Opinión

Casi todas las cosas tienen un límite, las ciudades deben tenerlo también y anticiparse a su autodestrucción. La ciudad de México desoyó durante décadas el llamado de la cordura, de la sensatez, de respetar los límites para mantenerse con vida y salud. Creció monstruosamente hasta convertirse en una masa amorfa que traga moradores, recursos, cordura, calidad de vida, etcétera, etcétera.

Algunos de los viejos políticos herederos de la visión revolucionaria consideraron hacer algo para detener el crecimiento y la migración de los “provincianos” a la capital. En los pocos esfuerzos visibles se recuerda la película “El mil usos”, cuya música incluía como estrofa “ya no vengan para acá, al Distrito Federal”Lamentablemente aquellos que comenzaron a cobrar conciencia del enorme problema que se avecinaba a la capital del país, les ganó la edad o les llegó la muerte.

A partir de los años sesenta algunos periodistas y escritores visionarios, pocos por cierto, comenzaron a advertir al gobierno desde su espacio o libros, la necesidad de comenzar a sacar Secretarías de la ciudad de México para bajar la densidad demográfica y evitar los viajes innecesarios desde todos los rumbos del país. Algunos opinaban que la Secretaría de Marina debería estar en Veracruz, la de Agricultura en zonas de cultivo, etcétera.

Nadie quiso moverse, todos estaban cómodos, a gusto, gobierno y capitalinos, así que la responsabilidad es compartida. La obra pública en la ciudad de México creció enormemente (líneas del Metro que en ninguna otra ciudad existían), vías rápidas, universidades y escuelas públicas al mayoreo, los mejores hospitales, vida nocturna, diversiones, museos y demás, convirtieron a la capital en el sitio donde todos (bueno, casi todos) querían vivir. Pero se les olvidó resolver los problemas que el monstruo ya estaba ocasionando.

De entrada: dar de comer a más de 20 millones de bocas dos o tres veces al día y llevarles desde toda la República los alimentos lo cual es una barbaridad. ¡Claro, con sus asegunes!, el presidente municipal del megarancho, Miguel Mancera, con su tono pachorrudo y autócrata decidió el otro día no dejar entrar a los camiones porque contaminaban ¿y la comida de los capitalinos? De acuerdo a la visión de Mancera, pues que no coman, fácil. ¿No sería más fácil y menos costoso dar de comer a cuatro ciudades de 5 millones dispersas en el territorio nacional? ¿No se abaratarían los viajes, los terrenos, los traslados, acaso la calidad de vida no mejoraría sustancialmente? Pero no, el poder y la ambición pierden a la mayoría, no importa el partido, son asuntos ligados a la condición humana.

     Distrayendo al pueblo con la televisión, el cine y los chismes de los medios (alejados la mayoría del auténtico periodismo) los problemas cruciales de la ciudad de México han sido ocultados desde hace años. La cuestión es que rebasaron todos los límites y los problemas ya no pueden ocultarse más y la factura a pagar está a la vista reclamando su cumplimiento. La basura es uno de estos, basta con señalar que al día produce 13 mil toneladas (año 2012); desechos que hay que sacar de la ciudad y buscar donde depositarlos con la contaminación que conlleva traslados y descargas (en tráfico y a la naturaleza).

     La salud es otro de los grandes problemas. Vivir en ese monstruo deteriora la calidad de vida de cualquiera, la cuestión es que como hace cinco siglos los habitantes de la “región más transparente” ―como escribiera Alfonso Reyes (Fuentes le copió la frase)― sus habitantes siguen cambiando sus tesoros por espejitos y cuentas (casas que no pueden habitar por falta de tiempo, autos de millones que no pueden usar porque los secuestran, que pueden alcanzar velocidades de más de 300 kms por hora pero que por el tráfico apenas circulan a 30 o 40, hijos que no atienden y fortunas que jamás gastarán).

