Opinión
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Enrique Alfaro y su equipo han llegado demasiado lejos. Su carencia absoluta de sensibilidad social no tiene límites, ni qué decir de su rupestre cosmovisión cultural. Estando él al frente de la presidencia municipal de Guadalajara se enfrentó a los católicos por una dizque escultura llamada‘sincretismo’, sin tener necesidad alguna de hacerlo.

     Y es que, además de horrendo el mamotreto ese, en realidad no representa su nombre (quizá el autor no conozca en realidad el significado de la palabra) Lo que sí queda claro es que se trató de un buen negocio (¡Cómo no, $5’200,000.00 pesos por la cosa esa es mucho dinero!).

     Por lo que se aprecia se trata de un negocio por medio de esculturas, algunas pasaderas, otras bien hechas (aunque mafufas) y otras francamente un vil fraude. Una ofensa visual en los espacios públicos y un saqueo al bolsillo de los causantes bajo formas aparentemente legales.

     Si alguien pensaba que con el encargado de la presidencia municipal, Enrique Ibarra Pedroza, las cosas mejorarían en el Ayuntamiento, hay malas noticias. Las cosas continuaron igual. El ciudadano sigue siendo tratado como súbdito, y sus dineros dilapidados con el menor cuidado.

     Los tapatíos nos enteramos por la prensa de la existencia de una ‘escultura’ titulada “Biblioteca Vacía”, la cual debe considerarse como una grave ofensa contra las Letras de Jalisco, dicho en otros términos, contra los escritores de Jalisco y en detrimento de la literatura en general.

     El atrevimiento del Ayuntamiento de Guadalajara al proponer y pagar por este costoso mamotreto —que se está colocando en el camellón de Avenida México y Beethoven—; rebasó ciertamente toda ofensa conocida ¿Pagar $2’700,000.00 pesos por unos fierros pintados que aparentan ser estantes vacíos, en lugar de promover la literatura local y universal, no es acaso un desatino, una bofetada en el rostro de los escritores de Jalisco?

      Valga decir que los supuestos estantes ni siquiera son del tamaño de los reales, que de ser parte de una biblioteca serían incapaces de albergar libros (excepto novelitas y libritos) pues su tamaño es reducido. Pero, sobre todo, y lo más condenable, es su desinterés absoluto en promover la lectura y las letras de Jalisco.

     Y lo que voy a decir, lo digo como escritor tapatío y jalisciense, autor de 29 libros y co-autor de 10 obras más, participante en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara con un stand propio por 27 años (pagando poco más de $2,400.00 dólares cada año por 9 metros cuadrados). Es decir, no le debo nada a gobierno alguno. De mi trabajo y de lo que los lectores han pagado por lo que escribo ha salido todo.

     Con la alegría y autoridad moral de que mis libros son parte de las principales Bibliotecas del Mundo: Harvard, Yale, Stanford, Columbia, Chicago, UCLA, Tulane, Georgetown, Brown, Duke, Cornell, Notre Dame, Nuevo Mexico, Congreso de Estados Unidos, U. de Toronto, CSIC de Madrid, Oxford, Hamburgo, Instituto Iberoamericano de Berlín, Biblioteca Nacional de Israel (entre muchas otras); puedo decirle a la cara a quienes manejan el Ayuntamiento, pues quizá no comprendan lo que significa gobernar; que lo que hicieron al poner la cosa esa llamada ‘escultura’ y pagar esa fortuna nos ofendieron en gran manera a los escritores de Jalisco.

     Nunca, en los 27 años que duré en la FIL me compraron libro alguno para las Bibliotecas municipales o las escuelas primarias y secundarias del Estado (durante una década fui el coordinador del stand de Autores Independientes; es decir, no compran libros para que esos centros del saber llamados BIBLIOTECAS ofrezcan a los visitantes todo tipo de néctares intelectuales pues como dijo el escritor y poeta James R. Lowell: “los libros son las abejas que llevan el polen de una inteligencia a otra”. La repuesta al respecto la conocemos de sobra “no hay presupuesto para libros” ¿Y para esculturas sí?

