Opinión

La postura que guarda el presidente López Obrador contra todo aquel ciudadano que no esté de acuerdo con sus políticas públicas no solo es absurda e insostenible, resulta además ofensiva y anti republicana, ajena a un mandatario decente y democrático. Atreverse a declarar cosas como la siguiente le desnuda de cuerpo entero, exhibe su miseria moral e intelectual:

 

“Callaron como momias cuando saqueaban y pisoteaban los derechos humanos y ahora gritan como pregoneros que es inconstitucional hacer justicia y desterrar la corrupción. No cabe duda de que la única doctrina de los conservadores es la hipocresía. Son como sepulcros blanqueados” (publicado en su cuenta de twitter el 20/abril/2019).

 

     De entrada obliga la aclaración de varias cosas y puntos. En primer orden y debido a que AMLO no para de decir que es de “izquierda” habrá de refutarse su afirmación. Será anarquista, fascista, aprendiz de dictador o lo que él mismo habrá de descubrir y aceptar, pero de ninguna manera izquierdista. Queda claro que su pobre formación intelectual no le permite entender el término, mucho menos las implicaciones históricas e ideológicas que esto implica.

     En segundo término existe la necesidad de explicarle al ególatra mandatario lo que es y significa el término conservador, lo cual no implica de manera alguna hipocresía, pues en todas las corrientes ideológicas y posturas políticas hay hipócritas, ya que es un asunto de actitud y doblez moral interior.

    Actitud difícil de descubrir debido al muro que la persona antepone para que se desconozca su verdadero pensamiento. A eso se refirió el poeta inglés John Milton con absoluta precisión cuando escribió: “…porque ni el hombre ni el ángel pueden distinguir la hipocresía, único mal que en el Cielo y en la Tierra pasa invisible para todos menos para Dios“ (El Paraíso Perdido, Limusa, 1987,pág. 65).

    En realidad lo que el presidente ha hecho casi todos los días a los que no pensamos como él (éste periodista y escritor se suma a la lista) es ofendernos,sin asistirle la razón, y mucho menos su deber y posición que le obliga al respeto para todos sus gobernados. Resulta absurdo y reprochable que para los delincuentes ofrezca respeto y para los ciudadanos observantes de la ley, pero que no piensan como él, les haga todos los días objeto de sus ofensas y desprecio.

    Intentando poner las cosas en claro, permitamos que la Real Academia de la Lengua Española intervenga con su definición: conservador: en política, especialmente favorable a mantener el orden social y los valores tradicionales frente a las innovaciones y los cambios radicales”.

     Si aplicamos tal definición a nuestro país, pedir que se mantenga la democracia y se aplique el estado de derecho, no se entiende porque molesta tanto esto al actual mandatario y lo califica de conservador, ¿será acaso que trae en mente cambios radicales ajenos a la democracia y vida republicana que venimos pidiendo y exigiendo la inmensa mayoría de los mexicanos desde hace muchos años? De ser este el caso entonces sí se aplica lo de conservadores, pues queremos que nuestra democracia mejore y la impunidad que tanto daño nos ha estado haciendo durante todo el siglo XXI pero que se ha acrecentado en la segunda década se acabe, que retorne el estado de derecho. Si lo que López Obrador pretende son cambios radicales populistas al estilo Chávez y Maduro ciertamente somos conservadores, pero como lo define la Real Academia de la Lengua Española; no como él lo utiliza para ofendernos desde su púlpito divisionista y maniqueo en Palacio Nacional.

    Agreguemos estas declaraciones y frases para que si el presidente las lee, nos haga saber su opinión personal (semanalmente le es enviada esta columna, tanto a él como en su momento se hizo con los presidentes en turno):

 

“Acostumbrado a imponer su caprichosa voluntad a seres envilecidos que se filian en los partidos por especulación, cree encontrar en nosotros, con el amago del destierro perpetuo, una sumisión que nos degrade. Preciso es, pues, hacer entender (al presidente) que para nosotros no hay fuerza, no hay pena bastante que nos obligue a reconocer como legal y justa su arbitraria e inmoral administración”.

 

“Aunque yo no ejercía ya mando ninguno… fui sin embargo perseguido, no solo por los revoltosos que se apoderaron de la administración pública… Ambiciosos vulgares que se hacían lugar entre los vencedores… No tenían principios fijos ni la conciencia de su propia dignidad y por eso procuraban siempre arrimarse al vencedor aunque para ello tuvieran que hacer el papel de verdugos”.

