Opinión
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México ha sido cuna de grandes legisladores, de hombres inteligentes y probos capaces de luchar por la República (y contra los enemigos de ella; que paradójicamente la mayoría de ellos siempre han estado en el poder público) con argumentos fundados, apegados a la legalidad y el sentido común.

Tan solo por mencionar un par de casos en el siglo XIX: Francisco Zarco y Vicente Riva Palacio, ambos valientes, inteligentes y probos, representantes de la sociedad y no apéndices o empleados presidenciales (lo que ha sucedido desde siempre en la mayoría de los casos y sin importar el partido político); fueron capaces de utilizar la tribuna para exponer algunas de las piezas de oratoria más brillantes de nuestra historia, compendios o síntesis de los deseos y anhelos de la joven Nación que representaban con dignidad y honor.

En su discurso del 5 de febrero de 1857, durante la promulgación de la Constitución, el primero de los legisladores, Francisco Zarco, un liberal (de verdad, no como tanto farsante y resentido social que en 2021 pueblan ambas Cámaras) deja para la posteridad un mensaje que contiene los deseos de un México unido, libre, sometido al marco legal, sin prejuicios ni abusos del poder:

 

“Bendiciendo la Providencia Divina los generosos esfuerzos que se hacen en favor de la libertad, ha permitido que el Congreso de fin a su obra y ofrezca hoy al país la prometida constitución esperada como la buena nueva para tranquilizar los ánimos agitados, calmar las inquietudes de los espíritus, cicatrizar las heridas de la República, ser el iris de la paz, el símbolo de la reconciliación entre nuestros hermanos…

    Persuadido el Congreso de que la sociedad para ser justa, sin lo que no puede ser duradera, debe respetar los derechos concedidos al hombre por su Creador, convencido de que las más brillantes y deslumbradoras teorías políticas son torpe engaño, amarga irrisión, cuando no se aseguran aquellos derechos, cuando no se goza de libertad civil, ha definido clara y precisamente las garantías individuales, poniéndolas a cubierto de todo ataque arbitrario…”

 

Nada que ver pues con gran parte de los actuales legisladores, cuyo nivel intelectual y moral es incompatible con su función. Basta decir que el jueves pasado (28/Oct/2021), en plena sesión de la Comisión de Salud, el senador José Luis Pech, de Morena, además de mostrar su miseria moral, dejó ver su nivel intelectual y compromiso republicano (indignado porque la senadora Lilly Téllez sugirió al presidente López Obrador que se le conceda la Medalla Belisario Domínguez al sector médico del País) expresando en su micrófono abierto: “A esta cabrona lo que había de decirle ahorita era…”.

Por lo que se aprecia en MORENA y el PT, parece ser requisito la vulgaridad, la incapacidad, el desorden y la ausencia de ideas constructivas en beneficio de México. Diputados como Gerardo Fernández Noroña son hartamente conocidos por su belicosidad y carencia absoluta del deber legislativo, promotores oficiosos del desmadre, la anarquía y la descalificación, aunque sobrados de perversión y vulgaridad, rebajando el recinto legislativo a nivel de pulquería. Aquí uno de sus muchos twitter dirigido a uno de sus compañeros:

 

“Vas y ch… a tu madre. Cuando regreses, vas de nuevo. Luego pasas por tu cupón para ir a la (impublicable)… Finalmente, cuando tengas el valor para decirme de frente lo que me dijiste, te atienes a las consecuencias” (1/Mayo/2020).

 

Sus gritos y ofensas son espectáculo grotesco y frecuente en la Cámara. Son del dominio público, como lo son también la ausencia de propuestas positivas y constructivas en beneficio del país, pues como escribiera el filósofo argentino José Ingenieros: “La política se degrada… En los pueblos sin ideales, los espíritus subalternos medran con torpes intrigas de antecámaras… Los serviles merodean los Congresos en virtud de la flexibilidad de sus espinazos. Lacayos de un gran hombre, o instrumentos ciegos de su piara, no osan discutir la jefatura de uno o las consignas de la otra” (El Hombre Mediocre).

Ni siquiera perciben diputados y senadores (la mayoría) que su nivel de debate es deplorable, indigno y vergonzoso, impropio de quienes dicen “representarnos”. En lugar de confrontar a los funcionarios comparecientes con las carencias, actos de corrupción o incumplimiento de sus deberes, como escolares de primaria les atacan con mantas, letreritos y regalitos de mofa, mostrando sin recato sus limitaciones intelectuales y carencias legislativas. No se trata de atacar a nadie. Su deber es defender el bienestar de los mexicanos, proteger las instituciones públicas, el derecho, y la buena marcha del país en todos los órdenes, pero no lo hacen, se limitan a hostigarles con tonterías (lo que acrecienta el cinismo de los funcionarios incapaces, corruptos, o ambas cosas).

El segundo de los legisladores referidos al principio, el abogado, militar, diputado (liberal), notable escritor y periodista, Don Vicente Riva Palacio, en un Manifiesto dirigido a la Nación, exhibe y condena a diputados y senadores por su abyección ante el poder ejecutivo, que, aunque escrito en el siglo XIX, parece describir a la mayoría de los integrantes de las Cámaras legislativas actuales:

 

—“El uso libre del sufragio, ha venido a estrellarse contra las intrigas innobles del ejecutivo, que ha fraguado una mentida elección de diputados y senadores, con el exclusivo objeto de tener a sus órdenes ciegos instrumentos que aprobarán todos sus abusos y sancionarán todos sus caprichos, logrando así por medios tan indignos, perpetuarse en una posición de que le arroja ya la irritada voluntad del pueblo.

     Entre esos hombres que ayudan como maquinaria servil… que abdican de todos sus derechos y sacrifican todos sus deberes a una vergonzosa complacencia con el actual Presidente… muchos hay que ni conocen el distrito que representan… que han llegado a los augustos escaños del congreso manchados ya por su abyección, no como verdaderos diputados y senadores, sino como favoritos a quienes se señala un sueldo a cambio de su honra y de su conciencia…” (20 de mayo de 1876).

 

Tal pareciera que estuviera describiendo a gran parte los actuales legisladores; simples empleados del presidente López Obrador, por tanto, usurpadores de la curul por cuanto no representan a quienes les eligieron. La Constitución y demás cuerpos de leyes, son la limitante para los excesos del poder, excesos que en el presente han rebasado todo lo permitido y violado cuanta ley y reglamente se les ha atravesado, abandonado el debate legislativo para caer en el simple desmadre ¿o cómo se podría calificar a sus pleitos y zafarranchos al estilo del arrabal, a sus desfiguros en los que sobran las malas palabras, los golpes y las vulgaridades, aunque ausentes del todo los argumentos y el debate republicano?

¡Hasta el próximo sábado si Dios nos permite!

Email: mahergo1950@gmail.com

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