Opinión
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La inmensa mayoría de las personas en el mundo, si no es que todas, saben que las cosas no marchan bien. Violencia, rebelión, pobreza, fanatismo, soberbia, adicciones y perversiones, son por cierto la carta de presentación de la generación posmodernista; aunque gobiernos, ONG’S y grupos de ilusos optimistas aseguren lo contrario.

Los hombres visionarios en el siglo XX, famosos o no, vieron venir la debacle y nadie les hizo caso. La culta Europa además de apostatar en su creencia bi-milenaria, desoyó también las voces de advertencia que le anunciaban la llegada de los peores tiempos de toda la historia. Y para no escuchar a los profetas del “desastre” se auto engañó con sus propias trampas: entregándose en brazos del cine, la tecnología y los medios, como también en falacias políticas que además de debilitar a los estados (dejándoles a merced de terroristas, anarquistas y demás) no protegen al ciudadano observante de la ley, sino al otro, al delincuente, al malvado, al desviado ¿Tendría futuro sociedad alguna con semejante cosmovisión? Por supuesto que no. Sus días estarían contados, como de hecho lo están.

En la década de los treinta, el filósofo Ortega y Gasset vislumbraba ya la unidad de los europeos, sin embargo señalaba también la decadencia de las nuevas generaciones, su incapacidad para valorar su enorme legado, su notoria pereza y superficialidad. El describir al ‘señorito satisfecho’ pinta de cuerpo entero al hombre del siglo XXI:

 

―”…Anda por todas partes y dondequiera impone su barbarie íntima, es, en efecto, el niño mimado de la historia humana. El niño mimado es el heredero que se comporta exclusivamente como heredero. Ahora la herencia es la civilización ―las comodidades, la seguridad, en suma, las ventajas de la civilización… la sobra de medios que está obligado a manejar no le deja vivir su propio y personal destino, atrofia su vida” (La Rebelión de la Masas, Porrúa, pág. 161-162).

Si recorremos el calendario a fines del siglo XX y principios del XXI, el sociólogo Gilles Lipovetsky deja en los títulos de sus obras, la impronta de la sociedad actual: “El Imperio de lo Efímero”, “La Era del Vacío”, “El crepúsculo del Deber”, etcétera.

En una de sus deleitosas obras el italiano Umberto Eco señalaba tajante: “somos como enanos que están sobre los hombros de gigantes, de modo que podemos ver más lejos que ellos, no tanto por nuestra estatura o nuestra agudeza visual, sino porque, al estar sobre sus hombros, estamos más altos que ellos” (A paso de Cangrejo, Debate, pág. 371) De su paisana Oriana Fallaci, mujer visionaria y valiente mejor no reproduzco nada, corro el riesgo de que algunos abandonen la lectura, y el deseo es otro.

A nivel mundial la destrucción de las torres gemelas de Nueva York en septiembre de 2001, pareció inaugurar esta etapa de desastres y desazón global. Ser el detonador de la mayor crisis de la Humanidad de todos los tiempos, aunque medios oficiales y oficiosos lo nieguen y sus jilgueros (pagados, y muy bien, por el estado) digan lo contrario y nos pretendan endilgar un mundo que ni ellos se lo creen; por muy protegidos y refaccionados económicamente que se encuentren.

El ser humano, llámese ciudadano, persona o como se prefiera y guste, percibe que las cosas andan mal. Acortemos distancia, limitémonos a nuestro país, sabemos que no hay modo que mejoren, al menos no como las enfrentan y pretenden resolver.

Con una clase política mega ambiciosa, corrupta en un enorme porcentaje de sus integrantes y sin importar el partido de origen (las ideologías se ausentaron del gobierno y sus instituciones), adicta a los medios y lejana a los ciudadanos; no se puede esperar una mejoría. Los spots mentirosos y vulgares de las campañas lejos de ofrecer esperanza, nomás corroboran y aumentan la presencia de toda clase de alimañas.

Maistros cuya verdadera vocación no es la escuela ni la educación, sino el caos, el dinero fácil, la holgazanería, el robo impune de autobuses, la destrucción de vehículos, negocios y oficinas públicas. La anarquía como estilo cotidiano de vida y si no son suficientes, tienen a sus pupilos de las normales rurales como Ayotzinapa para que les ayuden (que aunque pagadas con dineros del pueblo, a nadie le importa que se dilapide un dinero ganado con el esfuerzo de tantos millones de mexicanos). Incluso los padres de los ayotzinapos, su luto ha sido un lucrativo negocio para vivir paseando, destruyendo, molestando y agitando, acabando entre todos, uno de los pocos y precarios tesoros que nos quedan ¡la paz social!