 

—“El primer gobernante de una sociedad no debe tener más bandera que la ley; la felicidad común debe ser su norte, e iguales los hombres ante su presencia, como lo son ante la ley; sólo debe distinguir al mérito y a la virtud para recompensarlos; al vicio y al crimen para procurar su castigo”.

 

    ¿Qué conservador fue autor de semejantes cosas, qué hipócrita o sepulcro blanqueado se atrevió a escribir y pedir castigo para los criminales? ¿Acaso para él no hay derechos humanos para los delincuentes, para los que secuestran autobuses y choferes, para los que toman casetas de autopistas y roban las cuotas, para los que saquean los ductos de gasolina de Pemex, los que secuestran, los que asesinan un centenar de personas a diario, los que bloquean las vías de ferrocarril impidiendo el paso de trenes y paralizando fábricas y manufacturas con daños multimillonarios, los que asesinan niños y mujeres, los que envenenan con drogas a jóvenes y niños cegando su futuro, los que extorsionan a diario a medianos, pequeños y micro comerciantes?

    ¿Ya sabe quién escribió todo esto señor presidente? Fue el Presidente Benito Juárez, un hombre que de acuerdo a como usted entiende la palabra conservador era un CONSERVADOR DE PURA CEPA. Será bueno en todo caso, y como acostumbra decir usted ¡con el debido respeto! que reconsidere su actitud belicosa y ofensiva y entendido el significado de las palabras y de la enorme responsabilidad que ha aceptado, cambie de actitud y en lugar de escuchar a sus cortesanos, lea la Constitución y se allegue personas probas y preparadas que le ayuden a tomar el rumbo republicano y a imponer un auténtico estado de derecho (y se acabe tanta impunidad).

¡Hasta el próximo sábado si Dios nos permite!

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Los mexicanos nos encontramos en una situación verdaderamente difícil, adversa, con un gobierno integrado por fanáticos, de escasas luces y poca capacidad, con un líder ególatra hasta lo irracional, grosero y agresivo contra todo lo que le resulte contrario, incapaz de analizar y aceptar sus errores. Y por si no fuera suficiente, una fauna criminal mantiene bajo terror a la inmensa mayoría de los mexicanos.

      Criminales, derramadores de ríos de sangre para los que el gobierno actual les ha ofrecido abrazos, no balazos. Y se los ha cumplido. Al chapito lo abrazó y lo soltó, como les ha cumplido también a las decenas de miles de asesinos cuyos crímenes cometidos permanecen impunes (en un 99 por ciento), igual les ha cumplido a secuestradores, contrabandistas de armas, narcotraficantes de todos los niveles, asaltantes, extorsionadores, ladrones de casas, asaltantes de negocios, personas, camiones de carga y todos los etcéteras que usted quiera. Para toda la fauna criminal los abrazos, ¡claro, son personas y hay que respetarlas, dice el presidente López Obrador!, mientras que los balazos los reciben los ciudadanos honrados, pacíficos y trabajadores, los que pagan impuestos y sostienen al gobierno. Un promedio de cien mexicanos por día reciben los balazos y mueren, de lo cuáles noventa y nueve no recibirán justicia alguna por el estado y sus muertes quedarán impunes.

     Ante esta reprobable e insostenible situación muchos mexicanos nos preguntamos y nuestras preguntas reclaman respuesta:

 

¿Para qué queremos un Ejército Mexicano que no detiene ni combate a los asesinos y delincuentes, que es burla y objeto de escarnio y agresiones por poblaciones enteras corrompidas, dedicadas al narcotráfico, secuestro, robo de gasolinas (el huachicol es tequila o mezcal adulterado de la peor clase), robo de trenes, etcétera.

     Un Ejército al que su supuesto comandante permite que cualquier turba le humille a sus soldados y oficiales, los golpee, ofenda, y por si fuera poco, le ha desviado de sus deberes para convertirlos (y humillarlos) en albañiles. No que tal oficio sea humillante, de ninguna manera, sino que políticamente se les ha encomendado a tareas que no les competen y para las que hay miles de constructoras en el país que pueden hacerlo y que están sin trabajo actualmente, de manera que ponerlos a trabajar en eso conlleva una humillación política ¿Para qué queremos y para qué nos sirve a los mexicanos un Ejército humillado, incapaz de protegernos de los criminales y desviado de sus tareas trabajando en otras que no le corresponden?