Ni qué decir de la contaminación, todos sus programas son ocurrencias, además, ¿de dónde sacarían hombres sabios y capacitados en el gobierno?, si su nómina está poblada de vándalos expertos en marchas y manifestaciones, en plantones, de ambiciosos limitados al poder y el dinero. Para resolver grandes problemas se requieren grandes hombres y no los hay en el poder público. Eso por un lado, por otro, y de haberlos, la misma sociedad rechazaría sus propuestas pues es evidente que prefieren caer como moscas en la calle a causa de la contaminación ¡y echarle la culpa al Presidente! (la salida fácil de los cargados de odios y dominados por la ignorancia) que sujetarse a planes acordes a las circunstancias. En un plan de salvamento para la ciudad cuando mucho podría quedar un tercio de sus habitantes actuales, cosa que no sucederá, pues casi nadie lo aceptaría.

La naturaleza ya les avisó de su cansancio en septiembre de 1985, algunos sensatos abandonaron el monstruo y buscaron otros lares (vacíos que de inmediato fueron ocupados por “provincianos” ―como suelen calificar los defeños a los demás mexicanos―). Drenajes insuficientescomida cada vez más difícil de producir y más costoso llevarla, contaminación, basura, violencia, drogadicción, perversiones, abortos y demás, son expresiones de la metástasis que los doctores (gobierno de la ciudad) que atienden al enfermo no han querido aceptar y mucho menos declarar abiertamente al paciente. Pero el réquiem es un hecho, lo que nos recuerda las palabras de Jesús contra la ciudad de Jerusalén: “por cuanto no conociste el tiempo de tu visitación”. Dejando esta octavilla para reflexión:

 

       “Tuviste tiempo y no lo hiciste

         cientos de años de historia,

         perdidos por tu negligencia, por tu arrogancia.

         La tierra te gritó su cansancio y no la escuchaste

         sino que te escuchaste a ti misma y a tus deleites.

         Te perdió el poder, te perdió la ambición

         tuviste tiempo y no pusiste remedio, 

        pues de Dios hace tiempo que te olvidaste” 

 

3er ANIVERSARIO

 

Agradezco profundamente a los lectores que por tres años han tenido la gentileza de visitar esta columna, así como a los que se han ido sumando. En este año ANALISIS Y PROPUESTA tuvo 47,939 lectores, es decir, un promedio de 4,000 por mes. A todos, muchas gracias y por favor sigan enviando sus cartas electrónicas con sus comentarios.

¡Hasta el próximo sábado, si Dios nos permite!

 

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Cuando aparezca este artículo, sábado 23 de abril, se festeja a nivel mundial el «Día Internacional del Libro», que en el caso de Jalisco, nada hay qué celebrar. No podemos aceptar como festejo los fuegos fatuos que artificiosamente se encienden desde el gobierno o en las instituciones controladoras de la cultura (con la ayuda de la mayoría de los medios). Aceptarlo es hacer el juego a quien no le interesa el libro en lo más mínimo, pues su visión se reduce a mantener el cargo; ser parte de la nómina oficial.

En Jalisco no existe organismo o institución pública que en verdad se interese en el libro, de promover la lectura, de formar o incentivar  escritores. Todo está organizado para que el “césar” local en turno o los caciques del medio literario alcen el pulgar o lo bajen. Bueno, hasta los concursos literarios están diseñados para que solo a través de organismos oficiales el interesado pueda participar; en apariencia todos pueden hacerlo, en la realidad se requiere de padrinazgos puesto que el escritor no puede llegar y presentar su trabajo por sí mismo y con su nombre (tiene que ser a través de otros, con seudónimo y una serie de trámites burocráticos que la mayoría de los escritores son, mejor dicho, somos alérgicos).

Siendo directos y precisos, en lo personal he participado por 27 años en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara con un stand. Casi una década en uno colectivo, el resto individualmente exponiendo mi obra; experiencia que me permite tocar el tema con propiedad y conocimiento.

No puedo creer que a las instituciones gubernamentales o universitarias (en este caso la FIL-UdG)les interese realmente el libro, la política sí, eso no queda duda. Será suficiente con señalar que en todos esos años nunca me visitó nadie en el stand, ni del gobierno de Jalisco, ni del municipio, ni de la FIL misma. Siempre, sin excepción, han sido las llamadas “vacas sagradas” del Distrito Federal y los escritores extranjeros, objeto de todas las atenciones.

