LA PASCUA Y SUS ENSEÑANZAS

Para judíos y cristianos la historia de la primera Pascua celebrada en Egipto contiene enseñanzas fundamentales, enseñanzas que en un enorme porcentaje no son conocidas, por tanto no entendidas. Antes, diremos que la tarde del miércoles 8 de abril se celebra la Pascua. No podemos olvidar que Yeshua (Jesús) era judío y que él no vino a abolir la ley y los profetas, sino a dar su cabal cumplimiento a la fe judía (Mat 5:17) así que de acuerdo al calendario judío, éste día es el mismo que el Mesías compartió el Seder con sus apóstoles (lo que la cristiandad conoce como ‘última cena’).

Volviendo al origen de la fiesta, los hechos ocurrieron hace 34 siglos aproximadamente, época en que los hebreos se encontraban como esclavos en el vecino país de Egipto. Y la esclavitud siempre ha sido terrible, de ahí que clamaran a Dios pidiendo su liberación. El Señor, que por lo general se mantiene al margen si no es llamado, por eso nos concedió el libre albedrío, responde con su amor y misericordia enviándoles un libertador llamado Moisés.

El pueblo judío milenariamente al utilizar la Hagadá en esta fiesta, recuerda los acontecimientos principales, pero nada mejor que la propia Biblia para conocer o recordar en detalle la liberación del pueblo en medio de grandes milagros y señales como nunca se había visto. En las páginas de la Escritura se lee que ante la oposición del Faraón para dejar salir al pueblo hebreo de su país y liberarles del terrible yugo de la esclavitud, Dios le envía a los egipcios 10 terribles plagas.

Por medio de dichas plagas (las aguas se convierten en sangre, luego vienen ranas, piojos, moscas, muerte del ganado, etcétera) el gobernante opresor va debilitándose y comprobando su pequeñez e inutilidad ante el Dios Todopoderoso, sin embargo, y luego de padecer el flagelo de nueve de estas plagas, en un arranque más de soberbia niega la salida del pueblo. Ante esto, el Señor le anuncia a través de Moisés de una última en la que todos los primogénitos egipcios, tanto de humanos como de animales morirían en esa noche, suceso que ocurre puntualmente. Que dicho sea de paso, Dios siempre cumple lo que anuncia pues no tiene que pedir la credibilidad o anuencia de gobernante alguno (de izquierda, derecha o centro).

En cambio para los hebreos y como respuesta a su súplica de liberación, les dice que cada familia tome un cordero limpio y sin mancha, que lo sacrifiqueque con su sangre ponga señal de pacto en los dos postes y en el dintel de la puerta de cada casa; que la carne sea comida asada por los moradores de aquella familia. Comida que fue acompañada con panes sin levadura (matzoth).

Esa noche el ángel de la muerte azotó todas las casas de los egipcios, mientras que en la de los hebreos, además de preservarles la vida, se inicia su proceso de libertad total. Fue la primera celebración de la Pascua.

Poco más de trece siglos después, ya en Israel, Juan el bautista mira caminar hacia él a Jesús, por lo que afirma ante la multitud: “¡Este es el cordero de Dios que quita el pecado del mundo!”. En otras palabras: el pueblo judío (y la futura cristiandad) estaban próximos a celebrar una nueva Pascua, aunque ahora la liberación sería respecto a otro tipo de esclavitud: ¡la liberación del pecado! ¿Habrá otra esclavitud más terrible que ésta?

En esta nueva Pascua el cordero a sacrificar tendría que ser también limpio y sin mancha, por esta razón es que Yeshua reta a sacerdotes y líderes religiosos dentro del Templo de Jerusalén: “¿Quién de vosotros me redarguye de pecado?” A todos los seres humanos, sin excepción, nos pueden señalar pecados, al Dios hecho hombre nadie, demostrando así dos cosas: primero, que al no cometer pecado cumplía el requisito ordenado por Moisés (limpio y sin mancha) y; segundo, que al no haber hombre alguno con esa condición espiritual, estaba enseñandonos que sólo Dios podía salvarnos. Eso hizo el Hijo.

En esta segunda Pascua, cuando el cordero estaba derramando su sangre inocente en la Cruz del Calvario para salvar a todo el pecador que sinceramente crea (judío o gentil), se arrepienta y busque su liberación; Dios el Padre, aparta por un momento la presencia de su Espíritu Santo para poder descargar su justa ira sobre su Hijo, quien nunca había tenido semejante y horrenda experiencia, por lo que expresa: “Dios mío, Dios mío ¿por qué me has abandonado?” (cumpliéndose la profecía, Sal 22:1).

     En ese terrible momento para el Mesías, en el que se descarga sobre él la sentencia divina acumulada a causa de los pecados de toda la humanidad de todos los tiempos; con su vida los pecados de todos son pagados (redención), satisfaciendo aquel Cordero inocente y sin mancha la justicia de un Dios santo, justo y ofendido, que no pasa por alto los delitos de los hombres (van incluidas las mujeres), ni permite tampoco la impunidad, así que pasado el mayor acto de amor de todos los tiempos, el Cordero Pascual exclama victorioso antes de expirar ¡CONSUMADO ES!

En otras palabras: una nueva Pascua se había celebrado, una Pascua con un cordero único, limpio y sin mancha alguna de pecado, una Pascua en que la humanidad caída además de redimida es reconciliada con Dios el Padre. Verdades eternas que si no se conocen o no se entienden, la fe judía o cristiana apenas se reduce a una simple tradición religiosa; a ritos sin trascendencia alguna.

Una nueva Pascua en la que la persona que cree que Jesús es el Mesías y acepta su muerte expiatoria como precio de redención y salvación, es liberada de la esclavitud del pecado, siendo sellada mediante el Espíritu Santo. Verdades eternas al alcance de todos en las Escrituras, pero que en estos días de plagas terribles nos recuerdan la liberación de Egipto ¿O usted qué considera estimado lector?

¡Hasta el próximo sábado si Dios nos permite!

 

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