Opinión
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El presidente Enrique Peña Nieto ha tenido que afrontar las peores críticas y condiciones políticas de los últimos tiempos. Legiones de burócratas de todos colores y sabores que siempre han vivido del presupuesto (maistros, maestros, electricistas, petroleros, etcétera) han sido lanzados en su contra sin más razón que el dogmatismo y sorna de su titiritero.

l presidente Enrique Peña Nieto ha tenido que afrontar las peores críticas y condiciones políticas de los últimos tiempos. Legiones de burócratas de todos colores y sabores que siempre han vivido del presupuesto (maistros, maestros, electricistas, petroleros, etcétera) han sido lanzados en su contra sin más razón que el dogmatismo y sorna de su titiritero.

      En menos de once meses Peña Nieto se ha enfrentado a las huestes parasitarias de la CNTE; a las bandas delincuenciales que “cucó” su antecesor (provocando más de 120,000 asesinatos en seis años) que además secuestran, extorsionan, crean guardias comunitarias y demás; con los zánganos del SME, una organización legalmente inexistente (al extinguirse la fuente de trabajo); con una naturaleza desbordada que en un fin de semana casi destruye la infraestructura del Estado de Guerrero.

Con partidos políticos inescrupulosos, prestos al chantaje, divorciados del pueblo y adictos a enormes sueldos y prestaciones; con medios de comunicación (en un amplio sector) carentes de compromiso social, dominados por el chisme y la intrascendencia, defensores radicales de las minorías y enemigos feroces de la familia y la fe en Dios.

A esta galería de veleidosos y adversidades se ha tenido que enfrentar el Presidente, que urgido por reformas de varios tipos para sacar adelante el país del hoyanco en el que lo dejaron los gobiernos anteriores (entre Fox y Calderón casi quintuplicaron la deuda pública), propuso hace algunas semanas la Reforma Fiscal.

En lo personal le miré en la televisión el domingo que las propuso. Supe de inmediato que los ricos de este país (los ricos, no los que tienen complejo de) se enojarían. Así fue.

El problema es que entre la clase media con complejo de ricos muchos han caído en el engaño y rumores promovidos por sus patrones, haciéndoles el trabajo sucio al recurrir a todos los foros y a cuanto espacio en los medios se les ha concedido. ¿Acaso no saben que tanto los verdaderos ricos como las grandes empresas en este país no pagan impuestos? ¿Desconocen que buscan los mejores abogados (que tienen los contactos con los jueces y magistrados adecuados) y huecos de la ley para no pagar, corrompiendo y desviando el sentido de la Ley de Amparo?

Apenas un día después de anunciada la Reforma Hacendaria, los dueños del capital declararon airados: “No es la reforma que esperábamos”. “Con mayor carga fiscal quién va a querer invertir en México”. “Está bien que se proteja a los más pobres. Es necesario. Pero es un error perjudicar al sector productivo, a los que invertimos, movemos la economía y creamos empleos”. “La reforma se carga sobre los que siempre pagan impuestos”  (Proceso, 9 de septiembre de 2013).

Claro, Fox y Calderón les permitieron todo, absolutamente todo. Hacienda dedicó (como casi siempre lo ha hecho) a fiscalizar de mediana tabla para abajo. Nada de molestar a los señorones de los grandes apellidos. Esos no ¿luego como compiten con los ricos de USA y Europa para salir en Forbes? Para eso estuvo y está el petróleo, para sacar de allí el gasto público y no molestar a los “dones”.

La clase media tan preocupada en ganar estatus y codearse con los grandes, ni siquiera percibió que en cierta manera la Reforma le beneficia ¿Cómo? Al tener que pagar impuestos los ricos, aunque sea una parte, las finanzas públicas tomarían un respiro y la inversión en obra crecería sin tener que recurrir a los préstamos (como hasta ahora ha venido sucediendo) y obras y servicios nos benefician a todos.

El IVA a colegiaturas desde un principio se supo que era un simple buscapiés para luego adornarse los diputados del PRI eliminándolo. Su recaudación sería tan poca que solo una persona que desconoce de política podría tragarse semejante cuento.

No podemos seguir despilfarrando los recursos petroleros, que dicho sea de paso, entre burócratas y funcionarios haraganes y parasitarios se lo están acabando, dejando que los verdaderos ricos amasen superfortunas: capitales que el día que no haya petróleo que subsidie sus grandes empresas, se van de México y nos dejan sin petróleo y cargados de deuda pública.

Nadie con sentido de justicia pediría una Reforma Hacendaria al estilo “Chucho el roto” quitándole el dinero a los ricos para dárselos a los pobres. Eso es mentira y demagogia. Ningún poderoso deja que le quiten lo suyo mansamente. El fondo de la Reforma es que estos señorones dejen de escabullir el pago de impuestos, ya sea comprando empresas quebradas (y por medio de ese resquicio desviar las utilidades de las buenas), reinversiones maquilladas, o por amparos que sospechosamente siempre ganan y demás. Que paguen un porcentaje justo de impuestos y con ello devuelvan a los mexicanos parte del esfuerzo y recursos que han recibido de manera tan abundante.

Enhorabuena por el Presidente Peña Nieto. Esperamos que diputados y senadores no se dobleguen ante los poderosos y en un acto de patriotismo ¿será mucho pedir y soñar?, se asignen dichos recursos a las auténticas necesidades sociales, que son infinitas. ¡Ah, y que el Presidente ponga orden y austeridad en el gasto público, URGE! (sus comentarios son bien recibidos)

¡Hasta el próximo sábado, si Dios nos permite!

e-mail: mahergo50@hotmail.com

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