Opinión
Columnas

Lo mismo que con Vicente Fox nos ha sucedido con Andrés Manuel López Obrador. Desde esta columna se dijo una y otra vez que no eran personas confiables ni capaces para detentar la enorme responsabilidad del poder presidencial. Su limitada formación y capacidad intelectual, sus carencias del verdadero hombre de estado, así como su visión ególatra, maniquea, populista, falaz, pepenadora de cuanta persona y grupo político se les acercara (sin importar su pasado, conducta, o cuentas pendientes con la justicia), encendieron las alarmas republicanas. El futuro del país se ponía en riesgo de llegar al poder semejantes individuos. Lamentablemente gran parte de los votantes cayeron en sus graves mentiras y falsas propuestas. Para eso diseñaron su onerosa y torcida publicidad electoral, para engañar. Para atrapar ilusos e ingenuos (que hastiados de la corrupción creyeron en las falacias).

    En sus costosas e ilegales campañas, subvencionadas con dineros de origen obscuro, cargadas de mentiras y promesas que sabían no cumplirían, ambos han hundido al país en el pozo de la deuda pública y la pobreza; abusando los dos del desconocimiento de la gran masa de la situación real que guardan las finanzas y arcas nacionales: entiéndase deuda externa, interna, de Pemex, CFE y demás. Bastó que llamaran ladrones y corruptos a los que estaban (y muchos de ellos lo eran, y permanecen impunes) prometiendo que de darles el voto los meterían a la cárcel.

Al bribón e ignorante de Vicente Fox además de dedicarle decenas de artículos desde que era (mal) gobernador de Guanajuato, al concluir su nefasto sexenio, le dediqué un documento que contiene información suficiente de los principales yerros y actos de corrupción de su gobierno, así como el terrible estado en que dejó las finanzas públicas. El libro se titula “EL HOMBRE QUE NUNCA DEBIO SER PRESIDENTE”, el cual presenté en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara en el año 2007, con una buena acogida por la prensa nacional, extranjera y lectores en general.

En cuanto a López Obrador son tantos los artículos que he escrito acerca de su persona (desde que era candidato al gobierno de Tabasco) y hasta el presente, que los lectores asiduos de esta columna saben que en más de dos décadas jamás he escrito uno solo que le favorezca. Su actitud soberbia, anarquista —no se puede ni debe olvidar su intento de quemar pozos petroleros en Tabasco y la instalación de campamentos en Paseo de la Reforma en la ciudad de México—, belicosa, rebelde a todo orden legal y en contra de las Instituciones públicas, así como su amistad con los que destruyen y repudio para los que trabajan y construyen (que no tiene nada que ver con la izquierda ni con la derecha) me han orillado simplemente a describir sus hechos y acciones públicas. Que, si no le han favorecido, se trata únicamente de la narrativa de su andar político.

Entrando al meollo del presente artículo, las acciones y omisiones presidenciales con relación a las bandas delincuenciales y del narcotráfico, han sumido al país en un pantano de sangre y sumido a la población en desasosiego y temor permanente, que agregado a su pésima estrategia contra el coronavirus (66,329 muertos) mantienen a la inmensa mayoría de los mexicanos en un estrés que no tiene para cuando. Un estrés del que el tabasqueño se ha atrevido a burlar de la peor manera posible, indigna de un hombre de estado decente y sensible al dolor de los gobernados.

En su segundo informe, López Obrador se atrevió a decir que se acabaron las matanzas. En verdad, se ocupa de ser muy cínico o muy mentiroso (o ambas cosas) para afirmar semejante cosa. Tan solo en lo que ha transcurrido de su mal gobierno 53,628 asesinatos se han cometido en México (hasta junio de 2020, Animal Político, 22/Jun). La lista de matanzas es demasiado larga y es del dominio público. Basta recordar la de mujeres y niños de la familia LeBaron en Chihuahua, los jóvenes en un centro de rehabilitación de Irapuato, y la cometida esta semana en un velorio en Cuernavaca, muestras que contradicen la afirmación mentirosa del presidente. El poder ejecutivo requiere de seriedad, visión de unidad y bienestar para todos los ciudadanos. Y no solo para los grupos de incondicionales y las huestes de pobres y jóvenes comprados con el esfuerzo y dinero de los que trabajan.

