Opinión
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La sociedad posmodernista a pesar de tanta lucidora pirotecnia consumista, de faramallas mediáticas y alardes de avances como nunca en la historia, lo cierto es que muy fácil de definir. Sus obsesiones y manías son evidentes. No puede ocultar lo que es, mejor dicho lo que son.

Creyendo situarse en la cresta de la ola de la civilización, el hombre del siglo XXI ha caído en la ridiculez, haciendo del exhibicionismo y la falta de sensatez, su blasón de ignominia.

     Para desgracia de todos, porque en eso se ha convertido, en una desgracia social, las herramientas han dominado al hombre que las creó, invirtiendo los papeles y degradándose de paso en muchos sentidos. Y es que los inventos deben ser para mejorar la calidad de vida de los seres humanos, no para esclavizarlos, entorpecerlos o hacerles daño. Por supuesto que no.

     Sin embargo y entre la multitud de inventos de la posmodernidad, hay uno que refleja y promueve la desunión, la caída intelectual, moral y espiritual del hombre actual ¡el teléfono portátil o celular!(como se le nombra en México). El uso de este maravilloso invento que al principio era privilegio de unos cuántos a causa de su elevado costo, en poco tiempo se convirtió en instrumento de masas.

En sus inicios era sinónimo de status, los que lo utilizaban quería ser vistos por los demás. Se trataba de darse importancia ante los otros, de mostrar superioridad. Cosa que téngalo usted por seguro no era la intención de los inventores. De ninguna manera.

Pero como casi todo lo que toca el hombre caído, que dicho sea de paso, resulta una expresión poco conocida y menos entendida aun para las nuevas generaciones; el teléfono portátil sufrió una rápida metamorfosis, hasta llegar a convertirse en amo y señor de los que creen ser dueños del aparatito. Horrenda cosa en verdad.

Como casi todas las cosas, el teléfono móvil ni es bueno ni es malo en sí mismo, es el uso que se le concede lo que marca la diferencia. Su intención original era comunicar las personas de una manera rápida y más efectiva; cosa que se le logró de inmediato al acortar distancias, tiempo, barreras geográficas y limitaciones de la tecnología anterior (pudiendo transitar libremente y en cualquier espacio con el aparatito comunicador).

Gran invento en verdad. El problema es que pronto la mayoría de los usuarios lo convirtieron en un monstruo que domina sus vidas y sin el cual no pueden vivir. De hecho son incapaces ya de convivir con otras personas, vaya, ni con la novia (asunto que para todas las generaciones de la historia no había nada que pudiera interrumpir esos momentos únicos y mágicos), pues el teléfono les ha sumido en una nueva adicción seria y poco criticada que amenaza a nivel mundial con resultados poco previsibles, pero graves en gran manera y en muchos aspectos.

En las reuniones familiares, de amigos, de trabajo, en mítines, congresos, cámaras legislativas, baños, hoteles, aviones, camiones foráneos y urbanos, vaya, donde quiera que se encuentre una o varias personas, lo más probable es que muchas, pero en realidad muchas están utilizando el telefonito. Ciegos a lo que pasa a su alrededor; enajenados en ese invento que les hace creer que son importantes, cuando lo cierto es que los ha disminuido en su calidad de personas (al aceptar una esclavitud) y les ha alejado de la necesaria sociabilidad. Ni qué decir de darse tiempo para estar a solas y pensar, que valga la redundancia ya es impensable.

Bueno, hasta platican con el aparatito y una voz femenina les contesta sus preguntas, lo cual les hace creer, sin pensar por supuesto en ello, que se encuentran en contacto con otro ser vivo ¿Quién va a dedicar tiempo para pensar en Dios, a meditar en su sentido existencial, en buscar las grandes interrogantes de la vida, a resolver sus grandes retos y problemas a través de la reflexión, si han atrofiado su capacidad y habilidad para hacerlo? No es un ser vivo. Es un simple aparatito con información, por cierto, no siempre confiable.

