Opinión
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No necesitamos tomar ejemplos prestados del exterior para tomar conciencia del desquiciamiento de la sociedad mexicana, basta tener un poco de autocrítica. Las poses triunfalistas que recogen los medios, sean de políticos, músicos, y demás favoritos de la clase dirigente, ¡porque habrá de señalarse que no todas las voces tienen cabida en la prensa!, pues como escribe Zaid: “Los medios son oligopólicos y oligopolizan. Destacan unos cuantos hechos, personas, productos. Todo lo demás queda en la oscuridad” (El Secreto de la fama, pág. 110): situación controladora que en todo caso es prueba plena del desquiciamiento casi generalizado. De una irrealidad de la realidad.

¿O como podremos considerar a la Poniatowska, Juan Villoro y demás dueños de la llamada “clase intelectual”, cuya defensa de lo ilegal es cotidiana ―con el apoyo de casi todos los medios―, pero incapaces de condenar jamás la ilegalidad y el daño a la Nación? Muchos de este selecto gremio, así como han vivido con el tema del ’68 envenenando jóvenes, ahora pretenden convertir en mártires alos chamacos de Ayotzinapa que fueron asesinados en Iguala, pero que en realidad eran simples vándalos (ese día traían camiones de lujo robados, andaban a 150 kms de su escuela, era casi la una de la mañana e iban a romper un mitin político de una narco candidata y en los camiones iba gente armada. Dolorosa es la muerte de cualquier persona, no solo de jóvenes, pero de mártires no tenían nada, ni sus padres son “campesinos”, pues andan por Europa y América con un dominio mediático y político del asunto impresionante (sin explicar de qué viven ni quien aporta la millonada para moverse).

En cierto modo son parte de la mal llamada izquierda mexicana: un negocio político por demás redituable para el que basta tener inclinación de anarquista y ambicioso, el resto del trabajo lo hará una prensa corrupta con un sentido de justicia totalmente ausente. Giovanni Sartori lo dice con todas sus letras: “Hoy, la izquierda en su mayoría es moralmente hipócrita en sus vértices. Digámoslo así: si el poder corrompe un poco a todo el mundo, a quien más corrompe es a la izquierda cuando llega al poder” (La Democracia en 30 Lecciones, pág. 99).

El problema es que el desquiciamiento ha llegado prácticamente a todas las esferas de la vida nacional. Un Senado que gasta 4 mil millones de pesos sin rendir cuentas. Igual como lo hiciera el anterior gobernador de Jalisco Emilio González Márquez ―aunque este sí es de ligas mayores―, quien gastó nada menos que 74,000,000’000.00 (setenta y cuatro mil millones de pesos) y no hay nadie en el gobierno local o en el federal que llame a cuentas a este bribón. Muchos jaliscienses se preguntan la razón por la cual el gobernador en funciones Aristóteles Sandoval no le ha exigido cuentas ¿complicidades, compromisos, cuál es la causa?

Maistros y algunos maestros se oponen a ser evaluados cuando su trabajo es justamente la enseñanza. Una profesión que requiere especialización y no puede ser ajena a la capacidad y la capacitación. No se pretende reprobarlos sino ponerlos al día (en todo caso el que no cubra el perfil que busque otro oficio o actividad). La cuestión es que los patos le tiran a las escopetas y los empleados pretenden decirle al empleador lo que se tiene que hacer ¡Ver para creer!

Hasta hace unos días la banda de los maistros (sección 22 de la CNTE) o cártel si usted prefiere el término, tenía en su poder la educación en Oaxaca, cuyo presupuesto (botín) multimillonario era la causa de que esta banda de forajidos y anarquistas enloquecieran y desquiciaran de paso a ese estado sureño, derrumbando el futuro de niños y jóvenes y acabando con la economía local.

Empantanado el país en la corrupción, y conste, que la millonaria nómina de políticos y burócratas de todas las dependencias está integrada por mexicanos, no los traen de fuera, vienen de los hogares y de la sociedad mexicana (la cuchara saca lo que hay en la olla) dejaron salir de la cárcel de máxima seguridad al criminal apodado “el chapo”. Acción que refleja el punto al que la ambición los ha llevado, aportando a la galería del desquiciamiento social un cuadro de horror.

Falta. Para no meter a Dios ―por aquello de los que se sulfuran y azufran cuando escuchan su Nombre― la naturaleza nos hizo a los humanos hombre y mujer y de esta manera continuar la especie y formar la familia, primera institución sobre la tierra. La cuestión es que en su perversión algunos ―obviamente que con el apoyo de los medios― quieren a fuerzas llamar matrimonio la unión entre dos hombres o dos mujeres, lo cual además de absurdo es antinatural ¿tendrán alguna joroba para guardar el feto –en el caso remoto de salir embarazados- y por donde parirán, por el ano? ¡Ufff!.

Los jóvenes tatuados andan por la calle asustando gente con sus monstruosidades que a lo mejor les gustan (pero que les hace lucir horrendos); otros lo hacen pelones (cuando antes andar pelón era la peor humillación para un hombre, la cual sufría al entrar a la prepa y a la universidad, pública claro, a la que entrabamos la mayoría). Los gimnasios están poblados de hombres y mujeres que desatienden otras tareas para dedicarlas a su cuerpo (cuando hace apenas tres décadas el gimnasio era lugar para luchadores y boxeadores, punto).

Jueces que liberan de inmediato a delincuentes que costaron mucha sangre y dinero detener y consignar. Policías bajo las órdenes de delincuentes. Alumnos ignorantes y mediocres que pasan de curso porque ya no se reprueba a nadie (convirtiendo certificados y títulos en bilimbiques educativos). Novias que cuando llegan al matrimonio, si es que llegan, ya van hartas de relaciones sexuales (situación que afecta con gravedad el matrimonio y la familia).

Divorcios que duran años en los que para el juez es más importante lo que dice el código, que la protección de los niños y la parte inocente (que puede ser cualquiera de los cónyuges). La justicia pronta y expedita se quedó en las aulas de las facultades de derecho. Una frase bonita.

Ayuntamientos integrados por mercaderes cuya intención única es enriquecerse en tres años, concediendo licencias de construcción para grandes edificios en ciudades con infraestructura urbana añeja y obsoleta, condenando al caos y sufrimiento a la población, todo a causa de su locura por el becerro de oro.

Bueno, hasta la NASA anda buscando ya otro planeta habitable como la tierra (pensando en poblarlo en el futuro), cuando en realidad el problema somos nosotros, no nuestro planeta. Sociedad desquiciada, ¿no cree usted?

¡Hasta el próximo sábado, si Dios nos permite!

Email: mahergo50@hotmail.com

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