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La línea 3 del Metro tapatío es desde hace años una urgencia social. El presidente Enrique Peña Nieto hizo un gran esfuerzo para que la capital de Jalisco se viese favorecida con esa obra, tiempo y dificultades de suelo retardaron que concluyera ese sueño. Un sueño que hecho realidad beneficiaría diariamente a cientos de miles de ciudadanos en Zapopan, Guadalajara, San Pedro y Tonalá.

     Con tres o cuatro meses más quizá, el gobierno anterior culminaría esa obra, que téngalo por seguro (y no es profecía, es conocimiento de los políticos) que el día que la terminen, quien lo haga, se va colgar la medalla como si él la hubiese construido. Enrique Alfaro lo hizo con el Mercado Corona, apenas tomó las riendas del Ayuntamiento de Guadalajara se dedicó a despotricar contra su antecesor Ramiro Hernández por dicho mercado, pero al poco tiempo, en cuanto se dio cuenta que a los tapatíos, claro, a los que asisten a ese mercado, les había gustado y en el que incluso tenían tres pisos subterráneos para estacionarse; cambio de postura y puso algunos arreglitos en la plazuela frente al mercado para luego colgarse la medalla como obra propia ¡Ver para creer!

     La cuestión es que la Línea 3 del Metro Tapatío es una obra de enorme importancia y trascendencia para el desarrollo y bienestar de los ciudadanos, incluso para bajar tráfico y contaminación. Pero no, la ceguera y egoísmo de los gobernantes posmodernos es única, asunto al que, si se le agrega el protagonismo y belicosidad de López Obrador y Enrique Alfaro, las cosas se complican en contra de la sociedad jalisciense. Sí, porque el Metro es de, y nos sirve a todos. Lo construido —así como las otras dos líneas— no son propiedad del gobierno ni los presidentes pusieron el dinero de sus bolsillos. Es patrimonio social, dinero que salió de los bolsillos de todos los mexicanos, en particular de los jaliscienses, que, dicho sea de paso, se les devuelve mucho menos de lo que aportan a la federación.

     Apenas tomó el poder, entre las primeras declaraciones de Enrique Alfaro al asumir la gubernatura dijo: “que no le iba a poner un solo peso para la línea 3 del Tren Ligero” sacándose una selfie moral de cuerpo entero ante sus gobernados, de su interés por los jaliscienses.

     Qué lejos estamos de hombres de la talla de los Gobernadores Don Alberto Orozco Romero, Don Flavio Romero de Velasco y Don Guillermo Cosío Vidaurri. Al primero, en alguna ocasión le escuché comentar entre amigos periodistas, que el presidente Luis Echeverría nunca le quiso recibir durante el sexenio (a causa de sus cuñados, de Echeverría), aun así, logró esa monumental obra llamada Calzada del Federalismo de Periférico a Periférico, derribando una línea recta de manzanas kilométrica (eje Moro-Escobedo) y por abajo construir el túnel para la primera línea del Metro que durante su gobierno funcionó con trolebuses. Y eso que Echeverría le hizo la vida imposible (sin mencionar que construyó la mayor y más grande red de colectores).

     El segundo, Flavio Romero de Velasco, además de poner orden en Jalisco y ampliar todas las salidas de Guadalajara (que se habían convertido en un embudo los fines de semana), construyó esa útil y funcional Calzada Lázaro Cárdenas que permitía cruzar toda la ciudad en unos cuantos minutos.

     En cuanto al Metro Tapatío, Guillermo Cosío Vidaurri construyó la Línea 2, que si bien recibió ayuda federal para el proyecto, el hombre, comprometido en verdad con Jalisco, buscó el financiamiento y no descansó hasta conseguirlo y dar a sus gobernados esa línea, que si bien muchos usuarios no saben ni les interesa saber quién la construyó, la usan a diario, es una bendición para su vida y actividades.

