Opinión
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Las medidas tomadas por Donald Trump ―como sucediera con Vicente Fox en México hace unos años: llegan a la presidencia sin tener en absoluto el perfil para tamaña responsabilidad― refleja de varias formas la condición de un gran sector de la sociedad norteamericana. Espejo que muestra el rostro deforme de un monstruo que se creía desaparecido.

Su acendrado racismo ha permitido que el de tantos otros como él haya aflorado a la superficie, son parte importante de los que le concedieron el voto ganador; un voto que no fue respetado merced a su extraña democracia en la que no gana el que elige la sociedad, sino el que responde a una truqueada y bien calculada combinación seudo política.

La ignorancia extrema de Trump, que no es novedad, es un tema conocido desde antes (pero desatendido por aquellos que le eligieron); además de poner en alerta extrema a los líderes políticos y sociedad pensante de esa nación; ha despertado del soponcio y la indiferencia a muchos que no consideraron jamás el peligro que representaba este hombre en caso de llegar al poder. El asunto es que llegó, y su ignorancia aunada a su soberbia, le están llevando un día sí y otro también, tanto al ridículo como a problemas de todo tipo, muchos de ellos graves en gran manera.

El haber tomado desde su ridícula y oprobiosa campaña a México, la Unión Europea y a China, como enemigos de su país y blanco favorito de sus odios; permitía ver con claridad a un individuo trastornado, enfermo de la mente y del corazón. Lamentablemente así como muchos mexicanos votaron por el chiflado de Fox, también muchos estadounidenses votaron por el chiflado pintado de pelo naranja.

No cabe duda que el XXI es un siglo de liviandad en el vivir, pero sobre todo en el pensar. Tal parece que las neuronas se enfilan (o ya salen programadas) a una vida hedonista; asunto que les priva de indagar las cuestiones básicas e importantes de la vida. Votar por un gobierno no es un asunto que se tiene que hacer por simpatías o por que los amigos lo hacen. A los mexicanos el llamado “cambio” nos sumió en una mega deuda y en el desmantelamiento casi total del estado mexicano. Quedó el cascaron de las instituciones públicas. Se eliminó la eficacia, la visión de estado y el estado de derecho.

Con nuestros vecinos del norte, apenas van tres semanas y el señor Trump ya anda con total desquiciamiento que los tiene sumidos en el pánico (corroborado por A. Schwarzenegger). El viernes (10/Feb/2017) nos enteramos los mexicanos que para cierto discurso que pronunciaría(ó) Trump acerca de su obsesiva idea de construir un muro entre nuestras naciones; nuestro Canciller Videgaray se horrorizó del borrador, al igual que Jared Kushner, el yerno del señor que cobra como presidente del Imperio (pero que nunca lo será, carece de la estatura), por lo que tuvieron que echar tijera a su mamotreto infamante ideado por una mente semejante a la de Hitler y Goebbels. Bien por Videgaray, es parte de su trabajo.

El Congreso de Estados Unidos tiene que hacer algo y pronto para detener las locuras de este hombre, pues su país y el mundo entero corren peligro. No se necesita de ser psiquiatra para detectar la insania mental de Donald Trump. Sus excesos y dislates verbales lo demuestran a diario. Decir como presidente que los mexicanos hemos “abusado” de su país con el TLC y que él va a terminar con este abuso, solo un demente lo puede decir. Y es que, se requiere de estar loco o tonto, para asegurar tal cosa desde su cargo  ¿Nadie le ha dicho que el salario mínimo en México es de 80 pesos al día? Es decir, de $4 dólares, mientras que el mínimo por hora en su país es de $7.25 dólares. ¿El pobre abusando del rico? Para eso me gustaba éste cuenta chiles.

¿Cómo pueden abusar los mexicanos con semejantes sueldos de los norteamericanos, no es acaso al revés? Pero qué se puede esperar de Trump y de cierto sector de sus votantes, si para ellos cualquier animal, ya sea perro, gato lo que sea es más valioso e importante que un ser humano; y les guste o no, los mexicanos y el resto de los mortales somos importantes y poseemos dignidad. Dios nos hizo a su imagen y semejanza.

No basta jurar sobre dos Biblias, con una era suficiente. Pero hay que abrirla y nutrirse de esa bendita Palabra de vida, pues jurar en el Nombre de Dios en vano es gran pecado. Y el segundo gran mandamiento es amar al prójimo, y el más próximo de los estadounidenses, somos los mexicanos.

La cruel y detestable división que está haciendo de las familias mexico-americanas es un acto de lesa humanidad, una bofetada a la civilización y la fe judeocristiana en la que se sustentó y ha sustentado Occidente durante dos milenios. Un retorno a la barbarie, a la ley del más fuerte, a la sinrazón y el avasallamiento, que no solo lo denigra a él, sino a gran parte de la sociedad de su país (pues hay otra que nos quiere y respeta en gran manera).

Hace algunos años en una entrevista con varios cónsules del país vecino del norte que se quejaban de nuestros migrantes indocumentados, le dije que todo aquello me resultaba extraño e incongruente, pues con los europeos el trato era otro, además, que su país se había formado precisamente por migrantes. Incluso le leí el poema de Emma Lazarus (que por cierto ninguno de ellos conocía), poema  que se encuentra en la estatua de la Libertad en la Bahía de Nueva York y con esto concluimos:

“Tierras de antaño quédense con su historias pomposas!” Exclama ella

con labios silenciosos. “Dadme tus cansados, tus pobres,

tus masas hacinadas anhelando respirar en libertad,

los despreciados de tus rebosantes costas.

Enviadme a estos, los desposeídos, azotados por las tempestades.

Levanto mi lámpara al lado de la puerta dorada!” (1883) 

¡Hasta el próximo sábado, si Dios nos permite!

Email: mahergo50@hotmail.com

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