      En lo personal estoy verdaderamente indignado, ofendido por este grupo de políticos (de escaso o cuestionable nivel intelectual) que controlan el Ayuntamiento de la capital de Jalisco —pero que en sus hechos son ajenos al pueblo y a sus necesidades culturales— demostrando con sus acciones una indigencia moral e intelectual que raya en el cinismo y exhibicionismo. En la burla sin disimulo.

    Queda en evidencia su deseo mórbido de que los gobernados no lean, que permanezcan en ignorancia; propósito para el que los teléfonos portátiles y el internet se convierten en cómplices involuntarios (al conceder a muchos la impresión de que saben y leen); lanzando con una costosísima escultura el anuncio de la muerte de las Bibliotecas públicas. Una muerte propiciada y deseada desde el poder público.

    El gran Octavo Paz escribió acerca del tema: “Los poderes del Estado sobre la literatura son inmensos pero no son ilimitados. Mencionaré algunos posibles e imposibles; el Estado no puede inventar una literatura pero sí puede suprimirla; el Estado no puede ser crítico literario pero sí censor e inquisidor… el Estado puede ayudar a los escritores pero no demasiado y sin pedirles nada a cambio; el Estado puede y debe enseñar a leer a los mexicanos pero no debe obligarlos a que lean o no lean estos o aquellos libros… La lista puede prolongarse: sería redundante. Basta con repetir que el Estado no puede crear ni inventar una literatura pero sí puede desnaturalizarla y, como ha ocurrido en otros países y en distintas épocas, estrangularla. En cambio, el Estado puede crear las condiciones sociales para el libre desarrollo de la literatura. Las dos palabras se complementan: desarrollo significa el fomento de las condiciones materiales, intelectuales y legales que permiten la producción, edición y circulación de las obras; a su vez el desarrollo necesita, para cumplirse de verdad, la libertad de escribir y publicar” (Sueño en Libertad, págs.. 329-330.

     Nada de lo propuesto por el ganador del premio nobel de Literatura se ajusta a las políticas culturales del Ayuntamiento de Guadalajara cuya apuesta a todas luces es contra los libros. En todo caso su libro de inspiración es Fahrenheit 451 de Ray Bradbury y la escultura contra las bibliotecas el resultado, exhibiéndose ante la sociedad tal como son, ofendiendo a los escritores jaliscienses como nadie lo había hecho jamás ¿O usted qué opina?

¡Hasta el próximo sábado, estimado lector!

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La vida social implica o incluye todas las actividades y pensamientos que la integran, son parte de su todo, y las creencias espirituales y religiosas son también parte fundamental, aunque siempre las segundas superen a las primeras en adeptos creyendo que son parte de éstas.

     Como saben los lectores asiduos a esta columna, tengo muchos años durante el verano participando en Puerto Vallarta en una reunión teológica, ya que este maravilloso paraíso como todas las expresiones humanas, recoge lo bueno y lo malo. Es espejo que refleja una realidad.

     Entrando en materia, si leemos en cualquier enciclopedia acerca de la fe que profesa el mundo occidental, nos dirán que sus creencias son cristianas en su inmensa mayoría ¿Esto en verdad es así?

     Nominalmente sí, aunque en realidad, y si se revisan las cosas al amparo de las Sagradas Escrituras y la teología, la afirmación se diluye en un río de prácticas y creencias erróneas; unas, definidas por su sincretismo, mientras que las otras apartadas abiertamente de la verdad revelada. Sostenidas por pensamientos y afirmaciones absurdas que nada tienen que ver con la ortodoxia de la fe, es decir, por lo que enseña la Biblia.

     Si partimos del Decálogo, el primer mandamiento desnuda espiritualmente a las masas religiosas, y es que, «amar a Dios con todo el corazón, con todas las fuerzas y con toda la inteligencia» es quizá el inicio de toda incongruencia en la fe de todos aquellos que se auto definen como cristianos (católicos, protestantes, ortodoxos, armenios, etcétera), pues se aman tantas cosas y Dios está realmente fuera de esos corazones que el mandamiento queda ajeno. Además de que no se puede amar a quien no se conoce y sólo en la Biblia se puede conocer a Dios tal y como Él se ha revelado.