     Pero para ser gobernante se requiere tener amor por sus gobernados y por la tierra que le vio nacer. Valores que quizá ya no se den como antes en las nuevas generaciones. Además de que se requiere de inteligencia, valor para afrontar riesgos y críticas, pues como escribió alguna vez el Presidente T. Roosevelt:

—“No es el crítico el que vale; el que vale no es aquel que señala cómo tropieza el hombre fuerte, o cómo pudiera hacer mejor las obras el que las hace. El crédito corresponde al hombre que está en la arena; cuya cara está empañada por el polvo y el sudor y la sangre; que se esfuerza valientemente; que yerra y falla una vez y otra, pues no hay esfuerzo sin error o falla; que realmente trata de hacer la obra; que conoce el gran entusiasmo, la gran devoción, y se consume en una causa de valor; que, en el peor de los casos, si falla, por lo menos falla mientras está intentando algo grande.

     Mucho mejor es arrostrar cosas poderosas, ganar gloriosos triunfos, aun cuando está acorralado por el fracaso, que formar filas con aquellos pobres espíritus que ni se gozan ni sufren mucho, porque viven en un ocaso gris que no sabe nada ni de victorias ni de derrotas”(1899).

    Cuando llegaron los panistas al poder sus primeras quejas públicas fueron contra el gobierno de Cosío Vidaurri por la deuda de la Línea 2, claro, Alberto Cárdenas en su pueblo no había tal y aquí ni se subió ni la necesitaba, no comprendió la importancia de esta obra social en una ciudad tan grande como Guadalajara. López Obrador y Alfaro Ramírez tampoco, usan el presupuesto para control político, somo si fuera de ellos y no del pueblo.

     Recuerdo en una entrevista que con algunos de mis compañeros periodistas en el Club de Industriales hicimos a Horacio González Pardo, que en ese momento era el encargado del funcionamiento de este medio de transporte tan eficiente. Nos dijo que tenía guardados algo así como 125 millones de pesos, pero que no le decía al gobernador (Alberto Cárdenas) porque los iba a gastar en otra cosa y estaban considerados para el uso propio del tren. En otras palabras: lo que criticaban sin conocer, una vez que supieron lo que era, para qué servía, y lo que representaba en la vida de los usuarios, quedaron fascinados y sorprendidos, quedando en evidencia también que la ignorancia de las cosas es inductora de críticas sin sostén, de hablar por hablar. De señalar corrupción y despilfarros en obras que son de primerísima importancia.

     Lamentablemente en enero del año 2019 las cosas ya no son así, estamos peor que con Alberto Cárdenas. La miopía, maniqueísmo y limitada visión de estado en el poder ejecutivo estatal y federal son ya casi cosa de epidemia. Será suficiente con dar una oteada a los gabinetes y analizar a muchos de sus integrantes para entender porque estamos como estamos.

    La palabra “pueblo” se ha convertido en una simple muleta retórica, en una expresión hueca, sin contenido real. Una manera de engañar a los mexicanos, sin importar el origen partidista pues a final de cuentas en lo que va del presente siglo casi todos han resultado iguales, malos, corruptos e ineptos. Condición a la que han agregado el cinismo y una INEPTOCRACIA que amenaza con mandar a México a la ruina. Aun así, los ciudadanos no debemos callar ni quedarnos cruzados de brazos. Si AMLO no aporta el dinero que falta para terminar los detalles de la L-3 del Metro tapatío, en lugar de esos 5,000 millones que solicita Alfaro para otras cosas, pida para concluir esta obra, que además de necesaria, es obra que con el tiempo se paga sola.

¡Hasta el próximo sábado, si Dios nos permite!

Email: mahergo50@hotmail.com

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La llamada “guerra contra el huachicol” (que debiera nombrarse campaña contra el robo de combustibles pues el “huachicol” es otra cosa) ha servido de distractor, de cortina de humo para ocultar una situación verdaderamente grave y escandalosa de lo que sucede en Jalisco, que no es otra cosa que una ola de asesinatos, que lejos de disminuir se han acrecentado.