 

¿Para qué queremos una Guardia Nacional que nos cuesta a los mexicanos una cantidad estratosférica, si el país se encuentra cada vez peor, si la fauna criminal campea y señorea en el país de frontera a frontera y de costa a costa y tal cuerpo es en la práctica un simple ornamento público limitado a pasear por las calles en camiones para aparentar que vigilan. La impresión que causan a muchos ciudadanos es que solo están sirviendo como ejército personal del presidente, y que como se aprecia, se intenta a través de este debilitar y suplir en un futuro al Ejército Mexicano. Quizá no sea así pero esa es la imagen que están ofreciendo.

 

¿Para qué queremos cuerpos de policías estatales y municipales si en la mayor de las veces no detienen más que a borrachitos, que solo sirven para amontonarse con patrullas y poner listones luego de algún crimen (claro, ya que se fueron los asesinos), aparentando que ‘trabajan y sirven’ cuando lo cierto es que su trabajo no justifica las enormes cantidades que se cubren de nóminas y su servicio a la comunidad es muchas veces cuestionable si se toma en cuenta los resultados. Policías que le aconsejan a las víctimas de muchos delitos que mejor no denuncien, que solo van a perder el tiempo, que no les gusta rendir el informe cuando por buena suerte logran detener a alguien, ya que al no saber elaborar el papeleo (o hacerlo intencionalmente mal), los delincuentes son liberados de inmediato por jueces corruptos (corrupto no solo es aquel que recibe dinero ilícitamente, lo es también aquel que no cumple los deberes propios del cargo, que no es otro que hacerle justicia al ciudadano agraviado) ¿Para qué queremos policías inútiles y de adorno, que incluso en no pocos casos están coludidos con los incontables grupos criminales que a causa de la impunidad se han multiplicado como hongos, para qué?

 

¿Para qué queremos un poder judicial federal y los estatales si su compromiso es con los criminales o con ideas legaloides ajenas a la justicia, ajenas al dolor y daño cometido en agravio de los ciudadanos afectados y sus patrimonios. Jueces y personal de juzgados que ganan un dineral y cuya función en la práctica es jugar al juzgador, pero sin impartir verdaderamente justicia a un pueblo, el mexicano, largamente agraviado, adolorido, ensangrentado, saqueado, engañado, humillado y sin obtener justicia alguna; mucho menos recibir reparación del daño  ¿No sabrán distinguir acaso los señores jueces si hay un delito o no, o lo importante únicamente es que hayan detenido a los asesinos y delincuentes en el momento del ilícito? ¿No podrán entender, o es muy difícil hacerlo, que no hay asesino ni delincuente alguno que avise a la policía la hora y lugar de su futuro ilícito? ¿Será muy difícil examinar la averiguación (eufemísticamente ahora llamada carpeta de investigación) y con criterio jurídico propio de un juzgador y pensando en la víctima(s) resolver en favor de estas, antes que en el delincuente?

De continuar así las cosas ¿Para qué queremos jueces que solo velen por sus sueldazos y prestaciones y no para impartir justicia y proteger a las víctimas?

 

—Finalmente: ¿Para qué queremos una República si en el presente padecemos un presidente que actúa como monarca y los virreyes se someten humillados ante sus exigencias? Un absolutista que rechaza toda crítica, que quiere tener a todo el pueblo, es decir, A TODOS LOS MEXICANOS aplaudiéndole y quemándole incienso a su enorme ego, considerando enemigos (lo cual es impropio e inaceptable en un presidente), conservadores, fifís, y cuanta ofensa se le ocurra en el momento a todos los que no pensamos como él, pero que somos mexicanos y amamos a nuestro país con el mismo derecho que él, que en lugar de unirnos, trabajar y protegernos a todos se dedica todas las mañanas a entablar una guerra verbal; en lugar de combatir con todas las fuerzas del estado a los delincuentes y trabajar por la estabilidad del país, por crear confianza para las inversiones, por un clima de legalidad, entendimiento y respeto entre gobierno y sociedad, de respeto y orden entre los poderes, por hacer que las instituciones públicas, como es el Ejército Mexicano cumplan sus deberes con el apoyo total del estado, se dedica a desunirnos. ¿Para qué queremos y para qué nos sirve una República de mero membrete?

¡Hasta el próximo sábado si Dios nos permite!

