DÍA MUNDIAL DEL LIBRO: ¿ALGO PARA CELEBRAR?

Este viernes 23 de abril se recordó, más que celebrar, el Día Mundial del Libro. Algunos optimistas aseguran que la venta de libros mejoró, quizá sea cierto en comparación a los meses que estuvieron cerradas las librerías, pero los que somos visitantes frecuentes de ellas somos testigos de que tal cosa no es así. De hecho, algunas de las más famosas cerraron ya sus puertas a causa de la pandemia y otras están pasando por duros momentos en su economía.

     La cuestión es que la pandemia no trajo la crisis, solo la agudizó. No se dice nada nuevo al señalar que las nuevas generaciones leen pocos libros, claro, comparadas con las generaciones pasadas, pues no se debe comparar ‘leer’ los mensajes y textos del teléfono portátil con la lectura de un libro. Son cosas distintas en acciones y legados intelectuales.

     A lo anterior habrá que agregar en el caso de nuestro país, que un gobierno de semi analfabetas asaltó el poder. Una amalgama de anarquistas, de manifestantes profesionales, de provoca huelgas, de enemigos al estudio y demás entes anti estatus para los que todo lo que es trabajo, cultura y preparación es (falsamente) conservadurismo; aunque a sus denostaciones su líder les ofende además como fifís y enemigos, atacando la lectura en general y promoviendo exclusivamente la visión estrecha y sectaria oficial. La pretensión de crear nuevos libros de texto con su miserable ideología no es otra cosa que el deseo de empobrecer y embrutecer al pueblo mexicano.

     Por si no fueran suficientes ataques contra los libros, la pereza intelectual y los medios electrónicos visuales se han convertido en enemigos involuntarios de la lectura. Leer es aprender, es crecer intelectualmente, es ampliar el horizonte de la persona que lo hace pues le permite razonar, dialogar o participar en charlas sin necesidad de hablar, es viajar, aprender, traspasar barreras de tiempo e idiomáticas, conocer culturas, historia, sistemas políticos, saber de hombres y mujeres de bien (o de mal), de gobernantes buenos y de dictadores criminales, de aprender ciencias diversas y todos los etcéteras que se guste.

     En el caso de México en particular ¿qué podríamos celebrar con un presidente que no le gusta leer?, que cuando de repente cita un autor o su obra lo hace mal o con falsía, que desde que llegó al poder en lugar de promover la ciencia y la educación se ha dedicado a atacarla, quitando los recursos a la ciencia, desapareciendo fideicomisos, reduciendo el presupuesto a las universidades públicas y demás acciones contrarias.

     A tal punto ha llegado su mente sectaria que puso en el FCE al español Paco Ignacio Taibo, un escritor vulgar y lépero como jamás se había visto en el medio, y como legalmente no le era lícito el nombramiento a causa de su nacionalidad, pues como todo lo que este caprichoso mandatario hace, cambió la ley, actuando como si hubiese comprado el país con todo y habitantes, leyes y conciencias, cuando nomas ganó las elecciones y la ley tenía ya establecidas sus funciones y limitaciones. Lamentablemente así son todos los dictadores; son alérgicos al orden y el estado de derecho.

      Un gobierno cargado de hipocresía e incongruencia, un ejemplo, la Feria Internacional del Libro de Guadalajara. Utilizando el lenguaje cotidiano de López Obrador, los mafiosos del poder (intelectual) de la ciudad de México venían año tras año a nuestra ciudad y recibían trato de divas(os), desde pasajes, traslados, hotel, viáticos, conferencias, entrevistas, todo, literalmente todo en bandeja de plata (aburguesada y conservadora).

     En cambio, los escritores que no somos del ombligo del mundo, es decir, de México capital, y que no pertenecemos a ninguna cofradía del altiplano, la realidad es que recibíamos otro trato radicalmente distinto; y eso que quizá nuestro trabajo es probablemente varias veces más duro que el de los favorecidos por AMLO.

      En lo personal participé por 27 años en la FIL, poco menos de una década coordinando el Stand de los Autores Independientes y casi dos con uno propio. Para empezar el stand de apenas 9 mts2 me costaba casi $2,500 dólares cada año (pues es feria internacional). Ni que decir de los demás gastos, como es la presentación de libros (con un costo de varios cientos de dólares) estacionamiento, comidas, agua, etcétera.

      Estando promoviendo los libros; unos desde el Parnaso de la mafia del poder, con todo el apoyo económico y mediático y rodeados de una atmósfera burguesa y sofisticada; otros, los que no sabemos pedir favores ni hacer genuflexiones ante los poderosos hacíamos la misma labor. Abusando de la amabilidad de los lectores, puedo agradecer a Dios que también los que éramos ajenos a ese poder, promovíamos de manera directa nuestras obras con éxito y penetración social tanto en el ámbito local como internacional. Esa es una de las maravillosas cualidades de los libros, que a semejanza de las abejas llevan el polen del conocimiento a otras latitudes y cabezas.

      En mi experiencia en ese maravilloso foro, pude presentar cuando menos unos 15 de mis libros, muchos de los cuales se encuentran en grandes Bibliotecas alrededor del Mundo: Universidad Hebrea de Jerusalén, Instituto Iberoamericano de Berlín. Universidad de Hamburgo, Oxford, Harvard, Yale, Toronto, Tulane, UCLA, San Diego, Irvine, Chicago, Michigan, Texas (Austin, El Paso), Brown, PennState, Stanford, entre muchas otras. Así que, con todo y el trato oficial distinto y distante, agradezco a la FIL la organización de tan especial feria pues me permitió que en lo personal se me abrieran las puertas en el extranjero y en otros medios de venta.

     Cosa curiosa, los escritores de la 4-T, tan cuidados y protegidos siempre por la Universidad de Guadalajara y la FIL (que es lo mismo), apenas llegaron al poder, mordieron la mano que les dio de comer y les proyectó en el medio literario como nadie lo había hecho, condenando y criticando a la FIL y a la U. de G., exhibiéndose de paso como verdaderamente son.

      Así que el mundo del libro pasa por un mal momento, quizá en países que promueven la buena educación y la lectura, con la pandemia los libros hayan cobrado auge. En cambio aquí en México hay poca cosa o nada que celebrar. Y menos con un gobierno alérgico a la lectura y promotor de la ignorancia del pueblo con fines políticos meramente egoístas y manipuladores. Cierro este artículo señalando que tengo año y medio esperando para presentar mi libro “EL OCASO DE MÉXICO”.

¡Hasta el próximo sábado si Dios nos permite!

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