Lo peor es que han llegado a tales extremos de adicción y dependencia del aparatejo, que van conduciendo el automóvil o la bici y van hablando o mandando textos; obviamente con el terrible peligro que esto significa para todos a su alrededor

Los accidentes están a la orden del día a causa del uso y abuso del teléfono, a tal punto, que la Cámara de Diputados acaba de penalizar con cárcel hasta por tres años cuando se vea que la persona involucrada estaba utilizándolo o texteando (tarde, como siempre, así son nuestros legisladores). Ni qué decir de la improductividad laboral, de la desatención a la familia y los seres amados, al estudio, al prójimo, etcétera. Las amistades virtuales han pasado a primer plano y las de verdad se están borrando, desapareciendo.

Pero antes que ser penalizado este abuso de la tecnología, se requiere que toda la sociedad acepte y reconozca el problema, que no es poca cosa, pues hasta los menores de edad ya están sumidos hasta el cuello con el uso indebido de este aparatejo. Independientemente de las consecuencias que pudiera traer el abuso del celular a la salud humana ―capaz de traspasar paredes, automóviles y cuanta barrera se le ponga (pero que hasta ahora la ciencia ha guardado un silencio sepulcral)―; urge que la sociedad toda haga un alto, que se concientice en la familia, gobierno, universidades, fábricas, medios de transporte, y por supuesto, los medios de comunicación, para que el teléfono celular se utilice como lo que es: ¡un simple teléfono!

Con los anteriores aparatos nadie vivía atado al cordón, de no ser que se tratara de empleados en esa área. En cambio con los de nueva tecnología viven enajenados, que en lo personal me recuerda a Romeo, el personaje de Shakespeare, quien declara a su pariente Benvolio: “Yo mismo no me reconozco: No es Romeo el que ahora ves; Romeo no está aquí: está en otro sitio”. Igual los actuales telefonautas, no están aquí, están en otro sitio. Enajenados por la tecnología.

¡Hasta el próximo sábado, si Dios nos permite!

Mensajes recibidos: Fernando Guzmán Martínez, Hilda Gómez, Víctor Gálvez, Ana Rosa Da Silva, Gloria Leticia y José Tostado, César Cohen, Oscar Cornejo, Myriam Levy, Rodolfo Aceves, y Juan José Hernández. A todos muchas gracias.

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Los que no nacieron en Guadalajara, que son muchos, la mayoría desconoce cómo era nuestra ciudad. Son ajenos a sus costumbres, limpieza, amabilidad y seguridad. Los nuevos gobiernos, sobre todo el actual, tienen a las nuevas generaciones engañadas con sus mentiras, con sus logros virtuales y con su publicidad mediática a modo.

La realidad es otra, muy otra. El clima de violencia que impera en la Perla Tapatía desde que llegó el PAN en 1995 ha ido creciendo hasta hacerse insoportable. Los asesinatos son cosa de todos los días sin que el “sheriff”, comisario, o como se llame el jefe de policía, haga algo efectivo para detener tanta sangre. Un día sí y otro también los homicidios a sangre fría y a la vista de todo mundo se cometen, sumiendo en pánico a la población.

No son sicarios, son asesinos, individuos perversos que por nada quitan la vida a las personas. El uso de eufemismos evita que los criminales sean confrontados con sus terribles delitos, que si se agrega al gravísimo problema de la impunidad total que impera en Guadalajara y en casi todo el Estado, y se verá que el desánimo y la angustia se han generalizado.

¡Ah, pero eso sí, dónde se le pique en el Internet aparece un anuncio de Alfaro y su gente! ¿No hay nadie en otras instancias que ponga un alto a tanto dispendio?

     A los tapatíos no nos interesa en absoluto costosas lucecitas de colores para adornar unos días el centro. Que primero lo barran y laven, eliminen el graffiti, detengan a los ladrones de moto, de a pie, y de auto, de refacciones, que pongan agentes para agilizar el tráfico (no para levantar multas) pues no se debe festejar sin antes limpiar y poner orden en la casa.

La sociedad tapatía, lo cual no significa los ricos, sino todos los ciudadanos, está padeciendo como nunca antes el robo a casa habitación, sin embargo el sheriff que puso Alfaro no solo niega la realidad, sino que se atreve a declarar ante los medios que han disminuido un tres por ciento merced a su trabajo. ¡Qué importa que no haya patrullaje, se sabe que la gasolina está cara, bastará con que el Sr. Caro Cabrera declare y asunto arreglado!

