Y MÉXICO SE PERDIÓ

¿En qué momento perdimos al país? ¿Cómo sucedió, cómo es que no hicimos lo suficiente para detenerlo? Las respuestas, además de obligadas, son muchas y en varios sentidos y nos involucran a todos; ya sea por apatía e indiferencia; ya sea realizando algún esfuerzo para detener o  revertir tanto daño.

En primerísimo orden tnemos a los gobiernos del siglos XXI: ¡a todos, desde el inútil y corrupto Vicente Fox, continuando con el fanático y limitado Felipe Calderón, para concluir con el también corrupto Enrique Peña Nieto y finalmente con el corruptísimo, zángano, cínico, desvergonzado y destructor ANDRES MANUEL LÓPEZ OBRADOR! El peor de todos (y quizá el peor presidente en toda nuestra historia, superando a los otros dos López).

No entraremos en detalles del nocivo y destructor tabasqueño. Lo hemos hecho por años desde esta columna (y desde varios de mis libros). Será suficiente con recordar a los lectores: que este sujeto (AMLO) —además de merecer estar en la cárcel por sus incontables delitos, ilícitos, negligencias, indolencias, incapacidades y desatención constante a sus muchos deberes— entregó el país a las bandas delincuenciales; «abrazos, no balazos», fue el slogan de este traidor. Se alió con ellos, acompañándole en sus correrías delictivas una cauda de gobernadorzuelos, que como él, y al estilo del Tirano Banderas de Valle Inclán, se han mantenido en el poder gracias al terror y la opresión.

     El dictadorzuelo de Macuspana (actualmente en fuga) destruyó el sistema nacional de salud, por su culpa y desatención murieron más de un millón de mexicanos durante la pandemia y por la desatención de otras enfermedades, pues el irresponsable este dejó sin medicinas, aparatos, insumos hospitalarios y demás: como también entregó la seguridad de los gobernados a las bandas criminales.

La vida y bienes de los mexicanos se convirtieron de un día para otro (del 1 de diciembre de 2018 en adelante) en botín fácil para la cada vez más abundante fauna delincuencial. Los propietarios se convirtieron en peones-esclavos de los criminales, sus tierras, ranchos, casas o negocios pasaron de dueño sin pagar un solo pesos, y, ¡ay de aquél que denunciara o se quejara! Para estos inocentes si hubo balazos de inmediato. Todas estas muertes impunes todavía.

Derivado de esta entrega del país a las bandas de asesinos, el rostro político, geográfico y social de México cambio radicalmente. Desde entonces pocas son las carreteras que el ciudadano ordenado y pacífico puede transitar, los lugares que puede visitar. ¡Vaya, ni siquiera puede poner precio a sus productos del campo o a los elaborados por él (limones, aguacates, tortillas, y un larguísimo etcétera) porque los criminales lo fijan! Y todo esto ante la mirada cínica y cómplice de los gobiernos de la 4-T (MORENA).

      Las familias viven en eterna angustia ya sea por el temor a que los asesinen, secuestren, se lleven en la leva criminal a sus hijos, o maten a sus hijas o las sometan a la esclavitud (prostitución forzada). ¿Y qué hizo AMLO, o qué hace su sucesora? ¡Nada, absolutamente nada! Salir todas las mañanas a decir mentiras y pintar un México virtual que solo existe en sus mentes corruptas.

Volviendo, sin embargo, a nuestras preguntas iniciales ¿en qué momento el pueblo de México, o cuando menos un gran porcentaje, abandonó sus raíces cristianas? ¿Por qué razón las nuevas generaciones se alejaron de la fe, la legalidad y respeto al orden establecido?

De pronto. y con suma rapidez, la cosmovisión que nos sostuvo por generaciones a los mexicanos, fue dejada de lado apareciendo legiones de violentos y tatuados (algunos con aspecto verdaderamente terrorífico); sin respeto a los padres, la ley, el trabajo, el estudio y el esfuerzo, dando paso a lo fácil, lo cómodo y lo sensual (sin importar el origen de las cosas).

     Aún así, no podemos dar a México por perdido. Nuestra situación y condición me recuerda a la grandiosa obra de Charles Dickens: “Era el mejor y el más detestable de los tiempos, la época del saber y la tontería; de la fe y la incredulidad; de la luz y de las tinieblas; la primavera de la esperanza y el invierno de la desesperación. Ibamos directamente al cielo y rodábamos hacia el infierno” (Historia de Dos ciudades).

Aunque en su magnífica obra Dickens se refiere a Londres y París durante la época de la revolución francesa, su brillante y atinada descripción se acomoda a la perfección a nuestro país. El tiempo actual pude ser tiempo del rescate de México, lo que le convertiría en el mejor, de lo contrario, si dejamos que esta banda de pillos y bribones continúe destruyendo y saqueando al país, sin duda que será el más detestable de todos los tiempos.

      Siendo el presente la época de mayor acceso al saber y al conocimiento, hemos permitido que una banda de ignorantes, corruptos y fanáticos degrade la educación y suma a las nuevas generaciones en la ignorancia y un futuro ignominioso. O como dijera Dickens ¡en la tontera!

Hemos pasado de un país temeroso de Dios, que si bien practicante sincrético de la fe cristiana (en los que sus principios y valores por casi cinco siglos fueron sólidos), en dos o tres décadas se ha degradado hasta presentar a grandes sectores sumidos en la incredulidad (vidas, tatuajes, corridos, drogas, violencia, perversiones sexuales y demás hechos lo corroboran sin necesidad de palabras).

Epoca en la que los ciudadanos que viven en la luz disminuyen y los que viven en las tinieblas aumentan. Pero que, aun así, los primeros mantienen la primavera de la esperanza deseando recuperar el país y ofrecerlo en muchas mejores condiciones a las nuevas generaciones, enfrentándose al invierno de la desesperación que ha ofrecido la terrible y destructiva 4-T.

Y mientras los que conservamos la fe en Dios y los valores judeocristianos en los que fuimos formados anhelamos continuar el camino directo al cielo (parafraseando a Dickens y a través del Mesías YESHUA-JESUS) quien en la Pascua del año 33 se ofreció voluntariamente en Jerusalén como cordero para pagar con su sangre inocente nuestra redención; un gran sector de la población rueda hacia el infierno a causa de sus acciones y cosmovisión de vida (tan opuesta a la de los primeros).

      Cierto, México en buena medida ya está perdido, sin embargo, y para bendición de millones; mientras Dios exista, lo cual es para siempre, las puertas de la esperanza están abiertas y la lucha del bien contra el mal hasta el fin siempre será la mejor opción, pues, quedarse en la inmovilidad o la indiferencia, nos convertiría en víctimas voluntarias e incluso en cómplices ¿O usted qué opina estimado lector?

¡Hasta el próximo sábado si Dios nos permite!

Email: mahergo1950@gmail.com

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