La impunidad que goza toda la fauna delincuencial en México, con y sin organizar, así como la camaradería manifiesta de AMLO con “el chapo” y su familia, al igual que la intocabilidad para los grandes cárteles de narcotraficantes a los que ofreció desde un principio: ”amor y paz” y “abrazos no balazos”, hacen pensar a millones de ciudadanos de amistad con esos grupos.

Las poderosas armas de los delincuentes (que pasaron por las fronteras y aduanas sin ser molestados), todos los días son usadas para asesinar un centenar de personas en el país, herir a muchos otros, para secuestrar, amedrentar, extorsionar, cobrar piso, asaltar y demás, y nadie en el gobierno las ve ni detecta. Los asesinos las exhiben con ostentación entre una población aterrorizada cuyo gobierno es apenas una caricatura. Un ente que se limita a cobrar impuestos y a organizar elecciones. Nada más.

López Obrador prometió en campaña acabar con los asesinatos y la violencia en el país. Lejos de poner orden las cosas empeoraron. Hasta el presente mes de septiembre no se ha visto una campaña verdadera contra las armas, que dicho sea de paso bajaría los índices de criminalidad. Pero, nada, solo palabras, palabras y más palabras. Tedio matutino insustancial y molesto.

En los años setenta, en Jalisco había muchas armas en las calles (por supuesto que mucho menos que en la actualidad), el entonces gobernador, el Lic. Flavio Romero de Velasco, se fajó los pantalones y con la ley en la mano puso orden en el Estado bajando de inmediato los índices de criminalidad.

Una mañana estando en su oficina en Palacio de Gobierno recibió una llamada del entonces Procurador informándole que había una persona detenida (por traer una pistola) que decía ser hermano del mandatario. Serio y formal en todo (e institucional) como era Don Flavio, pidió al Procurador le pusiera al teléfono a dicha persona. Cerciorado que en efecto era su hermano, su único hermano, le pidió pasara el aparato al Fiscal, quien al preguntar al Gobernador que hacía con su hermano, el Lic. Flavio Romero de Velasco le contestó: Cumpla con su deber ¡consígnelo!

    ¡Ese día perdí a mi hermano!, dijo Don Flavio con un dejo de tristeza, quien nos compartió la historia a un grupo de periodistas algunos años después. El contraste: López Obrador enterado del video de su hermano Pío recibiendo grandes sumas de dinero de manera ilícita para campañas, además de justificarlo, no ha hecho ni dicho pío.

Los indicios sugieren la presencia de un narco gobierno pues no se puede entender de otra manera tanta impunidad para los asesinos y envenenadores de la sociedad, ya que de ser el caso de incapacidad del presidente y su gabinete (una especie de Frankenstein hecho de retazos políticos a la manera de la novela de M. Shelley) la renuncia ya debería haber ocurrido. ¿O quizá suceden ambas cosas? ¿Qué considera usted estimado lector?

¡Hasta el próximo sábado si Dios nos permite!

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La pandemia del coronavirus no solo ha traído enfermedad y muerte. Las estrategias de algunos gobiernos para enfrentar la epidemia han sido terribles, erróneas y de gravísimas consecuencias, como es el caso de México. Pero hoy no hablaremos directamente de los yerros del gobierno; hablaremos de los otros efectos dañinos y mortíferos que ha traído esta peste moderna (aunque ocasionados en gran medida por las decisiones del gobierno).

En primer orden hablaremos de los daños ocasionados a LA FAMILIA, con el coronavirus se acabaron los abrazos, los besos, las muestras físicas de afecto, las visitas, las convivencias, las charlas, la instrucción y ejemplo generacional con y sin palabras. Abuelos (y bisabuelos) quedamos aislados, solos, al impedirse el contacto y la reunión física, nos convertimos en una especie de ‘desaparecidos’ sociales.