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Nos encontramos sumidos en el pantano de la manipulación, de los escándalos cotidianos (como es el caso del avión presidencial: que ni Obama lo tenía, lo cual no es cierto, que lo iba a vender, aunque se debía, que nadie lo quiso comprar, que se gastó una millonada nomas por estar estacionado en California, que lo iba a rifar, que siempre no, que una coperacha para comprar medicinas supuestamente con el pretexto de la no rifa del avión, etcétera, etcétera), de las mentiras, de la simulación, pero sobre todo de la incapacidad y la inacción gubernamental.

     El país se hunde día tras día en el deterioro económico, en un mar de violencia cada vez más sangriento, en un caos social en el que la falta de orden y legalidad han permitido que todo salga de control, en una intolerancia colectiva cuyo lenguaje parece salido de las experiencia de Babel pues nadie parece entenderse, donde la ley es letra muerta y cada quien hace lo que se le viene en gana, de manera que destruir vidas y patrimonios ajenos (públicos y privados) son cosa de todos los días sin que el gobierno mueva un dedo. Si acaso atender los asuntos de mayor relevancia en los medios.

    Para desgracia nuestra quien debiera ser el responsable de poner orden y ejemplo en el País, de hacer valer el estado de derecho y hacer todo lo posible para crear y alentar las inversiones privadas y unir a los mexicanos; en el año y meses que tiene como presidente se ha dedicado a destruir, dividir y empobrecer el país, aunque él considere y diga lo contrario.

     Poseedor de una personalidad ególatra hasta la irracional, todos los días se levanta para dañar al país, para dividir a los sectores sociales, para atacar a la prensa que no le quema incienso y a los mexicanos que no piensan como él. Incapaz de cuestionarse, ajeno absolutamente a la autocrítica, declara con dogmatismo sus puntos de vista acerca de los problemas nacionales, que por cierto, aborda apenas unos pocos; la inmensa mayoría de ellos los ignora (en todos los sentidos).

    Cuando se siente confrontado con la realidad, con los hechos concretos y fundamentados, en su absurda postura indefectiblemente asegura ‘tener otros datos’, lo cual recuerda la anécdota del senador demócrata por Nueva York, Daniel Patrick Moynihan, quien al acorralar a un colega ante el muro de los hechos, el hombre —a la manera de López Obrador— se defendió diciendo:

 

“Bien, puede que no estés de acuerdo conmigo, pero tengo derecho a tener mi propia opinión”. Sin embargo nunca esperó la lapidaria y confrontadora respuesta de Moynihan: “Tienes derecho a tener tu opinión, pero no tienes derecho a tener tus propios hechos”

 

     Lamentable, en verdad lamentable, que el presidente tenga a diario sus propios hechos. Su opinión siempre será respetable, lo cual no significa que le asista la verdad. La verdad es la verdad y esta tiene que prevalecer. Para eso debe de contar con asesores capaces y sabios que le ayuden en sus tareas, no de oportunistas o cortesanos ignorantes que solo le den la suave y alejen a su jefe de la realidad y de la presidencia, convirtiéndole de facto en un dictador en ciernes.

     Los muros de Palacio Nacional se han convertido en un castillo medieval al que nadie se puede acercar. El foso infestado de cocodrilos, ya sea de guardias que impiden la entrada a los que no saben quemar incienso, o de las legiones de guardias cibernéticos dispuestos a ofender y destruir la reputación de cualquiera que se atreva a cuestionar a su líder (que no se comporta como presidente institucional ni constitucional) le han aislado, transformándole en un autócrata que no quiere ver los problemas nacionales. Un líder aislado que solo tiene ojos para los grupos indígenas y aquellos a los que puede regalar dinero público (para comprar su conciencia y simpatía) pero que al no ver los enormes y terribles problemas nacionales tampoco hace nada para resolverlos.

     En toda democracia existe un CONTRATO SOCIAL enmarcado dentro de la Constitución y demás cuerpos de leyes. En el caso de nuestro país y si se toma en cuenta a la ensoberbecida criminalidad que mantiene aterrados a los mexicanos (con la anuencia e impasibilidad del gobierno lopezobradorista que ofrece a los delincuentes abrazos no balazos), la advertencia de Rousseau es obvio que no se conoce, muchos menos se considera: —“Todo malhechor, al atacar el derecho social, se vuelve por sus delitos, rebelde y traidor a la patria; deja de ser miembro de ella al violar sus leyes; e incluso le hace la guerra”. Rousseau va más allá, incluso, describe y señala la impunidad como fracaso del gobierno: “En un Estado bien gobernado hay pocos castigos… porque hay pocos criminales: el gran número de crímenes asegura impunidad cuando el Estado decae” (El Contrato Social, Capítulo V).

