Opinión

En la medida que avanza el siglo XXI todo se copia, se relativiza, se diluye, lo virtual incluso pretende pasar por real. Mimados hasta lo inimaginable, por tanto engreídos, la mayor parte de los jóvenes de las nuevas generaciones desconocen el valor de las cosas a través del esfuerzo propio. Creen merecerlo todo, saberlo todo ¡Terrible error!

Lo peor del caso es que sus padres y otros como ellos le han abierto el camino fácil de la vida, el cómodo, el del “señorito satisfecho” que decía el filósofo español Ortega y Gasset, invadiendo espacios que nunca debieron de ocupar. Mejor dicho: heredándolos a manera de monarquía, aunque en la publicidad política se presenten como paladines de la “democracia”.

Los cargos públicos y los de elección popular han dejado de ser ocupados, como siempre sucedió, por individuos que subieron peldaño a peldaño la escala del poder. En tanto que su carácter, ideología, formación política y sentido social iban cuajando con los años, llegado el momento eran propuestos por los viejos políticos experimentados en este valioso y necesario oficio. Aparecer en una boleta electoral hasta los años sesenta y principios de los setenta era sinónimo (en la mayoría de los casos) que esa persona estaba lista para representar o ejercer un cargo público.

     El contrato social era entendido y los funcionarios hacían de manera pragmática a través de la obra pública, de gobiernos firmes, programas sociales y metas claras, que los gobernados entendieran la suya. Cada parte cumplía su papel y entendía sus deberes. Hoy, bajo la tiranía de la soberbia y los derechos humanos (que no saben de deberes, solo de derechos) hordas de ignorantes ambiciosos y engreídos han asaltado el poder sin que el pueblo pueda hacer gran cosa para remediar semejante desgracia.

Los  gobiernos actuales son frívolos y saqueadores, ahuyentando del todo el estado de derecho e imperando la impunidad. Bandas, en el buen y en el mal sentido de la palabra, han hecho del gobierno en todos los niveles un coto de poder, un simple botín de pandilla, grupo, partido, o como se le quiera llamar. Para el caso da lo mismo, los resultados no cambian.

El compromiso social no existe; y aunque la demagogia utilizada en los medios (pagada o cómplice)barniza su desfigurado y ambicioso rostro hasta hacerlo pasar por lo que no es ante los ingenuos, lo cierto es el pueblo les importa un comino ¿Cómo podría importarles si se trata de juniors cuyos padres o abuelos les heredaron a manera monárquica el derecho a los cargos y el poder?

     Hablan pestes del PRI y todos tienen su origen en ese partido. Se dicen de “izquierda” y sus padres o abuelos persiguieron con crueldad y extrema violencia a la verdadera izquierda. Recuerdo el año 1972 en que el Presidente de Chile, Dr. Salvador Allende visitara Guadalajara. En el auditorio de la U. de G. que actualmente lleva su nombre pronunció memorable discurso rodeado de las peores lacras del sistema. Los gorilas de la FEG (muchos de ellos criminales) vitoreaban al ilustre visitante, mientras que las fuerzas de seguridad perseguían a los estudiantes de izquierda, impidiendo que ninguno se acercara al auditorio.

El gobierno no supo lo que hizo. Al rodearse de ese tipo de gorilas insensibles y violentos, abrió una caja de Pandora con todo tipo de sorpresas desagradables que a más de cuatro décadas, Jalisco en particular, aunque muchas otras regiones del país por causas semejantes, estén sumidos y bajo el dominio de la ambición desbordada y la mediocridad.

Un simple comparativo nos permite darnos y dar a las nuevas generaciones una idea precisa de cuando teníamos gobiernos de verdad: en los años sesenta y setenta, los gobiernos de Jalisco, el municipio de Guadalajara, y algunos cercanos a la capital del Estado, devolvían al ciudadano de cada peso pagado en impuestos, un promedio de 40 centavos en obra pública.

