PONER ORDEN NO ES REPRIMIR

La primera cosa que hacen los funcionarios públicos es “protestar cumplir y hacer cumplir la ley”. Nada más falso, cometen el delito de perjurio. Celosos e implacables hasta lo irracional con el causante fiscal, es decir, con el que sostiene el país, con el revoltoso que delinque (aparentando alguna causa o bandera social) son absolutamente laxos e inútiles.

No queriendo que los confundan con el Presidente Gustavo Díaz Ordaz  (un gran presidente al que lamentablemente se le ha juzgado por una sola acción), tienen pavor para hacer valer la ley. Es letra muerta cuando se trata de encapuchados, de “maistros”, de estudiantes, de saqueadores de tiendas, robadores de autobuses y casetas de autopista, para esta fauna delictiva no hay ley más que la de ellos mismos, convirtiendo la “protesta” de los funcionarios en una burla, en una farsa.

¿Y el pueblo, y los afectados? Para el pueblo y los afectados por las tribus de salvajes ―adoctrinados mediante alguna lección de marxismo huehuenche que ni entiende el maistro que lo explica ni tampoco el que lo escucha―, para los agraviados no hay ley ni gobierno que les proteja. Sólo hay gobierno que le cobra licencias de construcción, para giros, cobros de seguro social, infonavit, impuestos de todo tipo, además de soportar una galería continua de inspectores corruptos y chantajistas, pero ninguna protección contra los zánganos encapuchados que nada más saben destruir pero no construir. Hordas de resentidos sociales que repudian el trabajo y el esfuerzo creyéndose con derecho a pisotear los derechos ajenos y apropiarse con violencia de su patrimonio.

Quienes hemos vivido lo suficiente para ver el retroceso de México en todos los órdenes (en los años ’60 del siglo pasado no había deuda externa, no se vendía petróleo al exterior, era para consumo interno, la producción del campo era suficiente para alimentarnos a todos y vender los excedentes al exterior, las legiones de nuevos profesionistas nietos e hijos de los antiguos peones o trabajadores de las ciudades daban testimonio de los frutos de la Revolución Social de 1910, de hecho un trabajador con el salario mínimo podía sostener una casa, cuando hoy se requieren cinco o seis) somos testigos impotentes de una realidad nada grata, cargada de mentiras y violencias maniqueas al punto de modificar la historia (al estilo 1984 de George Orwell) y criticar a todos los gobiernos del PRI como si fuesen malos y enemigos del pueblo. Tal crítica además de falaz exhibe la mente y el corazón torcido de quienes se han encargado de envenenar a las nuevas generaciones.

Hace medio siglo a las cosas se les llamaba por su nombre. Hoy, cuando en los medios los actores sociales se jactan de libertad, los que fuimos formados en otra sociedad y con otra cosmovisión, vemos que confunden el libertinaje con la libertad. Muestran sin recato sus valores torcidos elogiando al libertino y al destructor (justificando las acciones de artistas pervertidos y anarquistas, cuando los códigos civiles y penales las tipifican como delitos) y condenan al inocente ¿Por qué los golpistas y sus rémoras no han hecho ninguna marcha contra el expresidente narco de Iguala y su mujer? ¿Por qué no han hecho ninguna marcha contra los que lo promovieron al cargo? ¿Por qué no han hecho una mega manifestación contra los narcotraficantes que han envenenado y asesinado a gran parte de la juventud? Resulta verdaderamente absurdo que se unan en marcha contra el Presidente, que además de ser ajeno a los hechos, todavía tengan la locura de pedir que se los entregue “vivos”. La rueda de prensa del viernes 7/Nov/2014, el Procurador Jesús Murillo Karam solo confirmó lo que todos los mexicanos intuíamos, que fueron asesinados desde al principio, sin embargo los golpistas han aprovechado el dolor de esta gente para su deleznable causa sin causa.

Desde el momento mismo que un individuo se tapa la cara se presupone la intención de cometer un ilícito, que por lo general sucede, ya sea tomando e incendiando edificios públicos, saqueando comercios, robando autobuses, la mercancía de camiones de reparto, el peaje de las casetas de autopistas, etcétera. ¿Y el gobierno? ¡Nada, de adorno!

Ya los dijimos párrafos atrás, los valores en este país están torcidos. Se pide productividad y premian a los zánganos. La industria automotriz, que es de las que genera más empleos directos e indirectos y se promueve la bicicleta. Cine y televisión incitan a diario el sexo indiscriminado, incluso promiscuo, y se horrorizan por los embarazos de adolescentes. Exigen la devolución con vida de los chamacos de Ayotzinapa, y con su violencia destruyen día con día la estabilidad, instituciones y bienestar de la República construidos por varias generaciones. Ni qué decir de la imagen del país en el exterior, ahuyentando las inversiones y preparando el caos para los golpistas (que sin duda están felices frotándose las manos) a los que dicho sea de paso no les importa un comino la vida de los normalistas. Ellos van por el poder.

Los “maistros” de Oaxaca, Guerrero y Michoacán no imparten sus clases, se dedican a destruir y sembrar odio en calles, plazas y avenidas, pero cobran puntualmente sus quincenas en el cajero automático y no hay quien ponga orden. Lo primero que se debe hacer es dejar de pagar al que no trabaje, así de sencillo. Advertir a través de los medios a nivel nacional, estatal y municipal, que al que viole la ley se atenga a las consecuencias de los delitos tipificados en ella.

Reprimir es violentar con fuerza los derechos sociales que se piden de manera legítima, no hay tal cosa. En cambio tenemos muchos años soportando turbas que en un abuso del artículo 9º constitucional delinquen, roban y destruyen el patrimonio público y privado sin que haya gobierno que haga valer la ley (preocupados únicamente de su imagen). Han olvidado que es deber del estado, en los tres niveles (y del partido que sea), cumplir y hacer cumplir la ley, lo cual garantiza la continuidad de la República, de lo contrario la pusilanimidad mostrada hasta ahora será tomado por los golpistas como miedo y debilidad. Las Sagradas Escrituras establecen desde hace dos milenios los roles de pueblo y gobierno: “Sométase toda persona a las autoridades; porque no hay autoridad sino de parte de Dios… ¿Quieres, pues, no temer la autoridad? Haz lo bueno… porque es servidor de Dios para tu bien. Pero si haces lo malo teme; porque no en vano lleva la espada…” (Rom 13:1-4) ¿Usted qué considera, estimado lector?

¡Hasta el próximo sábado, si Dios nos permite!

Correos recibidos: del Ing. Manuel Huerta G., de Rosa María Valdez, y Ma. Elena Gómez, gracias por sus comentarios.

e-mail: mahergo50@hotmail.com

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