LAS OTRAS SACUDIDAS

Los recientes temblores que han azotado el centro y sur del país, no solo han traído desgracias y destrucción. También han permitido que afloren muchas situaciones que normalmente están ocultas, pero que ante lo inesperado de estos sucesos, el comportamiento humano ha sacado para sorpresa de casi todos cosas buenas, malas, e incluso terribles.

Empecemos con las primeras. La manera como gran parte de los habitantes de la ciudad de México ha reaccionado ante la desgracia colectiva ha sido ejemplar. Dejar sus propias actividades, trabajo y familias para ayudar al prójimo es digno de todo respeto y elogio. Y mientras unos se daban retirando escombros o ayudando en el rescate, otros más llevaban sándwiches, tortas, tamales, agua, etcétera.

Su ejemplo pasará a la historia (como sucedió ya en 1985); verlos trabajar como hormigas sin parar y sin poner reparos resultó admirable. No así en Oaxaca y Chiapas, en que si bien algunos de los afectados de inmediato se dieron a la tarea de reparar sus hogares o de buscar la manera de empezar de nuevo, la mayoría, como por siglos ha sucedido, se ha limitado a estirar la mano y exigir a “papá gobierno” que les resuelva todo. En verdad qué lamentable.

Cierto, es deber del gobierno ayudar a los gobernados a salir de la crisis y procurar programas que aseguren la alimentación y refugio entre tanto se normaliza la situación, y en seguida buscar la forma de ayudarles a reconstruir. Por cierto, no todo debe esperarse ni ser dado por el gobierno, pues de ser así no habrá dinero alguno que ajuste en el futuro. Primero: porque de tomar ese camino las cargas tributarias se volverían imposibles, que dicho sea de paso, para la mayoría de los causantes ya casi lo son. Y segundo: no se puede ignorar que los fenómenos naturales destructores van en aumento a causa entre otras cosas del calentamiento global, aunque no es la única causa; cuestión que obliga a repensar la situación para tomar las medidas apropiadas.

¿Quién habla de los terribles deslaves que sepultan bajo el lodo a poblaciones y rancherías completas? ¿Quién denuncia en los medios que la causa directa es el desmonte irracional y criminal que entre talabosques y los propios campesinos realizan? Nadie, o casi nadie, es fácil culpar al calentamiento, a la naturaleza, pero no es común decirle a las cosas por su nombre. Y se necesita decirlo.

El día del temblor en Oaxaca, unas cuantas horas antes, los ‘maistros’ de la CNTE atacaron un helicóptero presidencial y estuvieron a punto de ocasionar una tragedia. El día 19 en Morelos, tierra fértil de secuestradores, y Puebla, tierra de pueblos enteros de roba combustibles de la nación (téngalo por seguro que si no se robaran la gasolina, la pagaríamos más barata) fueron sacudidos por sendos temblores, según se dijo al principio. La conducta de los habitantes de la capital todos la sabemos, no se requiere repetir lo que es del dominio público.

De inmediato el temblor(es) del día 19 permitió que se vieran las virtudes y defectos de la sociedad capitalina. De las primeras ya hablamos; de las segundas resulta repugnante que bandas de delincuentes se dedicaran (con toda impunidad): unos a asaltar automovilistas varados en las avenidas, mientras que otros a saquear viviendas y comercios, ya fuera haciéndose pasar por inspectores de Protección Civil, o como lo que son: ¡simples criminales sin entrañas!

Otro aspecto maravilloso de la conducta de los mexicanos (todos, o casi todos), me disculpo, también de personas generosas desde el extranjero: es que esta sacudida movió de nueva cuenta a la unidad y a aportar alimentos y dinero para ayudar a los damnificados. El problema ha sido en este punto los habladores que siembran rumores y falacias denunciando trafiques y robos de la ayuda (sin más sustento en la mayoría de los casos que su larga y rápida lengua).

No se niega por supuesto que tenemos amargas experiencias al respecto. En varios artículos en esta columna, así como en mi libro “EL HOMBRE QUE NUNCA DEBIO SER PRESIDENTE” denuncié las raterías de personas allegadas al presidente Vicente Fox y el desvío cínico y multimillonario del FONDEN que debió ser utilizado luego de un furioso huracán que azotara Chiapas. Sin embargo han pasado muchos años y la fiscalización social de estos dineros es mucho más estricta que entonces.

Y aunque muchos ciudadanos no lo vean, o no lo quieran ver, al Presidente Enrique Peña Nieto le ha tocado durante su gobierno padecer el mayor número de tragedias y de mayor daño y cuantía en la historia reciente del país. Por poner un ejemplo, en este momento su gobierno está trabajando en reparar los cuantiosos y terribles daños sufridos en Baja California Sur, la cuestión es que es la 3ª vez que sucede y en todas ha dado la cara y en todas ha reparado los daños (un Estado gobernado por otro partido distinto al suyo y aunque hubo elecciones y el ganador no fue tampoco del PRI, les ha ayudado con entrega y ejemplo).

Lamentablemente las habladurías contra el Presidente, su familia y gobierno, promovidas por sus enemigos de partido, así como por aquellos que se dejan llevar por los comentarios ajenos sin siquiera indagar si es verdad lo que les dicen, no solo han dañado la estabilidad y unidad nacional, sino que han dañado asimísmos al propalar sin sustento tantos rumores (multiplicados por las redes sociales, youtube y demás) ocasionando caos desinformativo y desunión.

En el temblor de 1985 no había teléfonos celulares, de manera que la ayuda fue espontanea, no podía ser vista ni exhibida en las redes sociales. Hoy en cambio y a causa de los teléfonos portátiles (con cámara), hay 50 millones de presidentes de México y otros tantos de periodistas y expertos en sismos y cuánta cosa se le ocurra a usted, basta con que se tenga un aparatejo de estos para opinar de todo y juzgar todas las acciones. Decir cómo se deben hacer las cosas.

Hay sin embargo otra sacudida que no se ha notado, la espiritual. Hace una semana la televisión comercial terminó una serie biográfica de la cantante Lupita Dalessio quien con una valentía inusual confesó su condición espiritual caída (incredulidad, drogas, adulterio, ocultismo, etcétera) y cómo su búsqueda de Dios trajo por fin paz, libertad y sentido existencial a esa alma inquieta por tantos años. Cosa que a causa o derivada del temblor hasta ahora no se ha visto o los medios la han silenciado. ¿Podremos saber qué sacudidas hubo en el interior del ser humano en los recientes temblores, o nos quedaremos solo con la información de las cosas exteriores?

¡Hasta el próximo sábado, si Dios nos permite!

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