En verdad que se necesita mucho cinismo para declarar: Le he cumplido al Presidente Municipal de Guadalajara en la recuperación de la tranquilidad de los ciudadanos”, expresó el Comisario General” en reciente rueda de prensa (2/Feb/2017).

Quizá al presidente municipal le ha cumplido, pero ante los ciudadanos, además de reprobados ambos, solo les han ofrecido mayor intranquilidad de la que ya tenían. Guadalajara es insegura, pero claro, ellos con sus guaruras las 24 horas y sus casas con guardias ¿qué inseguridad pueda haber?

El asalto al salir o llegar a casa, en restaurantes, en la calle, al retirar dinero de un banco o cajero, al subirse al auto y ser despojado, el cobro de piso, la extorsión y tantas y tantas expresiones de violencia son acciones delictivas que el Ayuntamiento de Guadalajara no quiere ver. No existen. Estorban para la campaña política en la que andan como espirituados (por eso desatienden sus deberes que protestaron cumplir).

     Los pocos tapatíos que pueden agradecer la creación de nuevos empleos con abundante trabajo son los cerrajeros, pues casas y negocios que son robados requieren de sus servicios. En este momento está más fácil conseguir un médico que un cerrajero. Andan demasiado ocupados.

Quien esto escribe fue robado el sábado (11 de febrero) en su casa, por quinta ocasión y en pleno mediodía, agregándosele al saqueo la destrucción y desorden que dejan los ladrones ¿Para qué denunciar?, además de inútil, es perder el tiempo. Así como en los asesinatos nomás van, ponen listones y levantan croquis para integrar la averiguación, igual sucede con los robos, son meros trámites para la estadística mañosa de los políticos.

En esta semana se observó en las redes sociales (Facebook para ser exactos) videos de asaltos a personas y casas, en los que como se aprecia, de nada sirven las rejas altas y las cámaras, pues tal parece que posan para ellas. Volvemos a lo dicho ¡La impunidad ha llegado al límite del hartazgo social!

Tenemos gobiernos de adorno, virtuales, solo para llevarse los multimillonarios presupuestos. Ajenos a la vocación de servicio y adictos a servirse del prójimo; en este caso de todos los habitantes de Guadalajara (incluyendo a los que no votamos por los próceres de M.C.).

Los asaltos cotidianos del Ayuntamiento que hace a través de sus inspectores que se dedican cual plaga apocalíptica a fastidiar a los ciudadanos pacíficos que tienen la desgracia de tener auto y estacionarlo afuera de casa (lo que por siempre se consideró en Guadalajara una bendición, pero que para los alfaristas solo existen los bicicleteros) es un caso al estilo Donald Trump. Nomás falta que levante un Muro entre sus ciclistas y automovilistas.

Esa Guadalajara festiva, segura, y de economía boyante no existe, si acaso existe es solo en la fantasía de los que habitan el Palacio Municipal por este trienio, pues la Guadalajara que habitamos los simples mortales está sucia, insegura, violenta, agresiva, saturada de pandillas, de tráfico horrendo (agudizado por la autoridad municipal que se ha dedicado a estrechar calles y avenidas), de drogadicción, de perversiones de todo tipo, y como si faltara algo, flagelada como ya se dijo, por inspectores municipales que en lugar de exigir a los negocios los cajones de estacionamiento que la ley señala, se lanzan a diario contra ya agredidos vecinos, a multarlos en la entrada de sus propias casas con multas ¡asómbrense Calígula, el Faraón, Herodes y Antonio López de Santa Anna!, de $ 3,260.00 pesos, convirtiendo en Satrapía lo que en los medios se publicita como Ayuntamiento.

 

¡Hasta el próximo sábado, si Dios nos permite!

 

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Las medidas tomadas por Donald Trump ―como sucediera con Vicente Fox en México hace unos años: llegan a la presidencia sin tener en absoluto el perfil para tamaña responsabilidad― refleja de varias formas la condición de un gran sector de la sociedad norteamericana. Espejo que muestra el rostro deforme de un monstruo que se creía desaparecido.

Su acendrado racismo ha permitido que el de tantos otros como él haya aflorado a la superficie, son parte importante de los que le concedieron el voto ganador; un voto que no fue respetado merced a su extraña democracia en la que no gana el que elige la sociedad, sino el que responde a una truqueada y bien calculada combinación seudo política.

