Opinión
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El maniqueísmo de López Obrador ya resulta inadmisible, todo parece indicar que el poder terminó realmente de desquiciarlo. Su mente torcida y enferma de odio, egolatría y soberbia desde muchos años antes, se trastornó de plano ante semejante cargo y semejante poder. A tal punto llega su extravío legal y de salud que se le puede ubicar ya como usurpador.

    Su amistad con las bandas de narcotraficantes y demás grupos delincuenciales es cada vez más descarada, pasando por alto la Constitución y demás cuerpos de leyes, como también la airada e indignada opinión pública. Su cercanía y complicidad con los delincuentes ya está en boca de todos y no parece importarle, le basta en las mañaneras negarlo y hacer cara de “yo no fui”, por cierto, una cara que no le queda en absoluto (la descripción del famoso personaje de Molliere le queda como anillo al dedo).

     Esta semana, el propio Porfirio Muñoz Ledo, decano de los legisladores y quien al principio fuese parte de la 4-T, declaró públicamente que «México tiene un narcogobierno», por si alguno todavía lo dudare.

     Ya encarrerado, el veterano político y conocedor mejor que nadie del oficio, hizo declaraciones al más importante diario del país en las que advirtió al presidente Andrés Manuel López Obrador que su contubernio con el narcotráfico no es heredable porque el crimen organizado ya no lo va a necesitar”, como también aseguró que: “desde hace dos o tres años, México dejó la transición democrática y está iniciando una ‘reversión autoritaria con ‘un nuevo rey de la selva’: el crimen organizado”. (El Universal, 2/Jun/2022).

Mas claro, imposible, sin embargo, el presidente una vez enterado de las declaraciones, de semejante escándalo nacional e internacional, respondió en su show mañanero que las declaraciones de Muñoz Ledo «eran muy corrientes y muy vulgar» (textual).

La cuestión de fondo es que el tabasqueño aunque está en la presidencia de la República, sigue comportándose como el agitador y anarquista de siempre. En sus tenebras seudo políticas y en su eterna campaña, hace cosas que sólo corroboran lo que se temía de él y de sus nexos con las bandas de facinerosos (en su mente limitada considera que los mexicanos no vemos sus acciones ni sus entramados por demás rudimentarios o silvestres).

Viajar a Sinaloa una semana antes de las elecciones en seis Estados, en particular a la tierra del chapo Guzmán y demás capos mafiosos, no sólo corroboró lo que ya estaba en boca de todos, de hecho, sus palabras lo confirmaron. Cuando los reporteros de la fuente presidencial se dirigían a cubrir el evento (la inauguración de una carretera en el mero corazón de la tierra de los narcotraficantes) un retén de bandoleros disfrazados de militares los detuvieron y revisaron, y al ser el presidente cuestionado por semejante delito lo minimizó: “¡no pasó nada!” les respondió. Pero sí pudo haber pasado; como le ha ocurrido a miles de ciudadanos. Y como le sucedió esta semana a varios zacatecanos radicados en Estados Unidos que vinieron a visitar a sus familias en Villa de Coss, los que al regreso, además de ser asaltados, fueron despojados de sus vehículos. Así que: SÍ PASA, Y NO HAY GOBIERNO QUE PROTEGA A LOS CIUDADANOS. Lo que convierte al presidente en un costoso adorno, en un usurpador de facto.

¿Por qué en lugar de hacerles una carretera a los narcos para que saquen su inmundo veneno, no limpia mejor las carreteras del país de tanta fauna delincuencial para que los mexicanos podamos viajar con libertad y seguridad, lo cual ES SU DEBER?

Retomando el asunto de la visita presidencial a las tierras dominadas por los narcos, López Obrador llegó a tal grado de cinismo que públicamente se atrevió a decir que ya no le dijeran el «Triángulo Dorado» sino que ahora le dijeran «El triángulo de la gente buena» ¿De ese tamaño es su compromiso y amor con los que viven fuera de la ley y su odio y desprecio contra los que viven dentro del orden y el estado de derecho?

En la medida que sus días en Palacio se reducen, el führer de Macuspana radicaliza con cinismo sus medidas intentando implantar en México el modelo cubano-venezolano. Un modelo que condena a los pueblos a vivir en la pobreza mientras los líderes viven con todos los lujos y el poder, acabando con los sueños y dignidad de los gobernados con dictaduras disfrazas de ‘revolucionarias’.

Recuerdo a principios del presente siglo —por 27 años tuve un stand propio en la FIL Guadalajara— no me recuerdo el año, el país invitado a la FIL era Cuba. Durante todos esos años, mi esposa y yo comíamos en el Hotel Hilton frente a la Expo-Guadalajaraese año, sin embargo, sucedió lo que en ningún otro. Todos los días, sin excepción, un grupo enorme de cubanos banqueteaba a diario en el hotel de franquicia yanqui (que se supone aborrecen los isleños). Sus fiestas en pleno mediodía eran escandalosas mientras en el exterior del Lobby ocho o diez lujosos autos Mercedes Benz con la bandera de Cuba —y los respectivos guaruras—esperaban a sus ocupantes.

Justo por eso dejé de creer en el comunismo en el año 1970, no puedo admitir que los líderes vivan como reyes y sus gobernados en la miseria y sin derecho a reclamar nada. Mientras los miserables cubanos muriendo de hambre y con cartillas de ración para los alimentos; estos miserables vividores en la FIL hartándose de comida y buenos vinos sin pudicia ni remordimiento alguno. ¡Malvados vividores!

Pero como el mal ejemplo cunde más pronto y fácil que el bueno, sucede que el desesperado Führer de Macuspana ya quiere lanzarnos a los mexicanos a la pobreza total, para que él, los narcos, y su banda de la 4-T puedan vivir como ricos, sacando una receta pseudo religiosa al estilo de chistera de mago: “…Si ya estoy pensando que le vamos a dar otra vuelta a la tuercaporque hace falta darle más al pueblo y a ver si es posible pasar de la austeridad republicana a una fase superior, que podría llamarse pobreza franciscana”,

Entiéndase, tres días antes de las elecciones, evento para el cual fue a pedir la ayuda de sus amigos del “triangulo de la gente buena”; nos sale con que nos quiere ahora de franciscanos. Tal cosa no se va a poder: Primero porque está fuera de la Constitución y el sentido común. Segundo, porque la mayoría de los mexicanos (y tomando sus palabras) somos aspiracionistas y no queremos vivir pobres. Y tercero, y perdón por la palabra, pero su significado refleja y describe con precisión lo que pensamos los mexicanos de su absurdo deseo: ¡no estamos pendejos! ¡Ah, otra cosa: No se confunda presidente; la gente mala es con la que usted se junta!

¡Hasta el próximo sábado si Dios nos permite!

Email: mahergo1950@gmail.com

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