Hemos llegado a tal extremo de demencial social que los delincuentes han sido convertidos en héroes gracias a los medios, a jueces de todo tipo, y a una Suprema Corte que lo que menos imparte es Justicia. Se cuida el mínimo detalle para que al narco detenido se le evite toda incomodidad y sus “derechos humanos” queden protegidos hasta lo irracional, mientras que ese mismo chacal ha dejado una estela de cadáveres, de vidas y familias destruidas que nadie defiende y tutela, una huella de cientos y miles de mujeres vejadas y asesinadas, pero que a final de cuentas no valen nada. El capo es la estrella, incluso posible estrella de cine o autor de derechos fílmicos sobre su miserable y sangrienta vida.

Podríamos agregar páginas y páginas que nos describen un clima social que en lo local y lo mundial todos estamos conscientes, que a todos en el fondo nos preocupa, y algunos más que a otros. Pero que los interesados en el status disimulan o niegan.

     ¿En verdad creen los líderes mundiales que promoviendo la homosexualidad y todo tipo de perversiones bajarán la tasa poblacional? ¿Los barones del dinero que manejan las finanzas del planeta creen que sus riquezas les librarán de la gran crisis final? Por mucho menos fueron destruidas Sodoma y Gomorra (ciudades que se encuentran en el fondo del Mar Muerto) y si algunos piensan que negando la existencia de Dios el asunto se resuelve, hay malas noticias. Hasta el presente día no ha habido palabra alguna anunciada por Dios en las Sagradas Escrituras que no se cumpla al pie de le letra. 

A propósito y antes de concluir por esta ocasión, la Biblia advierte a los seguidores del becerro de oro su grave yerro: “arrojarán su plata en las calles, y su oro será desechado; ni su plata ni su oro podrá librarlos en el día del furor de Yahwéh; no saciarán su alma… porque ha sido tropiezo para su maldad” (Eze 7:19) Y en el último de sus libros vaticina: “Y los reyes de la tierra, y los grandes, los ricos, los capitanes, los poderosos… se escondieron en las cuevas y entre las peñas de los montes; y decían a los montes y a las peñas: Caed sobre nosotros, y escondednos del rostro de aquel que está sentado sobre el trono… porque el gran día de su ira ha llegado; y quién podrá sostenerse de pie?” (Ap 6:15-17). El día y la hora nadie lo sabe, pero por el clima de maldad (e incredulidad) imperante en el planeta, téngalo por seguro que cada vez está más cerca.

¡Hasta el próximo sábado, si Dios nos permite!

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Hay personas tan miserables que lo único que tienen es dinero. Donald Trump es una de ellas. Su ignorancia es proverbial, me recuerda a otro chiflado, que aunque pacífico, cuánto daño le hizo a México y me refiero a ¡Vicente Fox! La ignorancia debe mantenerse lejos del poder público, igual la soberbia, ya que de conjuntarse en una persona llámese presidente, primer ministro, rey, dictador o lo que sea, a final de cuentas termina en la categoría ya mencionada (dictador).

A simple vista Trump pareciera semejarse al personaje de Jerzy Kosinski, pero no, su Chance Gardiner era un hombre limitado, sin malicia, que desconocía el mundo y su maldad por haber estado encerrado en aquella mansión de la que es echado a la calle para ─gracias a un accidente─ entrar a otra mansión en la que se le confunde con un hombre sabio, con un filósofo profundo capaz de aconsejar a los poderosos de la Tierra, cuando lo cierto es que decía puras tonterías (Desde el jardín, Anagrama).

Definitivamente no es Trump, que no dice tonterías, sino maldades que hay en su mente y corazón perverso que podrían materializarse si el gobierno de su país no hace nada por detenerlo. En México ninguna cabeza pensante consideró que el chiflado e ignorante Vicente Fox llegaría al poder, y llegó. Igual pude suceder allá pues ignoran lo que realmente es la democracia. La valiosa reflexión que Alexis de Tocqueville hiciera de ese país en el siglo XIX parece ser ya cosa del pasado, asunto de museo sin aplicación actual alguna.

