Opinión

Un hombre moderado y reflexivo, que mide el contenido, valor y efecto de las palabras, llegó el miércoles a la Casa Blanca en Estados Unidos. Su discurso pronunciado en su toma de protesta permite ver con claridad —al menos a los espíritus pensantes— que un hombre sensato, sometido al imperio de la ley y comprometido con la democracia, decente, con visión de estado y conocimiento pleno del país que recibía asumió la presidencia del país más poderoso del planeta.

La profundidad, seriedad y contenido del mensaje de Joe Biden al asumir la presidencia, le hacen por cierto uno de los más memorables de la historia reciente. En lo personal me recuerda al histórico mensaje de Martin Luther King “Tengo un Sueño”, pronunciado el 28/Ago/1963 en esa misma ciudad de Washington. Quizá muchas personas, sobre todo jóvenes o viejos a los que la política les resulta lejana (aunque les afecte sin que lo comprendan), ignoran o pasan por alto que hace apenas una semana, el miércoles 13 de enero de este 2021, las huestes violentas y fanáticas azuzadas por Donald Trump, asaltaron literalmente el Capitolio en un intento de evitar la ratificación de Biden y producir un golpe de estado que evitara la continuación de la democracia, nada menos que en el país paladín de la misma. Dejemos pues que las palabras del Presidente Joseph Biden hablen, pues se trata de un mensaje de esperanza y unidad para todos, incluso de modelo y aspiración para los mexicanos (mal gobernados por el gemelo de Trump):

 

“Tenemos mucho que hacer en este invierno de peligro y de posibilidades. Mucho que reparar, mucho que restaurar, mucho que curar y construir. Y mucho que ganar…  Hoy es el día de la democracia. Un día de historia y esperanza, de renacimiento y resolución. A través de tribulaciones que quedarán en los anales, Estados Unidos ha sido puesto a prueba una vez más…. Hoy celebramos la victoria no de un candidato, sino de una causa: la causa de la democracia. La voluntad del pueblo ha sido escuchada y la voluntad del pueblo ha sido acatada. Una vez más hemos aprendido que la democracia es preciosa, que la democracia es frágil. Y en esta hora, amigos míos, la democracia ha prevalecido. Por eso, ahora, en este suelo sagrado en el que hace apenas unos días la violencia intentó sacudir los cimientos mismos del Capitolio, comparecemos unidos ante Dios como una sola nación, indivisibles, para llevar a cabo el traspaso pacífico de poder tal como hemos hecho a lo largo de más de dos siglos.

     Acabo de prestar el juramento sagrado que todos estos patriotas prestaron, un juramento pronunciado por primera vez por George Washington. Pero la historia de Estados Unidos no depende de uno de nosotros ni de algunos de nosotros, sino de todos nosotros. De nosotros, el pueblo que persigue una unión más perfecta. Esta es una gran nación, somos buenas personas. Y a través de los siglos, contra viento y marea, en la paz y en la guerra, hemos llegado hasta aquí. Sin embargo, todavía nos queda mucho camino que recorrer.

     Seguiremos adelante con celeridad y urgencia porque tenemos mucho que hacer en este invierno de peligros y posibilidades. Mucho que reparar, mucho que restaurar, mucho que sanar, mucho que construir y mucho que ganar. Pocos periodos en la historia de nuestro país han sido tan desafiantes o difíciles como este en el que nos encontramos ahora. Un virus de los que solo aparecen de siglo en siglo acecha sigiloso al país, y en un año se ha cobrado tantas vidas como las que se perdieron en toda la Segunda Guerra Mundial.

     Se han perdido millones de empleos; cientos de miles de empresas han cerrado; un grito por la justicia racial que lleva gestándose casi 400 años nos conmueve. El sueño de la justicia para todos no se seguirá aplazando. Un grito de supervivencia nos llega del propio planeta, un grito que ya no puede ser más desesperado ni más claro. Y ahora, un aumento del extremismo político, la supremacía blanca, el terrorismo interno al que debemos enfrentarnos y al que derrotaremos. Superar estos desafíos, restaurar el alma y asegurar el futuro de Estados Unidos exige mucho más que palabras. Exige lo más esquivo de todo en una democracia: unidad. Unidad.

     Sé que hablar de unidad puede sonar un poco ridículo hoy en día. Sé que las fuerzas que nos dividen son profundas y reales. Pero también sé que no son nuevas. Nuestra historia ha sido una lucha constante entre el ideal estadounidense de que todos hemos sido creados iguales, y la fea y dura realidad de que el racismo, el nativismo, el miedo y la demonización llevan mucho tiempo separándonos. La batalla es perenne y la victoria nunca está asegurada.

