UNA SOCIEDAD DECADENTE Y CONFUNDIDA

En los últimos artículos se ha advertido de la apuesta insurreccional de algunos grupos que habiendo sido rechazados en las urnas por la mayoría de los mexicanos, ahora pretenden por la fuerza obtener lo que se les ha negado de manera legítima. El asunto de los matriculados en la Normal de Ayotzinapa (no creo que estudiaran, el verdadero estudiante invierte su tiempo y fuerzas en su preparación pues en ella se juega su futuro) ha sido el pretexto para que los pretensos golpistas y sus satélites anarquistas anden como chamucos destruyendo e  incendiando edificios públicos y privados en Guerrero.

     Aunque claro, la clase marchista profesional del Distrito Federal, abanderada de todas las causas y enemiga de todos los gobiernos (excepto del Peje y compañía) les engorda el caldo y presenta ante los ingenuos a un gobierno “malvado” que su corazón emponzoñado ha creado más allá de toda realidad.

Si un presidente municipal corrupto y manipulado por su mujer (delincuente probada) son responsables del asesinato de seis personas y la desaparición de los 43 vándalos de Ayotzinapa, ellos y su corte de policías corruptos y asesinos deben ser enjuiciados. Así es la ley. Si las naciones respondieran como lo exigen los ayatolas del Peje y demás insurrectos (que piden la renuncia del Presidente) no quedaría en pie gobierno alguno en el planeta. Es una barbaridad y una desproporción.

Una pausa. En mis años de juventud a las cosas se les llamaba por su nombre, los hombres que se consideraban hombres no se encapuchaban (eso era propio de delincuentes), daban la cara. Si el comunismo te llamaba la atención y su doctrina te gustaba, se medían las consecuencias antes de entrarle pues muchas veces la cárcel, vivir huyendo o la tumba podían ser el costo ¿Por qué no le ponen “Escuela de Formación Guerrillera Ayotzinapa” en lugar de Normal? Los hombres y las causas sin congruencia no valen nada, por más que griten y hagan violencia.

En esta semana leía en un diario la historia de un joven que me hizo pensar en los chamacos de esa tristemente célebre Normal guerrerense. Se trata de un muchacho del sur de Jalisco que trabajó de albañil, en los oficios del campo, etcétera, que salió de su pequeño poblado hacia Ciudad Guzmán donde cursó la carrera de Ingeniería, y no satisfecho se fue a California, donde trabajó de mozo de limpieza en una compañía dedicada a la computación. El podía haber quebrado los vidrios de Intel, juntar a otros resentidos y declararse explotados por el patrón. Sin embargo como le gusta prepararse estudio una Maestría en Ingeniería, para luego obtener dos doctorados, el segundo en Corea. Por cierto se llama Julio César Zamora (Mural, 22/Oct/2014).

Ese es un hombre valiente y de valía. Encapucharse, quebrar vidrios, destruir muebles y oficinas, incendiar edificios, robarse el peaje de las casetas y saquear centros comerciales, son acciones propias de delincuentes. En lo personal no me pueden decir que hay “una causa” o que “son de izquierda” porque conozco perfectamente lo que es una causa social y política, como también lo que significa ser realmente de izquierda.

Vivimos desgraciadamente en una sociedad decadente en la que los valores absolutos son rechazados, por tanto Dios mismo no tiene cabida, todo se relativiza y la permisividad egoísta justifica lo propio, incluso a costa del daño y agresión al otro. Bajo esa deformada óptica el sentido de justicia está pervertido de origen, maniqueo por esencia, posición que les lleva a medir los hechos siempre con una visión parcial y torcida. Claman rabiosos por justicia, por la aparición de los matriculados en la Normal de Ayotzinapa, al tiempo que destruyen el Patrimonio de los mexicanos, pues todos y cada uno de los muebles, enseres, computadoras, fotocopiadoras y demás que ellos han destruido en los Edificios Públicos de Guerrero han sido comprados con el dinero de los ciudadanos ¿no lo sabían, a poco pensaban que los funcionarios compran todo de su bolsa? ¡NI UN LÁPIZ!

Les sale espuma por la boca clamando por justicia y se roban camiones con valor de 2 millones de pesos cada unidad. Ni qué decir del importe de peaje de las casetas en autopistas, que si lo hiciera cualquier otro ciudadano que no fuera de “izquierda”, además de considerársele un simple raterillo de inmediato pararía por años en la cárcel. No se puede pedir justicia haciendo injusticia, es una contradicción de términos, pero ¿qué se puede pedir a quienes son alérgicos a la educación y la lectura? No dan más que para vándalos.

Si como sociedad no nos detenemos a analizar lo que está pasando, a pedir y establecer el estado de derecho para todos; téngalo por seguro que fracasaremos y el caos abriría la puerta a cualquier dictadorzuelo falaz y ególatra, como lo son todos los de su clase, aunque para entronizarse corran por su culpa ríos de sangre inocente.

La ausencia de Dios en la sociedad mexicana –y me refiero a la verdadera espiritualidad, no a la religiosidad populachera y sincrética- ha producido ya algunas generaciones con mentes deformadas que no disciernen la verdadera justicia, capaces incluso de pelear con dientes y uñas por los animales y olvidarse del hombre. Esto me recuerda a un reflexivo diálogo en la obra de Hemingway entre el viejo guerrillero republicano y el extranjero metido a una guerra que no era suya (“Por quién doblan las campanas”):

―¿Te gusta cazar?

―¡Hombre! ¡Mucho! Más que cualquier otra cosa. En mi pueblo, todos cazamos. ¿A ti no te gusta cazar?

―¡No! ―respondió Roberto Jordán―. No me gusta matar animales.

―A mi me ocurre lo contrario ―dijo el viejo―. A mí no me gusta matar hombres.

Urge que los mexicanos pensantes y todos los preocupados por la situación y destino de la Nación analicemos lo que está sucediendo. No podemos permitir que sigan confundiendo a muchos quienes pretenden derribar al estado mexicano (con la ayuda de no pocos medios de comunicación). No es tiempo tampoco de la eterna salida fácil de culpar al “gobierno” y encogerse de hombros. Es tiempo que se apoye de palabra y obra al Presidente elegido en las urnas para que haga valer el estado de derecho, sin importar si el que lo rompe es de izquierda, derecha, ecologista, de ONG válida o patito, que el que cometa un delito pague las consecuencias y punto. ¿O usted qué considera, estimado lector?.

¡Hasta el próximo sábado, si Dios nos permite!

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