Trump, con su pelo pintado e insoportable arrogancia, ha dejado salir el vikingo que todo anglosajón lleva dentro como decía Vasconcelos; aunque nuestro Ulises criollo decía que tal metamorfosis ocurría en cuanto pasaban el río Bravo. Sin embargo el miserable millonario desde allá nos pretende acabar. Quizá no digiere todavía la derrota que el tapatío Enrique Castellanos, maestro de golf del GCC, le propinara hasta por dos ocasiones, una en Guadalajara, la otra en Barra de Navidad. Y mi amigo Enrique es moreno, como la mayoría de los mexicanos ¿Se imagina para el orgullo de este racista?

Por si faltara algo a su ira desatada, propia de un loco, pretende construir un muro en la frontera entre nuestros países, no con cargo a quien construye, sino del vecino que ni quiere, ni puede pagar muro alguno.

No puedo asegurar que olvide, porque para que tal cosa suceda se requiere antes conocer de algo, y todo parece indicar que Donald Trump ignora el despojo sufrido por México a manos de su país, en el que se nos quitó por la fuerza más de la mitad de nuestro territorio. Los que nacimos en otras épocas es una herida, agravio o como se le quiera llamar, que jamás olvidaremos. ¿Qué un mexicano sin documentos pase a California, Arizona, Nuevo México, Texas, etcétera, no debiera ser tratado con mayor respeto que cualquier otro inmigrante por ser dueño original y legítimo de esas tierras? No que se les conceda la ciudadanía, simplemente permisos provisionales de trabajo con obligado pago de impuestos. Fácil, sencillo, provechoso para ambas partes y evitaría tantos problemas y costos a los dos países.

Ni qué decir de los trabajadores agrícolas durante y posteriormente a la 2ª guerra mundial. De no haber sido por nuestra gente los yanquis no hubieran ni comido ni ganado la guerra, pues para ganar hay que comer. Los jóvenes podrían pensar que podrían comprar comida en otro lado pues ignoran que en ese entonces los Océanos eran un polvorín. Era tal el miedo de nuestros vecinos a los extranjeros, que a sus propios ciudadanos de origen japonés los metieron en campos de concentración; en cambio a los nuestros, que bien saben es pueblo bueno y noble (mientras no se drogue ni se haga parte de cartel alguno) los llevaron a sus campos agrícolas, ferrocarriles y fábricas para aprovechar su buena y confiable mano de obra.

     Nobleza obliga reconocimiento y este patán de pelo pintado carece de toda decencia pues su vida se rige por el dinero. Posesión que le hace miserable, ajeno a la grandeza pues como escribía Ikran Antaki de algunos de sus ancestros: “Nuestra relación con el dinero ha sido siempre diferente, había esa lejanía, esta distancia que permitía perderlo sin preocupación, una cierta aristocracia del alma que lo despreciaba. El terrible privilegio de no haber nacido pobres nos permitía llegar a la madurez sin deseos mayores. Sabíamos que las cosas no eran mas que cosas” (El Secreto de Dios, pág. 129). Esperemos pues que la cordura retorne a gobierno y pueblo norteamericano.

LOS PINOS Y EL MUNDO AL REVÉS

     Esta semana en Los Pinos aconteció un hecho inesperado para todos los mexicanos, al menos para la mayoría. El Presidente recibió a homosexuales, lesbianas y toda clase de personas metidas en ese submundo para decirles que va a pedir que les conceda el carácter de “matrimonio” a sus uniones, para agregar después que también se les conceda el derecho a adoptar.

Esta acción desagradó a la mayoría de las familias mexicanas que son decenas de millones. El mexicano común, trabajador, que se esfuerza por sacar adelante su familia y mantener de pie este país nunca podrá visitar Los Pinos. En cambio a este reducido sector de la sociedad se le concede toda la atención, todos los reflectores, toda la prensa, todo, todo, todo.

Es verdad que un presidente está obligado a velar por el bienestar de todos los mexicanos, pero debe velar por él como ciudadano, no por ser homosexual, de lo contrario queda obligado a velar por todos desde aspectos, vicios, deformaciones y demás no contemplados en la ley. ¿Los derechos del narco, de la prostituta, del ladrón tienen que protegerse desde su preferencia de vida y actividad?

Los periódicos de Estados Unidos lo felicitaron por progresista y liberal; término que en realidad debe ser modificado agregándole “tino” (liberal como lo entendieron Juárez, Altamirano, Ocampo y demás, no tiene nada que ver) ¿Había necesidad de amistarse con lo pocos y enemistarse con los muchos? Porque si en el asunto de los chamacos de Ayotzinapa asesinados en Iguala su gobierno no tiene culpa alguna; en esta decisión es completa. Una mala decisión delante de Dios y de los hombres.

