Opinión
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Ser o no ser, ya lo dijo Shakespeare. En el caso de la Secretaría de Vialidad Jalisco (Tránsito, pues), el problema, y grave a manera de desahucio, es que no es. No funciona en absoluto. La sociedad le considera muerta o cuando menos desahuciada y quienes cobran por mantener esa Secretaría supuestamente viva, lo hacen a la manera de la leyenda del Cid Campeador (que ya muerto es montado sobre “Babieca” para intimidar al ejército moro). No se quieren enterar, mucho menos aceptar, que no sirve para nada, que carece de toda función social; si acaso recaudatoria.

Bastaría con que salieran a la calle el Jefe, directores y demás personal que cobran la nómina de esa Secretaría (que son muchos millones), no en patrullas ni con escoltas, solos, conduciendo sus autos como cualquier mortal para darse cuenta que la zona metropolitana de Guadalajara (integrada por varios municipios) es un verdadero caos. Un odioso estacionamiento ya casi a todas horas.

Entre las cosas que quedan claras, es que el negocio de las licencias es eso, negocio, una simple manera de recaudar. Y es que no todas las personas tienen la capacidad de conducir tomando en consideración las reglas de la ley, el tráfico, mantener cierta velocidad, etcétera. Téngalo por seguro que cuando menos un 15 por ciento de los conductores de Jalisco en Estados Unidos, por poner un ejemplo, no obtendrían la licencia. En cambio aquí mientras cubran el importe no hay problema (los problemas lo causan esas mismas personas a diario en las calles).

Mientras que en los años 60 y 70, luego de un choque que por supuesto no había tantos, el agente de tránsito en 5 o 10 minutos ya estaba, que si bien no siempre llegaba en la mejor disposición, había un representante de la autoridad que levantaba de inmediato el croquis y pormenores para luego resolver en la Secretaría.

Hoy en día suceden cosas no extrañas, sino detestables. En primer lugar luego de un choque es más fácil que pase por el sitio un astronauta venido de la Estación Espacial a que llegue un oficial de Vialidad para resolver el problema. Pueden pasar literalmente horas (en López Mateos, Lázaro Cárdenas, Vallarta, o la que usted guste), el tráfico volverse lento e insoportable y la autoridad jamás aparece. El tráfico desquiciado, los automovilistas con el calor, la lluvia o el frío a punto del colapso, y el gobierno que le cobra impuestos por todo, incluido por transitar su auto (refrendo), le abandona a su suerte.

Si alguno de los involucrados tiene seguro, llegará un particular a nombre de la empresa aseguradora y tomando atribuciones que la ley no le concede, como si fuera funcionario público se considera señor de horca y cuchillo para resolver. Y como Vialidad en la práctica ya no existe, pues el susodicho particular hace y deshace como le viene en gana. ¿De qué sirven tantos teléfonos con cámara si no son utilizados de manera auxiliar y poder mover los autos para que no estorben?

Nadie respeta la ley y los conductores que lo hacen son vistos como “tontos”, de manera que muchos se pasan el alto, dan vuelta en lugar prohibido, se estacionan donde no se debe y hasta en doble o triple fila. No pasa nada. Vialidad ya no existe.

Miles de conductores tortuga violan a todas horas la ley (ir demasiado despacio también es infracción) van por el carril izquierdo y no se mueven por nada, ocasionando no solo accidentes a causa de su necedad, sino filas kilométricas que a manera de cortejo fúnebre les siguen hipnotizados produciendo mayor contaminación. Y no hay quien les llame la atención, que les obligue a mantenerse en el carril derecho (pues no hay muchas opciones). Desde los gobiernos de Alberto Orozco Romero, Flavio Romero de Velazco y Guillermo Cosío Vidaurri no se han vuelto a construir grandes avenidas y calzadas. Al contrario, las han reducido para las bicicletas ¡Asómbrate Ripley!.

Las motos de baja cilindrada que no pueden circular por los carriles centrales de López Mateos y Lázaro Cárdenas, todos los días y a todas horas zigzaguean ante el horror y temor de los automovilistas, sin que nadie se los impida. Lo dicho, Vialidad ya no existe.

En el corrupto gobierno de Emilio González Márquez (que hasta este momento no ha rendido cuentas) se inventó el asunto de las “fotoinfracciones”, lo cual no está mal, es un factor disuasivo. Sin embargo y como casi todo lo que tocan nuestros gobiernos, de inmediato perdió el sentido de su creación convirtiéndose en mero asunto recaudatorio, lo que es peor, no para engrosar las arcas públicas sino como negocio de particulares. Es inadmisible semejante cosa.

Por si no fuera suficiente tanta adversidad para el ciudadano, el presidente municipal de Guadalajara Enrique Alfaro se ha sumado con sus absurdas medidas a este terrible cóctel letal, cuando menos para los habitantes de la capital de Jalisco. Entre sus ocurrencias y queriendo quedar bien con los jóvenes ciclistas le ha quitado a la ciudad cientos de kilómetros de carriles de autos, dejándolos exclusivos para bicis (tirando en eso una millonada que en Salud se requiere).

En su desatino este absolutista del siglo XXI, en lugar de exigir a los grandes negocios que aporten el estacionamiento para sus clientes, se ha ido a la yugular de los vecinos de esos negocios que al perder sus espacios en la calle tienen que estacionarse en la rampa de sus propias cocheras. No en el espacio peatonal (banqueta) sino en el espacio de la rampa, lanzando sus mastines con folios de $3,200 pesos por estacionarse en su propia casa, aumentando la angustia de los ciudadanos que no ven en sus gobernantes sino a meros opresores que les han despojado de toda libertad, mientras que en las calles no hay quien ponga orden (robo de autos, autopartes y cristalazos a la orden del día).

Tal parece pues que lo que sucede con la Secretaría de Vialidad es un reflejo de la disfuncionalidad e incapacidad de los gobiernos posmodernistas. Duele decirlo pero aun sus discursos son de poca sustancia (para decirlo de manera suave), exhiben su falta de capacidad, conocimientos, compromiso y visión de estado. El valioso y necesario campo de la política ha sido asaltado por toda clase de bucaneros, filibusteros, e improvisados ambiciosos..

Jalisco, pues, está urgido de una Secretaría de Vialidad que funcione en las calles y le resuelva al ciudadano el caos que se vive en calles y avenidas. Que deje de estar fastidiando al gremio camionero (ha enviado ya a la quiebra a la muchos de los dueños con una tarifa tan baja y combustibles tan caros) y procure resolver también los problemas de ellos, que también son ciudadanos, de lo contrario otro gran problema estaría próximo a estallar. Lo dicho pues ¡O funciona Vialidad o desaparece! ¿Qué considera usted, estimado lector?

¡Hasta el próximo sábado, si Dios nos permite!

 

Email: mahergo50@hotmail.com

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