Opinión

La situación de nuestro país es cada vez peor y nada parece indicar que puede mejorar. López Obrador no solamente carece de la capacidad requerida para tan alta responsabilidad, que si bien tuvo la aprobación de un gran sector a través de votos, implica también y de manera ineludible: preparación, amplios conocimientos de política, economía, campo, educación, salud, energías, diplomacia, ciencia, etcétera, de un carácter bien formado, disciplina, principios, visión de estado, capacidad de mando y prioridades de gobierno, entre ellas la impartición de justicia y el estado de derecho.

     Respecto a estos dos últimos en su desgobierno no han existido, la impunidad ha sido la principal característica de su gobierno fallido y el estado de derecho ha sido letra muerta. El hecho de fijar su postura en el combate a la enorme fauna delincuencial que azota a México y lo mantiene aterrorizado, y ofrecerles su política de «abrazos y no balazos», describe de manera implícita su simpatía por los criminales y su renuncia anticipada a hacer valer la ley. Su desprecio por la legalidad y desinterés absoluto por los gobernados.

     Ningún país, en ninguna época, podría mantenerse en pie de manera legal y asegurar ser democrático conviviendo con las bandas delincuenciales (argumentando una falsa bonhomía que solo muestra complicidad o simpatía originada en relaciones no conocidas por los ciudadanos observantes de la ley). Semejante e ilegal amasiato está condenado al fracaso y el caos. El problema es que la sociedad entera ha quedado de rehén.

    El presidente, sin saber en realidad qué hacer para que el país funcione correctamente, ataca a todo cuanto se mueve, sobre todo a lo que no es ordenado por él ni responde a su gusto y caprichosas órdenes. Hace apenas unos días arremetió contra los Senadores, contra los Ministros de la Suprema Corte de Justicia, contra los Magistrados del TRIFE y contra su villano favorito, el Instituto Nacional Electoral (órgano que le permitió llegar a la presidencia por la vía democrática, pero que ahora la estorba, como le estorba la democracia misma).

     Y es que, en una versión tropical del rey sol, AMLO, a diario hace ver y lo grita desde su show mañanero que “el estado es él”. Ciertamente así se muestra ante el país, aunque para hacerlo viole la constitución todos los días, esa Carta Magna que el primero de diciembre de 2018 juró cumplir y hacer cumplir, así como las leyes de ella emanan.

     Derivado de su mente y corazón enfermos por la egolatría, rencores y resentimientos políticos y sociales, en lugar de unir y construir, se ha dedicado a dividir y destruir a los mexicanos, enfrentándonos a unos contra otros y buscando siempre a quien culpar de su incapacidad y fracasos cotidianos; cuando la culpa de todo lo malo que sucede en este país, es solo culpa de él y solamente de él. De Andrés Manuel López Obrador.

     Para agravar este cuadro de horror que mañana tras mañana nos levantamos y no mejora, al contrario, empeora, se suma un ejército de incapaces y carentes absolutos de dignidad, que aplauden a su jefe las peores decisiones y jamás se atreven a contradecirlo, mucho menos a enfrentarlo con la realidad o con la inviabilidad de la orden o proyecto del presidente. Fuera de dos o tres funcionarios que se atrevieron a exponer su punto de vista contrario, lo cual les llevó obligadamente a la renuncia (como es el caso de Carlos Urzúa en Hacienda y Jaime Cárdenas en el INDEP), convirtieron de paso sus renuncias en bofetada de dignidad a la horda de cortesanos genuflexos incapaces de contradecir al tirano de Macuspana.

     Lejos, muy lejos de la posición de un presidente de la República se ha colocado Andrés Manuel López Obrador; su oposición a resolver los múltiples y grandes problemas nacionales, solo ha ocasionado su agravamiento, dejando que el país comience a flotar hacia la deriva de la ingobernabilidad.

     Sus ataques continuos y cada vez más virulentos contra periodistas e intelectuales, así como contra algunos medios, son muestra inequívoca de su intolerancia, de su carácter malformado, más cercano a dictadores y monarcas absolutistas, qué a gobernantes demócratas, lo cual ha propiciado que a su postura se hayan sumado las bandas criminales que han asesinado a decenas de periodistas y en la semana anterior se atrevieron incluso a amenazar a Azucena Uresti de Milenio Noticias.

