Opinión

      Vivimos en el mundo de las apariencias, de los resultados virtuales, en el que se dice pero no se hace y se declara lo contrario a los hechos reales. Hace 27 siglos el pueblo de Israel se encontraba en idéntica situación a la del México actual, aunque claro, la mentira y las cosas eran entonces directas y sin retoques (no contaban con la tecnología, que a manera de Celestina les cubre a los gobernantes posmodernos todas sus incapacidades, indolencias y fechorías).

Contrario a lo que la mayoría cree (sin sustento y por desconocimiento) la Biblia más que un libro de religión es el Libro por excelencia al que debemos acudir todos, es la guía de quien nos creó para que vivamos bien y con destino eterno. En sus páginas encontramos los ejemplos positivos y negativos de lo que debemos hacer y de lo que no debemos.

Un ejemplo que nos ayuda a entender el caótico presente de nuestro país lo encontramos en libro del profeta Isaías (cap. 3). Una analogía en la que se observa una sociedad corrompida hasta la médula, impía, desvergonzada, ensoberbecida y opresora, con un clero igual a la clase política, condición que obviamente llevó al pueblo a la impiedad y el descreimiento; provocando con su conducta que Dios les pusiera gobernantes jóvenes y mujeres a manera de juicio (quitándoles por consecuencia a los viejos con sabiduría y experiencia). No existían palabras como misoginia, y la mujer era tenida sin embargo en gran valía.

Bajo ese cuadro social de violencia, saqueo, opresión, e impunidad, la sociedad israelita se hundió (como está sucediendo con la mexicana). El mismo profeta denuncia años después la condición degradante del pueblo y sus gobernantes, que como se observa en el texto pareciera una instantánea de lo que acontece en México:

―”Porque vuestras manos están contaminadas de sangre, y vuestros dedos de iniquidad; vuestros labios pronuncian mentira, habla maldad vuestra lengua… Y el derecho se retiró, y la justicia se puso lejos; porque la verdad tropezó en la plaza, y la equidad no pudo venir. Y la verdad fue detenida, y el que se apartó del mal fue puesto en prisión; y lo vio Yahwéh, y desagradó a sus ojos, porque pereció el derecho” (Isaías 49:3,14-15).

En lo que corre el siglo XXI han corrido ríos de sangre inocente en México sin que nadie ponga un alto a tanto crimen y criminales. Los dedos están contaminados con millones y millones recibidos por políticos, jueces, magistrados, funcionarios judiciales y policías de todos los niveles. La mentira ha tomado carta de radicación de todas las instancias judiciales (penales, civiles, laborales, familiares, mercantiles, etcétera), condenando y desprotegiendo al ciudadano agraviado y observante de la ley; para conceder protección y “derechos humanos” a las hordas de delincuentes que tienen dominado al país bajo un régimen de terror (con la complicidad y silencio de los medios de comunicación; encargados de aparentar que todo está bien, que vivimos en un país de maravilla).

En las Juntas de Conciliación y Arbitraje se dice “que el que echa más mentiras y las prueba es el que gana”, mostrando además de un cinismo generalizado, una corrupción que ha llegado a la metástasis (Laudos contra negocios y empresas que con 10 o 20 mil pesos debieran de resolverse, se convierten en cientos de miles de pesos con la ayuda y complacencia (complicidad en no pocos casos) de las autoridades.

Pero no es asunto único de los tribunales laborales. La mentira campea en casi todos los tribunales sin diferencia de materia que se juzgue, de ahí que el Nuevo Sistema de Justicia Penal sea entendido como un ente que además de nacer muerto, solo ha servido para que la impunidad llegue a niveles jamás vistos en la historia de México.

Los gobiernos de Estados Unidos desde la época de Bill Clinton hasta Barack Obama, pretendieron al mismo tiempo que el TLC formar un bloque político en el norte del continente (Canadá, EUA y México) al estilo Unión Europea. Bajo esta óptica y luego de poner gobiernos a modo en nuestro país a partir de Ernesto Zedillo, comenzaron a exigir que modificaran leyes y sistemas que pudieran semejar a los de nuestros vecinos anglosajones (visión que el nazi e ignorante de Trump ni entiende ni apoyaría tampoco).

El horrendo e inequitativo sistema judicial de Estados Unidos logró imponerse en México y hace poco menos de un año entró en funciones. El quid es que para el vecino del norte el pecado de la mentira es algo grave (el presidente Nixon lo sufrió en carne propio), mientras que para el mexicano es parte de su manera de ser. No se diga en estos tiempos en que la fe ha sido confundida con el fanatismo religioso, y la religión con la ignorancia (falsas ambas premisas).