A partir de la llegada del PAN a Jalisco (1995) la obra pública descendió a 8 centavos (al año) hasta quedar a veces en 3 o 4 centavos por cada peso pagado en impuestos por el ciudadano. Lo demás se ha ido a altísimos sueldos, compensaciones, bonos, aguinaldos, seguros, transas, casas de enlace, proyectos, etcétera y muchos etcéteras. Un simple diputado local gana en un mes lo que hasta los años ochenta sus colegas ganaban en un año o más.

Todo lo que tocan los que detentan el poder tienen que redituarles imagen, su narcisismo exacerbado les impide ver al prójimo, es decir, los gobernados, ahí que gran parte de los dineros públicos se dilapiden en publicidad, asesores, consejeros, edecanes, guaruras, autos, negocios turbios, etcétera. Desconocen cómo se gana el dinero y cómo se lo gana el pueblo.

Ahora bien, hay otro grupo (el nombre de su partido es lo de menos) que no tiene su origen directo en el PRI, aunque por el PRI llegaron. Se trata de otros juniors, unos venidos de la burguesía local representados por conocidos apellidos de la más rancia sociedad tapatía (tan rancia que ya apesta a causa de tanta corrupción). Otros meros bucaneros con idéntico perfil.

Sus padres aparecían en las notas sociales, hoy sus hijos y nietos aparecen también en los diarios pero en el gobierno, en cualquiera de sus instancias, o cualquiera de sus poderes.

    Entre los primeros y los segundos, juniors todos, el pueblo dejó de ser causa para convertirse en simple pretexto. La ambición de unos y otros es igual, su ausencia de compromiso social y de ideología, carecen de diferencias. Los hermana la frivolidad, el derroche, el alejamiento del pueblo al que dicen servir. En pocas palabras, los hermana su mascarada. Guadalajara, Zapopan, San Pedro, Jalisco, la ciudad de México y algunas otras zonas del país estamos en semejante desgracia, por eso es que los que vivimos en otras época y tenemos manera de comparar, decimos con verdad y razón que NECESITAMOS POLITICOS DE VERDAD, pues de improvisados ambiciosos estamos verdaderamente hastiados.

¡Hasta el próximo sábado, si Dios nos permite!

 

Email: mahergo50@hotmail.com

Tiempo de lectura: 5 min

La sociedad posmodernista a pesar de tanta lucidora pirotecnia consumista, de faramallas mediáticas y alardes de avances como nunca en la historia, lo cierto es que muy fácil de definir. Sus obsesiones y manías son evidentes. No puede ocultar lo que es, mejor dicho lo que son.

Creyendo situarse en la cresta de la ola de la civilización, el hombre del siglo XXI ha caído en la ridiculez, haciendo del exhibicionismo y la falta de sensatez, su blasón de ignominia.

     Para desgracia de todos, porque en eso se ha convertido, en una desgracia social, las herramientas han dominado al hombre que las creó, invirtiendo los papeles y degradándose de paso en muchos sentidos. Y es que los inventos deben ser para mejorar la calidad de vida de los seres humanos, no para esclavizarlos, entorpecerlos o hacerles daño. Por supuesto que no.

     Sin embargo y entre la multitud de inventos de la posmodernidad, hay uno que refleja y promueve la desunión, la caída intelectual, moral y espiritual del hombre actual ¡el teléfono portátil o celular!(como se le nombra en México). El uso de este maravilloso invento que al principio era privilegio de unos cuántos a causa de su elevado costo, en poco tiempo se convirtió en instrumento de masas.

En sus inicios era sinónimo de status, los que lo utilizaban quería ser vistos por los demás. Se trataba de darse importancia ante los otros, de mostrar superioridad. Cosa que téngalo usted por seguro no era la intención de los inventores. De ninguna manera.

Pero como casi todo lo que toca el hombre caído, que dicho sea de paso, resulta una expresión poco conocida y menos entendida aun para las nuevas generaciones; el teléfono portátil sufrió una rápida metamorfosis, hasta llegar a convertirse en amo y señor de los que creen ser dueños del aparatito. Horrenda cosa en verdad.