Debiendo procurar la protección y cuidados en la vida de los ciudadanos en todos los órdenes, de manera irresponsable, indolente e inhumana, el gobierno se metió de lleno a la preparación de las elecciones próximas, importándole un comino la vida, economía y salud de los ciudadanos (recurriendo a los métodos más bajos, menospreciando el orden social y la inteligencia de los gobernados).

Y al desentenderse de sus deberes y acciones, la economía nacional, que ya estaba en proceso de recesión, con la pandemia se colapsó. Trago amargo para la inmensa mayoría de los mexicanos, que los gobernantes, a causa de la fastuosidad de Palacio Nacional y la embriaguez del poder, no han probado. Pero que sin duda les será reclamado a su tiempo con dureza.

Como consecuencia del derrumbe de la economía, no atendida (ni querido entender) por el gobierno, la pobreza se soltó a galope como no se había visto desde la época de la Revolución Mexicana, y con la pobreza, llegó de la mano el hambre, hambre que aumentará día con día pues los estómagos no se nutren con conferencias mañaneras. Se hace con comida, no dada a manera de limosna para mantener tiranizado a un pueblo (como ‘mascotas’, escribiera el compañero Sergio Sarmiento), sino con el esfuerzo del trabajo, creando condiciones favorables para las inversiones extranjeras y nacionales (y no viendo en ellas a enemigos a los que hay que eliminar) y con ello la creación y sostén de empleos.

Con la epidemia la violencia ha crecido, ríos de sangre corren a diario y aflicciones sin fin azotan a los mexicanos (secuestros, extorsiones, asaltos, robos, etc.). A las empresas robo de camiones de carga, asalto de trenes con mercancías, descarrilamiento para saqueo, obstrucción de vías y demás. Mientras que al estado el robo de gasolinas y gas son cosa de todos los días. Y aunque se prometió que en este gobierno se acabarían todos estos delitos, nada se ha hecho. Al contrario, con la epidemia han aumentado a manera de pesadilla.

Contrario a lo que se pudiera pensar, la violencia en los hogares también ha aumentado, saliendo lo peor de cada quien (el haber sacado a Dios de la familia ha traído costos por demás altos), así que golpes, drogas, abusos sexuales, y adicción a la pornografía son parte de los nocivos efectos.

Por si no fuera suficiente para esta sociedad desprotegida por su gobierno, agobiada, desangrada, empobrecida y ahora hambrienta, se suma al cuadro de horror una jauría de hienas y chacales que se dicen humanos, pero de tales no tienen más que el cuerpo, demonios que les ha dado por abusar y asesinar de mujeres e incluso niños. Para tales monstruos la pena de muerte o la cadena perpetua en juicio sumarísimo debiera instaurarse. Primero los derechos de las víctimas, no las del victimario. Lamentablemente en México reina la impunidad.

Ante tanta adversidad, la irritabilidad social se encuentra con o sin cubre bocas, a punto de explotar, ya sea porque el familiar se murió a causa del coronavirus, que el negocio del que se mantenía la familia o en el que se era empleado cerró sus puertas, que la profesión u oficio ejercido no funciona en este momento o carece de clientes, así que cualquier cosa puede prender la mecha

El derrumbamiento del mundo cultural es otro de los terribles efectos: libros, librerías, actores, teatros, cines, presentaciones y ferias de libros, espectáculos, conciertos, se han ausentado, dejando a la sociedad en ayunas, en abstinencia de todas aquellas experiencias que alimentan el espíritu y ennoblecen al hombre (para los más jóvenes se les hace saber que la palabra hombre expresada de esta manera incluye las mujeres). En lo personal mis dos últimos libros no los he podido presentar, ni distribuir, ni vender. Experiencia que azota a la mayoría de los que participamos de la vida cultural. Teatros cerrados (incluso circos), museos, galerías, son desánimo para creadores y artistas y promotores de necesidades (pobreza pues).