El nuevo sistema penal además de ineficaz e inaplicable en México, ha ocasionado que la sentencia del profeta se cumpla de manera cabal: “Y el derecho se retiró, y la justicia se puso lejos; porque la verdad tropezó en la plaza, y la equidad no pudo venir. Y la verdad fue detenida, y el que se apartó del mal fue puesto en prisión…”

Los escándalos entre los litigantes a causa de la corrupción de funcionarios ―y ni qué decir de la incapacidad y negligencia de los Ministerios Públicos que impiden que las víctimas obtengan la justicia que reclaman― ha ocasionado como ya se dijo, que el derecho se retire; incluso hasta en distancia al limitar su acceso a los que menos tienen (como es el caso de la Ciudad Judicial en Jalisco). Solo hay acceso al derecho para ricos y poderosos.

De la justicia ni se diga. Los códigos a final de cuentas en la mayoría de los casos solo sirven para no aplicarla y justificar sus actos corruptos mediante interpretaciones torcidas de la ley y buscando los resquicios (en unidad y complicidad de litigantes igual de corruptos) para negarla.

El cuadro es desolador para los mexicanos pacíficos y observantes de la ley. Se vive bajo el imperio de la violencia y la ambición desmedida; situación que nos ha llevado a final del camino a vivir sin derecho y sin justicia. Todo esto, y aunque se niegue o no guste, a causa de que se le dio la espalda a Dios, de que en la sociedad se le ha negado con las palabras y los hechos, sin que parezca haber interés en revertir este horrendo esta de cosas ¿O usted que considera?

¡Hasta el próximo sábado, si Dios nos permite!

 

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En la democracia el ciudadano puede elegir al candidato de su preferencia, es parte del juego, un juego que en México, como tantas cosas en la sociedad, ha venido decayendo y acorrientando. Desde la última década del siglo pasado la oferta política comenzó a debilitarse hasta caer a niveles de farsa, de pantomima, llegando a cargos de gran importancia o a la curul verdaderos desconocidos, llenándose el poder de ignorantes, ladrones y vividores. De los hombres inteligentes y experimentados de antaño, con carácter, cuyo puro nombre en la boleta reflejaba seriedad, se pasó sin más a los desconocidos, a simples apodos: “el Bebeto”, “Emilio”, “El bronco”, “Layín” “El peje”, y muchos, muchos etcéteras.

El importantísimo ejercicio de gobernar se traspasó a manos de improvisados, ambiciosos, mentirosos, incluso delincuentes (Abarca en Iguala, Angel Aguirre en Guerrero, Duarte en Veracruz, por nombrar algunos, nos faltarían páginas para ponerlos a todos). Una cauda interminable de inútiles ambiciosos que favorecidos por sus jefes en los distintos gobiernos o congresos, así con minúscula, han servido en los últimos años de tapadera y dique no solo para que no se detenga y procese a tanto bribón; sino para que la marcha del país, estados, municipios y distintos poderes se detenga en lo fundamental; quedando solo en pie la recaudación (que es a final de cuentas lo que más les interesa).

Las partidas presupuestales federales y estatales para los mal llamados partidos políticos (que dejaron de serlo hace tiempo) se han convertido en simple botín que cuidan como mastines. No se diga en años electorales en los que la danza de millones les convierte de ofensa cotidiana ante los ojos de todo el pueblo que lucha para apenas sobrevivir y mira con impotencia como se derrocha tanto recurso en elecciones que solo sirven para cambiar de opresor.

     En el caso de Morena, este Partido, si es que se le puede nombrar así a este negocio privado del Sr. Andrés Manuel López Obrador, en realidad es un engendro político monstruoso con un apetito voraz de dinero y poder, toda vez que la democracia la dio vida; dinero a manos llenas de los causantes vía federal, estatal, y municipal; así como cuotas o moches de aquellos que están en cargos públicos ya sea de manera directa o indirecta ¿quién revisa en realidad en este país el uso y destino de los dineros del pueblo? Nadie.

En Jalisco, por señalar un ejemplo, la Auditoría del Estado ha sido una de las peores burlas contra el pueblo y tapadera de cuanto funcionario público ha querido. Otro ejemplo: en su momento la ASF le hizo saber al Congreso de las irregularidades y saqueos durante el sexenio de Vicente Fox y nadie movió un dedo. Esa es nuestra realidad y Morena conoce a la perfección como evadir estos asuntos de fiscalización.

