Y MÉXICO HUNDIÉNDOSE

Nos encontramos sumidos en el pantano de la manipulación, de los escándalos cotidianos (como es el caso del avión presidencial: que ni Obama lo tenía, lo cual no es cierto, que lo iba a vender, aunque se debía, que nadie lo quiso comprar, que se gastó una millonada nomas por estar estacionado en California, que lo iba a rifar, que siempre no, que una coperacha para comprar medicinas supuestamente con el pretexto de la no rifa del avión, etcétera, etcétera), de las mentiras, de la simulación, pero sobre todo de la incapacidad y la inacción gubernamental.

     El país se hunde día tras día en el deterioro económico, en un mar de violencia cada vez más sangriento, en un caos social en el que la falta de orden y legalidad han permitido que todo salga de control, en una intolerancia colectiva cuyo lenguaje parece salido de las experiencia de Babel pues nadie parece entenderse, donde la ley es letra muerta y cada quien hace lo que se le viene en gana, de manera que destruir vidas y patrimonios ajenos (públicos y privados) son cosa de todos los días sin que el gobierno mueva un dedo. Si acaso atender los asuntos de mayor relevancia en los medios.

    Para desgracia nuestra quien debiera ser el responsable de poner orden y ejemplo en el País, de hacer valer el estado de derecho y hacer todo lo posible para crear y alentar las inversiones privadas y unir a los mexicanos; en el año y meses que tiene como presidente se ha dedicado a destruir, dividir y empobrecer el país, aunque él considere y diga lo contrario.

     Poseedor de una personalidad ególatra hasta la irracional, todos los días se levanta para dañar al país, para dividir a los sectores sociales, para atacar a la prensa que no le quema incienso y a los mexicanos que no piensan como él. Incapaz de cuestionarse, ajeno absolutamente a la autocrítica, declara con dogmatismo sus puntos de vista acerca de los problemas nacionales, que por cierto, aborda apenas unos pocos; la inmensa mayoría de ellos los ignora (en todos los sentidos).

    Cuando se siente confrontado con la realidad, con los hechos concretos y fundamentados, en su absurda postura indefectiblemente asegura ‘tener otros datos’, lo cual recuerda la anécdota del senador demócrata por Nueva York, Daniel Patrick Moynihan, quien al acorralar a un colega ante el muro de los hechos, el hombre —a la manera de López Obrador— se defendió diciendo:

 

“Bien, puede que no estés de acuerdo conmigo, pero tengo derecho a tener mi propia opinión”. Sin embargo nunca esperó la lapidaria y confrontadora respuesta de Moynihan: “Tienes derecho a tener tu opinión, pero no tienes derecho a tener tus propios hechos”

 

     Lamentable, en verdad lamentable, que el presidente tenga a diario sus propios hechos. Su opinión siempre será respetable, lo cual no significa que le asista la verdad. La verdad es la verdad y esta tiene que prevalecer. Para eso debe de contar con asesores capaces y sabios que le ayuden en sus tareas, no de oportunistas o cortesanos ignorantes que solo le den la suave y alejen a su jefe de la realidad y de la presidencia, convirtiéndole de facto en un dictador en ciernes.

     Los muros de Palacio Nacional se han convertido en un castillo medieval al que nadie se puede acercar. El foso infestado de cocodrilos, ya sea de guardias que impiden la entrada a los que no saben quemar incienso, o de las legiones de guardias cibernéticos dispuestos a ofender y destruir la reputación de cualquiera que se atreva a cuestionar a su líder (que no se comporta como presidente institucional ni constitucional) le han aislado, transformándole en un autócrata que no quiere ver los problemas nacionales. Un líder aislado que solo tiene ojos para los grupos indígenas y aquellos a los que puede regalar dinero público (para comprar su conciencia y simpatía) pero que al no ver los enormes y terribles problemas nacionales tampoco hace nada para resolverlos.

     En toda democracia existe un CONTRATO SOCIAL enmarcado dentro de la Constitución y demás cuerpos de leyes. En el caso de nuestro país y si se toma en cuenta a la ensoberbecida criminalidad que mantiene aterrados a los mexicanos (con la anuencia e impasibilidad del gobierno lopezobradorista que ofrece a los delincuentes abrazos no balazos), la advertencia de Rousseau es obvio que no se conoce, muchos menos se considera: —“Todo malhechor, al atacar el derecho social, se vuelve por sus delitos, rebelde y traidor a la patria; deja de ser miembro de ella al violar sus leyes; e incluso le hace la guerra”. Rousseau va más allá, incluso, describe y señala la impunidad como fracaso del gobierno: “En un Estado bien gobernado hay pocos castigos… porque hay pocos criminales: el gran número de crímenes asegura impunidad cuando el Estado decae” (El Contrato Social, Capítulo V).

     El vergonzoso y denigrante espectáculo de la semana pasada en Palacio Nacional es una muestra patética del gobierno de López Obrador, de su personalidad recalcitrantemente ególatra, de su expresión pública y malsana de un poder mal entendido. Invitar a los grandes empresarios del país a cenar tamales de no sé qué cosa (en Jalisco no existe esa comida) y atole, y sacarles bajo presión 1,500 millones de pesos para ‘comprar medicinas’ no es otra cosa que una extorsión desde el poder. Una exhibición grotesca e innecesaria de quién tiene el poder político en México.

     No se puede ni debe pasar por alto que solo de enero a agosto del año pasado (2019) hubo un subejercicio presupuestal de $ 232 mil 100 millones de pesos. Es decir, dinero presupuestado para medicinas lo hay, lo que no hay es capacidad del gobierno para implementar los programas públicos. En otras palabras: hasta para gastar hay que tener la inteligencia y la capacidad necesarias, pues una cosa es criticar y marchar en las calles vociferando contra el estado, y otra muy distinta ser el estado y resolver los complicadísimos problemas de toda una Nación.

     El presidente y su gente (que no parece gabinete) si realmente aman un poco a México, y no solo el poder que les tiene ensoberbecidos, deberán hacer un alto, entender que ganaron unas elecciones, que no compraron un país con todo y habitantes. En un necesario acto de sinceridad y valor escuchar otras voces y ser capaces de auto evaluarse, de aceptar y entender que deben de gobernar para todos los mexicanos y no solo para sus incondicionales, de aceptar y entender que un presidente no puede ni debe tener adversarios, que su función es gobernar para todos y resolver los problemas de todos, hayan o no votado por él, le acepten o le rechacen.

¡Hasta el próximo sábado si Dios nos permite!

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