     Ni a nivel nacional ni a nivel estatal las cosas han mejorado con los nuevos gobiernos, al contrario, quienes ocupan la titularidad del poder ejecutivo han mostrado, aunque con frases distintas, su incapacidad para poner orden, para frenar a las bandas delincuenciales que al permanecer intocadas son ejemplo y estímulo para que cualquier persona se atreva a delinquir y a matar. Total, saben que la impunidad es el sello de los gobiernos del siglo XXI a nivel local y nacional.

     Mientras el presidente le llama “traviesos” a los asesinos y delincuentes y públicamente ha manifestado de manera reiterada que NO LOS VA A TOCAR (confunde, de manera voluntaria, claro, la represión con la aplicación de la ley), el gobernador de Jalisco Enrique Alfaro no ha hecho absolutamente nada al respecto. La ola de asesinatos en cualquier país verdaderamente democrático —que se sostiene en el estado derecho, en hacer valer la ley sin distingos— hubiese sido investigada en sus orígenes, perseguido y detenido a los autores de los delitos. Nada de esto ha pasado en Jalisco, los asesinatos aparecen en los diarios como notas comunes o cotidianas, cuando lo cierto es que son para que cayese cualquier gobierno.

Miércoles 31/Ene/2019 ———————   9 asesinatos (Mural 31/Ene/2019)

Sábado 2/Feb/2019 ————————-   8 asesinatos (Mural 3/Feb/2019)

Domingo 3/Feb/2019 ————————   5 asesinatos (Mural 4/Feb/2019)

Lunes 4/Feb/2019 —————————   7 asesinatos (Mural 5/Feb/2019)

Martes 5/Feb/2019 ————————–   9 asesinatos (Mural 6/Feb/2019)

Jueves 7/Feb/2019 —————————  6 asesinatos (Mural 8/Feb/2019)

    Como se aprecia, en tan solo seis días 44 asesinatos cometidos en Jalisco, la mayoría en la zona metropolitana (7.3 asesinatos por día) y el gobierno del Estado sin dar señales de nada. Los asesinatos son de personas, no de perros ni gatos, aunque algunos medios den gran importancia a notas de este tipo y disimulen con los homicidios de los humanos.

     Los jaliscienses (y los mexicanos) no podemos ni debemos admitir la inacción gubernamental en sus tareas, no se diga en combatir la delincuencia, con y sin organizar, usando en su cometido toda la fuerza del estado y el poder judicial para detener, procesar y condenar a los criminales, que hasta ahora todos están sueltos. Al respecto, nada más claro y aplicable a la petición que hiciera en Palacio Nacional Don Alejandro Martí al gabinete de seguridad del presidente Felipe Calderón, pero que cobra actualidad con López Obrador y Enrique Alfaro:

“¡Señores, si piensan que la vara es muy alta, si piensan que es imposible hacerlo, si no pueden, renuncien, pero no sigan ocupando las oficinas de gobierno, no sigan recibiendo un sueldo por no hacer nada, que también es corrupción…!” (21 de agosto de 2008).

     Con el respeto debido al actual Procurador (Fiscal), pues se espera madurez en las personas y crecimiento en el oficio, recuerdo cuando lo era también en el gobierno de Ramírez Acuña. En aquellos años en una entrevista con mis queridos compañeros periodistas (del grupo Razón y Acción) en el Club de Industriales, y como empezara a ocurrir el fenómeno de asesinatos en la zona metropolitana de la capital jalisciense, pregunté al flamante procurador Lic. Octavio Solís Gómez la causa de esos crímenes y porque no se estaba deteniendo a los homicidas. Su respuesta me sorprendió triplemente (como abogado, como periodista y como ciudadano) pues no esperaba una muestra de indiferencia o cinismo como la escuchada: “¡Son pleitos entre bandas de narcos!

     De inmediato le increpé diciéndole que era su deber de todos modos investigar pues los asesinatos eran del fuero común. Su sonrisa e indiferencia me mostraron que este grave asunto —que apenas se iniciaba— no se iba a detener, al menos no en ese gobierno. Lo peor del caso es que al no enfrentar el gobierno a los criminales, grandes y pequeños, estos se han regodeado en sus orgías sangrientas a causa de la impunidad de que gozan.

