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A nombre y memoria del 2 de octubre de 1968, la falsa izquierda mexicana (que lo es casi toda), en especial la de la ciudad de México (para no decirles “chilangos”), han hecho y declarado tantas cosas a través de los años que resultaría imposible recopilarlas. Dejando fuera de este comentario a las nuevas generaciones, que en su inmensa mayoría no saben en realidad lo que sucedió y porqué sucedió, limitamos el comentario hacia los que han mantenido encendidas las velas de este sacrificio, que no necesariamente para bien del país.

    Y es que, como sabemos los más viejos, los que somos de esa generación del ’68 (año que en lo personal ingresé a la facultad de derecho de la U. de G.), muchos han vivido a costa de la sangre de los muertos en Tlatelolco, haciendo del 2 de octubre un negocio personal al que no le han invertido nada y les ha redituado mucho. Desde becas jugosas becas literarias y puestos en la cátedra universitaria, hasta la formación de una élite que controla el mundo del libro (y toda la parafernalia que gira en este universo) impidiendo que cualquier intruso que no sea del clan del ’68 —o con su ‘bendición’ (así como las concede AMLO)— se le publique cosa alguna.

     Asunto que he vivido en carne propia. Durante 27 años, como muchos lectores lo saben, participé en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (FIL) con un stand propio, pagado de mi bolsillo, la cuestión es que en el año 2014 me entrevistó una televisora local y me preguntaron acerca de lo sucedido ese año (1968) en Guadalajara y qué papel jugó la universidad. Como mi compromiso es con la verdad, no con los políticos ni con grupo alguno, al responder, de inmediato me quitaron el sonido del micrófono haciendo creer a los televidentes de una ‘falla’ técnica. Y como sufriera represalias entre los medios a causa de expresar mi punto de vista, decidí dejar ese foro, que, dicho sea de paso, le deseo muchos años de vida, pues a pesar de sus organizadores, es un patrimonio cultural enorme que se debe cuidar.

     Volviendo al ’68 y a los usufructuarios de lo que ellos llaman «movimiento estudiantil», que en estricto sentido de la palabra no lo fue, pues empezó como un simple pleito entre preparatorianos (ya señalado en el artículo anterior), para luego convertirse en un grupo que retara al último gobierno de la Revolución al que intentaba reemplazar por uno de corte cubano o soviético. Era la moda. Grupo al que se le olvida que en sus manifestaciones pasaban por abajo del balcón presidencial en Palacio Nacional y le gritaban a Díaz Ordaz«¡No queremos Olimpiada, queremos revolución!».

      El final todos lo sabemos. El 2 de octubre hay un tiroteo y 33 personas mueren (los medios más radicales de la época hablan de decenas), son las cifras reales, no las inventadas por los apologistas y vividores (las razones y hechos los narro en mi libro MÉXICO: ¿ESTADO FALLIDO O PAIS TRAICIONADO? Volumen Dos, págs. 231 a 245).

      Diez días después se iniciaron las Olimpiadas en nuestro país y lo sucedido en Tlatelolco pasó al olvido, aunque no por mucho tiempo, ya que si bien los atletas de todo el mundo trajeron esperanza y alegría, los futuros usufructuarios del ‘movimiento’ se encargarían de envenenar la mente de las nuevas generaciones en las escuelas y universidades del Distrito Federal, así como crear literatura suficiente para crear monstruos gubernamentales y victimizarse ellos, presentarse como próceres limpios y sin mancha (hasta la fecha). Posición de víctimas que les abrió la puerta al poder décadas después.

     La prensa que ahora se desgarra las vestiduras y demoniza al Presidente Gustavo Díaz Ordaz, entonces no se atrevía a criticarlo, sumisos cobraban la publicidad oficial de la cual vivían cómodamente (¿ha cambiado la trama?).

     Por eso, ahora que el gobierno de la ciudad de México en un acto de populismo de la más baja estofa, decide el 1º de octubre (2018) eliminar las placas en las que aparece el nombre del entonces Presidente Díaz Ordaz, mostró un condenable maniqueísmo político. Condenable de manera absoluta.

     Si seguimos por esa ruta y se eliminan placas, en poco tiempo no quedará en el santoral oficial títere con cabeza. Y es que, en cuanto humanos, la galería de nuestros gobernantes a través de dos siglos de historia suma aciertos y errores, que para ser sinceros, en lo que va del siglo XXI, los segundos superan con mucho a los primeros.

    ¿Por qué el señor Ramón Amieva, que cobra como presidente municipal de la capital del país (absurdamente elevada a categoría de ‘Estado’) no le dice a sus gobernados que gracias a Díaz Ordaz tienen el tan gustado tren subterráneo (Metro); que organizó las Olimpiadas que hicieron que México fuese conocido en todo el planeta; que antes de entregar al poder a su demente sucesor organizó el Mundial de Futbol de 1970; que su gobierno dejó al país prácticamente sin deuda externa ni interna; que no vendía petróleo al extranjero; que fue el presidente que más le invirtió a la educación de todos los mexicanos? Sobran obras que hizo este presidente tan criticado, de las cuales nunca se habla, pues los falsos santones de la falsa izquierda mexicana han hecho de este mandatario,al que no se le defiende en este espacio ni se le acusa, solo se pide un justo juicio para su persona y gobierno.

     De no frenarse esta situación maniquea, la anti utopía de George Orwell (1984) se hará realidad en México y el politburó de los viudos y usufructuarios del ’68 creará su propia historia nacional a gusto y placer de los fósiles y dueños de la hermana república de la UNAM; ahora convertida en gobierno a partir del 1º de diciembre; aunque en la fragmentada capital ya son alcaldes y en otros Estados y municipios han tomado las riendas del poder.

     Es de considerar absurdo que marchen por algo que pasó hace 50 años, que ese gobierno y sus personajes ya murieron; en tanto que decenas de miles de mexicanos son asesinados en el país y que cientos de miles o millones de mexicanos son asaltados, robados, secuestrados, extorsionados y los dueños de las marchas no muevan un solo pie para manifestarse en contra de todos los gobiernos (federal, estatales y municipales) que lo han permitido, contra los poderes judiciales, procuradurías, policías y medios acomodaticios que no han hecho valer la ley, como tampoco señalar con firmeza. Claro, es más fácil, cómodo, y lucidor criticar al gobernante fallecido.

     En 1969 apareció un magnífico dossier que analizaba todos los movimientos guerrilleros en el continente escrito por un investigador francés, quien al referirse a la condición de nuestro país dijo: “…En la ciudad de México, otros estudiantes rebeldes acusaban ante mí a su régimen, que se sigue llamando revolucionario, de no ser sino un inmenso hueso con que engordan los políticos profesionales… Pero, por otra parte, olvidaban que el México de Zapata y de Pancho Villa tenía al fin estabilidad y paz. Comparado con los demás países de América Latina, no dejaba de ser de lo mejor” (Jean Larteguy, Los Guerrilleros, Diana, México 1969, pág. 17).

     Así que, desde esta trinchera de libros y letras, se lanza esta andanada de pensamientos contra los enemigos y pretensos manipuladores de la verdad (enquistados ahora en la cúspide política y a punto de asaltar la silla); entendidos que tal es el poder de ésta, de la verdad, que algún día, tarde o temprano, su luz llegará y las tinieblas de la mentira se desvanecerán ante el peso de los hechos reales. La verdad es la verdad.

¡Hasta el próximo sábado, si Dios nos permite!

Email: mahergo50@hotmail.com

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