En el sector médico los efectos han sido a manera de huracán devastador, quizá peor, pues en un meteoro los vientos cesan y la calma vuelve. En esta peste posmoderna médicos, enfermeras, laboratoristas, camilleros y demás personal hospitalario no tienen tregua. La cuota de muertos y contagiados es altísima comparada con otros países. Irónica y absurdamente el gobierno se ha dedicado a guardar minutos de silencio cuando lo que ese gremio tan valioso (y tan castigado) lo que necesita es otras cosas. Muchas otras cosas, entre ellas equipo, insumos, aparatos, MEDICINAS y personal que refresque sus faenas que ya llevan seis largos meses.

También la ambición y avaricia de muchos ha sido mostrada de la peor manera. En lo personal procuro no endeudarme y pagar lo que debo. El coronavirus y la edad me mantuvieron encerrado, con todo el tedio que esto significa, aun así, en cuanto anunciaron la apertura de las tiendas pasé a Liverpool a realizar un pago (superior al mínimo de mi pequeño adeudo) quedando un saldo de $528.00 (sin saldo vencido). Sin embargo, esta semana acudí a pagar el saldo y me cobraron $1,100.00 pesos. Es decir, en un mes y días me cobraron de intereses $570.00 pesos. Un verdadero robo. No perderé mi tiempo en reclamos legales a una tienda sin ética, pero pienso en tantas personas que hacen uso de esos negocios que a manera de tiendas de raya mantienen esclavizados a los clientes con altísimos intereses y moratorios. Algo inadmisible en una emergencia de salud que requiere de la voluntad y participación de todos.

Ni qué decir entonces de la Secretaría de Finanzas de Jalisco. Nos dicen una y otra vez a los viejos “¡quédate en casa!”, y aunque debía el refrendo de mi carro (modelo 2010), no hacía el pago esperando que bajaran los contagios e ir a la Recaudadora. La cuestión es que el sábado 22 del presente mes de agosto me encontré en la mañana en el buzón de mi casa una notificación que me hacía saber que por el refrendo (y una multa) tenía que pagar $2,048.62 pesos del refrendo (tres veces su valor). Lo peor de todo es que el notificador llenó con puras mentiras el acta y no se entendió con nadie. ¿No sabe el gobernador y el secretario de finanzas que esas perversiones son las que les hacen odiosos delante del pueblo? ¿No nos pidieron a los viejos que nos mantuviéramos en casa? ¿No podían avisar en los medios que se acababa el plazo y fijar un límite para evitar estos robos en una época en la que la mayoría no tiene ingresos o han disminuido?

Como se aprecia, en este artículo se han señalado algunas cosas, efectos nocivos de esta terrible epidemia que azota al mundo, pero que en México se ha ensañado y sus daños amenazan con prolongarse. Daños que solo unidos: GOBIERNO Y TODOS LOS SECTORES DE LA SOCIEDAD podremos disminuir. Divididos sólo agravaremos la situación ¿O usted que considera estimado lector?

¡Hasta el próximo sábado si Dios nos permite!

Email: mahergo50@hotmail.com

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Mi abuelo materno, Don Vicente Gómez Franco, encargado del rastro de Tepatitlán durante la Guerra Cristera. Hastiado de ver la maldad y corrupción de soldados y cristeros, ya que unos y otros llegaban con ganado robado (para ser sacrificado y vender los restantes), el abuelo acuñó una frase que describe perfectamente la deshonestidad de unos y otros: “¡Para que muerdan lo mismo da perro que perra!”

   Cierto, ¿qué diferencia puede haber desde la legalidad y la verdadera honestidad que los corruptos sean del PRI, PAN, PRD, VERDE, PT, MC o MORENA? La verdad es que ninguna. Unos y otros, además de perder todo respeto por parte del pueblo, se exhiben cínicamente como vulgares ladrones (hay excepciones, claro). No basta condenar la corrupción, hacerlo obliga tener un testimonio de integridad capaz de poder quitar pajas de ojos ajenos y carecer de vigas en el propio.