      Durante la Guerra Civil, la Gran Depresión, la Guerra Mundial, el 11-S, en momentos de lucha, sacrificio y contratiempos, siempre han prevalecido los mejores de nosotros. En cada uno de estos momentos, suficientes de nosotros nos unimos para sacar a todos adelante. Y ahora podemos hacerlo. La historia, la fe y la razón nos enseñan el camino. El camino de la unidad.

     Podemos vernos unos a otros no como adversarios, sino como vecinos. Podemos tratarnos unos a otros con dignidad y respeto. Podemos unir fuerzas, dejar de gritar y bajar la temperatura. Porque sin unidad no hay paz, solo amargura y furia; no hay progreso, solo ira agotadora. No hay nación, solo una situación de caos. Este es nuestro momento histórico de crisis y desafío. Y la unidad es el camino para avanzar. Y debemos enfrentarnos a este momento como los Estados Unidos de América.

     Si lo hacemos, os garantizo que no fallaremos. Nunca, nunca, nunca hemos fracasado en Estados Unidos cuando hemos actuado juntos. Y por eso hoy, en este momento y lugar, empecemos de nuevo, todos nosotros. Empecemos a escucharnos unos a otros, a oírnos unos a otros, a vernos unos a otros, a respetarnos unos a otros. La política no tiene por qué ser un incendio voraz que destruye todo lo que encuentra en su camino. Cualquier disensión no tiene por qué ser causa de guerra total. Y debemos rechazar una cultura en la que se manipulan e incluso se fabrican los propios hechos.

     Porque lo que tiene la vida es que no sabes qué te deparará el destino. Hay días en que necesitamos que nos echen una mano. Y otros días en los que nos piden que la echemos nosotros. Así es como tenemos que ser unos con otros. Y si somos así, nuestro país será más fuerte y más próspero, y estará más preparado para el futuro.

     Compatriotas estadounidenses, cierro igual que comencé, con un juramento sagrado. Ante Dios y ante todos vosotros, os doy mi palabra. Siempre seré sincero con vosotros. Defenderé la Constitución, defenderé nuestra democracia. Defenderé a Estados Unidos y lo daré todo para serviros, pensando no en el poder, sino en las posibilidades, no en el interés personal sino en el bien público. Y juntos escribiremos una historia estadounidense de esperanza, no de miedo. De unidad, no de división. De luz, no de oscuridad. Una historia estadounidense de decencia y dignidad, de amor y sanación, de grandeza y bondad. Que sea esta la historia que nos guíe. La historia que nos inspire. Y la historia que cuente a los tiempos venideros que respondimos a la llamada de la historia, que estuvimos a la altura del tiempo presente. Que la democracia y la esperanza, la verdad y la justicia, no murieron durante nuestra guardia, sino que prosperaron…

     Así pues, con determinación y firmeza, abordaremos las tareas de nuestro tiempo. Sostenidos por la fe, impulsados por la convicción y dedicados los unos a los otros y al país que amamos con todo nuestro corazón. Que Dios bendiga a Estados Unidos y que Dios proteja a nuestras tropas”. Gracias, Estados Unidos.

 

Hasta aquí las palabras del mandatario norteamericano (un extracto), rogando al Creador que estos planes puedan materializarse, que se detenga la violencia racista y divisionista y vuelva la unidad a esa nación, pues también traería bendición para otros, incluido México.

 

¡Hasta el próximo sábado si Dios nos permite!

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En asuntos de gobiernos y gobernantes, el siglo veintiuno se está caracterizando por una galería de populistas que están dando al traste con la democracia, con bribones que han llegado al poder utilizado las bondades y legitimidad que ésta concede, pero que sin embargo son sus enemigos. Simples autócratas enfermos del virus del poder.

Los ejemplos abundan. El caso de Donald Trump es quizá el más representativo, capaz en su egolatría y hambre de poder de atacar las instituciones de su país y pretender mediante una revuelta desconocer los resultados de una elección en la que a todas luces resultó perdedor.

En el caso de Andrés Manuel López Obrador no tiene nada que envidiarle a su golpista amigo de pelo pintado. Su manera autocrática de gobernar, su cinismo al mentir todos los días a un pueblo que a todas luces ha engañado de una y mil formas es por demás condenable y repugnante.