     Día con día los criminales toman control de amplias zonas del país sin que al presidente le incomode en absoluto (cometiendo masacres y toda clase de maldades). Todo parece indicar que le basta con tener su show mañanero para ser feliz y pasearse por los lugares que le gusta visitar, ya sea en el sur del país, o a Sinaloa, ¿la importancia de ese pueblo rabón llamado  Badiraguato es tal que merece más atención que cualquier ciudad mediana o grande de México? ¿No hay problemas en Zacatecas, Chiapas, Tamaulipas, Baja California y demás?

     La ineptocracia que rodea al presidente es semejante a la incapacidad de su jefe. La humildad y la sensatez se han ausentado del todo en Palacio Nacional. El interés del grupo que supo canalizar el descontento de una buena parte de la sociedad que les dió el voto, ha sido incapaz de responder a esa confianza, anteponiendo siempre el interés de su grupo que el de los mexicanos. La situación es cada vez más difícil y los mexicanos tenemos que levantar la mirada, unirnos aun por encima de las visiones partidistas y haciendo uso de la ley y las instituciones, buscar la salida democrática que nos lleve a un mejor destino. No podemos ni debemos permitir que el deterioro continúe y no se trata de rebeliones ni nada por el estilo.

     Se trata de unirse, de hacerle saber al presidente y su gabinete de ineptos, que han dejado a los mexicanos a merced de las bandas de criminales, de exigirle que se someta y les someta (a los asesinos) al imperio de la ley, o que renuncie. Nada de plebiscitos que de antemano sabemos utilizará a las bandas criminales y su maquinaria electorera para intentar resultados que le favorezcan. Desde hoy hay que enviar cartas, por correo o electrónicas, personales, de grupos, de académicos, de gremios, de sindicatos, universidades y demás, que le hagan saber al presidente López Obrador que está reprobado, que cambie de actitud y se someta al imperio de la ley o que se vaya. México no puede seguir más entre criminales e ineptos.

¡Hasta el próximo sábado si Dios nos permite!

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No podía ser de otra manera, su mente e ideas desordenadas le han llevado por el camino del caos, de lo revuelto, de lo ilegal y lo injustificado. Así es él, siempre en contra del orden, promotor nato de la rebelión, en lo personal, y perdón por hacerlo en primera persona, nunca he escrito un solo artículo desde los años noventa (en que apareció en la escena pública) que hable bien de él. En su personalidad y acciones veía al anarquista que siempre ha sido, al enemigo del trabajo y la legalidad. Un antipolítico en la política.

Y como enemigo del trabajo y de los que crean las fuentes, durante su esquizofrénico mandato no ha hecho nada por mantener los empleos ni promover nuevos tampoco. Al contrario, ha hecho la guerra no solo a las inversiones extranjeras de energías limpias (ahuyentando de paso a las nuevas), sino incluso a empresas que ya habían invertido enormes cantidades, como la cervecera Constellation Brands en Mexicali, echando por tierra el estado de derecho.

López Obrador, creyéndose ‘revolucionario’ sin serlo, en sus fantasías champurradas de ideología creyó iniciar una nueva revolución llamada “4ta Transformación” (4-T), cuyos resultados son exactamente al revés de lo que debería ser un movimiento popular.

Teniendo México la experiencia de la primera revolución social del siglo XX en el mundo y cuyos resultados benéficos son inobjetables (años ‘40, ‘50 y ‘60); habrá de recordarse que en 1910, el 80 por ciento del pueblo era analfabeta, pobre, y sin acceso a la salud. Condición que poco a poco fue revirtiéndose en la medida que el gobierno implementaba sus planes, de manera que para los años ’60 la cifra educativa era al revés, las personas que sabían leer y escribir superaban ya el 80 por ciento, la pobreza permanecía, pero hubo una sensible mejoría, y cerca del 90 por ciento tenía acceso a la salud a través del IMSS, ISSSTE y Salubridad (hoy Secretaría de Salud), así como de diversos organismos de salud estatales y municipales.

Llegó lamentablemente la ‘revolución de la 4-T’ y la educación —que dicho sea de paso nunca le ha gustado al presidente (duró 9 años para lograr una licenciatura)— comenzó un declive en calidad y proyecto que no sabemos cuándo ni en qué parará; considerando que a su aventura se agregó la pandemia de coronavirus que trastornó totalmente nuestro sistema educativo al cerrarse las escuelas e implementar un supuesto modelo a través del internet, pasando por alto que gran parte de los escolares y estudiantes carecen de computadora y recursos para comprar una, o sus comunidades no tienen acceso a la red; cuestiones que en conjunto y la pésima planificación han traído, además de la deserción, una marcada caída en la calidad educativa.