    Para vergüenza de López Obrador y desgracia de México, el presidente no es lo que dice ser. Carece de testimonio para hablar contra la corrupción. Alguien que nunca ha trabajado carece de autoridad moral; viajar durante doce años de campaña lo cual debió costar una millonada y jamás explicar de dónde salió todo ese dinero (que la ley prohíbe utilizar, para eso es el financiamiento público en épocas electorales) le convierte no solo en corrupto, sino en objeto de suspicacias (luego de ver que soltó al hijo del Chapo y saludar con tanta familiaridad a la mamá del archi criminal); además que no únicamente es corrupto el ladrón que se lleva los dineros del pueblo tomándolos de las arcas públicas Por supuesto que no. También lo es el que se beneficia de ellos. La corrupción toma tantas formas como la maldad humana es capaz de inventar, apoyar o permitir.

   Cuando era presidente municipal de la ciudad de México (aunque le nombraran de otro modo), estuvo rodeado de una caterva de facinerosos. Salir con el cuento de que no lo sabía o no les conocía las mañas empeora su condición. ¿No sabía acaso que su tesorero Gustavo Ponce robaba enormes cantidades de las arcas para satisfacer su vicio del juego en Las Vegas? (sin duda que los hurtos le daban para mucho más y que no había control, sí eso se gastaba en sus vicios ¿a cuánto ascendieron sus hurtos para su patrimonio personal y las necesidades de su partido político?

    Ahora que están nuevamente de moda los videos de corruptos, ¿cómo olvidar a René Bejarano y Carlos Imaz (el entonces esposo de Claudia Sheinbaum) guardando enormes sumas de dinero con la ambición mostrada en sus rostros? Decir López Obrador que él no lo sabía o no los conocía bien, solo lo hunde más. Lo cierto es que las últimas décadas se ha rodeado de corruptos, de anarquistas destructores que nada aportan de provecho al país y son sangrado y lastre económico para el país, pues, aunque arengan con la izquierda les fascina vivir como sus adversarios de la derecha. Sus sueldos y patrimonios son en muchos casos escandalosos y muy, pero muy superiores a lo que tienen (emos) la mayoría de los mexicanos que nunca hemos trabajado en el gobierno (ni queremos tampoco).

     Pocos años antes, su amiga e incondicional Dolores Padierna (tía del juez que tiene bajo su tiranía a Rosario Robles por evidente venganza de AMLO y Padierna), era jefa Delegacional en Cuauhtémoc, sucediendo que el 20/Oct/2000, en el cabaret Lobohombo se inició un voraz incendio debido a un corto circuito. El problema es que sucedió a las 5:10 a.m., hora en que el lugar debía tener cuando menos ya dos horas de cerrado, agravando la tragedia que la puerta de emergencia estaba cerrada y la toma de agua para los bomberos era simulada (estaba colocada en la pared, pero no estaba conectada a red de agua alguna). El resultado 20 muertos y 39 heridos (La Jornada, 21/Oct/2000). Dolores Padierna no sufrió daño alguno. Su entonces amiga, compañera de partido y superior, Rosario Robles le cubrió las espaldas. Qué cosa, y la Padierna le paga nombrando a su sobrino inquisidor de su ex amiga y jefa para que la enjuicie sin piedad alguna y por encima de lo que señala la ley. Una corrupción legal y moral que el presidente justifica y promueve.

     A propósito de videos, este fin de semana apareció en los periódicos la nota de que un hermano de López Obrador recibe bolsas de dinero de mano de David León, quien en recién acaba de ser nombrado por el presidente como titular de la nueva empresa distribuidora de medicamentos. Lo sorprendente es que en la conferencia mañanera del presidente (que actúa como publicista de si mismo, claro, al estilo Mussolini y Chávez) justificó de inmediato a su hermano diciendo que eran ‘apoyos’. Es decir, lo que en el rico es gusto en el pobre es borrachera. Lo que en lo otros partidos es corrupción en la 4-T son apoyos. ¡Uf!