     Total, conque su mesías tropical o “líder moral” hable y limpie la situación ante los medios, todos salen blancos como palomas(aunque no soportarían con el agua de la verdad y la legalidad mantenerse tan albos como aseguran). No importa un pasado de corrupción o violencia (o ambas cosas), que hayan sido sus enemigos irreconciliables; bastará con que el mesías de Macuspana levante el pulgar para absolver al más vil pecador ―sin importar su origen partidista― para que quede absuelto, aun de sus cuentas ante la ley. Que dicho sea de paso ya nadie cumple en este país de total impunidad, o casi total.

Un individuo violento que dirigiera los destinos del PRI en Tabasco (1983), que compuso un himno local para su entonces partido: “¡Avanzar¡ avanzar con el PRI/ compañeros avanzar/ libertad, unidad/ democracia y justicia social”; se hizo famoso tomando y amenazando con incendiar pozos petroleros, organizando huelgas hasta de barrenderos (a los que sacó sangre para poner letreros en las paredes), un individuo que como lo calificara la argentina Olga Wornat: “de carácter explosivo, afecto a los tonos desmesurados y dueño de un discurso absolutista” (Crónicas Malditas, pág. 101).

Y es que de pronto, cuando anda de buenas es “amor y paz”. El problema es que cuando anda de malas, que es muy frecuente, manda “al diablo a todas las instituciones”. En días pasados en Nueva York acusó al Ejército de cosas sin fundamento alguno, y como le reclamaran sus habladurías, contestó con su habitual estilo Luis XIV, “que él no iba a utilizar al ejército para reprimir”.

En estos días y al mejor estilo de la chimontrufia, así como ofrece perdón y absolución para todos sus enemigos políticos que estén dispuestos a arrepentirse del grave error de no seguirle y militar en su negocio Morena; también pierde la cordura, que es demasiado frecuente, y la agarra contra el Ejército, la Marina y cuanta cosa percibe que puede tener algún “compló” en su contra.

En la dialéctica comunista se atribuía a Lenin la conocida frase, palabras más, palabras menos: “los burgueses siempre aportan la cuerda que les va ahorcar”, consejo que López Obrador ha tomado al pie de la letra, de manera que ha comenzado a “ganar” a ciertos hombres de dinero en el país haciéndoles creer que serán parte en su fantasioso gobierno. Igual hizo Chávez en su momento en Venezuela y conocemos los resultados. El leopardo siempre será leopardo.

Morena no es un partido. Morena es la plataforma de un iluminado que se cree salvador de su imaginaria patria. Nunca ha trabajado en nada, pero dice ser apóstol de los trabajadores. Critica la corrupción y los corruptos, lo cual está bien, el problema es que no sabemos de qué ha vivido tantos años sin trabajar y viajar con numerosos séquito por todo el país y sin tregua.

Millones de mexicanos no pueden(emos) darse(nos) el lujo de viajar un fin de semana ya sea por falta de recursos o para no endeudarse con las tarjetas y este hombre gasta y gasta y sigue gastando, actitud que refleja a ojos de todos su verdadera personalidad ególatra y tiránica. El escritor e historiador alemán Theodor Mommsen ya lo dijo: “el relajamiento moral de un  pueblo que, antaño, fue grande y que se volvió cínico (se refiere al romano), que dudaba a de todo, que huía de las responsabilidades de la vida, que era a la vez cobarde e irritado, que denunciaba los abandonos ajenos y eludía todas las tareas. La decadencia política penetraba en la decadencia económica y biológica. Había unos aristócratas que sabían administrar, mas no gobernar; hombres de negocios demasiado ocupados por su propio provecho personal para preocuparse por salvar a su país, y una burocracia que agotaba todos los recursos y era irremediablemente corrompida” (Ikram Antaki: Manual del ciudadano contemporáneo, pág. 313). El que tenga oídos para oír que oiga, y el que tenga ojos para ver que vea.

¡Hasta el próximo sábado, si Dios nos permite!

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El clima de violencia, asesinatos, saqueo del erario y bienes nacionales, como de corrupción en todas las esferas y estratos de la sociedad ha llegado a su límite. El gobierno federal, así como los estatales y municipales en su mayoría se limitan a declarar ante los medios sus “avances” mientras que la impunidad campea de frontera a frontera y de costa a costa sin que nadie quiera poner orden. Poder para hacerlo lo tienen, la ley se los concede, el problema es que no quieren hacerla valer. Solo ellos viven protegidos, el resto de los mexicanos estamos sometidos al imperio de los criminales y delincuentes de todo tipo y tamaño, dentro y fuera del gobierno, organizados y sin organizar.