Como casi todas las cosas, el teléfono móvil ni es bueno ni es malo en sí mismo, es el uso que se le concede lo que marca la diferencia. Su intención original era comunicar las personas de una manera rápida y más efectiva; cosa que se le logró de inmediato al acortar distancias, tiempo, barreras geográficas y limitaciones de la tecnología anterior (pudiendo transitar libremente y en cualquier espacio con el aparatito comunicador).

Gran invento en verdad. El problema es que pronto la mayoría de los usuarios lo convirtieron en un monstruo que domina sus vidas y sin el cual no pueden vivir. De hecho son incapaces ya de convivir con otras personas, vaya, ni con la novia (asunto que para todas las generaciones de la historia no había nada que pudiera interrumpir esos momentos únicos y mágicos), pues el teléfono les ha sumido en una nueva adicción seria y poco criticada que amenaza a nivel mundial con resultados poco previsibles, pero graves en gran manera y en muchos aspectos.

En las reuniones familiares, de amigos, de trabajo, en mítines, congresos, cámaras legislativas, baños, hoteles, aviones, camiones foráneos y urbanos, vaya, donde quiera que se encuentre una o varias personas, lo más probable es que muchas, pero en realidad muchas están utilizando el telefonito. Ciegos a lo que pasa a su alrededor; enajenados en ese invento que les hace creer que son importantes, cuando lo cierto es que los ha disminuido en su calidad de personas (al aceptar una esclavitud) y les ha alejado de la necesaria sociabilidad. Ni qué decir de darse tiempo para estar a solas y pensar, que valga la redundancia ya es impensable.

Bueno, hasta platican con el aparatito y una voz femenina les contesta sus preguntas, lo cual les hace creer, sin pensar por supuesto en ello, que se encuentran en contacto con otro ser vivo ¿Quién va a dedicar tiempo para pensar en Dios, a meditar en su sentido existencial, en buscar las grandes interrogantes de la vida, a resolver sus grandes retos y problemas a través de la reflexión, si han atrofiado su capacidad y habilidad para hacerlo? No es un ser vivo. Es un simple aparatito con información, por cierto, no siempre confiable.

Lo peor es que han llegado a tales extremos de adicción y dependencia del aparatejo, que van conduciendo el automóvil o la bici y van hablando o mandando textos; obviamente con el terrible peligro que esto significa para todos a su alrededor

Los accidentes están a la orden del día a causa del uso y abuso del teléfono, a tal punto, que la Cámara de Diputados acaba de penalizar con cárcel hasta por tres años cuando se vea que la persona involucrada estaba utilizándolo o texteando (tarde, como siempre, así son nuestros legisladores). Ni qué decir de la improductividad laboral, de la desatención a la familia y los seres amados, al estudio, al prójimo, etcétera. Las amistades virtuales han pasado a primer plano y las de verdad se están borrando, desapareciendo.

Pero antes que ser penalizado este abuso de la tecnología, se requiere que toda la sociedad acepte y reconozca el problema, que no es poca cosa, pues hasta los menores de edad ya están sumidos hasta el cuello con el uso indebido de este aparatejo. Independientemente de las consecuencias que pudiera traer el abuso del celular a la salud humana ―capaz de traspasar paredes, automóviles y cuanta barrera se le ponga (pero que hasta ahora la ciencia ha guardado un silencio sepulcral)―; urge que la sociedad toda haga un alto, que se concientice en la familia, gobierno, universidades, fábricas, medios de transporte, y por supuesto, los medios de comunicación, para que el teléfono celular se utilice como lo que es: ¡un simple teléfono!

Con los anteriores aparatos nadie vivía atado al cordón, de no ser que se tratara de empleados en esa área. En cambio con los de nueva tecnología viven enajenados, que en lo personal me recuerda a Romeo, el personaje de Shakespeare, quien declara a su pariente Benvolio: “Yo mismo no me reconozco: No es Romeo el que ahora ves; Romeo no está aquí: está en otro sitio”. Igual los actuales telefonautas, no están aquí, están en otro sitio. Enajenados por la tecnología.

¡Hasta el próximo sábado, si Dios nos permite!