Pero eso sí, los fieles amigos de la 4-T, tanto los maistros de la CNTE, como los ayotzinapos y demás vándalos de las Normales Rurales, cuando no andan en marchas y manifestaciones, están bloqueando vías de ferrocarril o asaltando el peaje de las casetas en las autopistas ¿Y la educación de los niños y jóvenes? ¿Y el gobierno? ¡Jugando a la revolución y pegándose a diario balazos en el pie!

Cuando López Obrador comenzó su comedia (no se puede llamar gobierno a esta bufonada, a esta improvisación que le está costando al país su destino mismo) en una fanfarronada anunció que el sistema de salud de México sería como el de Canadá, luego subió la mira y dijo que como el de Dinamarca. Crueles palabras.

De tener un sistema regular, aunque con deficiencias evidentes, al llegar al gobierno AMLO desapareció el Seguro Popular sin tener nada preparado, sustituyéndole solo en palabras y papeles con el INSABI, un organismo inexistente, que para cuando logre cuajar, las muertes se contarán por cientos de miles (y no sólo por coronavirus).

Por si faltara algo a su revolución al revés, desapareció el sistema de compra de medicinas para el sector salud, iniciando una guerra contra los laboratorios mexicanos acusándoles de corruptos, sin comprobarlo jamás, y dejando a los mexicanos dependientes de la medicina social (que son más del 80 por ciento) sin medicinas, ni acceso a una salud integral.

A tan terrible desgracia para los mexicanos, llegó la epidemia de coronavirus y López Obrador en lugar de buscar a los expertos e implementar una estrategia que evitara los mayores daños, como en su revolución, hizo todo al revés: minimizó la gravedad del virus y de contagios, pidiendo a los mexicanos que se abrazaran, que salieran a la calle, que no pasaba nada, poniendo al frente a un merolico (con estudios médicos que no le aprovecharon) más interesado en adular a su jefe que en cuidar la salud y vida de los mexicanos.

A poco más de un año de distancia, medio millón de muertos y algunos millones de contagios y secuelas, familias afectadas y una economía en condiciones terribles; el presidente continúa en su imaginaria ‘revolución’ en la que las tercas palabras no se cumplen, pero las dice como si fueran reales, así que ha ordenado el regreso a clases “llueva, truene o relampagueé”. No hay términos medios, como tampoco hay métodos planeados que conlleven las medidas de protección adecuadas. No, las palabras del iluminado revolucionario bastan.

Confuso, como su mente, en algún foro internacional presumió que a Benito Mussolini le pusieron el nombre gracias a Benito Juárez. Siendo famosos, qué importa que sean sangrientos dictadores, su cabeza ordena a su gusto las cosas, siempre tiene otros datos en su realidad alterna.

En sus arengas iniciales declaró que en su gobierno los pobres serían la prioridad, que, si se entiende su revolución al revés, lo cierto es que les ha cumplido. Cada vez hay más millones de mexicanos pobre gracias a sus torpes e insensatas decisiones, basta señalar que cuando llegó había 51.9 millones de pobres y según el INEGI y el CONEVAL, y actualmente ya hay 55.7 ¿Nadie le ha dicho entre sus cercanos que la incapacidad para semejante cargo también es corrupción?

Difícil entender un movimiento revolucionario que se pelea contra las clases medias, en lugar de fortalecerlas y sumar a éstas a los pobres marginados. Imposible asimilar una revolución que promueva la pobreza en lugar de luchar por el mejoramiento y bienestar de todos.

Extraña revolución en la que los millones de pobres crecen año con año, la educación decrece y su calidad también, donde se detesta la ciencia y se apuesta por la mediocridad y el conformismo; revolución que en lugar de promover los libros, considera que la lectura por placer es un acto de consumo capitalista; que la salud del pueblo no importa mucho, que es mejor el ahorro en las compras de medicinas, aparatos, equipos médicos y hospitalarios; que gasta 528 millones en una consulta pública inútil y no provee las medicinas para los niños con cáncer (y pacientes de otras enfermedades). Como le digo, AMLO y su revolución al revés, como todo en su confusa mente.