    Considerando que se ha dicho ‘evangélico’ el presidente. La Escritura sentencia sin matiz alguno: “¡Ay de los que a lo malo dicen bueno, y a lo bueno malo; que hacen de la luz tinieblas, y de las tinieblas luz!” (Isaías 5:20). Las leyes electorales son claras y precisas al respecto. Ni qué decir de tantas acciones corruptas ocurridas durante este gobierno de doble moral.

    Es corrupción cancelar un aeropuerto (NAIM) que además de ser necesario para continuar con el crecimiento del país, ya se le había invertido una fortuna que fue a dar al basurero. Es corrupción cancelar en Mexicali una planta cervecera a punto de concluir, que teniendo todos sus permisos y habiendo invertido ya la enorme suma de 900 millones de dólares (de 1,400), nomás porque unos fanáticos seguidores de él levantaron la mano y acusaron anomalías (falsas y sin sustento), cancelaron la planta (en un país urgido de empleos).

   Es corrupto el presidente por su omisión al no hacer valer la ley, lo cual le convierte en el principal promotor de impunidad, permitiendo que el país siga controlado por la enorme y cada vez más creciente fauna criminal. Las pocas acciones jurídicas que emprende son selectivas, mediáticas y con un simple y vulgar sentido electoral. Por más que hable de combate a la corrupción, solo un fanático o un ignorante de la realidad nacional puede creerle.

   Corrupción es decir que en su gobierno no va a crecer la deuda pública(que recibió en un 44.9% respecto al PIB) y que de acuerdo a BBVA y CitiBanamex tan solo en este año crecerá la deuda al doble de lo que creció en todo el sexenio pasado, es decir, aumentará hasta el 59.2% (El Universal, 9/Jun/2020). Ni qué decir de las escandalosas pérdidas durante el actual gobierno en la CFE y Pemex, paraestatales a las que se les ha inyectado una cantidad astronómica, que solo tiene contentos a los jefes y sindicatos de esos barriles sin fondo. Emiratos de jeques auspiciados y sostenidos desde el actual régimen.

   También es corrupción que les haya perdonado (mayo de 2019) a los tabasqueños nada menos que $11,000’000,000 (once mil) millones de pesos de adeudos que desde el año 1994 sus paisanos (arengados justamente por él) no pagaban de consumos de luz, es decir, LES PERDONÓ SUS ROBOS.

   Corrupción es pagar ventiladores al hijo de M. Bartlett a $1’500,000 pesos, cuando su valor comercial era de $ 400,000. Corrupción es construir una Refinería a sabiendas que no se necesita, de construirla en un lugar inadecuado, y que no estará lista durante su (mal)gobierno. Indicios de corrupción es conocer el abultado patrimonio del actual director de la CFE, el de Eréndira Sandoval y su esposo el norteamericano John Ackerman (que además de opinar y meterse en la vida política nacional, lo cual la constitución le prohíbe, actúa como señor de horca y cuchillo de la 4-T), así como de otros familiares. Un gobierno dizque defensor de pobres pero integrado por ricos.

Es corrupto el presidente al encumbrar al Dr. López Gatell asignándole varias y muy importantes dependencias bajo su responsabilidad, cuando lo cierto es que debiera ser investigado (y de ser el caso consignado) por las 60 mil muertes por coronavirus, ocasionadas en buena medida por su pésima, negligente e indolente estrategia implementada contra la pandemia.