     Y aunque queda la revelación natural (Universo) para reconocer la existencia de Dios, se requiere obligadamente de conocerle como Él ya se ha revelado al hombre en la Escritura: cómo es su Santo ser, qué atributos tiene, porqué y para qué nos creó, cómo es que se rompió nuestra relación plena con Él, y porque en su amor y misericordia implementó un hermoso plan de salvación para reconciliarnos a través de un Mesías que vendría y vendrá, pero que también ya vino.

     Pensar que murió en la cruz y compadecerse de Él como si le hubieran salido las cosas mal ─sin entender qué sucedió en realidad─denota la indigencia total en el conocimiento de las doctrinas bíblicas. Muestra sin retoques un cristianismo nominal que carece de sustento, de cimientos, que desconoce las Buenas Nuevas de salvación que Jesús nos ofrece a los pecadores, que lo somos todos (aun cuando algunos se crean “buenos” y en su altivez digan “que no tienen nada de qué arrepentirse”). Una afirmación de lo que en realidad no se es.

     Las múltiples formas de drogadicción, el libertinaje sexual sin freno y cínico ─que se ostenta incluso como ‘orgullo’─, las decenas de miles de asesinatos cometidos por las mafias delincuenciales, los asesinatos de mujeres (fenómeno prácticamente inexistente hace apenas unas décadas), robos, extorsiones, cobro de piso, el abuso sexual contra los niños, la violencia contra padres y abuelos, laviolencia en las escuelas y pandillas, son tan solo algunos de los rostros horrendos de una aldea global, que en el caso de los paísesOccidentales (no se diga en México) nos dicen que el cristianismo de estos países es cosa de la historia, de una fe ajena a lo que dicen las Enciclopedias.

     Ciertamente en todos los tiempos ha existido un remanente de cristianos fieles a Dios y congruentes con sus creencias, los presentes no son la excepción, hoy también existen, excepción que rompe la regla.

     Sin embargo, los países occidentales son gobernados por una mayoría de líderes mediocres e impíos que no tienen nada que ver con Dios ni con la fe judeocristiana, aunque algunos por conveniencia política (o de status social) se alineen con la cristiandad. Son simples lobos con piel de oveja.

     “Por sus frutos los conoceréis”, lo advirtió el propio Jesucristo. Lamentablemente el pueblo de Dios ha perdido en buena medida el discernimiento. Ha pasado tanto tiempo en sociedades y educado por generaciones de descreídos que ya no distingue una cosa de otra; una especie de daltonismo espiritual les ha hecho reos del engaño, incapacitándoles para distinguir el error de la verdad.

     El Mesías en su amor por todos nosotros, en su celo por los intereses de Dios el Padre, así como en su perfecta santidad que no admite el engaño ni la hipocresía, además de no temer en absoluto al clero desviado y corrompido de su generación y en advertencia para judíos y cristianos de todas las épocas: declaró abiertamente las desviaciones de la fe en las que tenían engañado al pueblo. Situación muy semejante a la actual, con la variante de que en aquellos tiempos hubo 12 representantes de las 12 tribus de Israel que le creyeron y siguieron (apóstoles) y miles de discípulos (judíos piadosos) que una vez que El resucitara, fueron capaces de llevar las Buenas Nuevas al mundo conocido de aquella época.

     A dos mil años de distancia y perdida la aldea global en una crisis moral y espiritual ¿el remanente de judíos y cristianos que permanecen fieles a Dios y a su fe revelada serán capaces de revertir la situación de engaño, hedonismo y nihilismo, o la humanidad ya no tiene remedio? Usted qué cree, estimado lector.

¡Hasta el próximo sábado, si Dios nos permite!

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Nos hemos ido sumiendo como nación en el pozo de la decadencia. Nunca antes se había hablado tanto de corrupción como en el presente y nunca había llegado ésta a los límites que se encuentra, ni qué decir de la violencia, los asesinatos y la inseguridad en general. Ríos de sangre han corrido en lo que va del siglo y casi toda derramada al amparo de la impunidad.