     El vergonzoso y denigrante espectáculo de la semana pasada en Palacio Nacional es una muestra patética del gobierno de López Obrador, de su personalidad recalcitrantemente ególatra, de su expresión pública y malsana de un poder mal entendido. Invitar a los grandes empresarios del país a cenar tamales de no sé qué cosa (en Jalisco no existe esa comida) y atole, y sacarles bajo presión 1,500 millones de pesos para ‘comprar medicinas’ no es otra cosa que una extorsión desde el poder. Una exhibición grotesca e innecesaria de quién tiene el poder político en México.

     No se puede ni debe pasar por alto que solo de enero a agosto del año pasado (2019) hubo un subejercicio presupuestal de $ 232 mil 100 millones de pesos. Es decir, dinero presupuestado para medicinas lo hay, lo que no hay es capacidad del gobierno para implementar los programas públicos. En otras palabras: hasta para gastar hay que tener la inteligencia y la capacidad necesarias, pues una cosa es criticar y marchar en las calles vociferando contra el estado, y otra muy distinta ser el estado y resolver los complicadísimos problemas de toda una Nación.

     El presidente y su gente (que no parece gabinete) si realmente aman un poco a México, y no solo el poder que les tiene ensoberbecidos, deberán hacer un alto, entender que ganaron unas elecciones, que no compraron un país con todo y habitantes. En un necesario acto de sinceridad y valor escuchar otras voces y ser capaces de auto evaluarse, de aceptar y entender que deben de gobernar para todos los mexicanos y no solo para sus incondicionales, de aceptar y entender que un presidente no puede ni debe tener adversarios, que su función es gobernar para todos y resolver los problemas de todos, hayan o no votado por él, le acepten o le rechacen.

¡Hasta el próximo sábado si Dios nos permite!

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No podemos continuar así. México es un cementerio, los mexicanos un pueblo sometido y aterrorizado por la cada vez mayor fauna delincuencial, mientras que la economía del país se desmorona, cayendo día con día, mientras que usted señor presidente, mañana tras mañana con una sonrisa sardónica que debe lastimar a los cientos de miles de víctimas de los criminales, se dedica a cuidar su imagen y defender sus ideas.

     No es posible admitir que no sepa que nadie votó por usted para que hiciera eso, para que todas las madrugadas, además de arrebatar dos o tres horas de sueño a los periodistas, salga a lucirse y a discutir su propia postura. Tampoco puede admitirse que no sepa que México es un país de leyes y que el primer deber de un presidente de la República es cumplir y hacer cumplir la ley.

     No puede, mejor dicho, no debe seguir culpando a los gobiernos anteriores de la situación violenta que se padece. Tan solo en el año 2019 se cometieron en México 34,582 asesinatos de manera que la responsabilidad como titular del poder ejecutivo es suya y solamente suya. Un cuadro de horror e inestabilidad en el que no cabe su sonrisa matutina, al contrario, reclama su atención y mayor esfuerzo para poner un alto a la delincuencia ensoberbecida a causa de tanta y tan prolongada impunidad.

    Hay Estados como Guerrero, Guanajuato, Veracruz y Tamaulipas que son dominados por los delincuentes y el gobierno federal, estatal y municipal, es mero adorno. Rectifico, tienen la desvergüenza de cobrar impuestos y afligir, aún más, a los valientes ciudadanos que todavía se atreven a invertir y trabajar decentemente para sostener a sus familias y las de sus empleados. A pesar de no contar con protección alguna del gobierno que les ha dejado a su suerte. Eso ni es gobierno ni es democracia.

    Estados donde los asesinatos son cosa de todos los días, incluso hasta de grupos enteros (como sucedió a la banda de música pueblerina que en Guerrero se atrevió a ir a tocar a otro pueblo para ganarse unos pesos); sangre inocente que queda sin justicia, agregando impunidad absoluta a los asesinos y acrecentando su soberbia. Regiones sin ley en las que hasta niños están armando y el gobierno federal en lugar de poner orden se limita a declarar; como si la saliva remediara algo.

    El ridículo e inacción del gobierno resultan ya insultantes y patéticos. Soltar al hijo del Chapo en Culiacán habiéndole tenido ya bajo la custodia del Ejército y permitir que los delincuentes humillaran al estado mexicano(con todo el poder y recursos tecnológicos, fuerza y armamento con los que se cuentan) es inadmisible. Querer vender la idea de que los delincuentes tenían mejor ‘estrategia’ que el Ejército Mexicano es creer que Santa Claus existe.