¡Hasta el próximo sábado si Dios nos permite!

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Aunque se desea respetar la investidura y la persona, el actual presidente de México ha hecho todo lo posible para que con él no suceda así. Sus palabras, acciones y omisiones, al igual que su tozudez en mantener vigentes malas decisiones le presentan ante los mexicanos como un hombre sin entrañas, irreflexivo, carente de amor para sus gobernados, obsesionado con su ego y el disfrute del poder, incapaz absoluto para el cargo que le eligieron (los que votaron por él) y sin deseo de mejorar al no escuchar a nadie, ni permitir consejo ni ayuda alguna, mucho menos aceptar sus incontables yerros y rectificar.

A su incapacidad y muchas limitaciones le ha sumado una soberbia radical, elevándose como los incontables dictadores que nos muestra la historia a nivel de deidad, rompiendo con la sensatez, con la convivencia humana (indispensable en su cargo) y dividiendo el país en bandos o partes, en la que por supuesto, la única que vale es la que le sigue fanáticamente como dios pagano.

Rodeado de un séquito de incondicionales para los que México no vale nada y sólo su jefe y futuro personal es lo que vale, el país se hunde en una cadena de malas y pésimas decisiones.

Mientras que para cualquier persona sensata la llegada de la epidemia de coronavirus a principios de 2020 era una desgracia, para López Obrador le cayó “como anillo al dedo”; presagio de la frivolidad y ligereza con la que ha manejado esta tragedia que ha ocasionado alrededor de 500 mil muertes en México y un desastre económico imposible de cuantificar todavía, pero cuyos efectos de pobreza comienzan a hacer estragos entre más de la mitad de mexicanos.

Millones de ciudadanos afectados por esta pandemia, ya sea directamente por la enfermedad (muerte o secuelas), sus familias, sus empleos, los negocios, la economía familiar en quiebra, rotas las cadenas de producción, el sector turístico desestabilizado (sin que hasta el presente logre recuperarse y mucho menos estabilizarse), el sector automotriz, la aviación comercial, y tantas y tantas ramas más de la industria y el comercio que se han visto afectados por el coronavirus (covid-19), y el presidente en lo suyo, en la grilla electoral: ¡única actividad que le gusta y sabe hacer!

Y tan es lo único que sabe hacer, que antes que nos llegara esta peste medieval (que todo parece indicar fue modificada en algún laboratorio) cometió dos terribles yerros que no ha querido enmendar agravando con ello la salud del pueblo mexicano. El primero, desaparecer el SEGURO POPULAR sustituyéndole con un mamotreto llamado INSABI que hasta la fecha no ha podido cuajar, mucho menos dar resultados.

El segundo fue desbaratar el sistema de compra de medicinas del gobierno (para el sector salud) sin tener ningún programa de reemplazo, ocasionando con su improvisación y tontera (para no usar otros calificativos) un desabasto de medicamentos hasta el presente que ha ocasionado miles de muertes de diversas enfermedades, sin que el tabasqueño acepte su gran yerro ni enmiende los daños. Confrontado por la prensa, así como por los padres de niños con cáncer y otros grupos de reclamantes a causa de la desatención y falta de medicamentos, en lugar de resolver comprando a los laboratorios mexicanos (que los producían de buena calidad y a muy bajo costo), buscó en la ONU y en el extranjero la adquisición de estos faltantes, los que además de no poder comprar sino un porcentaje, los ha comprado a mil o dos mil veces de su precio que los adquiría el anterior gobierno.

De nuevo el viejo maniqueísmo haciendo estragos, ¿Cuándo aprenderán nuestros políticos a comportarse como adultos y actuar con madurez y buen juicio, continuando con lo que estaba bien y en orden, y solo mejorando o cambiando aquello que no funcionaba? ¿Cuándo?

Durante el gobierno anterior, López Obrador y sus huestes se dedicaron a denostar a Enrique Peña Nieto calificándole todos los días de “tonto”, que no había leído ni siquiera tres libros (lo cual es una falacia, cuenta con Licenciatura y Maestría, lo que obligadamente implica variadas lecturas). Le toca ahora recoger lo sembrado. Sus torpezas, inacciones y malas acciones le colocan en una situación mil veces peor que su antecesor, y mientras Peña Nieto se mostró estoico ante estos ataques, en el caso de AMLO —que no son ataques sino hechos reales, patéticos y visibles— rechaza toda crítica que le pudiera ayudar a orientarse y tomar el rumbo correcto. No es así, la soberbia y rechazo a la realidad y la aceptación de sus yerros le hunden y de paso nos hunde a los mexicanos.

