NUEVOS GOBERNANTES ¿REFLEJO DEL PAIS?

En lo personal jamás creí que López Obrador ganara las elecciones, las encuestas no me decían nada, carecen de credibilidad, el que paga manda, dice el viejo refrán, y el mundo político mexicano (que incluye medios, publicidad, encuestadoras, etc.) no se caracteriza precisamente por su ética. Los resultados de las encuestas en 2012 y 2015 son prueba irrefutable de su falta de confiabilidad ¿Por qué creer en ellas ahora sí, porque AMLO o sus ‘amigos’ las pagaban? (obviamente que del bolsillo de los mexicanos).

     En fin, el resultado con todo y la sorpresa, lo cierto es que le favoreció y así es la democracia, se gana y se pierde (aunque él y sus seguidores no saben perder, siempre se dan a robados). La cuestión es que con carro completo lo cual provoca temores bien fundados: unos venidos de nuestra historia, los otros de la tentación que puede producir esta situación a un hombre autócrata como Andrés Manuel (aunque desde el lunes 2 de julio ya todo mundo le vea solo bondades al que un día antes era un peligro para el país ¡Cosas veredes, Mío Cid!).

     Ahora bien, la metamorfosis sufrida el domingo de las elecciones por López Obrador, es semejante a la salida de la pluma de inglés Robert L. Stevenson. Y es que de pronto el agresivo Mr. Hyde se convirtió en el honorable Dr. Jekyll.

     El discurso en el Hotel Hilton resultó impecable, propio de un demócrata, de un defensor de las instituciones y el orden público, que de no conocer el testimonio de AMLO, lo más posible es que hubiera atrapado mi simpatía. Sin embargo la experiencia de la vida, pero sobre todo, el conocer de tantos años la conducta pública del presidente electo obligan la duda. Esperar que sus palabras tengan el aval de las acciones para ser creídas. Antes no, jamás.

     Como decía pues al principio, los resultados de las elecciones me produjeron una sorpresa, aunque viéndolo bien, como afirma la sabiduría popular “la cuchara saca lo que hay en la olla”. No podemos esperar un voto producto de una sociedad políticamente madura, cuando en ese sentido vamos en franco retroceso y redes sociales y rumores se han convertido en el menú de las masas. Historia, análisis, y reflexión, son ejercicio de unos cuantos antes de votar, cuya suma no cuenta frente a la masa justamente indignada, contra las multitudes manipuladas (que se tragaron el cuento de que el PRI es el monstruo causante de todos los males de este país; ignorando entre otras cosas, real o voluntariamente, que desde AMLO y la mayor parte de su plana mayor son expriístas, aunque claro, el agua bendita de su líder ya les purificó de toda corrupción en la que se hayan visto involucrados; además de que la putrefacción de este cáncer que ha llegado a la metástasis se encuentra en todos los partidos políticos por cuanto se integran por humanos, corruptos, claro está).

     La semana pasada recordamos al primer ministro italiano Aldo Moro, cuyo último artículo publicado en el diario Il Giorno, afirmaba lo que acabamos de decir en el párrafo anterior, que la cuchara saca lo que hay en la olla: “Lo cierto es que ni en tiempos normales ni en tiempos de crisis sociedad y clase política son tan diferentes ni tan contradictorias como a veces se afirma con cierto simplismo y quizá con malicia. El personal político es el reflejo del país tal como es” (3 de marzo de 1978).

     Si se revisa la lista de los senadores y diputados que se subieron al carro del ganador AMLO, hay nombres como el de Nestora Salgado y Napoleón Gómez Urrutia, por mencionar algunos, que en tiempos normales y en una sociedad con un pensamiento informado, sano, equilibrado y donde reinara la ley, sería imposible que individuos con semejante perfil e historial llegasen al Senado, en todo caso a la cárcel. ¿Estamos tan mal que la advertencia de Moro en su artículo se ha convertido en vaticinio cumplido?

     En lo personal no creo que estemos tan mal. Es demasiado exceso. De ahí que el presidente electo tendrá que mostrar lo antes posible que este tipo de alfiles no son para dar el jaque mate a la República Mexicana y que no existe ningún temor de un cambio de rumbo hacia la temida dictadura. Que sus palabras y propuestas en búsqueda de la unidad (que el mismo resquebrajó con su conducta y agresivas palabras muchas veces también a través de sus seguidores) son sinceras y no se trata de una mera ‘luna de miel’ artificial producto de la transición política.

     Ciertamente la unidad política de un país no es tarea sencilla, de ninguna manera, es un asunto por demás complicado que conlleva un enorme esfuerzo de todas las fuerzas políticas y la sociedad en conjunto. Pero como escribiera Aldo Moro con esa precisa y clarísima visión:

―“Llegar a la unidad comporta una gran comprensión de los hechos, una visión conjunta, la busca de equilibrios justos, y un verdadero esfuerzo de organización… repitámoslo, no se trata de alquimia, de artificio, de cortinas de humo, sino de una reflexión seria sobre los elementos en juego, de una busca de compatibilidad, de una valorización y de la unidad de la diversidad.

     Y si a la dificultad de la composición del marco social se añade la instauración de relaciones inusitadas ―y por ende difíciles de imaginar, de construir y de hacer aceptar― se tiene el derecho de pedir al país, aunque tenga razones para estar inquieto, que comprenda una labor aparentemente nimia, que justifique cierto ritmo, y que confíe en el esfuerzo que se realiza para enfrentar una situación difícil que implica una elaboración política de cierta sutileza” (Giorgio Campanini, Biografía de Aldo Moro, Ed. Gedisa, España 1989, págs. 137-138).

     Así que dependerá del propio presidente electo y de su gente que los mexicanos que no votamos por él creamos a sus palabras. La unidad y destino de la República está en sus manos, sus deberes legales y morales son muchos y para todos (no solo con los suyos pues no se votó por el presidente de Pejelandia, sino de todo México). Es tiempo de mostrar su verdadero valor, justicia y honradez, pues de farsantes, corruptos y mentirosos los mexicanos estamos hastiados.

¡Hasta el próximo sábado, si Dios nos permite!

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