Algún lector suspicaz que no me conoce considerará que estoy lastimado, lo cierto es que no sería para menos con tanta indiferencia (oficial y de los medios). Sin embargo aclaro que soy autor de 23 libros (ensayo, cuento, novela, narrativa) y mis obras son parte del acervo de las grandes bibliotecas del mundo. Por nombrar algunas: Hebrea de Jerusalén, Instituto Iberoamericano de Berlín, CSIC de Madrid, Oxford, Toronto, Harvard, Yale, Stanford, UCLA, Tulane, etcétera. Mi trabajo ha sido reconocido en muchos países, pero en la ciudad y Estado en qué nací no les interesa en absoluto lo que escribo, ni lo que escriben otros jaliscienses, me consta. Por eso es que afirmo que no hay nada qué festejar.

En la Feria Internacional del Libro de Guadalajara he presentado (casi) un nuevo libro durante poco más de 20 años y nunca he tenido entre los asistentes a nadie en representación de las instituciones públicas de la cultura (ni de las Bibliotecas). En lo personal le llevé en varias ocasiones invitación a la señora Myriam Vachez de la SCJ, incluso desde que estaba en el Ayuntamiento tapatío. Pero no, en este país el escritor tal parece que tiene que ser defeño y apellidarse Monsivais, Poniatowska, Fuentes, Taibo u otro de tan selecta galería.

En realidad los verdaderos promotores del libro han estado siempre (o estuvieron) en las escuelas primarias de Jalisco. Una labor hermosa, paciente y fructífera, que nadie aplaude pero muy efectiva. En mi experiencia particular fui encauzado en el gusto por la lectura en el Colegio Luis Silva ‒en Jalisco durante los años 40 a los 60 esto era común en colegios y escuelas públicas-, en cuyas aulas también se fomentó ese gusto en personajes como Juan Rulfo, Jorge Matute, Guillermo Cosío Vidaurri y tantas personas y generaciones más.

¿Día Internacional del Libro? En Jalisco no hay nada qué celebrar pues no podemos confundir la realización de la FIL en la Expo Guadalajara con la promoción de la lectura. Se trata generalmente de acciones distintas.

Le comparto estimado lector mis experiencias de la FIL 2015 y usted sacará sus propias conclusiones. La sección cultural del periódico Mural me entrevistó por motivo de mi más reciente libro (que presenté el sábado 5 de diciembre en el salón Agustín Yañez, previo pago a la FIL, claro está, de alrededor de $ 300 dólares) pero no publicó la entrevista. El canal 6 me negó un espacio a pesar de que por varios años lo hizo (debido probablemente a que en la FIL 2014 expresé al aire y en vivo el papel de la U de G durante el movimiento estudiantil de 1968).

Continuemos: hablé con Jaime Barrera, director de Milenio Jalisco, para una entrevista acerca de mi obra literaria y nunca me fijó fecha. La Hora Nacional me invitó para ser el representante de las letras de Jalisco durante los días de la feria, y una vez enterados de la censura en Jalisco contra mi persona ‒por ser escritor jalisciense comprometido con las letras y la libertad de expresión‒, no se presentaron en mi stand como habían ellos ofrecido y acordado. Como se aprecia, no hay nada que celebrar acerca del Libro, cuando los lectores son cada vez menos y más ignorantes. Ni qué decir de la horda de chamacos enviados por los medios a la FIL en un año cuyo invitado especial era Inglaterra (2015) ¿Podrían hablar o preguntar con propiedad de Shakespeare, Chesterton, Stevenson, C. S. Lewis y tantos hombres y mujeres que han enriquecido el pensamiento y la literatura universal?

Así que concluimos esta vez con las palabras del Licenciado Vidriera, el personaje de Cervantes: “‒¡Oh, corte, que alargas las esperanzas de los atrevidos pretendientes y acortas las de los virtuosos encogidos; sustentas, abundantemente a los truhanes desvergonzados y matas de hambre a los discretos vergonzosos!”.

