AMLO Y SU REVOLUCIÓN AL REVÉS

No podía ser de otra manera, su mente e ideas desordenadas le han llevado por el camino del caos, de lo revuelto, de lo ilegal y lo injustificado. Así es él, siempre en contra del orden, promotor nato de la rebelión, en lo personal, y perdón por hacerlo en primera persona, nunca he escrito un solo artículo desde los años noventa (en que apareció en la escena pública) que hable bien de él. En su personalidad y acciones veía al anarquista que siempre ha sido, al enemigo del trabajo y la legalidad. Un antipolítico en la política.

Y como enemigo del trabajo y de los que crean las fuentes, durante su esquizofrénico mandato no ha hecho nada por mantener los empleos ni promover nuevos tampoco. Al contrario, ha hecho la guerra no solo a las inversiones extranjeras de energías limpias (ahuyentando de paso a las nuevas), sino incluso a empresas que ya habían invertido enormes cantidades, como la cervecera Constellation Brands en Mexicali, echando por tierra el estado de derecho.

López Obrador, creyéndose ‘revolucionario’ sin serlo, en sus fantasías champurradas de ideología creyó iniciar una nueva revolución llamada “4ta Transformación” (4-T), cuyos resultados son exactamente al revés de lo que debería ser un movimiento popular.

Teniendo México la experiencia de la primera revolución social del siglo XX en el mundo y cuyos resultados benéficos son inobjetables (años ‘40, ‘50 y ‘60); habrá de recordarse que en 1910, el 80 por ciento del pueblo era analfabeta, pobre, y sin acceso a la salud. Condición que poco a poco fue revirtiéndose en la medida que el gobierno implementaba sus planes, de manera que para los años ’60 la cifra educativa era al revés, las personas que sabían leer y escribir superaban ya el 80 por ciento, la pobreza permanecía, pero hubo una sensible mejoría, y cerca del 90 por ciento tenía acceso a la salud a través del IMSS, ISSSTE y Salubridad (hoy Secretaría de Salud), así como de diversos organismos de salud estatales y municipales.

Llegó lamentablemente la ‘revolución de la 4-T’ y la educación —que dicho sea de paso nunca le ha gustado al presidente (duró 9 años para lograr una licenciatura)— comenzó un declive en calidad y proyecto que no sabemos cuándo ni en qué parará; considerando que a su aventura se agregó la pandemia de coronavirus que trastornó totalmente nuestro sistema educativo al cerrarse las escuelas e implementar un supuesto modelo a través del internet, pasando por alto que gran parte de los escolares y estudiantes carecen de computadora y recursos para comprar una, o sus comunidades no tienen acceso a la red; cuestiones que en conjunto y la pésima planificación han traído, además de la deserción, una marcada caída en la calidad educativa.

Pero eso sí, los fieles amigos de la 4-T, tanto los maistros de la CNTE, como los ayotzinapos y demás vándalos de las Normales Rurales, cuando no andan en marchas y manifestaciones, están bloqueando vías de ferrocarril o asaltando el peaje de las casetas en las autopistas ¿Y la educación de los niños y jóvenes? ¿Y el gobierno? ¡Jugando a la revolución y pegándose a diario balazos en el pie!

Cuando López Obrador comenzó su comedia (no se puede llamar gobierno a esta bufonada, a esta improvisación que le está costando al país su destino mismo) en una fanfarronada anunció que el sistema de salud de México sería como el de Canadá, luego subió la mira y dijo que como el de Dinamarca. Crueles palabras.

De tener un sistema regular, aunque con deficiencias evidentes, al llegar al gobierno AMLO desapareció el Seguro Popular sin tener nada preparado, sustituyéndole solo en palabras y papeles con el INSABI, un organismo inexistente, que para cuando logre cuajar, las muertes se contarán por cientos de miles (y no sólo por coronavirus).

Por si faltara algo a su revolución al revés, desapareció el sistema de compra de medicinas para el sector salud, iniciando una guerra contra los laboratorios mexicanos acusándoles de corruptos, sin comprobarlo jamás, y dejando a los mexicanos dependientes de la medicina social (que son más del 80 por ciento) sin medicinas, ni acceso a una salud integral.

A tan terrible desgracia para los mexicanos, llegó la epidemia de coronavirus y López Obrador en lugar de buscar a los expertos e implementar una estrategia que evitara los mayores daños, como en su revolución, hizo todo al revés: minimizó la gravedad del virus y de contagios, pidiendo a los mexicanos que se abrazaran, que salieran a la calle, que no pasaba nada, poniendo al frente a un merolico (con estudios médicos que no le aprovecharon) más interesado en adular a su jefe que en cuidar la salud y vida de los mexicanos.

A poco más de un año de distancia, medio millón de muertos y algunos millones de contagios y secuelas, familias afectadas y una economía en condiciones terribles; el presidente continúa en su imaginaria ‘revolución’ en la que las tercas palabras no se cumplen, pero las dice como si fueran reales, así que ha ordenado el regreso a clases “llueva, truene o relampagueé”. No hay términos medios, como tampoco hay métodos planeados que conlleven las medidas de protección adecuadas. No, las palabras del iluminado revolucionario bastan.

Confuso, como su mente, en algún foro internacional presumió que a Benito Mussolini le pusieron el nombre gracias a Benito Juárez. Siendo famosos, qué importa que sean sangrientos dictadores, su cabeza ordena a su gusto las cosas, siempre tiene otros datos en su realidad alterna.

En sus arengas iniciales declaró que en su gobierno los pobres serían la prioridad, que, si se entiende su revolución al revés, lo cierto es que les ha cumplido. Cada vez hay más millones de mexicanos pobre gracias a sus torpes e insensatas decisiones, basta señalar que cuando llegó había 51.9 millones de pobres y según el INEGI y el CONEVAL, y actualmente ya hay 55.7 ¿Nadie le ha dicho entre sus cercanos que la incapacidad para semejante cargo también es corrupción?

Difícil entender un movimiento revolucionario que se pelea contra las clases medias, en lugar de fortalecerlas y sumar a éstas a los pobres marginados. Imposible asimilar una revolución que promueva la pobreza en lugar de luchar por el mejoramiento y bienestar de todos.

Extraña revolución en la que los millones de pobres crecen año con año, la educación decrece y su calidad también, donde se detesta la ciencia y se apuesta por la mediocridad y el conformismo; revolución que en lugar de promover los libros, considera que la lectura por placer es un acto de consumo capitalista; que la salud del pueblo no importa mucho, que es mejor el ahorro en las compras de medicinas, aparatos, equipos médicos y hospitalarios; que gasta 528 millones en una consulta pública inútil y no provee las medicinas para los niños con cáncer (y pacientes de otras enfermedades). Como le digo, AMLO y su revolución al revés, como todo en su confusa mente.

¡Hasta el próximo sábado si Dios nos permite!

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