     En una esquizofrenia total se clama a gritos para que se detengan los crímenes y al mismo tiempo el estado, ONG’S y demás, invocan los derechos humanos en prevención y protección de los criminales, dejándose a las víctimas y a los dolientes sin justicia y en impotencia total.

     México es el reino de la impunidad, ni el gobierno federal, ni los estatales, ni los municipales hacen nada efectivo por detener esta avalancha sangrienta que enluta año con año decenas de miles de hogares. En lo que va del siglo XXI nuestro país pareciera ser un país de asesinos y narcotraficantes. Duele mucho escribirlo, y no es así, pero visto desde fuera y en muchos sectores de la población, así pareciera ser y así es en verdad. Hay pueblos enteros donde su gente son asesinos y delincuentes.

      Y no fue por generación espontánea, y aunque como teólogo distingo con claridad un factor de origen, como periodista debo señalar que ha sido el relajamiento, debilitamiento y desinterés del estado mexicano en todas sus instancias (por aplicar la ley) lo que ha permitido que esta vergüenza y calamidad nacional nos aflija de costa a costa y frontera a frontera; aún, cuando muchos medios corruptos le hagan el juego a los gobiernos y un día digan una cosa y al siguiente le acomoden. La realidad es eso: realidad.

     Parte de ese relajamiento obedece a una mal entendida separación de poderes, a una ignorancia supina del Poder Judicial (federal como estatales) de su rol social, así como a una condenable indiferencia de los Poderes Ejecutivo (federal y estatales); los primeros por convertirse en meros burócratas chambones ―y no pocos en mercaderes de la justicia― olvidando de manera total que su función básica y trascendente es IMPARTIR JUSTICIA; mientras que los segundos, encogerse de hombros y dejar que cada quien haga lo que le venga en gana, aunque como todos los mexicanos sabemos, no pocos de estos virreyes de opereta se han dedicado a amasar insultantes fortunas que ni ellos ni sus estigmatizadas familias se podrían gastar jamás.

     Las advertencias certeras del entonces candidato Luis Donaldo Colosio (emanada la siguiente de los Evangelios) cada vez suenan más fuerte sin que secretarios, jueces, magistrados y ministros quieran oírlas. De hecho, es probable que la mayoría las desconozca pues si no leen ni los expedientes, mucho menos se darán por enterados de la denuncia de este mártir de la democracia: “¡Veo un México con hambre y sed de justicia!”

     La sociedad mexicana se encuentra profundamente agraviada a causa de tanta violencia e injusticia, dolida por los abusos de tanto funcionario prepotente, indiferente a sus necesidades y reclamos, de las legiones de inspectores y policías corruptos y extorsionadores, de otra manera no se podría entender que hayan votado por un candidato que carece del perfil adecuado para la presidencia, pero que les prometió hacer lo que ellos les han negado hasta ahora. El cansancio y el hastío se hicieron presentes en las urnas.

     Un dato simple: en lo que va del año 2018 y según datos de las Cámaras patronales en Jalisco, los delitos en contra de sus agremiados han aumentado en un 60 por ciento.

     ¿Para qué sirve la enorme cantidad de policías municipales, estatales y federales? ¿Para qué sirven tantos y tan costosos juzgados penales, estatales y federales, si tenemos en Jalisco una impunidad de casi el 99 por ciento? Resulta una soberana estupidez y un acto supremo de ofensa a los ciudadanos, tutelar celosamente los derechos de los delincuentes, sin antes hacer justicia a las víctimas y asegurar la reparación del daño.

      En la mayor parte de los casos tenemos jueces de adorno, de utilería, individuos que no quieren comprender su función social a la cual no ligan jamás con el quehacer público y el buen funcionamiento de la República. Pedir que conozcan el Contrato Social como nos enseñaron en la facultad de derecho (U de G.) en los años ’60 quizá sería mucho pedir pues es probable que no sepan ni quien es J. Jacobo Rousseau, mucho menos Thomas Paine.

       Por si no fuera suficiente para México este cuadro de desgracia e injusticia suprema, los demócratas del país vecino (durante el ejercicio del poder) movieron y presionaron al gobierno mexicano para que implementara el modelo judicial que ellos tienen, pues la idea era que en un plazo no muy lejano nos uniésemos Canadá, Estados Unidos y México al estilo de la Unión Europea. No contaban que el señor del copete naranja le arrebataría la presidencia a Hillary Clinton.