Mejor todavía, demos espacio al comentario de Enzo Orlandi, director de la serie Los Gigantes de la Literatura Universal, quien a manera de espejo describe ese mundo y personajes de manera precisa: ‒“En el mundo de la cultura Cervantes no fue nunca un elegido, sino todo lo contrario. Cuando tuvo hambre no hubo nadie, entre los escritores y hombres de letras, que tendiera una mano a su compañero. Porque Cervantes no había sido nunca uno de sus compañeros” (Cervantes, Editorial Prensa Española, pág. 32). ¡Nada qué celebrar!, en todo caso felicidades a maestras(os) de sexto de primaria que continúan fomentando el gusto por la literatura.

¡Hasta el próximo sábado, si Dios nos permite!

 

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No somos buenos para todo, negarlo es autoengaño, camino rápido al error y problemas. En el caso de los alemanes la diplomacia no es su fuerte, y en el caso particular de Angela Merkel, su Canciller, el asunto raya en lo patético. Mira que tener de invitado al Presidente de México y salir con su domingo siete ofreciendo lo que no debía: “Un ejemplo de la cooperación concreta es el apoyo que podría prestar Alemania. A través de la Sociedad Alemana de Cooperación Internacional en el esclarecimiento de caso de los 43 estudiantes de Iguala… En materia de la investigación criminal, en la que también ayuda Alemania, identificamos proyectos de cooperación, el combate al crimen organizado y la lucha por los derechos humanos.” ¡Uffff, ver para creer!

    Es como si Peña Nieto al tener en mente los horrores de los Campos de Exterminio creados por Alemania, los seis millones de judíos asesinados en esos sitios y considerando el resurgimiento de los grupos neo nazis, le ofreciera a Merkel su ayuda contra el añejo racismo (y antisemitismo) alemán. Es obvio que la dirigente alemana se sentiría ofendida; pues no menos ofendidos nos sentimos los mexicanos con su torpe ofrecimiento. En primer lugar porque nadie se lo estaba pidiendo (la visita fue de carácter económico); y segundo, porque dejó ver sus prejuicios y desinformación, acusando al gobierno mexicano de un asunto que es ajeno y que finalmente le ha convertido de víctima en acusado (merced a la falacias de los golpistas itinerantes tan bien recibidos en Alemania y algunos otros países). Su tacto diplomático fue de rinoceronte.

Pero qué se le va a hacer, la diplomacia no se les da a los teutones, sus genes vikingos les empujan al atropello, a lastimar u ofender de la manera más absurda. Su violencia verbal no se mide en base y respeto al otro, sino a su cosmovisión colonialista. En lo personal, como mexicano, me sentí profundamente ofendido con el trato concedido a nuestro Presidente por la señora Merkel, pues parecía estarse dirigiendo a algún empleado de su “imperio” y no a un mandatario extranjero con el que deben guardarse el respeto y las formas del protocolo.

Ya lo decía Walter Benjamin, considerado por muchos el intelectual alemán (de origen judío) más importante del siglo XX: “De cara al idealismo alemán, la técnica intentó mover los hilos del heroísmo con lanzallamas y trincheras. Pero se equivocó. Confundió a los heroicos con los hipocráticos, los manejadores de la muerte. Así es que predicó, profundamente atravesada por su propia depravación, el semblante apocalíptico de la naturaleza y la hizo callar a pesar de ser la fuerza que pudo haberle dado la palabra… Palabras como ‘Héroe’ y ‘Destino? Se yerguen como Gog y Magog en sus cabezas” (Conceptos de Filosofía de la Historia, pág. 210)

De nada han servido a los alemanes las lecciones de la historia, al menos a la mayoría de sus gobernantes. En el siglo XIX los europeos en general recibieron una dura lección de uno de nuestros mejores Presidentes, me refiero a Don Benito Juárez, quien una vez recuperado el poder y las riendas de la República, ordena fusilar al invasor Maximiliano en el cerro de las campanas (archiduque de la casa de Habsburgo, hermano del Emperador austriaco y yerno del rey de Bélgica).

Los europeos no podían dar crédito que un Presidente de América (no sajona, sino de herencia española e indígena) se atreviera a pasar por las armas al príncipe invasor. Claro, estaban acostumbrados a saquear Africa y Asia y consideraban en su soberbia que el mundo les pertenecía. De nada sirvieron los ruegos e intercesión de la reina Victoria de Inglaterra, del escritor Víctor Hugo, de Giuseppe Garibaldi, incluso del propio emperador austriaco Francisco José y tantos otros. De todas formas Maximiliano fue fusilado el 19 de junio de 1867 respondiendo y advirtiendo Juárez a los europeos de manera sabia y firme «No mato al hombre, mato a la idea».