¡Hasta el próximo sábado, si Dios nos permite!

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El miércoles 11 de mayo a las 5:35 p.m., la zona metropolitana de Guadalajara sufrió tremenda sacudida a causa de un temblor originado dentro de la misma (en una colonia de Zapopan). El susto fue mayúsculo en diversos puntos, y no fue para menos. Primero se escuchó como una especie de explosión, como cuando en las carreteras utilizan dinamita, para enseguida sentirse un fuerte brinco acompañado de sacudidas. Venturosamente el temblor de 4.8 grados duró apenas unos segundos, suficientes para hacernos saber nuestra indefensión y vulnerabilidad, ya que de haberse prolongado los daños fueran otros, totalmente otros.

Muchos edificios y casas sufrieron cuarteaduras, cientos o miles quizá, de hecho la Secretaría del Trabajo (que alberga la Junta Local de Conciliación) no abrió sus puertas al día siguiente a causa de los daños. El problema ―y éste es parte de las lecciones no aprendidas― es que el gobierno del Estado, tan inútil como oneroso, ha guardado total silencio al respecto. Como si tomando esa posición no haya pasado nada y la naturaleza no nos estuviera gritando algo.

Como todos sabemos los temblores en la ciudad de México tienen su epicentro a cientos de kilómetros de allí (en los Estados de Oaxaca o Guerrero, por lo general). Sin embargo los últimos dos temblores que hemos sentido en Guadalajara, los dos muy feos pues han sido parcialmente trepidatorios (lo que los hace terrible y potencialmente dañinos), han tenido su epicentro dentro de la misma zona metropolitana.Los que hemos nacido en esta ciudad podemos afirmar que jamás habíamos tenido experiencias tan violentas como las últimas dos, que si no fuera por la misericordia divina, es probable que Guadalajara hubiera quedado hecha polvo.

Los últimos gobiernos (emanados de varios partidos) integrados la mayoría por jóvenes, algunos no tanto, se han caracterizado la mayoría por su incapacidad, por su negligencia, su nula visión de estado y de servicio a favor del pueblo que les eligió. Ni qué decir de su amor enfermizo por el dinero y el poder.

Semejantes gobiernos es imposible que planeen a largo plazo, lo suyo es lo inmediato, el amasar una fortuna lo antes posible (guardando apariencias mediáticas, obviamente), el amarrar su próximo cargo público. ¡Los ciudadanos, la ciudad y el Estado que se pudran, no entraron a la política para defender ni procurar el bienestar de nadie!

Un ejemplo: los que somos de aquí sabemos que hay zonas cuyo terreno es impropio para construir, es el caso de la avenida que corre por el arroyo lateral de Los Colomos, ya que desde Plaza Patria hasta la Universidad Autónoma (Tecos) en ambos lados la tierra se abre en grietas sin razón alguna ¿Nadie se ha fijado que el concreto de la colonia Providencia está todo fracturado? ¿Por qué en otras avenidas de la ciudad que el concreto tiene diez o veinte años más está perfecto?

Es obvio que la fragilidad de esa zona de la ciudad es la causa; aun cuando casas bonitas y concreto en las calles (todo abultado o fracturado) traten de presentar una escenografía de ciudad “bonita”. La naturaleza no sabe de maquillajes. Desde antes nos dice que se puede y no se puede hacer.

      Lección pasada por alto por empresario ambiciosos y gobiernos igual (corruptos, si se prefiere el término), ya que de unos pocos años a la fecha los primeros han construido y los segundos autorizado, una serie de enormes edificios de departamentos de lujo (y algunos hoteles) sobre esta zona. Quizá la peor y menos adecuada para estas mega edificaciones, ¿acaso desconocen que sus torres podrían caer con facilidad en uno de estos temblores? Es obvio que la ambición ha cegado a unos y otros, exponiendo vidas y capital (en ese orden) de manera innecesaria.

La naturaleza nos está gritando y los que pueden y deben hacer algo disimulan. Para eso cuentan con la complicidad de los medios, ya sea por la publicidad oficial, ya sea por la impreparación de las nuevas generaciones de periodistas (adictos a los escándalos y ajenos absolutamente a las causas de la sociedad).Los problemas de la vida se resuelven enfrentándolos, no evadiéndolos. Tomar la segunda posición solo eleva el costo y daños de la factura a pagar. Cientos o miles de hectáreas dedicadas por siglos a la agricultura en Zapopan, de cuatro décadas a la fecha han sido ocupadas por viviendas. Así que la falta de recarga de los mantos freáticos de la zona se ha visto agravada también por la sobre explotación de los propio mantos freáticos del Valle de Tesistán. ¡Pero nadie dice nada, las grietas aparecen y crecen!. Los escándalos de los artistas o de los diputados ladrones (cínicos e impunes) son un distractor que no les falla.