La ignorancia extrema de Trump, que no es novedad, es un tema conocido desde antes (pero desatendido por aquellos que le eligieron); además de poner en alerta extrema a los líderes políticos y sociedad pensante de esa nación; ha despertado del soponcio y la indiferencia a muchos que no consideraron jamás el peligro que representaba este hombre en caso de llegar al poder. El asunto es que llegó, y su ignorancia aunada a su soberbia, le están llevando un día sí y otro también, tanto al ridículo como a problemas de todo tipo, muchos de ellos graves en gran manera.

El haber tomado desde su ridícula y oprobiosa campaña a México, la Unión Europea y a China, como enemigos de su país y blanco favorito de sus odios; permitía ver con claridad a un individuo trastornado, enfermo de la mente y del corazón. Lamentablemente así como muchos mexicanos votaron por el chiflado de Fox, también muchos estadounidenses votaron por el chiflado pintado de pelo naranja.

No cabe duda que el XXI es un siglo de liviandad en el vivir, pero sobre todo en el pensar. Tal parece que las neuronas se enfilan (o ya salen programadas) a una vida hedonista; asunto que les priva de indagar las cuestiones básicas e importantes de la vida. Votar por un gobierno no es un asunto que se tiene que hacer por simpatías o por que los amigos lo hacen. A los mexicanos el llamado “cambio” nos sumió en una mega deuda y en el desmantelamiento casi total del estado mexicano. Quedó el cascaron de las instituciones públicas. Se eliminó la eficacia, la visión de estado y el estado de derecho.

Con nuestros vecinos del norte, apenas van tres semanas y el señor Trump ya anda con total desquiciamiento que los tiene sumidos en el pánico (corroborado por A. Schwarzenegger). El viernes (10/Feb/2017) nos enteramos los mexicanos que para cierto discurso que pronunciaría(ó) Trump acerca de su obsesiva idea de construir un muro entre nuestras naciones; nuestro Canciller Videgaray se horrorizó del borrador, al igual que Jared Kushner, el yerno del señor que cobra como presidente del Imperio (pero que nunca lo será, carece de la estatura), por lo que tuvieron que echar tijera a su mamotreto infamante ideado por una mente semejante a la de Hitler y Goebbels. Bien por Videgaray, es parte de su trabajo.

El Congreso de Estados Unidos tiene que hacer algo y pronto para detener las locuras de este hombre, pues su país y el mundo entero corren peligro. No se necesita de ser psiquiatra para detectar la insania mental de Donald Trump. Sus excesos y dislates verbales lo demuestran a diario. Decir como presidente que los mexicanos hemos “abusado” de su país con el TLC y que él va a terminar con este abuso, solo un demente lo puede decir. Y es que, se requiere de estar loco o tonto, para asegurar tal cosa desde su cargo  ¿Nadie le ha dicho que el salario mínimo en México es de 80 pesos al día? Es decir, de $4 dólares, mientras que el mínimo por hora en su país es de $7.25 dólares. ¿El pobre abusando del rico? Para eso me gustaba éste cuenta chiles.

¿Cómo pueden abusar los mexicanos con semejantes sueldos de los norteamericanos, no es acaso al revés? Pero qué se puede esperar de Trump y de cierto sector de sus votantes, si para ellos cualquier animal, ya sea perro, gato lo que sea es más valioso e importante que un ser humano; y les guste o no, los mexicanos y el resto de los mortales somos importantes y poseemos dignidad. Dios nos hizo a su imagen y semejanza.

No basta jurar sobre dos Biblias, con una era suficiente. Pero hay que abrirla y nutrirse de esa bendita Palabra de vida, pues jurar en el Nombre de Dios en vano es gran pecado. Y el segundo gran mandamiento es amar al prójimo, y el más próximo de los estadounidenses, somos los mexicanos.

La cruel y detestable división que está haciendo de las familias mexico-americanas es un acto de lesa humanidad, una bofetada a la civilización y la fe judeocristiana en la que se sustentó y ha sustentado Occidente durante dos milenios. Un retorno a la barbarie, a la ley del más fuerte, a la sinrazón y el avasallamiento, que no solo lo denigra a él, sino a gran parte de la sociedad de su país (pues hay otra que nos quiere y respeta en gran manera).

