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Sentencia el proverbio popular «cría cuervos y te sacarán los ojos». Para desgracia de nuestro país la crianza de cuervos se encuentra en auge, lo peor del caso, es que los criadores siguen alimentando a sus monstruos y la mayoría ni siquiera se inmuta ante el peligro.

Los criaderos abundan, son miles y casi todos los días se inicia uno o varios, todos alimentados con los dineros del pueblo y la complacencia (y responsabilidad) del estado en sus tres niveles. Por supuesto que no estamos hablando de aves, sino de personas. De grupos a los que un afán de darles gusto y mantenerlos tranquilo se han convertido en un verdadero dolor de la cabeza para la nación. Veamos un par de casos.

Los chamacos del Instituto Politécnico Nacional que de un par de años a la fecha (los hilos del titiritero parecen llegar hasta Macuspana, Tabasco) de pronto se convirtieron en problema social. Paros, huelgas, marchas y demás son expresiones cotidianas de su “lucha”; una lucha aprendida al pie de la letra de sus maestros Monsiváis, Poniatowska, el Pino, y demás viudos y usufructuarios del ’68. Los medios les siguen el juego concediéndoles espacio todos los días y los cuervos cada vez más tiran a sacar los ojos. Con un brazo alzado y gritando consignas contra el gobierno, los mozalbetes se creen mejores que Fray Servando, Hidalgo, Morelos, Allende y demás héroes de la patria.

Lo más probable sin embargo es que no sepan quien son estos ilustres señores que nos dieron Patria, el costo que les representó luchar para entregarnos un país en libertad. Lo suyo es el desmadre, suspender clases, gritar, rebelarse sin mayor argumentación que su soberbia y el guion entregado por sus titiriteros ¿Ni modo que sean expertos en educación? De ser así no estarían de alumnos.

Ignoran, por eso están en la escuela, que todo país tiene un contrato social a través de la Constitución y demás cuerpos legales, y que ellos tienen muchos deberes que cumplir (no solo derechos). Quien paga sus estudios no es el gobierno, quien los paga es el pueblo, el causante fiscal, a éste a quien deben rendir cuentas de sus logros y aprendizaje. Ningún mexicano pagaría un solo peso en el IPN ni en ninguna otra Universidad o escuela pública para que anden de vándalos, o perdiendo tan valioso tiempo y recursos.

La receta o reflexión, es la misma para universidades y escuelas públicas. La mayor parte de los mexicanos está harta ―claro, a excepción de López Obrador y sus huestes― de los matriculados de la Normal de Ayotzinapa y escuelas similares. No se puede decir estudiantes porque los estudiantes estudian, y estos nomás están matriculados; lo suyo como ya se dijo es el robo de autobuses, el robo de peaje en casetas, la violencia y la anarquía.

En esa Normal, pagada y sostenida al 100 por ciento, no por el gobierno, sino por los dineros de todos los mexicanos, no hay fotos de nuestros héroes patrios, pero si del “Che Guevara” y otros guerrilleros contemporáneos. Quisiera aclarar algunos puntos al respecto pero el espacio no lo permite, será en otra ocasión.

Carecen de una ideología (la izquierda no la conocen, aunque aseguran ser parte de ella), pero sus hechos los exhiben como simples anarquistas empíricos. Tomar como ejemplo al guerrillero argentino, es desconocer quién era realmente, así que permitamos que una intelectual (fallecida en el año 2000) les ayude al respecto: “¿Quién tendrá la valentía de decir que este ángel de la muerte sembraba cadáveres por donde pasaba? Estudió medicina, pero nunca fue doctor; se casó varias veces pero no fue esposo; tuvo varios hijos y no fue padre; atravesó los países sin ser jamás ciudadano. Fue el pequeño jefe blanco de los negros del Congo y el pequeño jefe blanco de los indios de Bolivia. Como en las películas de vaqueros” (Ikram Antaki, Manual del ciudadano contemporáneo, pág. 249).

Una nación se levanta y construye mediante el trabajo y esfuerzo de todos. Esperar que la gran masa social trabaje hasta el agotamiento (pagando impuestos de todo tipo) y un sector de la juventud a la que se la da la oportunidad de estudiar, de preparase para tener un mejor futuro en la vida corriendo su educación a cargo de los dineros del pueblo, no del gobierno (situación que no existía hasta antes de la Revolución de 1910) y que en lugar de estudiar se dedique a perder el tiempo grillando y jugando al “héroe” no tiene nombre, por decirlo de manera suave. No son tiempos para derroches, la condición que guarda la humanidad obliga a toda sociedad a mantener la unidad y la cordura; a cuidar los recursos con verdadero celo y correcta aplicación.

Pero, los indeseados peros, quizá hemos caído en esa situación que advertía Rousseau acerca de los pueblos envejecidos (en su sentido político): “La mayor parte de los pueblos, al igual que los hombres, son dóciles tan sólo en su juventud y se vuelven incorregibles en su vejez… es una empresa peligrosa e inútil querer reformarlos; el pueblo no puede tolerar que se toquen sus males ni siquiera para destruirlos, a semejanza de esos enfermos estúpidos y sin coraje que tiemblan a la vista de un médico” (El Contrato Social, E. Losada, págs. 76-77).

Así que con gobiernos casi de utilería en los tres niveles, con autoridad efectiva solo en la Secretaría de Hacienda, estimulando demagógica y mediáticamente los derechos de cuanto grupo minoritario se les acerca, se ha descuidado a la gran masa social. La crianza de cuervos se encuentra en auge, no hay quien no vaya a Los Pinos y se le conceda todo cuanto pide. En cambio para 80 o más millones de mexicanos que viven esforzándose a diario para mantener de pie a este país; que pagan los altísimos sueldos de una cada vez más voraz y abundante clase política; y que en cubren también con sus impuestos la educación de tanto zángano matriculado a las escuelas públicas, no hay respeto ni cuentas; situación que causa desaliento y prepara las cosas para que en un momento no lejano la negación a pagar impuestos sea una realidad, pues nadie quiere que se tire su dinero. Ningún gobernante paga las universidades de su bolsillo. Se pagan con los impuestos de todos.

Concluyo en esta ocasión con otros pensamientos de Ikram Antaki que debieran ser leídos en todas las universidades y escuelas públicas que piensan que su educación es gratuita (no les cuesta, que es distinto), que su haraganería se justifica y no tiene costo social: “Jamás calculamos el precio de nuestros métodos, los creemos gratuitos; pero todo se paga…   Arrancar algo de su oscuridad es destruir el conocimiento… Uno no llega al conocimiento y a la sabiduría si no sufre antes, en su mismo cuerpo, su propia ignorancia”. Aunque más adelante escribe “Este es un país extraño: las misma leyes de la naturaleza parecen estar revertidas” (El pueblo que no quería crecer, págs 155,159). Cierto, muy cierto, estudiantes que no quieren estudiar o pretenden en su soberbia decir al estado qué estudiar, como si supieran, reflejo de una sociedad criadora de cuervos a punto de quedar ciega.

¡Hasta el próximo sábado, si Dios nos permite!

Email: mahergo50@hotmail.com

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