Opinión
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Ningún presidente mexicano en casi un siglo ha sido atacado con tanta injusticia y virulencia como Enrique Peña Nieto. La campaña emprendida en su contra por sus enemigos políticos ha sido eficaz en la medida que las masas desinformadas y emponzoñadas por el veneno de los golpistas ha influido en su criterio, presentando como malo e incapaz a quien ha dado lo mejor de sí para todos nosotros (ni siquiera se ha considerado que recibió un país en quiebra y ensangrentado, luego de 12 años de incapacidad y saqueo). La injusticia nunca podrá ser justificada, aun cuando sea apoyada por la mayoría. La voz del pueblo no necesariamente es “la voz de Dios”,basta recordar que la multitud que aclamara eufórica a Jesús de Nazaret durante su entrada a la ciudad de Jerusalén, días después pide al procurador romano su crucifixión. Ser muchos no significa tener la verdad ni obrar con justicia.

Se puso de moda (y de modo) entre los medios y los periodistas atacar al Presidente Enrique Peña Nieto, de sumarse a los golpistas con el pretexto de los jóvenes de Ayotzinapa asesinados por mafiosos y policías de Iguala (quemados sus restos en el municipio vecino de Cocula), rompiendo las reglas elementales del periodismo al acusar a un inocente de un crimen y guardar silencio ante los verdaderos criminales. En unos ha ganado el protagonismo, en otros la ignorancia (o ambas cosas), aunque en los demás intereses varios les han comprometido con una injusticia que está dañando a México en todos los órdenes, desde el económico y social, hasta su imagen internacional como país y destino turístico (y de inversión), no se diga su estabilidad en algunas zonas.

¿Acaso desconocen que una mala imagen del país repercute en nuestros ingresos, es decir en el de la mayoría de los mexicanos? Ni qué decir entonces del estado de derecho, si el Presidente hiciera uso de la fuerza pública –como marca la ley- es obvio que los mastines de los golpistas se abalanzarían sobre Peña Nieto y el calificativo de “represor” aparecería de inmediato. Ante semejante dilema el Presidente debe escoger entre hacer valer la ley –como protestó al asumir el cargo-  o permitir que los desmanes continúen, contaminando a otros sectores de la población que ante la impunidad de “maistros”, golpistas y ayotzinapos, han tomado ya el camino del chantaje y la violencia social.

La posición de la mayoría de las celebridades así como de los “intelectuales” no ha sido distinta, sobre todo entre los viudos y usufructuarios del ’68. Tienen 46 años viviendo de un hecho en el que la mayoría de ellos no participó, pero que les ha redituado fama y reflectores (al altísimo costo de envenenar a varias generaciones).

El escritor Enrique Krauze, esta semana tuvo el atrevimiento de pedir al Presidente que ofrezca disculpas al pueblo: “Esta es, quizá, la más difícil petición que yo haría que el Presidente encare a la nación, reconozca sus errores y ofrezca disculpas”. De hecho el encabezado señala: “Debe Presidente pedir (sic) disculpas”. (Mural, 11/Dic/2014). Qué pena que lleguen a tanto, que el sentido de justicia lo tengan atrofiado, cuando el “pecado” del Presidente consiste en haber vencido en las urnas a López Obrador y sus huestes de falsos izquierdistas (en realidad son simples anarquistas, alérgicos al trabajo y resentidos sociales).

No se puede comprender que hombres con la influencia mediática como Krauze se atrevan a lanzar juicios tan severos y ligeros contra un Presidente acosado por un proyecto político distinto, que han encontrado en la difamación y la mentira su caballo de Troya. Pero, claro, se trata de individuos que gustan caminar sobre seguro, de jamás arriesgar, de presentarse como críticos, aun cuando no les asista la razón sino la simpatía de los enemigos del gobierno. ¡Tan cerca que estuvo de un maestro de la talla de Octavio Paz y no tomó ejemplo de independencia su de criterio! Al galardonado con el Premio Nobel de Literatura no le importaba estar en contra de todos cuando su conciencia la dictaba otra cosa.

El clero por su parte ha permanecido callado, como siempre, cuando las Sagradas Escrituras establecen lo contrario a su acomodaticia posición: “Por causa del Señor someteos a toda institución humana, ya sea al rey, como a superior, ya a los gobernadores, como por él enviados para castigo de los malhechores y alabanza de los que hacen bien” (1 Pedro 2:13-14).

Los propios priístas y el empresariado han enmudecido cuando las circunstancias han requerido que su voz de apoyo se escuche. Quedarse callados cuando se requiere señalar la injusticia y exigir el orden legal se vuelve complicidad. Si tienen miedo ahora, cuando tienen el poder y la legitimidad ¿qué harían de quedar sometidos bajo un régimen dictatorial al estilo Venezuela, Bolivia o Argentina? Martin Luther King dijo en memorable e histórico sermón: “Tenéis que continuar trabajando apasionada y vigorosamente por vuestros derechos divinos y constitucionales. Sería cobarde e inmoral que aceptaseis pacientemente la injusticia” (La Fuerza de Amar, pág. 148).

Durante los nueve días de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (FIL 2014) charlé en mi Stand con decenas de personas que hablaban mal del Presidente Peña Nieto, todas ellas estaban desinformadas. Puedo afirmar que con excepción de un hombre irascible y visceral, las demás personas escucharon hechos que desconocían, incluso modificando su postura al enterarse y pasar por el cernidor del análisis racional la información recibida.

Creer que el Presidente es “ignorante” (en el estricto sentido de la palabra todas las personas lo somos) tomando como base la campaña orquestada por sus enemigos, asegurando que ni siquiera ha leído tres libros, es tan torpe como tonta. El Presidente cuenta con una Licenciatura y una Maestría, títulos que amparan una amplia cartera de lecturas. Retirar el micrófono cuando se está pensando en los tres libros que han impactado la vida, no significa que no se hayan leído. Significa que se pensaba dar el lugar adecuado a las obras y a los autores. Lo demás es maldad de sus enemigos, maldad que ha ido creciendo y arrastrando a su paso a muchos ingenuos que sin corroborar lo que escuchan, han caído en la corriente de la violencia verbal (que siempre antecede a la otra). En lo personal, levanto mi oración y ruego a Dios por el Presidente Enrique Peña Nieto para que le conceda la sabiduría y las fuerzas necesarias para llevar adelante al país.

¡Hasta el próximo sábado, si Dios nos permite!

Correos recibidos: Hilda Udinsky, María Elena Gómez, Javier Ángeles, y la Lic. Yolanda Sainz de G.. A todos gracias por sus comentarios.

 

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