De nadie es un secreto que el poder público (en sus tres instancias y en sus tres poderes) abrió a partir de Vicente Fox la puerta de ingreso a toda clase de alimañas y bucaneros, que desde el cargo de elección popular o desde el puesto público asignado, han hecho del erario y el poder un simple negocio privado en el que no hay reglas para robar, saquear, planear tranzas, auto asignarse mega sueldos, prestaciones y demás formas de latrocinio. Termina el trienio o el sexenio y nadie los persigue. Su botín permanece intacto, ejemplo que ha permeado a todas las clases y actividades en la vida de los mexicanos. No hay actividad (salvo honrosas excepciones) que no estén ya contaminadas por la corrupción.

Quienes debieran ser símbolo de la justicia en el país, nos referimos a la Suprema Corte de Justicia de la Nación, sus magistrados se han corrompido hasta la médula, llevándose cada mes más de medio millón de pesos en sueldos y prestaciones cada uno, cargando en su extravío la pérdida de confianza de todos los mexicanos. Mientras que el 80 por ciento de los ciudadanos en edad laboral tiene un ingreso promedio de $6,000 pesos al mes, estos señores sin vergüenza alguna hacen gala de su pecado, de su saqueo, abofeteando al pueblo con su ambición desmedida. Y si los que representan la justicia resultan impresentables ¿en qué condición se encuentran Procuradurías, Cuerpos policiacos, Secretarías Federales y Estatales, Municipios, Presidentes municipales, Senadores, Diputados federales y locales, Partidos Políticos, Hospitales, Laboratorios, Sindicatos, etc.?

Un aquelarre de aprendices de políticos (como el aprendiz de brujo de Disney) ha desviado el rumbo del país a tal extremo que ya nadie quiere ni puede poner orden. Primero porque para hacerlo se requiere de autoridad moral y valor para hacerlo. Segundo, están tan ocupados en sus “negocios” y los cuerpos policiacos tan infiltrados por la delincuencia que el país se ha convertido en tierra de nadie (y el Ejército y la Marina limitados por leyes que nos los protegen y una prensa que en lugar de apoyarles les incrimina –allanando con ello el camino a los criminales).

      ¿Piensan en verdad que las inversiones extranjeras y nacionales continuarán en un país en el que solo se castiga poco menos del 2% de los delitos cometidos? ¿En verdad les interesa el bienestar del pueblo, si en la realidad solo se acuerdan de él cada tres o seis años para legitimar su estancia en el poder a través de las urnas?

Los mexicanos estamos bajo el dominio de ladrones y asesinos. Esa es nuestra terrible realidad la cual el gobierno no quiere ver, prefiere ver las frías estadísticas a modo del INEGI o las notas a modo de los medios a modo. La vida de los ciudadanos ya no vale nada, cualquier mocoso (menor de edad al que las Comisiones de Derechos Humanos cuidan y protegen con un celo irracional, aunque claro, olviden rotunda y absurdamente a las víctimas) puede asesinar por nada o por una bicoca, a sabiendas que nada le harán y en el caso remoto, muy remoto de detenerlo, le liberarán de inmediato.

Los asesinos hasta los años ‘60, ‘70 y hasta principios de los ’80, la inmensa mayoría pagaba por sus crímenes. Sus condenas efectivas casi siempre pasaban de los veinte años, de ahí que el freno a las consecuencias mantuviera la paz social en niveles aceptables. Un asesinato jamás debe quedar impune. El príncipe de Verona en la obra clásica de Shakespeare lo señala: “la clemencia se torna criminal si perdona el homicidio” (Romeo y Julieta, Acto Tercero).

En lo que corre del siglo XXI la fauna criminal asesina, decapita, secuestra, roba, extorsiona, amedrenta, roba hidrocarburos, siembra y trafica drogas, controla cultivos como limón y ahuacate, asalta automovilistas, peatones, negocios, somete pueblos, ciudades y Estados completos a su antojo y el gobierno no hace absolutamente nada. Si acaso declara ante los medios cosas que no concuerdan con la realidad, contribuyendo con su incapacidad y complicidad (en eso se convierten) al engreimiento de los criminales.

