LADRONES Y EXHIBICIONISTAS

Sin temor al error y la exageración, los gobiernos del siglo XXI son los más corruptos en la historia de México. Cuando más tinta, radio e imágenes televisivas nos machacan todos los días de transparencia y rendición de cuentas ―gastando al efecto miles de millones de pesos― funcionarios y burócratas de angora se llevan los dineros públicos con total desvergüenza. Su exhibicionismo provoca indignación e impotencia en los ciudadanos; pecado y delito agravado si se toma en cuenta la condición del pueblo mexicano.

La publicación reciente de los aguinaldos de algunos funcionarios de Jalisco (ubicados en posiciones muy abajo en importancia) corroboran lo que el pueblo piensa de sus gobernantes, que dicho sea de paso y con las excepciones de siempre, les tiene por mega ladrones, ineficientes e insensibles. Calificativos a los que han agregado el de exhibicionistas, ¿y cómo evitarlo?, si mientras que el ciudadano promedio gana al mes entre 4 y 6 mil pesos, estos bribones se llevan lo que ellos ganarán en muchos años y con un enorme esfuerzo. En cambio los funcionarios con muy poco esfuerzo, a la luz del día y ante los ojos de todos.

Veamos algunos ejemplos locales: el magistrado del TAE, Laurentino López cobró de aguinaldo este año $393,125.00 pesos, el presidente del Consejo Electoral del Estado, Guillermo Alcaraz $313,055.00, el presidente del STJ, Carlos Vega Pámanes $281,313, el gobernador Aristóteles Sandoval $276,991.00, por señalar algunos a manera de muestra.

En el ámbito federal las cosas no mejoran. En tanto que el Presidente de la República tiene un sueldo decoroso y cuyas responsabilidades están por encima de las de cualquier ciudadano (su aguinaldo será por $ 76,848 pesos, mas $319,628 por concepto de gratificación); entre los integrantes de la monarquía las cantidades que se llevan en diciembre son verdaderamente escandalosas. Dignas de enjuiciarlos a todos.

     Inician la lista los ministros de la SCJN cuya ambición económica les aleja de toda representación de justicia ante un pueblo pobre, agraviado y como dijera Colosio ―parafraseando a Jesucristo― “con hambre y sed de justicia” ¿Y cómo no, si el presidente, Luis María Aguilar se lleva de aguinaldo $586,449.00 pesos. El líder del TEPJF, Constancio Carrasco la misma cantidad. Lorenzo Córdoba del INE $454,627.00. Eduardo Sojo del INEGI, $418,917.00 pesos, Raúl González de los Derechos Humanos $404,367 pesos, Ximena Puente del IFAI $399,274.00, los siete consejeros del CJF recibirá cada uno $378,147.00 pesos, los del IFT $366,000.00 cada integrante y los del INAI $399,000.00, etcétera, etcétera.

Si le agregamos a esto los miles y miles de cortesanos y nobles que integran la monarquía huehuenche (súmele los sindicatos corruptos ―aunque se digan de “izquierda”―) y tendremos por amarga conclusión de que por eso estamos como estamos. Entendemos la razón por la cual no hay obra pública, porqué el IMSS se encuentra en quiebra, porqué la deuda pública (externa e interna) ya es impagable, etcétera, y es lógico, con una clase política tan voraz y sin ningún compromiso social las cosas no podían ser de otro modo.

     ¿Para qué poner un negocio y complicarse la vida con un sinfín de trámites en dependencias públicas y burócratas indolentes?, ¿Para qué invertir, para qué trabajar, crear empleos y esforzarse para que México crezca, si se pueden afiliar a un partido y ofrecerse a sí mismos en busca de un cargo público o de elección popular? No hay que invertir nada. Basta con su ególatra persona, con mentir a diario, ser profundamente egoístas, no pensar en la suerte de México y gastar las pocas neuronas en uso en el modo de enriquecerse lo más pronto posible. De entrada a través de abultadísimos sueldos, aguinaldos, bonos, seguros, y demás prestaciones. Ya en el cargo buscar la forma de hacer jugosos “negocios”. Lo de la franquicia política no hay problema, todos son igual de rentables (hablando de negocios e inversiones).

En su exhibicionismo han convertido el Congreso Federal (y no pocos locales) en teatros de comedia vulgar (pero nada baratos), en el que bandas de facinerosos ―si no lo son, esa impresión dan― pelean los dineros públicos a los contrarios, capaces incluso de lanzarse monedas de chocolate al estilo Judas en ese templo de traiciones, en el que los representantes nomás representan su interés personal y a su franquicia política. Punto.

Lamentablemente hemos llegado al límite. A las cosas tiene que decírseles por su nombre, nada de eufemismos y de buscar lo políticamente correcto. Son muletas de apoyo que nomás han servido para encubrir acciones de latrocinio y corrupción. Llevarse los dineros públicos con tanto cinismo y desvergüenza ―disfrazados de “legalidad”― no dejan de ser delitos, actos de simples ladrones. Sobre todo cuando el pueblo lucha a diario para apenas sobrevivir, en tanto que gobernantes y burócratas de angora satisfacen con creces sus vulgares ambiciones abofeteando el rostro de un pueblo al que le juran representar en una democracia, cuando en la realidad son una extraña monarquía integrada por bucaneros y parásitos(con la excepción de unos cuantos que nos merecen todo respeto y que sin su presencia en el aparato público este país estuviera ya sumido en el caos) ¿O usted, cómo calificaría a los gobiernos actuales en base a los enormes sueldos, aguinaldos y prestaciones que nos cobran a los ciudadanos?.

¡Hasta el próximo sábado, si Dios nos permite!

 

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