     Para que un gobierno estatal funcione no se requiere del Ejército, basta con tener la capacidad, inteligencia y valor para hacer valer la ley. Con tanto poder y tantos recursos a su alcance, resulta vergonzoso y condenable a todas luces, que los gobiernos de Jalisco en del siglo XXI hayan resultado todos inútiles en cuanto a la aplicación de la ley. En cumplir y hacer cumplir la ley como protestaron.

     El anuncio discreto de que el gobierno federal enviará a la zona metropolitana de Guadalajara 1,200 elementos para reforzar la seguridad, lejos de dar gusto, es muestra de aceptación del fracaso de la autoridad estatal. El pueblo de Jalisco eligió un gobierno que, al postularse y protestar el cargo, debía saber de las responsabilidades que adquiría y obligaba. En lo sucesivo los jaliscienses deberán abrir muy bien los ojos y dejar de votar por simpatía o porque su amigo o pariente va en la planilla del ganador. La vida, estabilidad y futuro de nuestro Estado está de por medio, lo cual incluye a todas las familias.

     Basta ya de impunidad, basta ya de jugar a gobernar, basta ya de jugar a procurar justicia y no consignar a nadie, basta ya de jugar al juez y no condenar a nadie, basta ya de tanta gente armada en la calle, basta ya de convoyes de criminales sin que nadie los vea ni detenga, basta ya de un Jalisco bañado en sangre. Se requiere de un gobierno de verdad que cumpla y haga cumplir la ley y acabe con la impunidad ¿O usted que opina estimado lector?

¡Hasta el próximo sábado si Dios nos permite!

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El presente siglo muestra a diario su agotamiento social, la inclinación humana a la auto destrucción, la ausencia de ideologías y la abundancia de imitadores y farsantes. La CNTE entra en esta clasificación, forma fila entre aquellos que calificara el filósofo José Ingenieros de mediocres: “Su vida es perpetua complicidad con la ajena. Son hueste mercenaria…Atraviesan el mundo cuidando su sombra e ignorando su personalidad… No existen solos. Su amorfa estructura los obliga a borrarse, en una raza, en un pueblo, en un partido, en una secta, en una bandería; siempre a embadurnarse de otros. Apuntalan todas las doctrinas y prejuicios… Son refractarios a todo gesto digno; le son hostiles… Viven de los demás” (El hombre mediocre, cap. IV).

    Además de no ser un verdadero sindicato, sino una organización mafiosa y delincuencial, los maistros que la integran son lo peor que se ha visto en México en el campo educativo; una horda de ignorantes y violentos que además de denigrar tan honrosa profesión, muestran a diario que su verdadera vocación es la anarquía, el desmadre, el daño al país, al orden y la estabilidad.

     Son como las sectas religiosas, que incapaces de entender las verdades y doctrinas teológicas, atacan las instituciones sin miramiento alguno. Así los maistros de la CNTE, la ideología marxista no la han entendido jamás, sus hechos y barbaridades que cometen dan testimonio de sus limitaciones, dicho sea de paso, incitadas por una ambición desmedida y un resentimiento social generado por añejas envidias no superadas.

     Ninguna persona de bien cometería las reprobables acciones de estos vándalos que al escudo de un membrete y una profesión que no conocen y usurpan; ocasionando terribles daños al país y a las nuevas generaciones que caen en sus garras. Se necesita odiar mucho a la niñez y al país para atreverse a hacer todo lo que ellos hacen. Un país se construye trabajando, no destruyendo.

     Lamentablemente los gobiernos, desde que estos falsos guerrilleros aparecieron, sin excepción se han hecho ciegos y sordos, permitiendo cadenas de delitos que en cualquier país donde impere la ley, tiempo ha que los hubiesen sometido y encarcelado. De nadie es un secreto que participaron a favor de la campaña de AMLO, de ahí que su aparición con sus métodos terroristas y delictivos haga que muchos mexicanos se pregunten, si le están cobrando su apoyo de campaña (para extorsionarle mediante sumas multimillonarias), le están tomando la medida o rompieron su alianza.