Hace algunos años en una entrevista con varios cónsules del país vecino del norte que se quejaban de nuestros migrantes indocumentados, le dije que todo aquello me resultaba extraño e incongruente, pues con los europeos el trato era otro, además, que su país se había formado precisamente por migrantes. Incluso le leí el poema de Emma Lazarus (que por cierto ninguno de ellos conocía), poema  que se encuentra en la estatua de la Libertad en la Bahía de Nueva York y con esto concluimos:

“Tierras de antaño quédense con su historias pomposas!” Exclama ella

con labios silenciosos. “Dadme tus cansados, tus pobres,

tus masas hacinadas anhelando respirar en libertad,

los despreciados de tus rebosantes costas.

Enviadme a estos, los desposeídos, azotados por las tempestades.

Levanto mi lámpara al lado de la puerta dorada!” (1883) 

¡Hasta el próximo sábado, si Dios nos permite!

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La condición que guarda la Planta productiva en su relación con los trabajadores, cada vez es más delicada y a punto de entrar en una crisis de incalculables consecuencias que ni el gobierno en sus tres instancias, ni los sindicatos quieren ver, mucho menos atender.

     Todo quieren que se modernice y adecue a los tiempos, excepto la visión corporativa y controladora de la mayoría de los sindicatos, cuya posición es la misma de hace casi un siglo, es decir, el control absoluto del gremio y hacer de ese control un muro infranqueable que nada tiene ver con la realidad del mundo posmodernista. Un simple negocio de control político y pecuniario (salvo honrosas excepciones que confirman la regla).

La añeja posición al estilo bolchevique en la que el patrón siempre es un “tirano y explotador” y el trabajador es “un buen hombre” que merece toda la protección del estado(aun cuando mienta, robe, ofenda, desobligue de sus deberes o los abandone de plano) es algo que ya no existe en la realidad. Los papeles se han volteado. Ahora en los juicios laborales el tirano y explotador es el trabajador y el explotado es el patrón. Bastará con hacer una visita/encuesta en las Juntas Locales de Conciliación para enterarse de lo que sucede.

La cantidad de juicios laborales y los montos multimillonarios que se manejan en la Juntas son prueba irrefutable de varias cosas. La primera, como dijera Shakespeare en Hamlet «algo está podrido en Dinamarca», o sea en México, pero sobre todo en el Estado de Jalisco. Esta situación irregular y por demás gravísima, está dañando a la planta productiva, y no nos referimos a los grandes negocios pues más del 80 por ciento de los empleos los producen la mediana, pequeñas y micro empresas. Son estas las que tienen años de estar padeciendo esta plaga (convertida ya en cáncer) sin que el estado haga algo efectivo por detenerla.

      Muchos empleados en la actualidad actúan como si fueran socios exigiendo dinero de su centro de trabajo con el menor pretexto o sin él, a sabiendas de que en la JLCyA su palabra es ley (por encima de la ley) y legiones de abogados están a su servicio para poner de rodillas al patrón. Bufetes que actúan más cercanos a los métodos de zetas y CJNG que a abogados litigantes que deben basar su ejercicio profesional con ética, justicia y derecho. 

Esta situación ajena a toda justicia, permitida y fomentada desde hace años por las autoridades laborales, ha creado en un gran sector de los trabajadores en Jalisco y otros Estados, una actitud delincuencial al hacer del despido provocado o del abandono de trabajo una abierta extorsión (absurdamente “al amparo de la ley”). Un lucrativo negocio ajeno totalmente al sentido de los legisladores.

     El cierre de empresas por esta causa, la escases de inversión, o la descapitalización de muchas otras no parece importar al gobierno. Grandes y costosos terrenos, exención de impuestos y muchos otros privilegios para los negocios extranjeros. En cambio para los de casa indiferencia, abandono y explotación ¿Es correcta semejante posición, es justa y sana para el desarrollo nacional y un contrato social equitativo? Semejante injusticia y desprecio por millones de mexicanos que se esfuerzan para crear empleos es una bofetada en su rostro. No son enemigos ni de sus trabajadores ni del gobierno. Son mexicanos que se atreven a crear y generar riqueza, pero que son desprotegidos del todo y dejados a merced de esta nueva plaga de extorsionadores que están utilizando la ley con fines totalmente torcidos.

