DEL PESEBRE AL TRONO

El presente artículo aparecerá publicado el 25 de diciembre (2021), fecha fijada como el nacimiento de Jesús (Yeshua en hebreo), aunque no nació en ese día, lo cierto es se desconoce la fecha exacta. Sin embargo, el mundo judeocristiano ha hecho de ésta un símbolo religioso, época de reuniones, regalos y fiestas. Lo peor del caso es que para la mayoría de los que dicen celebrar la “navidad” Jesucristo les es un perfecto desconocido.

Al efecto, habremos de señalar que las Sagradas Escrituras vaticinaron con siglos de antelación que el Mesías nacería en Belén de Judá, cosa que sucedió puntualmente y de la manera anunciada en el resto de las profecías. Entrando en los hechos históricos, Josef y Myriam (José y María) dejan la Galilea para cumplir con el edicto ordenado por el César Augusto de que cada judío se empadronara en la ciudad de su origen, la cuestión es que estando María a punto de dar a luz, no encuentran en Belén una posada que les abra las puertas, por lo que forzados por la situación encuentran una cueva de las utilizadas por los pastores de la zona en la que finalmente nace el Salvador de la humanidad.

De acuerdo a la fe judía, y sostenido totalmente en el Tanaj (A.T.), el Mesías que vendría a reinar tendría que ser de la tribu de Judá y descendiente directo del rey David. El Nuevo Testamento se inicia precisamente con la genealogía de Jesús entroncándole directamente con el gran monarca y demostrando ser por herencia el esperado monarca, cosa que desde hace diecinueve siglos es imposible de probar por judío alguno, toda vez que con la destrucción del Templo de Jerusalén en el año 70 d.C., todas las genealogías fueron también destruidas.

De la niñez y juventud poco se dice en la Biblia acerca de Yeshua, aunque sí nos describe que desde a los 12 años, y como buen niño judío, en una especie de Bar Mitzvá discute en el Templo con los doctores de la Ley (Torá) asuntos relativos a su fe y la interpretación correcta, amonestando a su propia madre (María) y haciéndole ver que “en los negocios de su Padre (Dios) le era necesario estar”.

En cuanto a su juventud y por lo que se deduce de los Evangelios, permanece con su familia en Galilea ejerciendo el oficio de carpintero, siendo conocidos también sus hermanos y hermanas (en el griego los parentescos están perfectamente definidos). Llegado el momento profético, inicia su obra con un ayuno de 40 días en el desierto que concluye con las tentaciones de las que es objeto por el enemigo de las almas (aprovechando la gran debilidad), a quien derrota y confronta con las propias Escrituras.

Luego aparece públicamente en el río Jordán para ser bautizado por Juan, quien al verlo dice a la multitud de judíos congregados y a la humanidad entera: “He aquí el Cordero de Dios de quita el pecado del mundo”. Verdad eterna que hay que discernir en su sentido pleno y perfecto, pues la redención de la humanidad caída es más que un trozo de pan ácimo; es el mayor y más perfecto acto de amor de todos los tiempos; en el que el único justo murió en sustitución de los injustos, que lo somos todos, para pagar nuestra salvación con su sangre misma reconciliándonos con Dios el Padre, cuya justicia se encontraba airada y abriéndonos así la puerta de la salvación (entrada al reino de los cielos).

Retrocediendo un poco el relato, a partir de su presentación y bautizo en el Jordán, Yeshua recorre todo Israel de norte a sur y de oriente a poniente predicando el mensaje de salvación a su propio pueblo, no una nueva religión como algunos descuidadamente afirman, sino la misma fe judía, pero entendida y explicada perfectamente por quien la había revelado.

Ante la falta de espacio para exponer un tema tan profundo y glorioso, de hecho el más importante y trascendente de todos, resta decir que así como el Mesías nació en un pesebre pestilente, siendo el rey heredero de David anunciado en las Escrituras y sufriendo una muerte ignominiosa sin haber cometido delito ni falta alguna, queda por establecer la otra parte de la profecía, sobre todo en su sentido espiritual.

En primer orden se debe considerar que la humanidad toda somos una raza caída desde los primeros padres (Adán y Eva), quienes al desobedecer a Dios echaron a perder los planes iniciales y rompen con Él la comunión perfecta que tenían. Ante semejante desgracia, el Creador implementa un plan de rescate para toda la humanidad, lo cual no significa que todos serán rescatados, sino que su misericordia es capaz de alcanzar a todos y con esa disposición implementó su plan; un plan que llevó miles de años y en el que escoge primero a un hombre de fe llamado Abraham, que continúa con su hijo Isaac y su nieto Jacob, para luego formar un pueblo (que sería el judío) en el cual vendría el Mesías o Salvador de todos los hombres.

La cuestión es que siendo el heredero, como ya se dijo, al trono de David, nació en un pestilente pesebre. En el terreno espiritual continúa sucediendo igual, nace en los corazones pestilentes de cada ser humano que le da cabida, que le cree a su mensaje y Palabra (Biblia), que se arrepiente. El Salvador llega a ese corazón a limpiar toda la maldad acumulada por los años y la vida de pecado, y si se responde a su amor y hay decisión firme de seguirle para siempre, Jesucristo se queda a reinar en el trono del corazón de la persona, que dicho sea de paso, renuncia al ego que le oprimía para dejar al Mesías de Israel que reine para siempre en él.

Finalmente y para concluir este comentario, la Biblia y el propio Yeshua anuncian su retorno glorioso, un retorno que la humanidad posmodernista no espera ni considera siquiera, incluso las novias (corrientes judías y cristianas) se encuentran ya dormidas a causa del cansancio de los siglos, por lo que les tomará por sorpresa. En este tan esperado y deseado retorno, Yeshua ha Mashiach (Jesús el Cristo) retornará con poder y gran gloria descendiendo directamente en Jerusalén para reinar de manera universal como está escrito. Si bien habrá que decir, que a su retorno morirá una tercera parte de la humanidad pues no es fácil que tanto gobierno y sociedades de impíos y malvados quieran reconocer su incredulidad y gran yerro.

Pero como Yeshua es Dios y heredero del trono, y como su Padre no requiere de permiso alguno de los humanos, ni de la ONU, ni de nadie, lo cierto es que su Hijo amado se sentará a reinar en Jerusalén como está escrito. ¿Ya vio que lo que dijimos al principio es cierto y que para la mayoría de los que dicen celebrar la “navidad” Jesucristo les es un perfecto desconocido? ¡Feliz Navidad!

¡Hasta el próximo sábado si Dios nos permite!

Email: mahergo1950@gmail.com

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