     Un modelo (Nuevo Sistema Penal Acusatorio) totalmente inútil e incompatible con la idiosincrasia del mexicano (tan proclive a mentir) y que solo ha servido para que la impunidad crezca y amenace con el caos total (que dejaría al país en manos de la delincuencia al carecer de un estado fuerte que ponga orden y haga valer la ley).

     Y es que, mientras que en las Procuradurías (o Fiscalías, es lo mismo) no avanzan las averiguaciones hoy llamadas “carpetas de investigación” y la mayoría se archiva o se detienen a gusto de ciertos litigantes poderosos (acrecentándose hasta el infinito la impunidad); los jueces de control, al menos la mayoría, juegan a ser jueces gringos a través de la tecnología de las salas, exigiendo formalidades que ni ellos guardan en su presentación personal, mucho menos en sus acciones, pues los ofendidos o denunciantes van en busca de justicia ¡JUSTICIA!, no a prestarse a farsas legaloides de juicios que solo existen en la fantasía judicial, una fantasía lesiva para la República y para la estabilidad nacional.

     Digámoslo abiertamente, no se necesitaba de un nuevo sistema penal, se necesitaba simplemente que se hiciera valer la ley y pusiera un alto a jueces y policías que se habían desviado de sus deberes. Mientras no haya un gobierno que ponga orden, no existirá sistema judicial alguno que sirva en un país donde a los impartidores de justicia solo les importa su cheque (y a otros los negocios).

     Algo más, la democracia es mucho, pero mucho más que las elecciones, es un sistema donde la sociedad vive armónicamente bajo el imperio de la ley. Punto. Nos despedimos entonces con las palabras de Alexis de Tocqueville: “Aquellos que consideran el sufragio universal como una garantía de la bondad de la elección son unos ilusos. El sufragio universal tiene otras ventajas, pero no ésa”. (La Democracia en América, Alianza Edit. pág. 187). Las elecciones fueron una petición generaliza de justicia, sin la cual no hay ni paz ni libertad.

¡Hasta el próximo sábado, si Dios nos permite!

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En lo personal jamás creí que López Obrador ganara las elecciones, las encuestas no me decían nada, carecen de credibilidad, el que paga manda, dice el viejo refrán, y el mundo político mexicano (que incluye medios, publicidad, encuestadoras, etc.) no se caracteriza precisamente por su ética. Los resultados de las encuestas en 2012 y 2015 son prueba irrefutable de su falta de confiabilidad ¿Por qué creer en ellas ahora sí, porque AMLO o sus ‘amigos’ las pagaban? (obviamente que del bolsillo de los mexicanos).

     En fin, el resultado con todo y la sorpresa, lo cierto es que le favoreció y así es la democracia, se gana y se pierde (aunque él y sus seguidores no saben perder, siempre se dan a robados). La cuestión es que con carro completo lo cual provoca temores bien fundados: unos venidos de nuestra historia, los otros de la tentación que puede producir esta situación a un hombre autócrata como Andrés Manuel (aunque desde el lunes 2 de julio ya todo mundo le vea solo bondades al que un día antes era un peligro para el país ¡Cosas veredes, Mío Cid!).

     Ahora bien, la metamorfosis sufrida el domingo de las elecciones por López Obrador, es semejante a la salida de la pluma de inglés Robert L. Stevenson. Y es que de pronto el agresivo Mr. Hyde se convirtió en el honorable Dr. Jekyll.

     El discurso en el Hotel Hilton resultó impecable, propio de un demócrata, de un defensor de las instituciones y el orden público, que de no conocer el testimonio de AMLO, lo más posible es que hubiera atrapado mi simpatía. Sin embargo la experiencia de la vida, pero sobre todo, el conocer de tantos años la conducta pública del presidente electo obligan la duda. Esperar que sus palabras tengan el aval de las acciones para ser creídas. Antes no, jamás.