    Es corrupto el presidente Andrés M. López Obrador al contender y aceptar un cargo para el que no estaba preparado. Como también es corrupción conformar su gabinete con una galería de incapaces e inexpertos para cargos de tanta responsabilidad social. No es asunto de partidos políticos. Es asunto de capacidades, inteligencia, integridad, moralidad y apego absoluto al estado derecho, cualidades y requisitos indispensables para cualquier aspirante a tan honroso cargo. Cargo que al aceptarlo y sin contar con ellos le convierte de facto en corrupto; aunque le acompañe en su tarea tan sui generis cofradía, cerrando con la frase de mi abuelo: “¡Para que muerdan lo mismo da perro que perra!”

¡Hasta el próximo sábado si Dios nos permite!

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El mal y la pobreza ya estaban, con la epidemia simplemente se multiplicaron. La primera gran decisión de su gobierno fallido, mejor dicho, fracasado, fue cancelar la construcción del NAIM; obra que además de necesaria para el desarrollo del país y de crear miles de empleos directos e indirectos, marcó para siempre a este gobierno, que, dicho sea de paso, además de no estar preparado para semejante responsabilidad, ha mostrado no tener la menor idea de lo que se tiene qué hacer. Palos de ciego y ocurrencias, siempre acompañadas de estrategias mediáticas y decisiones populistas, son el sello, aunque apenas sirven para engañar bobos.

Un gabinete integrado por inexpertos, incapaces, algunos mediocres, aunque todos, sin excepción, genuflexos ante el jefe y sin valor para exponer la verdad, disentir ante el error o hacer valer su dignidad (lo visto hasta ahora así lo corrobora), ha llevado al país a una condición no vista desde la época revolucionaria, acumulando yerro tras yerro, puesto que no es lo mismo marchar por las calles gritando consignas contra el gobierno, que ser el gobierno y resolver los muchos y enormes problemas.

De por sí que la desigualdad social se ha marcado cada vez más en lo que corre del presente siglo, tiempo en el que la pobreza, y no se diga en el actual gobierno, se ha disparado a niveles no vistos en mucho tiempo, debido fundamentalmente a la política económica absurda y suicida implementada por AMLO. Y eso que repite todos los días “primero los pobres”, frase que quizá se entendió mal y lo que pretende decir que es a los primeros que va a extinguir o hacer morir de hambre son precisamente los pobres.

Pobreza que se disparó de inmediato en el momento que la pandemia del coronavirus azotó México toda vez que el estado además de minimizar los efectos mortales de la plaga, implementó una estrategia a todas luces torpe y fallida, basta decir que al momento de escribir este artículo había 511,369 contagios y 55,908 personas muertas a causa del mortal virus, saturando hospitales y clínicas públicas, exponiendo de más a médicos y personal de salud (con alto índice de muertes y contagios) cuando se pudo evitar en buena medida.

Lo peor del caso es que medio año después, cuando se han dado cuenta de su gravísimo error, un error que en su soberbia y frivolidad el presidente dijo que “le cayó como anillo al dedo” ya no hallan ahora como enmendar, ya sea distrayendo a la sociedad con espectáculo político de escándalos (Lozoya, etc.), o intentando engañar de nueva cuenta a los mexicanos (como es el patético caso del Dr. López Gatell, un hombre con conocimientos científicos, pero sin la vocación de médico, a quien no le ha importado que se mueran decenas de miles de pacientes que pudieron no haberse contagiado si se hubiesen tomado otras medidas, pero que lo único que le importa es tener contento a su jefe).

    La cuestión de fondo es que la epidemia nos ha afectado de múltiples formas, una de ellas es la pobreza, al cerrarse de manera intempestiva todas las fuentes de trabajo y paralizar con ello la producción y la economía nacional. Desde esta columna se dijo a tiempo lo que vendría de no tomarse las previsiones. No se tomaron.

El sábado 22 de marzo de 2020 se advirtió en este espacio: Tres gravísimos problemas se avizoran en todo esto: uno, que en las pymes no hay dinero en la mayoría de los casos para pagar sueldos ya que por lo general van al día (y sujetos a deudas y créditos pendientes); dos, que los arrendadores indolentes (sin duda que debe de haber algunos con sensibilidad humana) no bajan la renta o la suspenden hasta que pase la crisis; y tres, que los propios comerciantes o emprendedores van también a quedar sin ingresos para sus familias. Mientras tanto el gobierno calla”.