     Queda claro que los métodos de la Coordinadora que no es ni nacional ni tampoco está integrada por educadores son métodos fusilados de las tácticas guerrilleras de los años ’60 y ’70. Claro, sin una ideología de trasfondo, sino motivados por un mero asunto mercantilista embadurnado de tintes anarquistas. Como es su esencia.

      Para entender mejor lo que sucede, en los años ’60 se publicó un libro considerado esencial para quienes deseaban ser guerrilleros. Entre las tácticas y consejos aparece el siguiente: “El guerrillero es un insurgente político…  su actividad militar es vital, pero subordinada a su misión política. Su levantamiento tiene un solo propósito: derrocar al gobierno y destruir el sistema político o social existente, o quizá, el sistema económico” (Robert Taber: ‘La guerra de la pulga’, Edit. Era, México 1967, pág. 150).

    El guerrillero modelo, al menos con el que se identificaba la juventud en generaciones pasadas, escribió al respecto: “Uno de los puntos más débiles del enemigo es el transporte por carretera y ferrocarril. Es prácticamente imposible vigilar metro a metro un transporte, un camino, un ferrocarril. En cualquier lugar se puede poner una carga considerable de explosivo que inutilice la vía, o también explote en el momento de pasar un vehículo provocando, además de la inutilización de las mismas, una considerable pérdida en vidas y material al enemigo” (Ernesto Che Guevara: Obra revolucionaria, Edit. Era, México 1969, pág. 37).

     Pero eso era ayer, cuando los guerrilleros sabían que se enfrentaban a gobiernos de verdad en los que la ley se hacía cumplir, y ellos, basados en su ideología, creían que era el camino para un cambio de régimen y sistema estando dispuestos a pagar el precio, incluso con su propia vida.

     Hoy no es así, para nada ¿Qué caso tiene arriesgarla, si con poner unas sillas, unas mesas y unos manteados junto a las vías del tren para que no pase, son capaces de detener o paralizar en buena medida la producción y economía nacional? Si con eso es suficiente para tener de rodillas a gobiernos de utilería que han caído en el delito de perjurio (¡TODOS!) ya que habiendo protestado cumplir y hacer cumplir la ley, en la práctica no se atrevan tocar ni con el pétalo de una rosa a estas bandas de falsos maestros y falsos guerrilleros.

     Y es que, aunque suelten sus cantaletas contra el imperialismo y el capitalismo, no son más que bandas delincuenciales que le hallaron el modo a los gobiernos del siglo XXI para extorsionarlos una y otra vez. No les gusta el trabajo, menos el esfuerzo, de preparación mejor ni hablemos. Son vándalos que se escudan en un sindicalismo marrullero y delincuencial para extorsionar, para llevarse los dineros del pueblo de manera fácil y sin consecuencia alguna (porque el dinero no es del gobierno).

     De hecho, las bandas de narcotraficantes y de ladrones de combustible tienen más riesgos que los maistros de la CNTE, quienes saben, la experiencia así les ha demostrado, que no hay gobierno alguno que se atreva a tocarlos. La fuerza del estado está reservada para el ciudadano que tuvo la desgracia de chocar, de meterle un balazo al delincuente que le robó o dañó a su familia, para el que no pudo pagar el bimestre del IMSS o la multa que el inspector abusivo y prepotente le levantó injustamente

     Apenas el jueves 31 de enero los lideres de esta banda decidieron, luego de una suma exorbitante de extorsión, liberar las vías del tren en Michoacán, sin embargo, solo un tramo, lo cual es un vil engaño, pues el gravísimo problema nacional sirvió apenas para recorrer el pie del cuello. Tan solo de daños ocasionados por la CNTE a las empresas afectadas se contabilizaron varias decenas de miles de millones de pesos (en Jalisco al jueves 31 de enero se habían perdido $3,400 millones, Mural 1/Feb/2019), dinero que el gobierno no va a cubrir y los maistros extorsionadores menos.