      Mientras el INEGI anuncia y advierte el crecimiento feroz de la pobreza en México, que como todos sabemos (y padecemos) crece día con día, el presidente en sus fantasías políticas y su deseo mórbido de trascender (de hecho ya lo hizo, pero no por la puerta que él cree) regalando 40 millones de litros de gasolina y diésel a Cuba, así como medicinas, oxigeno, cubrebocas, jeringas, comida (leche, frijoles, harina de trigo, latas de atún, aceite comestible, etc.), aunque también ha mandado ayuda a Centroamérica. Así que como como dice el añejo refrán: ¡Candil de la calle y oscuridad de casa!

Millones de mexicanos sin medicinas ni atención médica adecuada (o ninguna), padeciendo pobreza, y el presidente regalando a extraños el pan de los propios hijos.

En el actual régimen todo se reduce a la atención y deseos del titular del ejecutivo y sus huestes, nada más. El resto es su show mañanero, su espectáculo de mal gusto al estilo de Cristina Saralegui o de Laura Bozzo, un circo mediático de muy baja estofa, que se anuncia como conferencia de prensa sin que a estos se le permita el acceso. Pantomima, pues.

      Con semejante cuadro capaz de deprimir al más optimista, con una tercera ola de coronavirus que está ocasionando terribles daños (que el gobierno no acepta ni quiera ver), el país bajo las armas y dominio tácito de las bandas criminales y la economía en la cuerda floja a causa de un gobierno ineficiente, incapaz de conceder certeza jurídica e implantar el estado de derecho —por solo mencionar algunas cosas— y el presidente tirando $528 millones de pesos (El Economista, 20/Jun/2021) en una INÚTIL CONSULTA POPULAR, que solo le servirá a él para medir su apoyo entre su fanaticada y los cooptados por las dádivas de los dineros públicos ¿No sería mejor que ese dinero se haya gastado en las medicinas para los niños con cáncer? Porque, dicho sea de paso, si los expresidentes cometieron algún delito, es obligación de AMLO denunciarlos y enjuiciarlos. Punto.

¡Hasta el próximo sábado si Dios nos permite!

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Pero, qué mundo es éste donde hienas disfrazadas de hombres son capaces de golpear sin misericordia y asesinar a mujeres, incluso cortarlas en pedazos. Qué mundo es este donde las mujeres salen a la calle temerosas de que cualquier patán o una de tantas bandas de traficantes las prive de su libertad haciéndoles objeto de secuestro, violación, tráfico de órganos o esclavas (para prostitución). ¿Dónde están los gobiernos federal, estatales y municipales? ¿Dónde…?

    Qué mundo es éste donde los gobiernos (al menos en México) se integran por falsos políticos, por grupos de vividores que no tienen la menor idea de cómo gobernar, pero que TAMPOCO QUIEREN HACERLO dejando a los gobernados a merced de miles y miles de criminales de todo tipo y tamaño, con y sin organizar. Su única preocupación son los dineros públicos y el cómo repartirlos que parezca legal. Simple juego a la política, pero sin políticos.

     Gobiernos que ofrecen a los asesinos y criminales abrazos y dejan a los ciudadanos trabajadores y pacíficos los balazos, que tienen un extraño y condenable sentido de justicia en la que nunca detienen a los que delinquen y si de casualidad lo hacen se preocupan hasta lo irracional de sus derechos humanos y se olvidan totalmente de los de sus víctimas. Que cuidan de no dar los apellidos de los rufianes y hasta les tapan en las fotografías los ojos y a sus víctimas las fotografían completas, así como sus nombres y apellidos.

     Qué mundo es éste en el que los bosques son talados sin que nadie les estorbe y gastan sumas multimillonarias en sembrar arbolitos que nadie cuida y con una posibilidad de vivir muy baja, que en lugar de buscar las energías limpias y renovables,  deja a los poblados y a los que siembran sin agua, todo para producir energía eléctrica a muy costo; que sus gobiernos permiten a ciudadanos construir viviendas en los cauces de ríos y arroyos y cuando se inundan se hacen a las víctimas. Y todo por la ambición de algunos, la torpeza de otros y la indiferencia de los muchos.