Poco tiempo después se señaló también: se implemente a manera de ya un programa ambicioso y apegado a nuestra nueva realidad económica que le reactive (se avecina una época de mucha hambre y pobreza)”.  25/Abr/2020. No se atendió. El presidente no escucha ni atiende a la prensa.

En suma, todos estos factores indicaban la llegada de una pobreza no vista en un siglo, pobreza que el gobierno no quiso ver. Su regodeo en un poder que siempre acarició su líder pero que pensaron jamás lograrían (hasta que contaron con la suerte de un gobierno integrado por individuos no corruptos, sino endemoniados y con una avaricia jamás vista en México que les allanara el camino; además de sumar a la campaña todas las fuerzas posibles, disímbolas y antagónicas) le impidió observar y analizar los efectos no solo del coronavirus; ya que a la tragedia tenían que sumar las acciones de AMLO que, como es del dominio público, han espantado a las inversiones extranjeras y nacionales, pasando por alto que la riqueza no se produce por orden del presidente. Se produce mediante el trabajo de todos, DE TODOS, la inteligencia en el diseño y proyección del trabajo, en el marco de un clima legal y social que permita el sano desarrollo de la economía.

Ciencia que debe siempre tener como prioridad el bienestar de la sociedad, de los que trabajan y producen, valorando la importancia de los mismos (no es lo mismo barrer que crear vacunas o realizar cirugías). Emile James, catedrático de la Facultad de Derecho y Ciencias Económicas de la Universidad de Paris, advertía en las conclusiones de su famoso libro, que leí como texto allá por 1971: “Volviendo sobre la vieja sentencia de Juan Bodino, en el siglo XVI, de que ‘solo hay riqueza de hombres’, recomendaríamos la elaboración de una ciencia más humana; en ella las diferentes necesidades deberían clasificarse con arreglo a la respectiva importancia vital” (Historia del Pensamiento Económico, pág. 412).

Y en tanto que la pobreza ataca ya a los hogares, que los micro, pequeño y mediano negocios luchan para volver a abrir y tratar de mantenerse vivos, aunque muchos de ellos ya cerraron en definitiva; el presidente López Obrador (y su gabinete económico ¿lo hay?) perdido en un proyecto que solo en su mente existe y que sólo en ella puede ser viable, así que el país se hunde en la pobreza sin que nadie en el gobierno haga algo para detener esta catástrofe de dimensiones no vistas desde hace un siglo. Catástrofe a la que se agregó previamente la cancelación en la compra de medicinas, la desaparición del Seguro Popular y el abandono al sector salud, bajo el argumento de una austeridad absurda ¿En un país con tantas carencias en salud como México, es sabio implementar una política de austeridad?

Hace un siglo los muertos los ocasionó la Revolución Mexicana y la Influenza Española (que cobró 300 mil muertes). Hoy día, agosto del año 2020, los muertos no son por ninguna revolución, son a causa de la impunidad ofrecida (abrazos, no balazos) y concedida por éste y los gobiernos anteriores a toda la fauna criminal, aunque la epidemia ahora se llama coronavirus. En 1918 la ciencia médica y hospitalaria estaba en otras condiciones muy distintas, de ahí que las decisiones tomadas al respecto por el actual régimen cobren otra dimensión y responsabilidad. Una responsabilidad que además de tener que rendir cuentas —aunque ya se defiendan desde ahora—  de la mayoría de las muertes ocasionadas por la epidemia a causa de su estrategia fallida y económicamente miserable; es responsable además de las políticas económicas sin rumbo alguno, ya que lo único que han ocasionado y con tintes apocalípticos es la POBREZA GALOPANTE, en tanto que el PRESIDENTE SE ENCUENTRA PERDIDO en su soberbia y fantasías..

¡Hasta el próximo sábado si Dios nos permite!

 

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