      Entre las gravedades de toda esta desgracia; en primer orden asoma la nula aplicación de la ley; en segundo, la indolencia gubernamental (en todos los órdenes y niveles) para buscar soluciones inmediatas a tan graves problemas; y en tercero, aunque la lista es larga, la actitud oficial que a diario regala dinero o promete regalar a quienes no trabajan, mientras que a quienes lo hacen y producen empleos, ni los cuida, ni los ayuda, ni los protege ¿De dónde cree el gobierno que sale el dinero para mantener el estado mexicano? De la pseudo guerrilla de la CNTE, por supuesto que no.

¡Hasta el próximo sábado, si Dios nos permite!

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Una cosa es que López Obrador admire al Presidente Benito Juárez, admiración que se comparte, y otra muy distinta es que se pretenda comparar con él. Se dice que las comparaciones son odiosas, sin embargo en este caso no es así, ya que es el propio presidente quien ha tomado como modelo a Juárez. El problema es que el tabasqueño no se parece en nada al oaxaqueño, vaya, ni en el físico. La grandeza de Juárez radica no sólo en su valor para vencer y remontar una serie de obstáculos que por razones culturales y prejuicios sociales le impedían el acceso al bienestar y derechos comunes, sino a su deseo de hacerse ciudadano mexicano en el amplio sentido de la palabra (y dejar para siempre las cadenas de “usos y costumbres” que solo sirven para permanecer en el atraso y convertirse en eternos corderos de falsos líderes que procuran su “cuidado”).

     Además, y con sincero respeto al presidente actual, al Presidente Juárez le gustaba el trabajo y se esforzó siempre en hacerlo bien y con eficacia. Que se sepa, no hay conocimiento de empleo alguno que haya realizado AMLO y se desconoce de dónde sacaba recursos luego de dejar la presidencia municipal del D.F. (pomposamente llamado “jefe de gobierno”).

     La visión de Juárez era la del estadista, la del mexicano comprometido, el que mirando a la distancia y en espera de un mejor país para las nuevas generaciones, es capaz de enfrentar al invasor europeo encabezado por Maximiliano, hermano de Francisco José, el poderoso emperador de Austria.

     Ahora bien, Don Benito en todo momento estuvo apoyado por el gobierno de Estados Unidos, de hecho, en su exilio en Nueva Orleans tiene contacto con el cristianismo protestante y su fe se amplía al tener una mayor base bíblica y teológica, considerando desde este momento iniciar a su retorno una REFORMA espiritual y educativa en México, alfabetizando por medio de la Biblia y dejando de paso los valores eternos a un pueblo que había sido instruido en el sincretismo.

     En cambio López Obrador, apenas se hizo del poder, mostró que sus amigos evangélicos fueron simplemente usados para ganar su voto. Y es que, además de perder el registro el Partido Encuentro Social, permitió que un grupo de brujos le hicieran una limpia en el Zócalo capitalino el día de la toma de poder; exhibiendo de manera absoluta su repudio al cristianismo protestante (con el que Juárez se sentía unido e identificado). De hecho Juárez jamás hubiese permitido cualquier acto o expresión esotérica o de brujería ¡Jamás!

     Pero sobre todo, y considerando de manera muy especial, la guerra de AMLO contra los ladrones de gasolinas con las instrumentadas por Juárez contra los bandoleros del siglo XIX, habrá de señalarse que las estrategias tomadas son abismalmente distintas, ya que mientras López Obrador no ha detenido a ladrón alguno ni utilizado en momento alguno la fuerza del estado (les ha nombrado “traviesos” a los asesinos y delincuentes), el Presidente Juárez en cambio combatió con toda la fuerza del estado mexicano a las bandas criminales que azolaban buena parte del país.