Urge que científicos especializados en esa materia (que desconozco si hay en la U d G., especializada en grilla y grillos) hagan un estudio serio acerca del origen de los temblores originados en Zapopan. En lugar de  pagar tanto zángano asesor en el congreso local (con minúscula) o en el gobierno de Jalisco, se contrate expertos en la materia (no como los grillos inútiles del GIEI) que indaguen a fondo las causas y si hay que tomar medidas preventivas al respecto se anuncien con el tacto y la responsabilidad que el caso amerita.

El cielo también nos está gritando, aunque claro, una sociedad acostumbrada al descreimiento de lo espiritual y creyente fiel de medios y redes sociales, es poco probable que pueda oír la voz del que hace dos milenios gritara y advirtiera a todos a lo largo y ancho de su país (Israel) «el que tenga oídos para oír que oiga». Dejando a la reflexión dos textos bíblicos, que aunque descalificados por algunos que se creen inteligentísimos, no hay palabra escrita en la Biblia que no se cumpla o haya cumplido:

― “Y la tierra se contaminó bajo sus moradores; porque traspasaron las leyes, falsearon el derecho, quebrantaron el pacto sempiterno… Temblará la tierra como un ebrio, y será removida como una choza, y se agravará sobre ella su pecado, y caerá” (Isaías 24:5,20)

―“Y habrá pestes, y hambres, y terremotos en diferentes lugares. Y todo esto será principio de dolores”(Mateo 24:7-8).

¡Hasta el próximo sábado, si Dios nos permite!

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Sentencia el proverbio popular «cría cuervos y te sacarán los ojos». Para desgracia de nuestro país la crianza de cuervos se encuentra en auge, lo peor del caso, es que los criadores siguen alimentando a sus monstruos y la mayoría ni siquiera se inmuta ante el peligro.

Los criaderos abundan, son miles y casi todos los días se inicia uno o varios, todos alimentados con los dineros del pueblo y la complacencia (y responsabilidad) del estado en sus tres niveles. Por supuesto que no estamos hablando de aves, sino de personas. De grupos a los que un afán de darles gusto y mantenerlos tranquilo se han convertido en un verdadero dolor de la cabeza para la nación. Veamos un par de casos.

Los chamacos del Instituto Politécnico Nacional que de un par de años a la fecha (los hilos del titiritero parecen llegar hasta Macuspana, Tabasco) de pronto se convirtieron en problema social. Paros, huelgas, marchas y demás son expresiones cotidianas de su “lucha”; una lucha aprendida al pie de la letra de sus maestros Monsiváis, Poniatowska, el Pino, y demás viudos y usufructuarios del ’68. Los medios les siguen el juego concediéndoles espacio todos los días y los cuervos cada vez más tiran a sacar los ojos. Con un brazo alzado y gritando consignas contra el gobierno, los mozalbetes se creen mejores que Fray Servando, Hidalgo, Morelos, Allende y demás héroes de la patria.

Lo más probable sin embargo es que no sepan quien son estos ilustres señores que nos dieron Patria, el costo que les representó luchar para entregarnos un país en libertad. Lo suyo es el desmadre, suspender clases, gritar, rebelarse sin mayor argumentación que su soberbia y el guion entregado por sus titiriteros ¿Ni modo que sean expertos en educación? De ser así no estarían de alumnos.

Ignoran, por eso están en la escuela, que todo país tiene un contrato social a través de la Constitución y demás cuerpos legales, y que ellos tienen muchos deberes que cumplir (no solo derechos). Quien paga sus estudios no es el gobierno, quien los paga es el pueblo, el causante fiscal, a éste a quien deben rendir cuentas de sus logros y aprendizaje. Ningún mexicano pagaría un solo peso en el IPN ni en ninguna otra Universidad o escuela pública para que anden de vándalos, o perdiendo tan valioso tiempo y recursos.

La receta o reflexión, es la misma para universidades y escuelas públicas. La mayor parte de los mexicanos está harta ―claro, a excepción de López Obrador y sus huestes― de los matriculados de la Normal de Ayotzinapa y escuelas similares. No se puede decir estudiantes porque los estudiantes estudian, y estos nomás están matriculados; lo suyo como ya se dijo es el robo de autobuses, el robo de peaje en casetas, la violencia y la anarquía.