     El país requiere con urgencia de una vuelta al estado de derecho. Todos los ciudadanos saben que los criminales el único lenguaje que entienden es el del uso de la fuerza pública. Pensar que con palabras y la protección de los derechos humanos se van a enderezar es como pedirle al volcán en erupción que su fuego no queme, que nomás se vea bonito para las fotos.

La extorsión a los negocios establecidos (derecho de piso), secuestros, asaltos, robos, las demandas laborales, el robo de mercancías, tráileres, camionetas, automóviles, a casa habitación, el asalto en camiones urbanos y foráneos, etcétera, etcétera, han hecho que la vida del mexicano se vuelva insoportable, en tanto que sus próceres políticos se la pasan pensando en cómo llevarse el presupuesto y cómo ganar la próxima elección o como apoyar a su banda o partido para mantenerse en el poder.

     Todos los partidos políticos, sin excepción, han demostrado su incapacidad para proteger al pueblo de tanto delincuente de todos los niveles y de todas las raleas: empezando con gobernadores, exgobernadores, presidentes municipales, altos y medianos funcionarios, directivos de paraestatales (Fox y la cauda de parientes y amigos amasaron escandalosas y exorbitantes fortunas, igual sucedió en el sexenio pasado, en gobiernos de los Estados, municipios) todos, absolutamente todos gozan de impunidad.

En Jalisco el exgobernador Emilio González Márquez gastó de manera discrecional $74,000’000,000 millones de pesos y se le fincaron cargos por más de $ 7,000 millones solo de un año y hasta la fecha no lo han tocado ni con el pétalo de una rosa. En los gobiernos de Alberto Cárdenas y Francisco Ramírez Acuña la comalada de funcionarios millonarios es grande y todos impunes, del sexenio de Emilio no se diga; excepto dos de sus allegados que han sido procesados, el resto goza de total impunidad.

El Congreso local tiene desde los años 90, es decir, desde que llegó el PAN al poder, viviendo en medio de derroches y escándalos, con una nómina superior en un 400 por ciento de sus necesidades reales. Juegan a hacer nuevas leyes cuando lo único que se necesita es que se cumplan las que hay. Urge pues que en la Presidencia y en los gobiernos estatales se haga un alto para revertir esta situación de violencia y corrupción desenfrenada. México está bajo el dominio de ladrones y asesinos y esto no puede ni debe continuar.

¡Hasta el próximo sábado, si Dios nos permite!

Correos recibidos: Hilda Gómez, Yeanette Levy, Ma. Elena Gómez M., Fernando Guzmán, Julia Antunez, Esther Guiza, Víctor Gálvez, Oscar Cornejo, Maricarmen Sainz, Sulma Eliza Ortas, Myriam Levy, a todos muchas gracias.

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En días recientes festejaron y conmemoraron días especiales para la Familia y las Mujeres, así con mayúscula. Su importancia lo requiere. Sin embargo antes, cuando no había días feriados para tanta cosa, ni se hablaba tanto de la familia y la mujer, ambas estaban mucho mejor protegidas y respetadas.

En la posmodernidad se han gastado ríos de tinta y horas sin fin de radio y televisión con ambos temas, y lo cierto es que el panorama además de gris se advierte poco alentador. El número de familias decrece y se deteriora como institución, en tanto que medios y ONG’S la atacan con virulencia, y todo con el absurdo afán de aceptar como “familia” lo que la naturaleza y el sentido común nos dicen que es imposible.

Los asesinatos de mujeres son cosa de casi todos los días, crímenes que antaño casi no ocurrían, mientras que de manera inentendible y absurda se alienta a las mujeres desde los medios e instituciones educativas, a romper con el orden y rol que por miles de años desempeñaron en la sociedad. Digámoslo abiertamente: ¡basado en el modelo judeocristiano expresado en la Biblia!

    Quizá gran parte del problema radica en este punto. Muchos hombres y mujeres en sitios de poder, sea en el gobierno, medios o universidades, tienen un odio o aversión contra Dios y la fe que no pueden disimular. Valga señalar anticipadamente que Dios no violenta la voluntad de nadie, por tanto, están en su derecho a negarle y negar su corazón.

     A lo que no tienen derecho es a envenenar el corazón de las nuevas generaciones metiéndoles en la cabeza su ateísmo rabioso. Esa misma tolerancia que tanto reclaman como disco rayado deben concedérsela a sus gobernados, televidentes, radioescuchas o alumnos.