    No, no hay excusa señor presidente para que se siga permitiendo el derramamiento de sangre a gusto de los criminales. La matanza de mujeres y niños de la comunidad LeBarón en los límites de  Chihuahua y Sonora debiera haber sido la gota que derramara el vaso de la paciencia oficial. No sucedió así, fuera de declaraciones y viajes inútiles, las bandas de criminales siguen ganando la partida y su gobierno, presidente, se limita a ver y declarar. Nada más.

     Casi a diario matan y humillan policías, soldados y guardia nacional y a su gobierno, presidente López Obrador, parece no importarle nada. Como si se tratara de figuras de ajedrez sin valor alguno las vidas de los uniformados asesinados acrecientan la lista; viudas y huérfanos crecen en número (muchos de ellos quedando en el total desamparo) y no se hace nada para poner un alto. En todo país democrático la muerte de un policía es cobrada de inmediato y con todo el peso de la ley, en México no sucede así, la vida de policías y soldados no vale nada y al gobierno parece no importarle tampoco.

    La reciente matazón de niños y adolescentes que estaban jugando maquinitas (video juegos) en Uruapan, que no tenían nada que ver ni con drogas ni delincuencia, deja al descubierto cuando menos tres cosas: primero, que los delincuentes están crecidos hasta lo irracional a causa de la impunidad; segundo, que el gobierno no hace nada para hacer valer la ley; y tercero, que el poder judicial es una inútil, onerosa y pesada carga para los bolsillos de los contribuyentes.

    La extorsión a viajeros que retornan de Estados Unidos y paisanos que visitan México es otra cabeza más de esta hidra horrenda que aterroriza a los mexicanos, la cuestión es que el que tiene la espada para acabar con ella, es decir, el estado mexicano, parece no tener interés alguno que no sea en las próximas alecciones, llegando al absurdo kafkiano de pretender distraer la atención pública con la rifa de un avión. Más irresponsabilidad y frivolidad ya no se puede.

     Ladrones de todos los tamaños, extorsionistas y demás delincuentes gozan de cabal salud. Asaltantes de trenes, normalistas que secuestran choferes y roban costosos autobuses foráneos, que con un puñado de ellos sentados en la vías del  ferrocarril y puestas algunas piedras, son capaces de paralizar la cadena productiva con daños multimillonarios sin que usted presidente haga nada al respecto. ¿Cómo puede hablar de la creación de empleos y de interés por los trabajadores si ni siquiera es capaz de defender los empleos de los que lo tienen y gozan de buenos salarios?

   Bueno, hasta Jalisco se encuentra merced de los criminales (aunque se intente maquillar la realidad) basta decir que en el año 2019, hasta el día 5 de noviembre se habían cometido 2,928 asesinatos (El Universal). Los asesinatos que en los años setenta se cometían en un mes hoy los cometen en un día o dos. Todos impunes.

     Lo de lo ‘abrazos y no balazos’ es un verdadero desatino, un sinsentido, un agravio y ataque contra el estado de derecho. Una de las principales obligaciones de un presidente es velar por la paz y la aplicación de la ley y ninguna de las dos cosas ha sucedido durante su gestión. Un presidente debe hacer ambas cosas: abrazar al que se esfuerza por México y estar dispuesto a tirar balazos al que delinque y resista someterse al imperio de la ley.

     Un gobierno eficaz no puede admitir a jueces corruptos o que no entienden su trabajo, que liberan a los criminales por cualquier tontería burocrática, mientras que la ley habla de indicios, lo que permite retener a los presuntos delincuentes hasta agotar la indagatoria. Chacales que entran dejando un rastro de sangre (cuando ocasionalmente son detenidos), salen sonriendo y ensoberbecidos cuando son liberados por estos usurpadores de la impartición de justicia.

    Señor presidente, basta ya de tanta sangre derramada, cumpla con sus deberes y ponga orden en el país. Por favor, deje su cotidiana campaña de apologética de sus ideas personales y dedíquese a cumplir y hacer cumplir la ley. Busque a personas capacitadas y capaces que le ayuden, le aseguro que de poner orden y someter a la fauna delincuencial se ganará (a causa de su trabajo) el aprecio del pueblo. No el de sus incondicionales y de los que reciben dinero, sino el del verdadero pueblo.

¡Hasta el próximo sábado si Dios nos permite!

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