     Bandas que proliferaron merced a que mientras las fuerzas mexicanas combatían a las fuerzas invasoras francesas, los delincuentes hacían de las suyas contra el pueblo, sumiendo a los mexicanos en una doble pesadilla. Así que apenas comienza a vencer a los imperialistas, el Presidente utiliza toda la fuerza del estado para combatir y aniquilar con todo el peso de la ley a las bandas de facinerosos que azolaban el país.

     La literatura de la época dejó grandes obras que nos recuerdan el valor y firmeza del oaxaqueño para combatir a los malhechores, incluso de admitir la ayuda de algunos civiles valientes hartos de tantos abusos y crímenes. En su magnífica obra EL ZARCO, Ignacio M. Altamirano deja plasmada en la trama de su novela histórica la guerra contra una de tantas bandas, la de “los plateados”, en la que encontramos el siguiente texto:

―“La desorganización en que se hallaba el país… era causa de que se viese tanto escándalo… un bandolero contaba con mil resortes, que ponía en juego tan luego como corría peligro (hoy se llaman ‘derechos humanos’). Y es que, como eran poderosos, y tenían en su mano la vida y los intereses de todos los que poseían algo, se les temía, se les captaba y se conseguía, a cualquier precio su benevolencia o su amistad… ―Martín Sánchez, personaje histórico que combatió contra esas bandas, estando frente al Presidente Juárez le rinde un informe de lo que sucedía― al concluir Sánchez, Juárez exclamó: “¡Eso es un escándalo, y es preciso acabar con él! ¿Qué desea usted para ayudar al gobierno?… ―Lo primero que yo necesito, señor, es que me dé el gobierno facultades para colgar a todos los bandidos que yo coja, y prometo a usted, bajo mi palabra de honor, que no mataré sino a los que lo merecen… Mi conciencia, señor, es un juez muy justo. No se parece a esos jueces que libran a los malos por dinero o por miedo. Yo ni quiero dinero ni tengo miedo. Lo segundo que yo necesito, señor, es que usted no de oídos a ciertas personas que andan por aquí abogando por los plateados y presentándolos como sujetos de mérito (―algo así como los que abogan por los maistros de la CNTE y los ayotzinapos―)… ¿Qué más desea usted? ―Armas, nada más, armas, porque no tengo sino unas cuántas” (cap. XXIV).

 

     Por su parte, Irineo Paz, el abuelo de nuestro genio de las letras (Octavio Paz), deja en su novela considerada un clásico, Manuel Lozada “El Tigre de Alica”, testimonio del terror que producen las bandas criminales cuando gozan de impunidad o se alían con gobernantes, en este caso, la del terrible Manuel Lozada ―que mantenía bajo terror Jalisco, Nayarit y Sinaloa―; asesino despiadado cuyo declive comienza con la derrota que le propina el decidido y valiente Ramón Corona:

―”La guarnición de Guadalajara apenas se componía de unos 1500 hombres mal municionados, al mando de Coronay con ellos salió al encuentro de Lozada… Todas las familias estaban temblando, principalmente cuando se presentó en los suburbios de la ciudad una gran fuerza de caballería de don Plácido Vega a la cabeza (socio del bandido), quien hizo la intimidación al gobierno para que se rindiera. Este se preparaba a defenderse, cuando se tuvo la noticia de que el grueso de las fuerzas de Lozada había sido batido y dispersado a dos leguas de Guadalajara en un punto llamado ‘La Mojonera’, el 28 de enero de 1873” (capítulo XVII).

     Podríamos continuar con el testimonio de Don Manuel Payno, pero el periodismo no nos concede la libertad de espacio que tiene la literatura. Así que basta señalar que hasta donde se ha visto, López Obrador no se parece absolutamente en nada al Presidente Juárez, quien, téngalo por seguro, que antes de cerrar ductos de gasolina, primero haya perseguido, detenido y consignado a los bandoleros y asesinos, que eso son ¡bandoleros y asesinos!, no traviesos.

¡Hasta el próximo sábado, si Dios nos permite!

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