y los valores y principios derivados de la fe judeocristiana, ya eran mejores, de pronto se toparon con las dos mayores guerras de toda la historia. Con su horrenda realidad.

El mensaje divino limita los excesos, forma el carácter positivamente y aporta una cosmovisión sostenida en valores y principios que un humanismo ateísta no puede solventar (porque hay otro humanismo, como predicaba Erasmo, que fundamente las bondades del hombre siempre y cuando partan de la fe en el Dios revelado en las Escrituras).

En distintos pasajes la Biblia habla desde la perspectiva del Creador, y tomando en consideración que somos una raza caída, en el libro de Proverbios se dirige a los padres de manera particular, sobre la necesidad que tiene el ser humano desde su niñez a ser forjado con disciplina, incluso con corrección, si la rebeldía o la falta lo ameritan. Y no estamos hablando de azotes de salvajes ni de castigos inquisitoriales. Ningún chamaco se murió por darle tres cintarazos bien dados para bajarle sus maldades o el berrinche espumoso.

Evitarles una vida de disciplina, es decir, de formar su carácter día por día y por años (y corrección su fuese necesaria), es enviarles al camino del hedonismo y el egoísmo, de llevar al caos a una sociedad. Nuestro primer novelista del México independiente plasmó magistralmente esta falta de formación en “Don Catrín de la Fachenda”. Libro que debería ser de texto para todos los estudiantes de secundaria y quizá, desde sexto de primaria. (su autor, Joaquín Fernández de Lizardi).

En una de mis visitas a la ciudad de México a principios de los años ’90 para promover mis libros, en una de las librerías visitadas compré uno titulado ¡Basta ya de hijos malcriados! El autor analiza la situación social imperante para luego señalar: “Los problemas no empezaron con los hijos, ni acabarán con ellos. Son tan solo un síntoma de que las cosas van muy mal, el síntoma de una sociedad que se va dramáticamente al garete”. Luego pone a los padres ante el espejo: “Nos hemos convertido en una sociedad de segundas, terceras e incluso cuartas oportunidades. Los niños pueden desobedecer impunemente, sabiendo que sus primeras travesuras apenas provocarán un ceño fruncido en lugar de un castigo aplicado de inmediato” (Fred G. Gosman, Edit. Roca).

Diecisiete hogares en La Florida están de duelo total y quince más están sufriendo por sus hijos mal heridos, todo porque un chamaco al que no se le enseñó a enfrentar los problemas de la vida, al que quizá se le quiso dar “todo” (sin jamás darle lo que necesitaba, amor, que no son “cosas”), se molestó porque lo corrieron de la escuela.

El autor recién citado invitaba al final de su obra a entender el rol de padres e hijos y hacer algo de inmediato: “Hemos colocado a nuestros hijos en pedestales. Estamos obsesionados con su felicidad e intentamos protegerles de cualquier contrariedad. Ahí nos equivocamos de medio a medio; y por el bien de nuestros hijos debemos modificar esa conducta con rapidez”.

A los pedestales se sube a los héroes o los paganos a sus dioses, y como se encuentran las cosas, la mayoría de los niños y jóvenes actuales ni son héroes (ni se debe tratar como tales aunque lo fueran, todo a su tiempo); ni mucho menos dioses; pedestal éste último al que muchos padres han subido a sus chamacos; a otros la sociedad permisiva y formadora de Narcisos los ha subido; aunque otros más se han subido solos, y entre todos ellos, han hecho del mundo un sitio difícil de vivir ¿Sin Dios, sin orden, sin disciplina, cree usted lector que podríamos continuar? El berrinche sangriento ocasionado por este muchacho de La Florida tiene para los optimistas con lentes color de rosa la respuesta.

¡Hasta el próximo sábado, si Dios nos permite!

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