En esa Normal, pagada y sostenida al 100 por ciento, no por el gobierno, sino por los dineros de todos los mexicanos, no hay fotos de nuestros héroes patrios, pero si del “Che Guevara” y otros guerrilleros contemporáneos. Quisiera aclarar algunos puntos al respecto pero el espacio no lo permite, será en otra ocasión.

Carecen de una ideología (la izquierda no la conocen, aunque aseguran ser parte de ella), pero sus hechos los exhiben como simples anarquistas empíricos. Tomar como ejemplo al guerrillero argentino, es desconocer quién era realmente, así que permitamos que una intelectual (fallecida en el año 2000) les ayude al respecto: “¿Quién tendrá la valentía de decir que este ángel de la muerte sembraba cadáveres por donde pasaba? Estudió medicina, pero nunca fue doctor; se casó varias veces pero no fue esposo; tuvo varios hijos y no fue padre; atravesó los países sin ser jamás ciudadano. Fue el pequeño jefe blanco de los negros del Congo y el pequeño jefe blanco de los indios de Bolivia. Como en las películas de vaqueros” (Ikram Antaki, Manual del ciudadano contemporáneo, pág. 249).

Una nación se levanta y construye mediante el trabajo y esfuerzo de todos. Esperar que la gran masa social trabaje hasta el agotamiento (pagando impuestos de todo tipo) y un sector de la juventud a la que se la da la oportunidad de estudiar, de preparase para tener un mejor futuro en la vida corriendo su educación a cargo de los dineros del pueblo, no del gobierno (situación que no existía hasta antes de la Revolución de 1910) y que en lugar de estudiar se dedique a perder el tiempo grillando y jugando al “héroe” no tiene nombre, por decirlo de manera suave. No son tiempos para derroches, la condición que guarda la humanidad obliga a toda sociedad a mantener la unidad y la cordura; a cuidar los recursos con verdadero celo y correcta aplicación.

Pero, los indeseados peros, quizá hemos caído en esa situación que advertía Rousseau acerca de los pueblos envejecidos (en su sentido político): “La mayor parte de los pueblos, al igual que los hombres, son dóciles tan sólo en su juventud y se vuelven incorregibles en su vejez… es una empresa peligrosa e inútil querer reformarlos; el pueblo no puede tolerar que se toquen sus males ni siquiera para destruirlos, a semejanza de esos enfermos estúpidos y sin coraje que tiemblan a la vista de un médico” (El Contrato Social, E. Losada, págs. 76-77).

Así que con gobiernos casi de utilería en los tres niveles, con autoridad efectiva solo en la Secretaría de Hacienda, estimulando demagógica y mediáticamente los derechos de cuanto grupo minoritario se les acerca, se ha descuidado a la gran masa social. La crianza de cuervos se encuentra en auge, no hay quien no vaya a Los Pinos y se le conceda todo cuanto pide. En cambio para 80 o más millones de mexicanos que viven esforzándose a diario para mantener de pie a este país; que pagan los altísimos sueldos de una cada vez más voraz y abundante clase política; y que en cubren también con sus impuestos la educación de tanto zángano matriculado a las escuelas públicas, no hay respeto ni cuentas; situación que causa desaliento y prepara las cosas para que en un momento no lejano la negación a pagar impuestos sea una realidad, pues nadie quiere que se tire su dinero. Ningún gobernante paga las universidades de su bolsillo. Se pagan con los impuestos de todos.

Concluyo en esta ocasión con otros pensamientos de Ikram Antaki que debieran ser leídos en todas las universidades y escuelas públicas que piensan que su educación es gratuita (no les cuesta, que es distinto), que su haraganería se justifica y no tiene costo social: “Jamás calculamos el precio de nuestros métodos, los creemos gratuitos; pero todo se paga…   Arrancar algo de su oscuridad es destruir el conocimiento… Uno no llega al conocimiento y a la sabiduría si no sufre antes, en su mismo cuerpo, su propia ignorancia”. Aunque más adelante escribe “Este es un país extraño: las misma leyes de la naturaleza parecen estar revertidas” (El pueblo que no quería crecer, págs 155,159). Cierto, muy cierto, estudiantes que no quieren estudiar o pretenden en su soberbia decir al estado qué estudiar, como si supieran, reflejo de una sociedad criadora de cuervos a punto de quedar ciega.

¡Hasta el próximo sábado, si Dios nos permite!

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