Opinión
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La línea 3 del Metro tapatío es desde hace años una urgencia social. El presidente Enrique Peña Nieto hizo un gran esfuerzo para que la capital de Jalisco se viese favorecida con esa obra, tiempo y dificultades de suelo retardaron que concluyera ese sueño. Un sueño que hecho realidad beneficiaría diariamente a cientos de miles de ciudadanos en Zapopan, Guadalajara, San Pedro y Tonalá.

     Con tres o cuatro meses más quizá, el gobierno anterior culminaría esa obra, que téngalo por seguro (y no es profecía, es conocimiento de los políticos) que el día que la terminen, quien lo haga, se va colgar la medalla como si él la hubiese construido. Enrique Alfaro lo hizo con el Mercado Corona, apenas tomó las riendas del Ayuntamiento de Guadalajara se dedicó a despotricar contra su antecesor Ramiro Hernández por dicho mercado, pero al poco tiempo, en cuanto se dio cuenta que a los tapatíos, claro, a los que asisten a ese mercado, les había gustado y en el que incluso tenían tres pisos subterráneos para estacionarse; cambio de postura y puso algunos arreglitos en la plazuela frente al mercado para luego colgarse la medalla como obra propia ¡Ver para creer!

     La cuestión es que la Línea 3 del Metro Tapatío es una obra de enorme importancia y trascendencia para el desarrollo y bienestar de los ciudadanos, incluso para bajar tráfico y contaminación. Pero no, la ceguera y egoísmo de los gobernantes posmodernos es única, asunto al que, si se le agrega el protagonismo y belicosidad de López Obrador y Enrique Alfaro, las cosas se complican en contra de la sociedad jalisciense. Sí, porque el Metro es de, y nos sirve a todos. Lo construido —así como las otras dos líneas— no son propiedad del gobierno ni los presidentes pusieron el dinero de sus bolsillos. Es patrimonio social, dinero que salió de los bolsillos de todos los mexicanos, en particular de los jaliscienses, que, dicho sea de paso, se les devuelve mucho menos de lo que aportan a la federación.

     Apenas tomó el poder, entre las primeras declaraciones de Enrique Alfaro al asumir la gubernatura dijo: “que no le iba a poner un solo peso para la línea 3 del Tren Ligero” sacándose una selfie moral de cuerpo entero ante sus gobernados, de su interés por los jaliscienses.

     Qué lejos estamos de hombres de la talla de los Gobernadores Don Alberto Orozco Romero, Don Flavio Romero de Velasco y Don Guillermo Cosío Vidaurri. Al primero, en alguna ocasión le escuché comentar entre amigos periodistas, que el presidente Luis Echeverría nunca le quiso recibir durante el sexenio (a causa de sus cuñados, de Echeverría), aun así, logró esa monumental obra llamada Calzada del Federalismo de Periférico a Periférico, derribando una línea recta de manzanas kilométrica (eje Moro-Escobedo) y por abajo construir el túnel para la primera línea del Metro que durante su gobierno funcionó con trolebuses. Y eso que Echeverría le hizo la vida imposible (sin mencionar que construyó la mayor y más grande red de colectores).

     El segundo, Flavio Romero de Velasco, además de poner orden en Jalisco y ampliar todas las salidas de Guadalajara (que se habían convertido en un embudo los fines de semana), construyó esa útil y funcional Calzada Lázaro Cárdenas que permitía cruzar toda la ciudad en unos cuantos minutos.

     En cuanto al Metro Tapatío, Guillermo Cosío Vidaurri construyó la Línea 2, que si bien recibió ayuda federal para el proyecto, el hombre, comprometido en verdad con Jalisco, buscó el financiamiento y no descansó hasta conseguirlo y dar a sus gobernados esa línea, que si bien muchos usuarios no saben ni les interesa saber quién la construyó, la usan a diario, es una bendición para su vida y actividades.

     Pero para ser gobernante se requiere tener amor por sus gobernados y por la tierra que le vio nacer. Valores que quizá ya no se den como antes en las nuevas generaciones. Además de que se requiere de inteligencia, valor para afrontar riesgos y críticas, pues como escribió alguna vez el Presidente T. Roosevelt:

—“No es el crítico el que vale; el que vale no es aquel que señala cómo tropieza el hombre fuerte, o cómo pudiera hacer mejor las obras el que las hace. El crédito corresponde al hombre que está en la arena; cuya cara está empañada por el polvo y el sudor y la sangre; que se esfuerza valientemente; que yerra y falla una vez y otra, pues no hay esfuerzo sin error o falla; que realmente trata de hacer la obra; que conoce el gran entusiasmo, la gran devoción, y se consume en una causa de valor; que, en el peor de los casos, si falla, por lo menos falla mientras está intentando algo grande.

     Mucho mejor es arrostrar cosas poderosas, ganar gloriosos triunfos, aun cuando está acorralado por el fracaso, que formar filas con aquellos pobres espíritus que ni se gozan ni sufren mucho, porque viven en un ocaso gris que no sabe nada ni de victorias ni de derrotas”(1899).

    Cuando llegaron los panistas al poder sus primeras quejas públicas fueron contra el gobierno de Cosío Vidaurri por la deuda de la Línea 2, claro, Alberto Cárdenas en su pueblo no había tal y aquí ni se subió ni la necesitaba, no comprendió la importancia de esta obra social en una ciudad tan grande como Guadalajara. López Obrador y Alfaro Ramírez tampoco, usan el presupuesto para control político, somo si fuera de ellos y no del pueblo.

     Recuerdo en una entrevista que con algunos de mis compañeros periodistas en el Club de Industriales hicimos a Horacio González Pardo, que en ese momento era el encargado del funcionamiento de este medio de transporte tan eficiente. Nos dijo que tenía guardados algo así como 125 millones de pesos, pero que no le decía al gobernador (Alberto Cárdenas) porque los iba a gastar en otra cosa y estaban considerados para el uso propio del tren. En otras palabras: lo que criticaban sin conocer, una vez que supieron lo que era, para qué servía, y lo que representaba en la vida de los usuarios, quedaron fascinados y sorprendidos, quedando en evidencia también que la ignorancia de las cosas es inductora de críticas sin sostén, de hablar por hablar. De señalar corrupción y despilfarros en obras que son de primerísima importancia.

     Lamentablemente en enero del año 2019 las cosas ya no son así, estamos peor que con Alberto Cárdenas. La miopía, maniqueísmo y limitada visión de estado en el poder ejecutivo estatal y federal son ya casi cosa de epidemia. Será suficiente con dar una oteada a los gabinetes y analizar a muchos de sus integrantes para entender porque estamos como estamos.

    La palabra “pueblo” se ha convertido en una simple muleta retórica, en una expresión hueca, sin contenido real. Una manera de engañar a los mexicanos, sin importar el origen partidista pues a final de cuentas en lo que va del presente siglo casi todos han resultado iguales, malos, corruptos e ineptos. Condición a la que han agregado el cinismo y una INEPTOCRACIA que amenaza con mandar a México a la ruina. Aun así, los ciudadanos no debemos callar ni quedarnos cruzados de brazos. Si AMLO no aporta el dinero que falta para terminar los detalles de la L-3 del Metro tapatío, en lugar de esos 5,000 millones que solicita Alfaro para otras cosas, pida para concluir esta obra, que además de necesaria, es obra que con el tiempo se paga sola.

¡Hasta el próximo sábado, si Dios nos permite!

Email: mahergo50@hotmail.com

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