Mensajes recibidos: Fernando Guzmán Martínez, Hilda Gómez, Víctor Gálvez, Ana Rosa Da Silva, Gloria Leticia y José Tostado, César Cohen, Oscar Cornejo, Myriam Levy, Rodolfo Aceves, y Juan José Hernández. A todos muchas gracias.

Email: mahergo50@hotmail.com     

Tiempo de lectura: 5 min

Los que no nacieron en Guadalajara, que son muchos, la mayoría desconoce cómo era nuestra ciudad. Son ajenos a sus costumbres, limpieza, amabilidad y seguridad. Los nuevos gobiernos, sobre todo el actual, tienen a las nuevas generaciones engañadas con sus mentiras, con sus logros virtuales y con su publicidad mediática a modo.

La realidad es otra, muy otra. El clima de violencia que impera en la Perla Tapatía desde que llegó el PAN en 1995 ha ido creciendo hasta hacerse insoportable. Los asesinatos son cosa de todos los días sin que el “sheriff”, comisario, o como se llame el jefe de policía, haga algo efectivo para detener tanta sangre. Un día sí y otro también los homicidios a sangre fría y a la vista de todo mundo se cometen, sumiendo en pánico a la población.

No son sicarios, son asesinos, individuos perversos que por nada quitan la vida a las personas. El uso de eufemismos evita que los criminales sean confrontados con sus terribles delitos, que si se agrega al gravísimo problema de la impunidad total que impera en Guadalajara y en casi todo el Estado, y se verá que el desánimo y la angustia se han generalizado.

¡Ah, pero eso sí, dónde se le pique en el Internet aparece un anuncio de Alfaro y su gente! ¿No hay nadie en otras instancias que ponga un alto a tanto dispendio?

     A los tapatíos no nos interesa en absoluto costosas lucecitas de colores para adornar unos días el centro. Que primero lo barran y laven, eliminen el graffiti, detengan a los ladrones de moto, de a pie, y de auto, de refacciones, que pongan agentes para agilizar el tráfico (no para levantar multas) pues no se debe festejar sin antes limpiar y poner orden en la casa.

La sociedad tapatía, lo cual no significa los ricos, sino todos los ciudadanos, está padeciendo como nunca antes el robo a casa habitación, sin embargo el sheriff que puso Alfaro no solo niega la realidad, sino que se atreve a declarar ante los medios que han disminuido un tres por ciento merced a su trabajo. ¡Qué importa que no haya patrullaje, se sabe que la gasolina está cara, bastará con que el Sr. Caro Cabrera declare y asunto arreglado!

En verdad que se necesita mucho cinismo para declarar: Le he cumplido al Presidente Municipal de Guadalajara en la recuperación de la tranquilidad de los ciudadanos”, expresó el Comisario General” en reciente rueda de prensa (2/Feb/2017).

Quizá al presidente municipal le ha cumplido, pero ante los ciudadanos, además de reprobados ambos, solo les han ofrecido mayor intranquilidad de la que ya tenían. Guadalajara es insegura, pero claro, ellos con sus guaruras las 24 horas y sus casas con guardias ¿qué inseguridad pueda haber?

El asalto al salir o llegar a casa, en restaurantes, en la calle, al retirar dinero de un banco o cajero, al subirse al auto y ser despojado, el cobro de piso, la extorsión y tantas y tantas expresiones de violencia son acciones delictivas que el Ayuntamiento de Guadalajara no quiere ver. No existen. Estorban para la campaña política en la que andan como espirituados (por eso desatienden sus deberes que protestaron cumplir).

     Los pocos tapatíos que pueden agradecer la creación de nuevos empleos con abundante trabajo son los cerrajeros, pues casas y negocios que son robados requieren de sus servicios. En este momento está más fácil conseguir un médico que un cerrajero. Andan demasiado ocupados.

Quien esto escribe fue robado el sábado (11 de febrero) en su casa, por quinta ocasión y en pleno mediodía, agregándosele al saqueo la destrucción y desorden que dejan los ladrones ¿Para qué denunciar?, además de inútil, es perder el tiempo. Así como en los asesinatos nomás van, ponen listones y levantan croquis para integrar la averiguación, igual sucede con los robos, son meros trámites para la estadística mañosa de los políticos.

