CORINA, SHEINBAUM, MÉXICO…
Pocas ocasiones el otorgamiento del «Premio Nobel de la Paz» ha sido tan acertado y merecido como este año. María Corina Machado personifica con sus hechos, palabras y liderazgo político a un pueblo duramente oprimido, saqueado y violentado, por una banda de malhechores con disfraz de “políticos”. La valentía mostrada en medio de una sociedad machista tiranizada por criminales, tratando de recuperar su país (Venezuela) por los métodos legales y democráticos, mejor aún, derrotandolos en las elecciones de 2024 hablan de esa mujer singular. Una persona formada en los valores legales y la convivencia humana civilizada, capaz de mantenerse así y mostrar templanza y dominio propio en medio de la persecución de una banda de asesinos que en todo tiempo la han hostigado.
La inmensa mayoría de pueblos y países formados en los valores judeocristianos nos alegramos con tan atinado nombramiento. La Unión Europea, así como la mayoría en Latinoamérica nos sumamos a esa alegría, corroborando la atinada elección de la Academia Sueca, la cual se expresó de la ganadora como: “Una valiente y comprometida defensora de la paz”. En hora buena y por demás merecido premio.
LA POSTURA DEL GOBIERNO MEXICANO
El otorgamiento del Premio Nobel a Corina Machado concedió a la presidenta Claudia Sheinbaum una oportunidad especial para mostrar un cambio de rumbo y actitud política. No lo hizo. Sumida su gestión en un pantano de sangre y violencia, en una ingobernabilidad cada vez más notoria, el premio le abría un espacio valioso para sumarse a la fila de los países democráticos. Le ganó el fanatismo y la soberbia ideológica.
Con una actitud abiertamente mezquina, prefirió mostrarse alineada al bloque de los dictadores latinoamericanos (Venezuela, Cuba, Nicaragua) y negar unas palabras de reconocimiento. Vaya, ni siquiera una sonrisa de simpatía. Nada, la frialdad despótica al estilo Stalin.
¿A cambio de qué? De nada, de desprestigio para ella y su gobierno, y por supuesto, de daño a México y a los mexicanos, ya que todas sus acciones, le guste o no, lo crea o no, lo piense o no, nos afectan positiva o negativamente a los mexicanos. No es lo mismo que opine cualquier ciudadano en una plaza pública para algún medio, a que lo haga la presidenta de México.
Y MEXICO HUNDIÉNDOSE
Mientras esto sucede, México continúa sumiéndose en la opresión criminal, en la desgracia colectiva, en el declive económico, más grave aún, en una dictadura enmascarada que día con día deja ver su horrenda faz a los entendidos. A los que se opusieron desde siempre a que llegara MORENA así como aquellos que les concedieron su voto y tardíamente se han dado cuenta de su grave yerro. Unos y otros hemos sido testigos —con profundo dolor e indignación ciudadana— de cómo se han ido destruyendo con fuerza los pilares de la vida republicana que nos llevaron dos siglos en construir.
Ciertamente somos un pueblo difícil en muchos sentidos. Nuestra historia recoge y relata nuestra esencia, pasos, derrotas y aciertos. Lo que logramos construir en dos largos y dolorosos siglos; en apenas siete años esta banda de ambiciosos, ignorantes, resentidos, improvisados y violentos, se dieron a la tarea de destruir todo, absolutamente todo: La República, los poderes, cada una de las instituciones que sostenían nuestra democracia que, con tanto esfuerzo, y, parafraseando a Churchill con «SANGRE, ESFUERZO, LÁGRIMAS Y SUDOR» logramos construir y tener. Pero que el demonio de Macuspana se encargó de destruir.
De Frontera a frontera y de costa a costa las bandas criminales son las que dominan al pueblo mexicano, lo someten, ultrajan, despojan, roban, extorsionan, secuestran, violan, someten a esclavitud, a la leva, a un estado de estrés permanente, con la indiferencia total de un régimen al que sólo le importan dos cosas: ¡mantenerse en el poder y el dinero de los mexicanos!
Gobernar no saben. Las terribles y emblemáticas obras del obradorato son muestra a la posteridad del derroche, irresponsabilidad e ignorancia. Los abrazos han sido para los delincuentes; y los balazos y hostilidad permanente contra los mexicanos; sobre todo para los que no votaron por ellos, o que se atreven a criticarlos.
Desaparecieron todos los fideicomisos para APODERARSE DE LOS DINEROS PÚBLICOS como viles malhechores, claro, como saben hacerlo y es costumbre permanente ¡MENTIR A TODAS HORAS! llevándose entre otros el FONDEN. Así que desde la tragedia en Acapulco en el gobierno de AMLO hasta las gravísimas inundaciones en Veracruz, Puebla, Hidalgo, San Luis Potosí y parte de Querétaro, los mexicanos en desgracia han quedado sin amparo de gobierno alguno. A la buena de Dios.
La insensibilidad (y maldad) de López Obrador son únicas, nunca se paró en las tragedias. Le importó (y le importa) nada el dolor de los demás; su egolatría es patética, social y legalmente condenable. En su momento fue elegido para resolver los problemas de los mexicanos, no para que compraran “san amlitos”.
Claudia Sheinbaum sí se paró esta semana en algunos lugares inundados, sumidos en lodo, sin comida y sin servicios de ninguna clase. La cuestión es que confundió estas comunidades sumidas en el dolor y la tragedia, con asistentes a mítines de MORENA en el zócalo, convirtiendo su presencia en un sin sentido (para no decir fracaso), provocando rencores sociales donde la tragedia domina los pensamientos.
Y así como esos mexicanos están sumidos en el lodo y sufriendo esta tragedia climática, el resto, sufrimos con cada vez más dolor la pérdida de nuestra vida republicana y democrática. Con un ejecutivo autoritario y lejano a los ciudadanos. Con un legislativo al servicio único del titular del ejecutivo (y MORENA), y un judicial (también al servicio del ejecutivo) e integrado en su mayoría por ignorantes de su función (un título de abogado no concede a nadie la capacidad ni la experiencia para ser juez, mucho menos magistrado, ni qué decir Ministro de la SCJN. Los damnificados a final de cuentas somos más de 100 millones de mexicanos.
¡Hasta el próximo sábado si Dios nos permite!
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