Ni siquiera se han dado cuenta ―su descreimiento los “priva”, como decían algunas señoras antaño― que al sacar a Dios de la sociedad gran parte de sus integrantes vuelve al estado salvaje, instintivo, animal (si cabe la expresión). El amor y lo sublime se ahuyenta para dar lugar a pasiones sin límites, sin freno, a vivir sin reglas. La violencia e impunidad que padecemos lo corrobora.

A esto se refieren las Sagradas Escrituras cuando señalan: “me dejaron a mí, fuente de agua viva, y cavaron para sí cisternas, cisternas rotas que no retienen el agua” (Jer 2:13). Al beber en cisternas equivocadas y rotas se acaba el amor y se entroniza el ego.

Cuanto más hablan de defensa de la mujer, más mal las tratan ¿En dónde está el beneficio de la nueva cosmovisión? Hace apenas unas décadas a la mujer se le concedía el lado de la pared en la banqueta y el hombre si era necesario bajaba de la misma. En el camión debía dejarle el asiento. Llevaba un pañuelo limpio en la bolsa del pantalón por si la esposa, novia, amiga, o hermana sufriera algún derramamiento de agua o una emergencia. Los hombres (patanes siempre ha habido) se abstenían de pronunciar malas palabras o leperadas delante de las mujeres.

     Hoy muchos jóvenes tratan a las mujeres con lenguaje soez y vulgar y ellas ni se inmutan, de hecho no son pocas las que se expresan igual ¿Por esa igualdad fue su lucha? En días pasados los grandes periódicos nacionales publicaron una nota (con video) de la delegada de Iztapalapa en la capital del país, Dione Anguiano, dando clases de perversiones sexuales (conducta por la que hace dos o tres décadas hubiera sido cesada de manera fulminante). Liberal no significa libertinaje, como tampoco ser de izquierda significa ser un patán.

En alguno de sus interesantes trabajos el sociólogo Lipovetsky lo advertía: “cuánto más tolerante es la imagen que la sociedad da de sí misma, más se intensifica y generaliza el conflicto; así hemos pasado de la «guerra de clases» a la «guerra de todos contra todos».” ¿Cómo sobrevivir en una sociedad incrédula y dominada por el egoísmo de grupo y las pasiones ilícitas? Unos cuántos renglones abajo, Lipovetsky da sus últimos pincelazos a este cuadro que a nadie gusta y a todos molesta:

 

―“Bajo la influencia del neo-feminismo, las relaciones entre el hombre y la mujer se han deteriorado considerablemente, liberadas de las reglas pacificadoras de la cortesía. La mujer, con sus exigencias sexuales orgásmicas vertiginosas, se convierte para el hombre en una compañera amenazadora, que intimida o genera angustia” (La era del vacío, Anagrama, pág. 68)

 

Pero, ¿se podía esperar otra cosa de una sociedad sin Dios? ¿de una sociedad que tiene algunas décadas presentando a la mujer como si solo viviera para ser vista y deseada? (Hollywood, la televisión y el internet promueven esta imagen a diario). Es obvio que Dios creó a la mujer con amor, con propósitos más elevados y para ser tratada con amor y delicadeza, situándole como reina del hogar y pilar de la familia.

Es obvio que muchos de los que atacan la fe judeocristiana nunca han leído la Biblia o si lo han hecho (que es de dudarse) no la han entendido. La mujer  fue creada como la ayuda idónea, como la compañera ideal para el hombre (Gen 2:18). Advirtiéndole al hombre, es decir, al marido (no al amante fijo o de ocasión, o a la “pareja sentimental” como se dice ahora en los medios) cómo debe de tratar a su mujer:

 

―“Vosotros maridos, igualmente vivid con ellas sabiamente, dando honor a la mujer como a vaso más frágil, y como a coherederas de la gracia de la vida, para que vuestras oraciones no tengan estorbo” (1 Pedro 3:7).

 

No se trata entonces de descalificar, se trata de entender y aprovechar lo mejor de ambos mundos. Obvio que no se pretende que la mujer vuelva al metate y al petate. Se trata de que la familia socialmente se revalore con la dignidad y propósitos para los que fue creada por voluntad Divina, para lo cual se requieren cuando menos tres cosas: amar a Dios, amar al esposo(a), demostrar ese amor a través de las acciones diarias y por toda una vida. Lo demás, lo demás es palabrería insustancial cuyos resultados los vemos a nuestro alrededor, por eso es que podemos decir al gobierno y demás entes involucrados ¿Así cuidan familia y mujeres? ¡No me defiendas compadre!.

¡Hasta el próximo sábado, si Dios nos permite!

 

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