¿CÓMO CONFIAR EN SEMEJANTES GOBIERNOS?

Gastan anualmente miles de millones en imagen, en publicidad, en asesores, en certificaciones nacionales y extranjeras para validar su presencia en el poder. Todo ha resultado tan inútil como oneroso. Bastaría un simple espejo y una mente autocrítica para darse cuenta de la realidad. Una realidad que no quieren ver.

El divorcio entre pueblo y gobierno es ya casi total. Fuera de ciertos sectores que se benefician con programas asistenciales y de mafiosos como los maistros de la CNTE y grupos similares (que viven de fastidiar a todos los ciudadanos, pero que cobran puntualmente sus quincenas de la nómina oficial); los mexicanos carecen ya de vínculo alguno con sus gobiernos (federal, estatal y municipal).

Engreídos hasta lo irracional, la nueva clase política y sin distingo de partido, se creen paridos en el Olimpo totonaca; su arrogancia y menosprecio hacia los gobernados es absoluta. Solo ante las cámaras aparentan condescender, bajan entre los mortales, aunque nomás sea durante el paneo de los camarógrafos pues de inmediato se suben a sus camionetotas blindadas, con vidrios polarizados (de esos que la ley prohíbe, pero para eso son autoridad), seguidos de una nube de escoltas muy bien pagadas del cajón de los dineros públicos y huyen del peladaje.

¿Cómo confiar en semejantes gobiernos, si sus palabras se limitan a promesas de campaña, a obras o acciones virtuales? Y es que declaran ante los medios a sabiendas que los ingenuos se tragan sus falacias, pero la realidad indica al ciudadano agraviado y enterado de lo que sucede, que se trata de otra burla más, de un acto de cinismo que agranda la división entre gobernantes y gobernados. Veamos algunos casos.

    Los diputados federales se auto asignan un bono navideño por $718,000 mil pesos cada uno (y son 500), mientras que alrededor del 75 por ciento de los mexicanos lucha a diario para poder salir adelante y gran parte de estos para apenas sobrevivir; y los que dicen “representarle” se despachan con la cuchara grande, lastimando por enésima vez al ciudadano (harto de un sistema tributario muy alto, enredoso, de un IMSS que les agobia con sus cobros y amaga de inmediato, de inspectores federales, estatales y municipales que le tratan como delincuente y a los delincuentes no los tocan ni con el pétalo de una rosa).

Su cinismo, el de los diputados federales, llega a tal grado que cuando son descubiertos por la prensa (El Universal, 1/Dic/2016) se reducen su “bono” a $500,000 mil pesos, en tanto que al trabajador se le anuncia que para el próximo año ya se le va a pagar un mínimo de $80.00 pesos diarios. Es decir, $2,400 pesos al mes, cantidad que para que un trabajador con este sueldo gane lo que el bono navideño de los diputados, le llevaría 17 años y 3 meses de su vida. De ese tamaño es la ambición de la clase política.

Y quienes se supone representan la justicia en México no están mejor que los diputados; nos referimos a los Ministros de la Corte. Desde el terreno de la justicia social resultan impresentables. ¿Cómo confiar en un ministro de la SCJN que cobra (nadie decentemente y en un cargo público puede ganar semejante cantidad, que dicho sea de paso, es un vil atraco al erario) $520,000 pesos al mes, más una serie de prestaciones que téngalo por seguro que cuando menos son otros $300 mil más al mes (vacaciones, aguinaldos, seguros, ayudas, etcétera, etcétera). No puede impartir justicia alguien que vive de la injusticia social.

En igual situación de monarcas ―¿qué no están prohibidos los títulos nobiliarios y sus rentas vitalicias en el país?― están losConsejeros de la Judicatura Federallos califas del INE, los magistrados del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, así como una cauda interminable de individuos (van incluidas las mujeres por supuesto) que han encontrado en el gobierno la manera más fácil de enriquecerse, sin problemas, y pasando por encima del trabajo y dignidad de más del ochenta por ciento de los mexicanos en edad productiva. Es inadmisible que en un gobierno democrático, en nuestro caso, emanado de la primera Revolución social en el siglo XX, existan semejantes atracos al erario disfrazados de sueldos. 

Lo cierto es que en este país nadie en el gobierno debería de ganar (excepto el Presidente de la República) más de $50,000 pesos al mes, y es que al abrir el PAN cuando fue gobierno la caja de los dineros públicos aumentándose los sueldos, la ambición de todos (PAN, PRI, PRD, PT, MORENA, y chiquillada) se desató, se perdieron, olvidando en su desenfreno lo que significa ser servidor público.

     En los Estados la situación no es mejor. En el asunto de los terrenos del aeropuerto de Guadalajara francamente apesta, y mucho.Su hedor, originado en tierras que les fueron regaladas a los ejidatarios y por las que ahora piden cientos de millones luego de muchos años, muestra una cara más de la corrupción gubernamental, en la que unos dicen exigir un derecho y otros aparentan concedérselo al amparo de la ley. Sin embargo cuando se revisan con lupa los actores de semejante despojo de los dineros públicos, lo cierto es que hiede y jueces y litigantes implicados están ligados a la universidad pública local. Pero nadie investiga. Todos como en el juego de “Juan Pirulero” cada quien atiende a su juego.

Las transas de los Laudos son otra cara novedosa del desvío de los dineros del pueblo. Por siempre al término de cualquier gobierno municipal, estatal o federal, los funcionarios y empleados que llegaron con el gobernante se iban, era la regla del juego político. Pero llegó el corrupto y mojigato PAN y comenzaron a demandar al gobierno al final o principio de la nueva administración. Pronto le hallaron el modo, así que entre exfuncionarios, abogados y Tribunales se comenzaron a dictar Laudos millonarios (nunca antes vistos en la historia de México) y con ello una nueva forma de saquear al país.

     Y mejor ya le paro porque me estoy enojando ante tanta corrupción y cuando esto sucede escribo cosas muy fuertes, así que mejor me detengoen espera que entre nuestros gobernantes existan todavía algunos sobrevivientes (de cuando había servidores públicos y no cleptómanos disfrazados de gobernantes) que mediten y hagan algo por México antes de que la ambición de los bucaneros hunda nuestro bello y amado país, o nos lleve a una oprobiosa dictadura.

¡Hasta el próximo sábado, si Dios nos permite!.

 

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