PRESIDENTE: TAMBIÉN SOMOS PUEBLO

Presidente Andrés Manuel López Obrador, hoy me dirijo a usted directamente, el tema lo obliga. Desde que inició su mandato ha mostrado incomprensión de ciertos temas, términos y palabras. Hoy nos referiremos a una en especial que cotidianamente se le escucha decir, pero que desgraciadamente no significa la connotación que usted le da. Me refiero a la palabra pueblo.

     Una palabra que tiene tres significados, el primero para referirse a cierta población pequeña; la segunda a los habitantes de cierta región; y la tercera, que es la que por lo general usted utiliza, se refiere a la totalidad de las personas que integran un país (el pueblo mexicano, el pueblo español, el pueblo argentino, etcétera).

     El problema, y no menor, es que usted la utiliza, no para dirigirse a todos los mexicanos, sino a los que le son incondicionales, con los que se identifica, los que asisten a sus mítines, los que le aplauden; pasando por alto que estos reducidos grupos (aunque sean miles) no son ni representan al pueblo mexicano. Le hago una observación: de los 30 millones de votos que obtuvo en las elecciones, téngalo por seguro que cuando menos la mitad de esos votos no son de sus “seguidores” ni son de Morena, ni de ninguno de esos grupos violentos y anarquistas que se identifican con usted y su gobierno (como es el caso de los maistros de la CNTE). Son mexicanos que, cansados de tanta corrupción, violencia, de gobiernos que les desatendieron y desampararon dejándoles a merced de una fauna delincuencial cada vez mayor, votaron por usted para ver si en verdad cumplía sus muchas promesas. Le recuerdo: NO COMPRÓ UN PAÍS, NOMAS GANÓ UNAS ELECCIONES.

     Le digo lo anterior y lo pongo en mayúsculas porque sus palabras, acciones y gestos así lo dejan ver. En sus diarias y poco interesantes conferencias matutinas, repetitivas, que en realidad son monólogos, casi todos los días si no es que todos, al referirse al “pueblo” en realidad se está dirigiéndose a sus seguidores, somo si todavía anduviera en campaña.

     Le recuerdo, por aquello de los cortesanos, incapaces de contradecir a su jefe, que EL PUEBLO DE MEXICO SE INTEGRA DE TODOS LOS MEXICANOS, por pobres, ricos, clase media, indios, güeros, prietitos, mestizos, altos, chaparros, flacos o gordos, del norte, del centro o del sur. Entre todos los ciudadanos que nacimos en México se integra el pueblo mexicano y a éste es al que se debe dirigir y a este es el que debe escuchar y a éste es el que debe resolver sus muchos y graves problemas.

     Pensar que con regalar dinero a ciertos grupos y sectores está beneficiando a todo el pueblo y haciendo lo correcto, por cierto que no. Primero se atienden las causas, y usted como gobernante tendrá que ser sabio y allegarse gente también sabia y con conocimientos (no activistas, marchistas y manifestantes que le ayudaron en su campaña) para detectar las causas de una mala distribución de la riqueza e implementar medidas para que la riqueza se produzca en todas las regiones y se reparta de manera más equitativa. Téngalo por seguro que no es con agitación ni con venganzas como se logra. Es a través del trabajo, la planeación y la educación. No hay otra fórmula.

     De pronto se le escucha que utiliza algunos textos bíblicos, le comparto alguno acerca del tema: “Cuando estábamos con vosotros, os ordenábamos esto: Si alguno no quiere trabajar, tampoco coma. Porque oímos que algunos de entre vosotros andan desordenadamente, no trabajando en nada, sino entremetiéndose en lo ajeno” (2 Tes 3:10-11).

     No es fomentando las dádivas, eso es propio de los populistas y no creo que usted quiera ser uno de ellos, su paso siguiente es la dictadura. Es ayudando ciertamente a los viejos, no a todos, a los que realmente lo necesitan; no es dando dinero a los jóvenes pues les va a fomentar la pereza, el desgano por trabajar y desarrollar un carácter luchón, sino creando mejores condiciones de trabajo. Y le comparto algo, no le cuesta escuchar. El peor freno para el aumento de los sueldos son los juicios laborales, que en el momento que se dejen solo para casos muy especiales y con personas con muchos años laborados y se diseñe al efecto un seguro de desempleo (temporal) y un retiro seguro para todos, un marco legal en que las micro, pequeñas y medianas empresas (que son las que conceden el 80% de los empleos) tengan la libertad para contratar con buenos sueldos y despedir sin responsabilidad cuando sus finanzas o el trabajador no cumpla con su deber, los sueldos crecerán de manera inmediata. Téngalo por seguro, el resto es demagogia.

    Eso por un lado, por otro, la creación de la Guardia Nacional no resuelve por sí absolutamente nada mientras la impunidad y la falta de un trabajo de investigación efectivo no existan. La inmensa mayoría del pueblo (no sus seguidores, presidente, sino todos los mexicanos) se encuentra aterrorizado a causa de tantos criminales de todos los tamaños, con y sin organizar.

    El espanto y temor que padece el pueblo me hace recordar el pensamiento de un soldado alemán durante la primera guerra mundial, que yendo al frente lleno de fervor patrio pronto se da cuenta que no había nada de romántico y que aquello era un infierno; un infierno como el que vivimos cuando menos 80 o 100 millones de mexicanos, entendidos que el engaño de los políticos se llevó también la esperanza:

—“Este silencio es la causa de que las imágenes del pasado despierten en nosotros más tristeza que deseo. Una inmensa y desesperanzada melancolía. Estas cosas han sido, pero no volverán. Han pasado, pertenecen a un mundo que ha terminado para nosotros…  aquí, en las trincheras, lo hemos perdido todo. Ya no se eleva en nosotros ningún recuerdo; hemos muerto. El recuerdo planea a los lejos, en el horizonte. Es una especie de aparición, un enigmático reflejo que despierta, al que tememos y al que amamos sin esperanza. Es fuerte como nuestro deseo, pero es inaccesible y lo sabemos…” (Sin novedad en el frente. Erich M. Remarque, Edit. Tomo, pág. 98).

     Desde mi muy personal perspectiva he notado un cambio en su personalidad, un cambio que me recuerda aAlicia en el país de las maravillas, que, al no dar crédito a tantas sorpresas y cambios, se pregunta a sí misma:“¡Dios mío, qué cosas tan extrañas pasan el día de hoy; cuando ayer todo era normal! ¿Habré cambiado yo durante la noche? Veamos, ¿era yo la misma al levantarme esta mañana? No lo sé…  quién diablos soy? ¡Ese es el gran enigma!”.

    Don Manuel, usted debe preguntarse si ha habido cambios en su persona, si todo lo que le dicen los cortesanos es cierto y apegado a la realidad. Es falso casi en su totalidad que los mexicanos seamos felices, y si algunos lo somos, no es por usted ni por gobierno alguno, sino por el amor de Dios y su Palabra bendita que concede certezas absolutas a nuestra existencia. En México hay mucha tristeza, temor e incertidumbre, en buena medida producto de sus decisiones de gobierno; decisiones que en el futuro tendrán que incluir a todos los ciudadanos y no solo a sus seguidores, pues entre todos SOMOS EL PUEBLO MEXICANO.

¡Hasta el próximo sábado si Dios nos permite!

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