     Como decía pues al principio, los resultados de las elecciones me produjeron una sorpresa, aunque viéndolo bien, como afirma la sabiduría popular “la cuchara saca lo que hay en la olla”. No podemos esperar un voto producto de una sociedad políticamente madura, cuando en ese sentido vamos en franco retroceso y redes sociales y rumores se han convertido en el menú de las masas. Historia, análisis, y reflexión, son ejercicio de unos cuantos antes de votar, cuya suma no cuenta frente a la masa justamente indignada, contra las multitudes manipuladas (que se tragaron el cuento de que el PRI es el monstruo causante de todos los males de este país; ignorando entre otras cosas, real o voluntariamente, que desde AMLO y la mayor parte de su plana mayor son expriístas, aunque claro, el agua bendita de su líder ya les purificó de toda corrupción en la que se hayan visto involucrados; además de que la putrefacción de este cáncer que ha llegado a la metástasis se encuentra en todos los partidos políticos por cuanto se integran por humanos, corruptos, claro está).

     La semana pasada recordamos al primer ministro italiano Aldo Moro, cuyo último artículo publicado en el diario Il Giorno, afirmaba lo que acabamos de decir en el párrafo anterior, que la cuchara saca lo que hay en la olla: “Lo cierto es que ni en tiempos normales ni en tiempos de crisis sociedad y clase política son tan diferentes ni tan contradictorias como a veces se afirma con cierto simplismo y quizá con malicia. El personal político es el reflejo del país tal como es” (3 de marzo de 1978).

     Si se revisa la lista de los senadores y diputados que se subieron al carro del ganador AMLO, hay nombres como el de Nestora Salgado y Napoleón Gómez Urrutia, por mencionar algunos, que en tiempos normales y en una sociedad con un pensamiento informado, sano, equilibrado y donde reinara la ley, sería imposible que individuos con semejante perfil e historial llegasen al Senado, en todo caso a la cárcel. ¿Estamos tan mal que la advertencia de Moro en su artículo se ha convertido en vaticinio cumplido?

     En lo personal no creo que estemos tan mal. Es demasiado exceso. De ahí que el presidente electo tendrá que mostrar lo antes posible que este tipo de alfiles no son para dar el jaque mate a la República Mexicana y que no existe ningún temor de un cambio de rumbo hacia la temida dictadura. Que sus palabras y propuestas en búsqueda de la unidad (que el mismo resquebrajó con su conducta y agresivas palabras muchas veces también a través de sus seguidores) son sinceras y no se trata de una mera ‘luna de miel’ artificial producto de la transición política.

     Ciertamente la unidad política de un país no es tarea sencilla, de ninguna manera, es un asunto por demás complicado que conlleva un enorme esfuerzo de todas las fuerzas políticas y la sociedad en conjunto. Pero como escribiera Aldo Moro con esa precisa y clarísima visión:

―“Llegar a la unidad comporta una gran comprensión de los hechos, una visión conjunta, la busca de equilibrios justos, y un verdadero esfuerzo de organización… repitámoslo, no se trata de alquimia, de artificio, de cortinas de humo, sino de una reflexión seria sobre los elementos en juego, de una busca de compatibilidad, de una valorización y de la unidad de la diversidad.

     Y si a la dificultad de la composición del marco social se añade la instauración de relaciones inusitadas ―y por ende difíciles de imaginar, de construir y de hacer aceptar― se tiene el derecho de pedir al país, aunque tenga razones para estar inquieto, que comprenda una labor aparentemente nimia, que justifique cierto ritmo, y que confíe en el esfuerzo que se realiza para enfrentar una situación difícil que implica una elaboración política de cierta sutileza” (Giorgio Campanini, Biografía de Aldo Moro, Ed. Gedisa, España 1989, págs. 137-138).

     Así que dependerá del propio presidente electo y de su gente que los mexicanos que no votamos por él creamos a sus palabras. La unidad y destino de la República está en sus manos, sus deberes legales y morales son muchos y para todos (no solo con los suyos pues no se votó por el presidente de Pejelandia, sino de todo México). Es tiempo de mostrar su verdadero valor, justicia y honradez, pues de farsantes, corruptos y mentirosos los mexicanos estamos hastiados.

¡Hasta el próximo sábado, si Dios nos permite!

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