Opinión
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El clima de violencia que se vive en México (salido de control en algunas zonas, Michoacán en particular, aunque Oaxaca con los maistros y Guerrero con los narcotraficantes van por el mismo sendero) ha sido comentado hasta el hastío en foros, medios electrónicos e impresos. Políticos, sociólogos y analistas han desmenuzado el fenómeno hasta el infinito llegando casi todos a conclusiones no siempre acertadas, sino es que meramente académicas, de lucimiento, o a modo.

      El gobierno aborda el problema para cuidar su imagen. Los partidos opositores ―no importa el color pues todos han abandonado las ideologías para convertirse en meras franquicias de bucaneros―, se limitan en llevar agua a su molino y descalificar al partido en el poder. No dan para más.

Se dicen muchas cosas ciertas: que la pobreza, que la educación, que la marginación social, y muchos otros factores que a diario escuchamos como causa de esta violencia que a todos nos aflige (o casi todos), sin embargo no se dice que en buena medida esta pobreza se deriva de la corrupción del sector público (perdido ya por la ambición); del egoísmo y la pereza de muchos ciudadanos que reclaman pero no comparten sus muchas riqueza o no mueven un dedo para mejorar la situación; que la mayor inversión pública en México es en educación y los resultados son escasos, muy escasos.

Que una fauna de ignorantes se ha apoderado del magisterio llamando “conquistas laborales” a su chantaje, incapacidad, negligencia y pereza, aprovechando que son cientos de miles para hacer presión, que dicho sea de paso, en lugar de utilizar para formar a niños y jóvenes a salir de la ignorancia y pobreza (que ayudarían en pocos años a sacer el papis adelante): se limitan a contagiarles sus rencores y vida parasitaria.

La mayoría de los mexicanos vivimos sometidos al imperio de la delincuencia y al duro yugo de un gobierno oneroso e ineficaz. El ciudadano, sobre todo en las zonas ya mencionadas (habrá que incluir Tamaulipas, Chiapas y Tabasco) está absolutamente indefenso ante la amenaza del secuestro, la extorsión y el despojo (no “desplazamiento” como eufemísticamente le nombra el gobierno a este último delito).

Pero nadie quiere aceptarlo: ni el gobierno, ni la fauna delincuencial, ni los que se han enriquecido amasando enormes fortunas en un amasiato con los últimos gobiernos, condenable desde todo punto de vista por cuanto los dineros que mejorarían la condición social han ido a parar a manos de particulares (casi siempre en sociedad con funcionarios o ex), disparando un injusto reparto de riqueza no visto desde el porfiriato.

¿Podrán impartir justicia los Ministros de la Suprema Corte con sueldos (ya con los extras) por encima del medio millón de pesos al mes? Gobernadores, Secretarios, senadores, diputados y toda la corte antaño republicana, se ha convertido en la mayoría de los casos en una insufrible monarquía tan costosa como inútil.

Pemex es tan extraña que ni Kafka la comprendería. Generadora de riqueza en cualquier otro país, en México la banda de funcionarios y trabajadores (salvo excepciones que confirman la regla) ven en la paraestatal una simple caja interminable de caudales que hay que saquear, el problema es que ya no les ajusta y ahora la llenan con préstamos, llevando la empresa a la quiebra desde el sexenio de Fox.

El robo de combustible (impensable e inexistente hace algunos años) es cosa cotidiana, como también el descontrol de Pemex sobre las gasolineras, en las que se vende gran parte de la gasolina robada ¿Desde cuándo dejó de cotejarse los números del combustible entregado por Pemex a las gasolineras y luego compararlo con las cifras reportadas a Hacienda? ¿O nomás hay auditores para los changarros y causantes de media tabla para abajo?

Al ciudadano cumplido y honesto la CFE le sube en 2013 la tarifa estratosféricamente, mientras que tranzas y gandallas se la roban sin que nadie los moleste. Igual sucede con gasolineros y gaseros alterando bombas, cilindros y pipas para robar al cliente sin que nadie les ponga freno. El gas que antes duraba tres meses hoy puede durar una quincena.

¿Por qué entonces tanta maldad y corrupción social? Como ya se dijo los factores son múltiples, pero la causa es una sola ¡este pueblo mexicano le dio la espalda a Dios!

Podrá negarse lo anterior, incluso burlarse, pero la realidad no cambia. En México tuvimos gran riqueza durante los años ’30 hasta mediados de los años ’70 porque este país creía sinceramente en Dios, aun con su fe contaminada por el sincretismo.

Aquí en Guadalajara hasta inicios de la década de los setenta, las puertas de las casas se abrían en la mañana (todas) y no se cerraban hasta en la noche. Una casa cerrada era señal de que no había nadie. Hoy sería temerario hacerlo si no es que suicida.

Pero vino la modernidad, su hijo el posmodernismo, y su hijastro el posteismo y al no haber Dios para muchos (aunque siempre lo habrá) las barreras y los límites en sus acciones dejaron de existir, creando un clima social insoportable como escribiera el profeta sin que hasta el momento se vea alguna solución efectiva, pues Dios no se menciona en la solución (y un clero corrompido parece no tener autoridad moral para llamar la atención a nadie): “Porque no hay verdad, ni misericordia, ni conocimiento de Dios en la tierra, perjuran, mienten, matan, roban y adulteran, y homicidio tas homicidio se suceden. Por lo cual se enlutará la tierra… Mi pueblo fue destruido porque le faltó conocimiento (de Dios)” (Oseas 4:1-6).

¡Hasta el próximo sábado, si Dios nos permite!

Email: mahergo50@hotmail.com

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