En esta semana se observó en las redes sociales (Facebook para ser exactos) videos de asaltos a personas y casas, en los que como se aprecia, de nada sirven las rejas altas y las cámaras, pues tal parece que posan para ellas. Volvemos a lo dicho ¡La impunidad ha llegado al límite del hartazgo social!

Tenemos gobiernos de adorno, virtuales, solo para llevarse los multimillonarios presupuestos. Ajenos a la vocación de servicio y adictos a servirse del prójimo; en este caso de todos los habitantes de Guadalajara (incluyendo a los que no votamos por los próceres de M.C.).

Los asaltos cotidianos del Ayuntamiento que hace a través de sus inspectores que se dedican cual plaga apocalíptica a fastidiar a los ciudadanos pacíficos que tienen la desgracia de tener auto y estacionarlo afuera de casa (lo que por siempre se consideró en Guadalajara una bendición, pero que para los alfaristas solo existen los bicicleteros) es un caso al estilo Donald Trump. Nomás falta que levante un Muro entre sus ciclistas y automovilistas.

Esa Guadalajara festiva, segura, y de economía boyante no existe, si acaso existe es solo en la fantasía de los que habitan el Palacio Municipal por este trienio, pues la Guadalajara que habitamos los simples mortales está sucia, insegura, violenta, agresiva, saturada de pandillas, de tráfico horrendo (agudizado por la autoridad municipal que se ha dedicado a estrechar calles y avenidas), de drogadicción, de perversiones de todo tipo, y como si faltara algo, flagelada como ya se dijo, por inspectores municipales que en lugar de exigir a los negocios los cajones de estacionamiento que la ley señala, se lanzan a diario contra ya agredidos vecinos, a multarlos en la entrada de sus propias casas con multas ¡asómbrense Calígula, el Faraón, Herodes y Antonio López de Santa Anna!, de $ 3,260.00 pesos, convirtiendo en Satrapía lo que en los medios se publicita como Ayuntamiento.

 

¡Hasta el próximo sábado, si Dios nos permite!

 

Email: mahergo50@hotmail.com

Tiempo de lectura: 5 min

Las medidas tomadas por Donald Trump ―como sucediera con Vicente Fox en México hace unos años: llegan a la presidencia sin tener en absoluto el perfil para tamaña responsabilidad― refleja de varias formas la condición de un gran sector de la sociedad norteamericana. Espejo que muestra el rostro deforme de un monstruo que se creía desaparecido.

Su acendrado racismo ha permitido que el de tantos otros como él haya aflorado a la superficie, son parte importante de los que le concedieron el voto ganador; un voto que no fue respetado merced a su extraña democracia en la que no gana el que elige la sociedad, sino el que responde a una truqueada y bien calculada combinación seudo política.

La ignorancia extrema de Trump, que no es novedad, es un tema conocido desde antes (pero desatendido por aquellos que le eligieron); además de poner en alerta extrema a los líderes políticos y sociedad pensante de esa nación; ha despertado del soponcio y la indiferencia a muchos que no consideraron jamás el peligro que representaba este hombre en caso de llegar al poder. El asunto es que llegó, y su ignorancia aunada a su soberbia, le están llevando un día sí y otro también, tanto al ridículo como a problemas de todo tipo, muchos de ellos graves en gran manera.

El haber tomado desde su ridícula y oprobiosa campaña a México, la Unión Europea y a China, como enemigos de su país y blanco favorito de sus odios; permitía ver con claridad a un individuo trastornado, enfermo de la mente y del corazón. Lamentablemente así como muchos mexicanos votaron por el chiflado de Fox, también muchos estadounidenses votaron por el chiflado pintado de pelo naranja.