Lamentablemente así son los pueblos sin Dios, orgullosos y autosuficientes en sus dichos y hechos, no miden sus palabras. El alemán apostató en siglo XIX siendo capaz incluso de crear la perversa teología liberal que infectó seminarios y universidades con teólogos incrédulos que llegada la era nazi en el siglo pasado, son capaces de entregar al Führer la iglesia alemana (luteranos, católicos y otras minorías protestantes) sin oposición y con entusiasmo, proclamándole como “enviado” divino. A excepción del remanente fiel a Dios representado en la llamada «Iglesia Confesante» perseguida por Hitleren la que sobresalen las figuras del pastor Martin Niemöller (capitán y héroe de la Ira Guerra) y el teólogo Dietrich Bonhoeffer, ambos enviados por Hitler a los campos de exterminio (dos meses antes de concluir la 2ª Guerra, Bonhoeffer es ahorcado por órdenes de Hitler).

Sin Dios y sin autocrítica, los alemanes se dedicaron después de la guerra  a crear riqueza y levantar su lastimado orgullo. Abandonaron a Dios y dejaron de asistir a las iglesias; hoy cientos de ellas están convertidas en mezquitas. Sin restituir jamás el daño causado a sus víctimas de la segunda guerra, abrieron las puertas de su país de par en par a sus aliados (los árabes). Extraña respuesta de un pueblo: ¡casi aniquilan a un pueblo, el judío, y abren sus brazos de manera fraternal a los hijos de Alá!

En fin, espacio nos hace falta para analizar con mayor amplitud la historia reciente de este pueblo, el alemán, que como se aprecia por la actitud de Merkel hacia nuestro Presidente, carece absolutamente de tacto y respeto, cayendo el aforismo de Gracián a manera de sentencia sobre su cabeza: “Por grande que sea el puesto, ha de mostrar que es mayor la persona” (Oráculo manual y arte de prudencia, pág.150).

Pero sobre todo y por tratarse de una cuestión diplomática, y por ende sujeta a protocolo, cabe la máxima Juarista en plenitud: “Entre los individuos como entre las Naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz”. Una paz que debe llevarse a todos los estadios de las relaciones humanas, paz que conlleva respeto por el otro y por los otros. Lo opuesto a la actitud prepotente y sin tacto guardada por Angela Merkel.

¡Hasta el próximo sábado, si Dios nos permite!

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¡Cuánta farsa y cuánto farsante! Una raya más al tigre, lo peor del caso es que los dizque representantes del pueblo, pomposamente llamados “diputados” (cargo del que están lejos, pero muy lejos de ejercer) creen que los jaliscienses nos tragamos sus cuentos. Que el ciudadano carece de inteligencia para enterarse de todas sus trampas y corruptelas, que dicho sea de paso, a partir de 1994 han sido demasiadas y con demasiados ceros a la derecha, creciendo trienio tras trienio hasta convertir un recinto honorable en la posmoderna cueva de Alí Babá.

El cansancio social ha llegado al límite y los señores que se han apoderado del edificio de Hidalgo y Pino Suárez creen que nos tragamos sus cotidianas mentiras, su costosa pantomima (banalizada de continuo con la ayuda de la televisión). Cuesta trabajo decirlo, pero muchos de los integrantes del congreso local no pasarían un examen de neuronas elementales, son deficitarios, ni qué decir del examen de confianza pues es probable que no lo aprobarían. La inclinación de no pocos de ellos a apropiarse de los dineros públicos o a dilapidarlos de manera irresponsable es proverbial, única, en un país verdaderamente democrático, años ha que muchos diputados de los actuales y de los pasados estarían tras las rejas.

Creado este noble recinto para acoger en su seno a lo más selecto y sapiente de la sociedad con la intención que le represente (y defienda) ante y de los otros dos poderes, en la práctica y durante todos estos años de “cambio” la verdad es que ha sido exactamente lo contrario.

