MORENA: UN PARTIDO DE FARSA

En la democracia el ciudadano puede elegir al candidato de su preferencia, es parte del juego, un juego que en México, como tantas cosas en la sociedad, ha venido decayendo y acorrientando. Desde la última década del siglo pasado la oferta política comenzó a debilitarse hasta caer a niveles de farsa, de pantomima, llegando a cargos de gran importancia o a la curul verdaderos desconocidos, llenándose el poder de ignorantes, ladrones y vividores. De los hombres inteligentes y experimentados de antaño, con carácter, cuyo puro nombre en la boleta reflejaba seriedad, se pasó sin más a los desconocidos, a simples apodos: “el Bebeto”, “Emilio”, “El bronco”, “Layín” “El peje”, y muchos, muchos etcéteras.

El importantísimo ejercicio de gobernar se traspasó a manos de improvisados, ambiciosos, mentirosos, incluso delincuentes (Abarca en Iguala, Angel Aguirre en Guerrero, Duarte en Veracruz, por nombrar algunos, nos faltarían páginas para ponerlos a todos). Una cauda interminable de inútiles ambiciosos que favorecidos por sus jefes en los distintos gobiernos o congresos, así con minúscula, han servido en los últimos años de tapadera y dique no solo para que no se detenga y procese a tanto bribón; sino para que la marcha del país, estados, municipios y distintos poderes se detenga en lo fundamental; quedando solo en pie la recaudación (que es a final de cuentas lo que más les interesa).

Las partidas presupuestales federales y estatales para los mal llamados partidos políticos (que dejaron de serlo hace tiempo) se han convertido en simple botín que cuidan como mastines. No se diga en años electorales en los que la danza de millones les convierte de ofensa cotidiana ante los ojos de todo el pueblo que lucha para apenas sobrevivir y mira con impotencia como se derrocha tanto recurso en elecciones que solo sirven para cambiar de opresor.

     En el caso de Morena, este Partido, si es que se le puede nombrar así a este negocio privado del Sr. Andrés Manuel López Obrador, en realidad es un engendro político monstruoso con un apetito voraz de dinero y poder, toda vez que la democracia la dio vida; dinero a manos llenas de los causantes vía federal, estatal, y municipal; así como cuotas o moches de aquellos que están en cargos públicos ya sea de manera directa o indirecta ¿quién revisa en realidad en este país el uso y destino de los dineros del pueblo? Nadie.

En Jalisco, por señalar un ejemplo, la Auditoría del Estado ha sido una de las peores burlas contra el pueblo y tapadera de cuanto funcionario público ha querido. Otro ejemplo: en su momento la ASF le hizo saber al Congreso de las irregularidades y saqueos durante el sexenio de Vicente Fox y nadie movió un dedo. Esa es nuestra realidad y Morena conoce a la perfección como evadir estos asuntos de fiscalización.

     Total, conque su mesías tropical o “líder moral” hable y limpie la situación ante los medios, todos salen blancos como palomas(aunque no soportarían con el agua de la verdad y la legalidad mantenerse tan albos como aseguran). No importa un pasado de corrupción o violencia (o ambas cosas), que hayan sido sus enemigos irreconciliables; bastará con que el mesías de Macuspana levante el pulgar para absolver al más vil pecador ―sin importar su origen partidista― para que quede absuelto, aun de sus cuentas ante la ley. Que dicho sea de paso ya nadie cumple en este país de total impunidad, o casi total.

Un individuo violento que dirigiera los destinos del PRI en Tabasco (1983), que compuso un himno local para su entonces partido: “¡Avanzar¡ avanzar con el PRI/ compañeros avanzar/ libertad, unidad/ democracia y justicia social”; se hizo famoso tomando y amenazando con incendiar pozos petroleros, organizando huelgas hasta de barrenderos (a los que sacó sangre para poner letreros en las paredes), un individuo que como lo calificara la argentina Olga Wornat: “de carácter explosivo, afecto a los tonos desmesurados y dueño de un discurso absolutista” (Crónicas Malditas, pág. 101).

Y es que de pronto, cuando anda de buenas es “amor y paz”. El problema es que cuando anda de malas, que es muy frecuente, manda “al diablo a todas las instituciones”. En días pasados en Nueva York acusó al Ejército de cosas sin fundamento alguno, y como le reclamaran sus habladurías, contestó con su habitual estilo Luis XIV, “que él no iba a utilizar al ejército para reprimir”.

En estos días y al mejor estilo de la chimontrufia, así como ofrece perdón y absolución para todos sus enemigos políticos que estén dispuestos a arrepentirse del grave error de no seguirle y militar en su negocio Morena; también pierde la cordura, que es demasiado frecuente, y la agarra contra el Ejército, la Marina y cuanta cosa percibe que puede tener algún “compló” en su contra.

En la dialéctica comunista se atribuía a Lenin la conocida frase, palabras más, palabras menos: “los burgueses siempre aportan la cuerda que les va ahorcar”, consejo que López Obrador ha tomado al pie de la letra, de manera que ha comenzado a “ganar” a ciertos hombres de dinero en el país haciéndoles creer que serán parte en su fantasioso gobierno. Igual hizo Chávez en su momento en Venezuela y conocemos los resultados. El leopardo siempre será leopardo.

Morena no es un partido. Morena es la plataforma de un iluminado que se cree salvador de su imaginaria patria. Nunca ha trabajado en nada, pero dice ser apóstol de los trabajadores. Critica la corrupción y los corruptos, lo cual está bien, el problema es que no sabemos de qué ha vivido tantos años sin trabajar y viajar con numerosos séquito por todo el país y sin tregua.

Millones de mexicanos no pueden(emos) darse(nos) el lujo de viajar un fin de semana ya sea por falta de recursos o para no endeudarse con las tarjetas y este hombre gasta y gasta y sigue gastando, actitud que refleja a ojos de todos su verdadera personalidad ególatra y tiránica. El escritor e historiador alemán Theodor Mommsen ya lo dijo: “el relajamiento moral de un  pueblo que, antaño, fue grande y que se volvió cínico (se refiere al romano), que dudaba a de todo, que huía de las responsabilidades de la vida, que era a la vez cobarde e irritado, que denunciaba los abandonos ajenos y eludía todas las tareas. La decadencia política penetraba en la decadencia económica y biológica. Había unos aristócratas que sabían administrar, mas no gobernar; hombres de negocios demasiado ocupados por su propio provecho personal para preocuparse por salvar a su país, y una burocracia que agotaba todos los recursos y era irremediablemente corrompida” (Ikram Antaki: Manual del ciudadano contemporáneo, pág. 313). El que tenga oídos para oír que oiga, y el que tenga ojos para ver que vea.

¡Hasta el próximo sábado, si Dios nos permite!

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