No cabe duda que el XXI es un siglo de liviandad en el vivir, pero sobre todo en el pensar. Tal parece que las neuronas se enfilan (o ya salen programadas) a una vida hedonista; asunto que les priva de indagar las cuestiones básicas e importantes de la vida. Votar por un gobierno no es un asunto que se tiene que hacer por simpatías o por que los amigos lo hacen. A los mexicanos el llamado “cambio” nos sumió en una mega deuda y en el desmantelamiento casi total del estado mexicano. Quedó el cascaron de las instituciones públicas. Se eliminó la eficacia, la visión de estado y el estado de derecho.

Con nuestros vecinos del norte, apenas van tres semanas y el señor Trump ya anda con total desquiciamiento que los tiene sumidos en el pánico (corroborado por A. Schwarzenegger). El viernes (10/Feb/2017) nos enteramos los mexicanos que para cierto discurso que pronunciaría(ó) Trump acerca de su obsesiva idea de construir un muro entre nuestras naciones; nuestro Canciller Videgaray se horrorizó del borrador, al igual que Jared Kushner, el yerno del señor que cobra como presidente del Imperio (pero que nunca lo será, carece de la estatura), por lo que tuvieron que echar tijera a su mamotreto infamante ideado por una mente semejante a la de Hitler y Goebbels. Bien por Videgaray, es parte de su trabajo.

El Congreso de Estados Unidos tiene que hacer algo y pronto para detener las locuras de este hombre, pues su país y el mundo entero corren peligro. No se necesita de ser psiquiatra para detectar la insania mental de Donald Trump. Sus excesos y dislates verbales lo demuestran a diario. Decir como presidente que los mexicanos hemos “abusado” de su país con el TLC y que él va a terminar con este abuso, solo un demente lo puede decir. Y es que, se requiere de estar loco o tonto, para asegurar tal cosa desde su cargo  ¿Nadie le ha dicho que el salario mínimo en México es de 80 pesos al día? Es decir, de $4 dólares, mientras que el mínimo por hora en su país es de $7.25 dólares. ¿El pobre abusando del rico? Para eso me gustaba éste cuenta chiles.

¿Cómo pueden abusar los mexicanos con semejantes sueldos de los norteamericanos, no es acaso al revés? Pero qué se puede esperar de Trump y de cierto sector de sus votantes, si para ellos cualquier animal, ya sea perro, gato lo que sea es más valioso e importante que un ser humano; y les guste o no, los mexicanos y el resto de los mortales somos importantes y poseemos dignidad. Dios nos hizo a su imagen y semejanza.

No basta jurar sobre dos Biblias, con una era suficiente. Pero hay que abrirla y nutrirse de esa bendita Palabra de vida, pues jurar en el Nombre de Dios en vano es gran pecado. Y el segundo gran mandamiento es amar al prójimo, y el más próximo de los estadounidenses, somos los mexicanos.

La cruel y detestable división que está haciendo de las familias mexico-americanas es un acto de lesa humanidad, una bofetada a la civilización y la fe judeocristiana en la que se sustentó y ha sustentado Occidente durante dos milenios. Un retorno a la barbarie, a la ley del más fuerte, a la sinrazón y el avasallamiento, que no solo lo denigra a él, sino a gran parte de la sociedad de su país (pues hay otra que nos quiere y respeta en gran manera).

Hace algunos años en una entrevista con varios cónsules del país vecino del norte que se quejaban de nuestros migrantes indocumentados, le dije que todo aquello me resultaba extraño e incongruente, pues con los europeos el trato era otro, además, que su país se había formado precisamente por migrantes. Incluso le leí el poema de Emma Lazarus (que por cierto ninguno de ellos conocía), poema  que se encuentra en la estatua de la Libertad en la Bahía de Nueva York y con esto concluimos:

“Tierras de antaño quédense con su historias pomposas!” Exclama ella

con labios silenciosos. “Dadme tus cansados, tus pobres,

tus masas hacinadas anhelando respirar en libertad,

los despreciados de tus rebosantes costas.

Enviadme a estos, los desposeídos, azotados por las tempestades.

Levanto mi lámpara al lado de la puerta dorada!” (1883) 

¡Hasta el próximo sábado, si Dios nos permite!

Email: mahergo50@hotmail.com

Tiempo de lectura: 5 min