A ese tipo de personas se refería el filósofo José Ingenieros en su magistral obra: “Políticos sin vergüenza hubo en todos los tiempos y bajo todos los regímenes: pero encuentran mejor clima en las burguesías sin ideales… Cuando el ignorante se cree igualado al estudioso, el bribón al apóstol, el boquirroto al elocuente… Eso es la mediocracia: los que nada saben creen decir lo que piensan, aunque cada uno sólo acierta a repetir dogmas o auspiciar voracidades. Esa chatura moral es más grave que la aclimatación de la tiranía; nadie puede volar donde todos se arrastran. Conviénese en llamar urbanidad a la hipocresía, distinción al amaneramiento, cultura a la timidez, tolerancia a la complicidad; la mentira proporciona estas denominaciones equívocas” (El Hombre mediocre, EMU, págs. 154-155).

Algunos piensan que su deber es crear leyes (aunque no se necesiten), otros se autonombran defensores de oficio de mariguanos, de homosexuales, etcétera, aunque no faltan sorpresas, como la legisladora que anda queriéndole conseguir préstamos a fondo perdido a los expresidiarios (mientras que no hay créditos para el que vive y se esfuerza durante toda su vida). La lista de ideas grandotas es inmensa, pues inmensa es la incapacidad de la mayoría.

     Por todas estas cosas es que la nueva farsa del congreso de Jalisco, la de «crear normas para eliminar el fuero», es otra más de las muchas burlas sociales pues a final de cuentas son leyes que nadie cumple ni desea hacer cumplir ¿Dónde está Emilio? ¿Dónde están los diputados por el escándalo López Castro? ¿Dónde están los diputados que compraron a precio de oro el viejo e innecesario edificio de Banamex para el congreso? ¿Dónde están los trabajadores –y sus padrinos- con demandas laborales millonarias? ¿Dónde están los exdiputados que inventaron traer una cauda de rémoras costosas (asesores y ayudantes), todas con cargo al erario público? ¿Dónde está el Contralor que les ha permitido tanta corrupción? ¿Dónde está el que les permitió que de $13 mil pesos al mes (1994) ahora cualquier diputado anodino e incapaz se lleve con todos los extras más de $ 200 mil pesos al mes?

Su abultadísima nómina que incluye cuando menos 25 diputados de sobra, así como sus “asesores” (cuates y compinches) son un dispendio y lastre económico para el Estado de Jalisco. De ninguna manera se justifica un presupuesto anual de $ 792 millones (2016) para el Congreso, cuando lo cierto es que con menos de 100 podría funcionar y bien, con menos diputados con menor sueldo y mayor capacidad (que no requieran de asesores, para eso están las instituciones públicas que nos cuestan un dineral) pero con deseo de servir a la sociedad que les eligió y no solamente para rendir cuentas a la franquicia política que les acomodó en el cargo.

     Abreviemos. El problema de Jalisco no son la falta de nuevas leyes (como la de eliminar el fuero) sino la falta de cumplimiento de las ya existentes. Lo cierto es que podríamos vivir sin ningún problema cuando menos 15 o 20 años sin Congreso local (existe el Federal). El meollo de la prolongada crisis de gobernabilidad que padecemos es precisamente a causa de la impunidad.

Cuando menos las tres últimas legislaturas se desarrollaron en medio del escándalo y la corrupción. Repartos millonarios, bonos, autos, compra de edificios, pandillas enteras de amigos metidos a la nómina, creación de plazas innecesarias, etcétera. Sin olvidar esa ultra perversa moda de correr a los amigos para que demanden al congreso y luego pagarles indemnizaciones millonarias venidas de Laudos amañados ¡Si eso no es corrupción y fraude maquinado no sé cómo calificarlo!

Así que lo que Jalisco requiere es un Congreso de verdad que le cuide y defienda, no que le esquilme. Que vigile que las leyes existentes se cumplan para que se acabe de una buena vez con ese clima de violencia y corrupción que nos tiene hundidos como sociedad. No necesitamos de nuevas leyes, urge que se cumplan las que hay y para eso el primer paso es combatir con todo el peso de la ley la impunidad.

¡Hasta el próximo sábado, si Dios nos permite!

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