     Mundo extraño donde mujeres vestidas y actuando como vándalos reclaman con violencia lo que deben hacer como marca la ley, destruyendo como marabunta cuanta cosa encuentran a su paso, desde bienes de particulares hasta el patrimonio público (adquirido con los impuestos de todos), llegando al extremo de pedir ‘liberación’ de las detenidas (cuando la ornamental autoridad se atreve a cumplir con su deber).

    Qué mundo es éste donde a los asesinos y a la cada vez mayor fauna delincuencial no se les persigue, donde bajan las estadísticas de delitos a causa de que los ciudadanos ya no denuncian, aunque en la realidad aumenten día con día, donde el gobierno fomenta la impunidad acrecentando con su desvergüenza y desacato el índice de delitos y las angustias de un pueblo largamente y cada vez más angustiado.

     Qué mundo es éste capaz de ir contra natura y el sentido común, justificando las desviaciones de unos que rebelándose contra la naturaleza y sus genes, no solo se empecinan en ser lo que no son, sino que en su soberbia exigen que la ley se deforme para que apruebe lo que hacen y los medios se prestan para su locura, presionando a la sociedad para que justifique lo injustificable, para que aplauda lo que es reprobable.

     Qué mundo es éste donde se ataca la familia, primera institución humana y único lugar donde ésta obtiene amor, formación y futuro, por causa de egoístas, irresponsables y amantes desbordados que no saben de compromisos y solo viven para sí mismos. Ataques a los que gobiernos inmorales y acomodaticios han ido cediendo hasta dejar a la familia en estado de indefensión (aunque lo nieguen).

     Qué mundo es éste donde la salud del pueblo no se atiende, excepto con las palabras de un presidente mentiroso, incapaz y enfermo de poder, donde los niños con cáncer, los enfermos crónicos, los que requieren de cirugías y demás, no son atendidos, y si algunos lo logran, no hay medicinas para sus males, excepto en el discurso ante los medios.

     Qué mundo es éste en qué gran número de ciclistas y motociclistas no respetan ley alguna, circulan por banquetas, en sentido contrario, se pasan los altos (luz roja), incluso de repente se desnudan en grandes grupos (violando las leyes municipales) y por si fuera poco, son capaces de golpear automovilistas y destruir sus carros sin que la autoridad haga nada por detener sus ilícitos (nomás porque traen vehículos de 2 ruedas).

     Qué mundo es éste en el que un partido político que se dice ecologista no le importa un comino ésta, sino enriquecerse prostituyéndose (políticamente) de la peor manera y al mejor postor, mientras el país se hunde en múltiples problemas a causa de la ausencia de leyes (o de su falta de aplicación) que protejan la naturaleza y sus recursos; mundo en el que vale el dinero y las personas no, excepto las que tengan sumas con muchos ceros a la derecha.

      Qué mundo es éste donde decenas de jóvenes son desaparecidos a diario, la mayoría de ellos por las bandas de criminales para obligarlos a convertirse en asesinos y rufianes, pero que al negarse, la mayoría es asesinada y va a parar a las fosas clandestinas sin que el gobierno mueva un solo dedo para impedirlo. Qué mundo es éste en el que para los gobiernos la vida de sus gobernados no vale absolutamente nada, excepto el dinero de los impuestos y la recaudación vía corrupción, claro.

      Qué mundo es éste, integrado y poblado por humanos, que se apuesta por los robots, que requiriendo de más y mejores fuentes de trabajo se apuesta por los conflictos laborales que las extinguen. Qué mundo es éste que ante las tragedias ocasionadas por el calentamiento global no hace gran cosa por detenerlo y revertirlo, y la mayoría de los gobiernos se limitan a comentar el tema, pero sin remediar casi nada.

     Qué mundo es éste en el que la fe judeocristiana ha sido desechada y no se quiere saber nada de Dios, en el que muchos se ufanan de tener la mayor información y tecnología de todos los tiempos (lo cual es cierto) pero que desconocen gran parte de esa información y al no querer saber nada de Dios carecen de las respuestas esenciales de la vida, enfrentándose a la eternidad(porque fuimos creados para eternidad) en las peores condiciones posibles. Mundo que desconoce el mensaje de la Biblia, pero que ataca este libro con los peores e infundados comentarios ¿Qué opina usted de semejante mundo?

¡Hasta el próximo sábado si Dios nos permite!

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