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La historia universal nos puede conceder todos los ejemplos que sean necesarios. Nerón, Calígula, Napoleón (que de ninguna manera es héroe o cosa parecida, fue el Führer del siglo XIX), Hitler, Stalin y tantos otros de menor poder, pero de idéntico perfil, casi todos unidos por la soberbia, por un narcisismo desbordado y una hambre de poder sin medida.

Y mientras los defensores radicales de ese humanismo ateo aseguraban desde la segunda mitad del siglo pasado, que el hombre nuevo de su prédica positiva había llegado, lo cierto es que resultó tan viejo como Adán cuando rompió su comunión con Dios. Su rebelión filosófica contra el Creador resultó vana, inútil, de nada sirvió tanta retórica.

Lo peor del caso es que en el otro extremo los fariseos, mochos, mojigatos, teóricos de la religión o como usted prefiera llamarles, no se encuentran en mejor situación. Como de todos es sabido, nuestros vecinos del norte le apostaron a un paladín como el que describe el profeta Daniel, con cabeza de oro fino y pies de hierro y barro cocido.

     Y no se llama Nabucodonosor, como el de aquella época, quien se llenó de soberbia y Dios le bajó los humos echándole entre las bestias del campo (Dan 4:33). Se llama Donald J. Trump, que a semejanza del rey babilonio está engreído hasta el cielo, y la Biblia lo advierte para todos, también para Trump: “Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes” (Sgo 4:6), como también señala: “porque cualquiera que se enaltece será humillado; y el que se humilla será enaltecido” (Luc 14:11). Y aunque el texto se refiere a la actitud del hombre engreído delante de Dios, también aplica para los individuos que hacen de la soberbia su característica más reconocible.

En esta columna se advirtió a tiempo: “Hay personas tan miserables que lo único que tienen es dinero. Donald Trump es una de ellas. Su ignorancia es proverbial, me recuerda a otro chiflado que aunque pacífico, cuánto daño le hizo a México y me refiero a ¡Vicente Fox! La ignorancia debe mantenerse lejos del poder público, igual la soberbia, ya que de conjuntarse en una persona llámese presidente, primer ministro, rey, dictador o lo que sea, a final de cuentas termina en la categoría ya mencionada (dictador)”(IGNORANTE, HABLADOR, MALO, 21-27/Mayo/2016). Apenas lleva una semana en el poder y el dictador ya apareció.

En ese mismo artículo se dijo: “Trump, con su pelo pintado e insoportable arrogancia, ha dejado salir al vikingo que todo anglosajón lleva dentro como decía Vasconcelos; aunque nuestro Ulises criollo decía que tal metamorfosis ocurría en cuanto pasaban el río Bravo… todo parece indicar que Donald Trump ignora el despojo sufrido por México a manos de su país, en el que se nos quitó por la fuerza más de la mitad de nuestro territorio…”

La ira visceral de este individuo que jamás debió llegar a la presidencia del Imperio, ya es un escándalo mundial y causa de gran desasosiego. El expresidente uruguayo Julio María Sanguinetti en un acertado artículo narra la situación: “Con la elección de Donald Trump el mundo ha entrado en un clima de tragicomedia. Por un lado, sus desplantes, sus tuiters continuos…  es algo así como como un retorno antihistórico al mundo de la guerra fría… solo que aquí el enemigo no es más Rusia, sino una extraña combinación de México, Europa y China. Para seguir con las paradojas, sus propuestas no se alinean para nada con la tradición republicana, de libre comercio y convivencia con China…. “

Sanguinetti cita luego a un humorista de su país y dice: “Donald Trump tiene todo…: es antiglobalización, cree en el proteccionismo como solución a la mayoría de los problemas, maneja las conferencias de prensa como Chávez o Correa, razona como Maduro, tuitea desenfrenadamente como Cristina y probablemente termine siendo destituido mediante un impeachment como Dilma”. Al hablar de su actitud hacia nuestro país, el expresidente uruguayo señala: “Es triste lo que está haciendo con México. Decir que construirá un muro y se lo hará pagar a la víctima es un punto culminante en el terreno de los intentos de humillación a un país. No entender que un México próspero es el mejor antídoto contra la inmigración ilegal y que hacerse odiar así por un vecino amigable lo hace inconfiable para cualquiera…” (El Observador de Montevideo, 21/Ene/2017).

Trump lamentablemente no solo se exhibe ante el mundo como una copia remasterizada de Adolfo Hitler, aunque con menor capacidad (que ya es mucho decir) pero con mayor poder que nadie en la historia. Su perfil se acerca más a los dictadores sudamericanos del siglo pasado, vociferantes, violentos, ignorantes y ególatras. Atrayentes para cierta prensa capaz de calificar a Hitler (como el periódico Bandera Argentina) como lo han hecho algunos medios en Estados Unidos con Trump: “el salvador del hambriento pueblo alemán, al que, en menos de lo que canta un gallo, había sacado de la desocupación, el hambre, la derrota y la desesperanza” (El nazismo y los refugiados alemanes en la Argentina, pág. 193).

El mundo entero se encuentra en peligro bajo este individuo racista, ególatra y demente. El Congreso y los hombres de poder en Estados Unidos deben intervenir cuanto antes para que este chiflado no meta a la humanidad en graves problemas, entendidos que en la lista somos la primera víctima de su maldad racista. ¿Nadie le ha dicho que el TLC lo propuso su país y que el ingreso a México en la OMC fue también a sugerencia y presión de ellos?

Ahora sucede que este demente engreído es capaz de modificar (como lo  hacía Hitler) la realidad de las cosas y pretender convertirnos en victimarios a nosotros y a ellos en víctimas: “Como ustedes saben, con nuestros últimos líderes México nos ha aplastado. Nos han hecho ver como unos tontos. Hasta que México nos trate de forma justa y con respeto no tiene sentido reunirnos… el mundo ha abusado de nosotros durante años y eso no puede seguir pasando”.

Elridge Cleaver (1935-1998), guerrillero, líder y jefe de propaganda del movimiento de los “Panteras Negras” en Estados Unidos en los años ’60, escribiría años después en uno de sus libros (ya como cristiano profesante) un cuadro que describe el presente: “…El destino de toda la raza humana depende del resultado de lo que está sucediendo hoy en Estados Unidos. Esto es una realidad desconcertante para el resto del mundo, que se siente como pasajero en un avión supersónico en el que está forzado a observar sin esperanza, mientras que un grupo de borrachos, hippys, locos y drogados, luchan por los controles en el asiento del piloto” (¡Hielo y Fuego!, pág. 133). ¡No más, no menos! Lamentablemente esa parece ser la realidad en los mandos del Imperio, mientras que México y el mundo no salen del espanto ante semejante cuadro.

¡Hasta el próximo sábado, si Dios nos permite!

 

Email: mahergo50@hotmail.com

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