Opinión
Archive

Toda moneda tiene dos caras. Con relación a las tarifas del transporte público en Guadalajara desde que se tiene memoria cada que son elevadas, brotan de inmediato una legión de apóstoles del proletariado más veloces que una flecha y mas balines (a cual más) que un billete de tres pesos.

oda moneda tiene dos caras. Con relación a las tarifas del transporte público en Guadalajara desde que se tiene memoria cada que son elevadas, brotan de inmediato una legión de apóstoles del proletariado más veloces que una flecha y mas balines (a cual más) que un billete de tres pesos.

    Toda persona sensata sabe que el transporte público es una necesidad para la mayoría de la población, que si no se utiliza en mayor medida, es básicamente por el desinterés del gobierno y los grandes inversores para mejorar y ofrecer opciones más cómodas y modernas (como es el metro o tren ligero). Este punto carece de discusión.

Así que volviendo al asunto de las tarifas. En los años sesenta y setenta apenas se conocía del aumento del boleto de los camiones (que era de unos cuantos centavos), cuando esa organización de porros y criminales llamadaFederación de Estudiantes de Guadalajara salía en “defensa del pueblo”. Los periódicos de entonces son testigos en no pocas ocasiones de una extensa galería de bribones derramadores de sangre y controladores oficiales del gremio estudiantil, pandilleros empistolados que mancillaban a diario los recintos universitarios. ¿Por qué nunca salían o salieron en nuestra defensa cuando se sabía de los latrocinios de algún funcionario del gobierno?

Entonces sus enemigos del “pulpo camionero” se reducían a dos empresas: la llamada Alianza (que agrupaba, los amarillos de Analco, los rojos de Oblatos, los blancos de Colonias, los azules de Circunvalación, los verdes de Atemajac y los plomos de Tlaquepaque) así como Servicios y Transportes; una empresa que finalmente quedara en manos del gobierno y cuyo taller estaba por Paradero a la entrada de San Pedro.

Los nombres y apodos de personajes de esa nociva agrupación ponían los pelos de punta a cualquiera: Enrique Zambrano, Enrique Alfaro, el “gorilón”, el “pelacuas”, el “Balvaneda”, el “niño Urzúa”, el “wama”, el “teocaltiche”, por citar algunos.

Pero como las leyes físicas aseguran que la materia no se destruye sino se transforma, la banda de golpeadores también se transformó. Queriendo echar tierra sobre su terrible pasado (su cueva se situaba a espaldas de la escuela de Música en Juárez y Tolsá, aunque la entrada estaba por Pedro Moreno; lugar temible para todo estudiante) la FEG en la actualidad se ha lavado el rostro con el jabón mil usos de la “democracia”, presentando un nuevo look con las iniciales de FEU ¡Total, al mexicano todo se le olvida y los viejos no tienen manera de hacer públicas las muchas fechorías de estos falsos apóstoles sociales!

Durante los años cincuenta y sesenta, el “día del estudiante” hordas de vándalos de la FEG aterrorizaban los comercios del centro, pero sobre todo de la zona de Obregón (compuesta por esa época de comercios muy distintos a los actuales), mismos que se veían obligados a cerrar sino querían sufrir grandes robos por estos sujetos a los que la policía jamás molestaba (y que el sistema podía utilizar más adelante ¿para qué molestarlos entonces?).

Al crecer el problema del transporte público el gobierno se deshizo del subsidio y dejó que particulares se encargaran del mismo (quedándose con unas cuantas rutas con pocas unidades, como es el caso de Servicios y Transportes). Se consideró hace unas tres décadas que el usuario tenía que pagar el costo real y no tenía el estado porque cubrir con dineros públicos el subsidio que año con años iba en aumento.

Llegamos al punto. Así como los “apóstoles sociales” cada vez que se habla de aumento de tarifas se desgarran las vestiduras y lapidan con frases demagógicas al “pulpo camionero”, es justo que se descubra la otra cara de la moneda ¡EL PULPO DE LOS DEMAGOGOS! Una cofradía de falsos redentores integrada por la FEU, televisoras, periódicos, comentaristas y demás, que aprovechan este ajuste para situarse en el medallero político o en el centro de la opinión pública.

Sin embargo olvidan varias cosas que no mencionan jamás al usuario del transporte público. Que los camiones son un negocio particular y debe ser negocio para que sigan prestando el servicio. Hasta donde se sabe las tarifas tienen cuatro años y meses sin subir un solo centavo, mientras que el diesel ha subido casi al doble, como también el costo de las unidades, llantas y refacciones.

Es decir ¡hágase la voluntad de Dios en los bueyes de mi compadre! Mientras los funcionarios públicos tienen ingresos de monarcas, al salario del trabajador le aumentan $3 miserables pesos. Dicho en otras palabras: El problema no son las tarifas del transporte público. El problema son los salarios de miseria. Durante muchos años los distintos gobiernos han permitido que se erosione el salario del trabajador; en tanto que cualquier regidor ignorante y corrupto tiene ingresos millonarios. Ejemplo que se observa también en congresos y toda dependencia pública.

Así que no nos vengan con que el problema es el pulpo camionero, cuando es otro pulpo: el de los ricachones de los dineros públicos mal habidos, los que saben manejar a ciertos medios para engañar la opinión pública. Ellos son realmente el problema. Los que han permitido que el salario del trabajador se convierta en nada y sufra para pagar su transporte. Así que no nos vengan con el viejo cuento de “¡Al ladrón, al ladrón…”!

¡Hasta el próximo sábado, si Dios nos permite!

e-mail: mahergo50@hotmail.com

Tiempo de lectura: 5 min