El viernes 3 de febrero a las 13:00 horas, la fila para liquidar trabajadores en la JLCyA en Guadalajara, llegaba por el pasillo hasta la zona de los baños (muchos de ellos conocen bien esa rutina; más jugosa que ningún trabajo que requiera de esfuerzo y compromiso). Millones de pesos salen semanalmente de empresas de media tabla hacia abajo para cubrir una indemnización que debe desaparecer en el actual modelo laboral, ya que además de descapitalizar las empresas, al mismo tiempo son un freno total para la mejora de sueldos.

     ¿Qué empresa en su sano juicio se atrevería a pagar un mejor sueldo a sus empleados, a sabiendas que uno o tres meses después ese mismo empleado le puede demandar y exigir cantidades enormes en base al salario fijado? (sin olvidar que hay despachos jurídicos que a su maldad le han agregado mayor delito inventando sueldos y prestaciones que sus clientes/cómplices no devengaban).

La Ley laboral señala (art. 685) como deberían ser estos juicios: “El proceso del derecho del trabajo será público, gratuito, inmediato, predominantemente oral y conciliatorio… Las Juntas tendrán la obligación de tomar las medidas necesarias para lograr la mayor economía, concentración y SENCILLEZ DEL PROCESO”. ¡Letra muerta es esto!, “talibanes” y demás despachos que controlan la JLCyA han dado a la interpretación y aplicación de esta ley otro rumbo con la complacencia (o complicidad en algunos casos) de los funcionarios; torciendo la ley hasta convertirla en un engendro monstruoso y tortuoso alejado absolutamente del espíritu que guio a los legisladores de 1970.

     Una solución efectiva y necesaria sería que el Congreso modifique la Ley Federal del Trabajo y desaparezcan las liquidaciones a los trabajadores, lo cual de inmediato permitiría que los sueldos mejoraran al ya no existir el temor a una demanda. Esta medida podría acompañarse con un seguro de desempleo concedido por el estado con uno o dos salarios mínimos y por un máximo de tres meses (previendo casos excepcionales por enfermedad, etcétera). Situación que por un lado no dejaría sin ingresos al trabajador y por otro evitaría el parasitarismo social.

Está claro que no pocos en la clase política y entre los sindicatos se opondrán a esta propuesta. Sin embargo es casi la única, y aun cuando alegaran algunos que va en contra de la clase trabajadora es exactamente al contrario; permitiría que los sueldos aumentaran de inmediato al no tener ya la amenaza de los juicios laborales (convertidos en muchísimos casos en vulgar extorsión).

La llegada de Donald Trump a la presidencia del Imperio no solo amenaza la caída o una renegociación negativa para México del TLC. Por cierto que no. El nuevo orden de cosas en el mundo, que conlleva obviamente los negocios en la aldea global, exige una nueva conformación e implementación que proteja la planta productiva nacional. Seríamos demasiado torpes si además de recibir la agresión del exterior contra nuestros empresarios de todos los tamaños, el estado mexicano les diera un segundo golpe, permitiendo que este cáncer de los juicios laborales continué (en detrimento abierto contra la inversión y la planta productiva).

La condición de la mayoría de las empresas mexicanas (de mediana tabla hacia abajo), que son las que dan la mayoría de los empleos en el país, estan sufriendo para mantenerse de pie ante tanto impuesto legal e ilegal (proveniente de las mafias delincuenciales a través de robos, extorsiones y secuestros), cobros implacables del IMSS, de soportar legiones de inspectores indolentes e insensibles, etcétera. El hastío de los mexicanos contra sus gobiernos requiere de atención inmediata y medidas acorde a las circunstancias.

Una verdadera izquierda política es aquella que busca y ofrece soluciones que mejoren las condiciones de vida de las mayorías y propicien un mejor reparto de la riqueza, pues pretender arrebatarla del otro por la fuerza, ni es una postura “izquierdista” y solo exhibe revanchismo; un deseo mórbido y envidioso por los dineros y bienes del otro. 

¡Hasta el próximo sábado, si Dios nos permite!

 

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