Opinión
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Aunque se desee ser positivo, evitar la crítica y los señalamientos y subirse al carro de los optimistas, lo cierto es que resulta imposible. La terca realidad se empeña en mostrarnos lo contrario a lo que nuestros gobernantes y satélites que les acompañan aseguran ver.

En lo personal, y perdón por hablar en primera persona en un espacio periodístico, pero como tapatío y jalisciense conozco y he vivido el tema (como persona) lo cual me permite discrepar con elementos de juicio. No con puntadas u opiniones de técnicos de escritorio, sino con lo que Dios me ha permitido ver durante casi siete décadas de vida, de ahí que ver como nota principal de conocido diario local que “Jalisco lidera acciones contra cambio climático” me sorprendió de sobremanera. Por no decir me indignó.

Tal parece que nuestros gobernantes, cibernéticos por formación y decisión, llegan a creer sus propias invenciones (para no decir mentiras). Declaran en los medios una cosa ―ejercicio que les agrada de sobremanera― y llegan a pensar que son una especie de diositos del Olimpo que con su solo dicho las cosas se hacen o cristalizan. Me da pena ser un aguafiestas, pero las cosas no son así.

Todo proyecto en la vida requiere de esfuerzo, inteligencia y trabajo, algunos de mucho, sin olvidar los recursos económicos (punto al que nuestros políticos le ponen total interés, aunque a lo demás le pierdan todo). Declaran en la tele, la radio o los periódicos acerca de sus maravillosos “planes” y a los pocos días se olvidan del asunto, como si lo que dicen se hiciera solo.

El eufórico gobernador de Jalisco en la reunión de la II Cumbre de Cambio Climático de las Américas celebrado en Guadalajara no deja de sorprendernos, más por su entusiasmo, que por su objetividad, pues hasta ahora las palabras han superado a sus logros, y con mucho. Y es que en tanto que el ciudadano común ve con impotencia que su entorno natural es depredado, degradado, saqueado y dañado sin que el gobierno haga gran cosa, y el gobernador se levanta a sí mismo con una retórica triunfalista ajena a la realidad.

Hagamos un breve recuento de nuestro tema. Hasta los años ’60 y principios de los ’70, por señalar un caso, viajar de Guadalajara a la costa rumbo a Melaque permitía con facilidad hacer un inventario visual de los activos naturales de Jalisco. Las zonas boscosas entre Cocula, Tecolotlán y Unión de Tula mostraban al viajero la imagen real de sus riquezas, luego la sierra del Corcovado entre Unión de Tula y Autlán mostraba la sierra madre occidental con todo su esplendor. Claro, había pocos viajantes porque la carretera era de terracería y comenzaba el pavimento hasta el paso del puente antes del pueblo, toda vez que la minera Autlán había costeado la carretera hasta Manzanillo (para sacar el manganeso).

Comenzar a bajar la sierra de Autlán rumbo a Melaque era todo un espectáculo. Los pinos comenzaban a disminuir en número para ser superados por árboles  y maleza de zona selvática, cuya intensidad iba creciendo hasta que la carretera era literalmente sombreada por las copas de los árboles y las guías trepadoras. Aquello era un espectáculo bellísimo e impresionante, con algunos pequeños claros, para luego retornar al mismo pasaje sombreado. Miles de pericos con sus gritos y relajo ponían la música a la selva, en la que parejas de guacamayas de diversos colores aparecían de vez en vez. Ese era el paisaje desde la sierra de Autlán hasta Melaque.

Treinta años después transité con horror por esa misma carretera. No podía dar crédito a semejante depredación en la que madereros sin escrúpulos, gobiernos y funcionarios indolentes o corruptos (o ambas cosas), así como campesinos ambiciosos, además de destruir la selva, intentaban hacer tierras de cultivo a las que la naturaleza concedió otra vocación.

  Ya situados en la zona metropolitana de Guadalajara, se ha de señalar que en el año 1965 por la Avenida de los Ingenieros (hoy López Mateos) la ciudad se terminaba en lo que hoy se conoce como Plaza del Angel, en adelante pequeños lunares de algunas colonias existían (Plaza del Solo todavía no se construía), y algunos kilómetros adelante dos Aguilas monumentales daban el adiós al viajero que tomaba ya la carretera al sur de Jalisco (hoy la del lado oriente alberga una unidad administrativa).

     El bosque de la Primavera era cuando menos al doble y los paseos de los tapatíos a las zonas arboladas y boscosas de las afueras de Guadalajara era cosa de todos los fines de semana. Costumbre desaparecida a causa de la fauna criminal ¿quién va arriesgarse con su familia a que lo maten o lo agredan? La cuestión es que bosque había por diversas zonas de Jalisco y los inventarios madereros eran inmensos, hoy son cosa de la historia (y de los fantasiosos inventarios oficiales).

     Los Colomos empezaban en la carretera vieja a Zapopan, hoy avenida Américas (frente a la agencia Ford), valga decir que al bosque original de Los Colomos en menos de un siglo le han robado cuando menos el 70 por ciento de su territorio, y que sepamos, no hay paracaidistas en la zona ¡Pura gente “bien”!. Así que saque el lector sus propias conclusiones.

Parques y jardines de la ciudad eran en los años cincuenta y sesenta una belleza. Por lo general contaban con jardineros de planta que les daban el cuidado necesario. Luego vinieron los ambiciosos depredadores que eliminaron a todos esos jardineros, para implementar “cuadrillas” que supuestamente hacen todo pero nada arreglan, pues la ciudad está inmunda, deforestada, matorraluda y sin jardines. Los camellones ni se diga, son una vergüenza. Eso sí, crecieron la nómina tapatía en miles de gentes.

    ¿Quién no recuerda la señorial avenida Lafayette (hoy Chapultepec)? convertida en la actualidad en tianguis horrendo, en caja chica que se remodela cada trienio a un millonario costo, sin que siquiera se reponga el arbolado que se ha perdido.

     A propósito de arbolado urbano (y en el campo), cada día son menos y en los informes gubernamentales aparecen millones sembrados ¿dónde, cómo, de qué tamaño? Entre las tormentas que saben azotar la capital de Jalisco y las plagas forestales, nuestro arbolado merma y sufre, pero eso sí, «líderes en cambio climático» ¡Por favor!

Así que en medio de un panorama forestal y ambiental tan adverso, el gobernador Aristóteles se comprometió en el susodicho foro a reducir en un 80% la deforestación ¿En verdad? Lo cierto es que con el miserable inventario de naturaleza que nos queda, no se debe (de que se puede, se puede, lo hemos visto y padecido por medio siglo) permitir el corte de un solo árbol más. La cultura de uno cortado por tres o cuatro sembrados tiene que radicarse para siempre en Jalisco. De manera que liderazgos climáticos entre políticos y en los medios no cuentan; cuentan aquellos que se ganen trabajando por un Jalisco mejor sin tantas palabras y más hechos ¿O usted qué considera, estimado lector?.

¡Hasta el próximo sábado, si Dios nos permite!

Email: mahergo50@hotmail.com

 

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