Su adicción enfermiza al poder le ha llevado a límites impensables, rebasando incluso sus propias expectativas. Sus sesiones mañaneras de adoctrinamiento populista (malamente llamadas conferencias de prensa), han sacado en él a un extraño actor, aunque con gestos sobre actuados y motivaciones políticas por demás réprobas.

En su traición a la democracia la cual utilizó tramposamente para llegar a la presidencia (como su gemelo Trump), ahora pretende perpetuarse en ella implementando un plan perverso y de altísimo costo social y económico en el que a través de la compra de voluntades y conciencias mediante apoyos económicos a diversos grupos sociales quedarse con la presidencia para él y su grupo de incondicionales; contando con un Congreso sumiso y cómplice que se ha prestado a destruir las instituciones públicas y eliminar todo contrapeso político que estorbe al dictador; como es su deseo de desaparecer los órganos autónomos (como el CoFeCe, el IFT, el INAI y órganos desconcentrados como la CRE, el CNPD y otros), atacando además casi todos los días y pretender desaparecer o neutralizar al INE; sumando a sus ilícitos el desvío de enormes cantidades de recursos públicos sin rendir cuentas a nadie. Y algo más: ¡Sin tocar a las mafias criminales!

Hace dos semanas hacíamos una comparación entre la dictadura del Big Brother (de la novela de George Orwell) con el desgobierno de López Obrador. Decíamos que “cualquier pensamiento o posición contraria al líder era combatida precisamente por la «Policía del Pensamiento», ya que todo, absolutamente todo, era controlado por el partido del Gran Hermano o Big Brother cuyo lema político reflejaba su perversión y férreo control de las masas: “LA GUERRA ES LA PAZ, LA LIBERTAD ES ESCLAVITUD y LA IGNORANCIA ES PODER”.

Y ciertamente, para la 4-T “LA IGNORANCIA ES PODER” pues entre más ignorante tenga a la masa más fácil es su control, a la cual tiene adormecida o relajada a través de un mecanismo por demás corrupto y cínico ¡REGALARLE DINERO!

En un país como México, con tantas carencias y desigualdades, con una doble moral muy arraigada en buena parte de la población, recibir dinero gratis es un truco fácil de implementar y de resultados rápidos, disimulando el ‘pueblo bueno’ o no queriendo recordar que nadie da nada gratis. Así que varios grupos han sido pescados o corrompidos con este anzuelo. Sectores sociales que al aceptar esos dineros (sin ponerse a pensar de dónde provienen), han dejado dormir o morir sus neuronas y con ello rendir su voluntad a este dictador encubierto.

¿No saben acaso que López Obrador no les da un solo peso de su bolsa? ¿Que el dinero proviene de los impuestos pagados por los mexicanos que trabajan y sostienen de pie este país? ¿No saben que la situación de la mayoría de esos ciudadanos que los pagan cada vez es más difícil a causa de la epidemia, la delincuencia, lo alto de los tributos y que muchos de ellos ya han cerrado sus negocios? ¿Se han puesto a pensar que esos regalos de dinero pronto van a terminar pues si no hay impuestos o no hay los suficientes que los paguen ya no se les va a regalar más que mayor pobreza?

El malvado plan del actual gobierno es tomar el dinero de donde sea, arrebatándolo incluso del sector salud, universidades, gobiernos de los Estados, Municipios, fideicomisos, organismos autónomos, etcétera, todo a nombre de una falsa AUSTERIDAD para concentrar todo eso en las dádivas a viejos, ninis, becas, grupos de mujeres y demás, ya que se espera que estos millones de beneficiados sean votos para MORENA en la elecciones de este año 2021 pues con ello conservarían el Congreso y por consiguiente se afianzarían en el gobierno per saecula saeculorum. ¿Así o más perverso el plan?

El punto es que hay que crear conciencia entre los mexicanos de lo que está sucediendo. No podemos como Esaú o como Judas vender nuestra primogenitura o entregar a nuestro país en manos de estos enemigos de la democracia y promotores de la dictadura. Y aunque se entiende y acepta que hay muchas necesidades y que como sociedad se tiene el deber moral y humano de participar en la mejora o ayuda de esas necesidades; no es sin embargo regalando dinero a manos llenas como se resuelve este tipo. Hay que racionalizar esas ayudas y con otra visión (NO POLÍTICA).

Los Congresos no son para someterse al dictador en turno y facilitarle su ambición de poder o cumplir sus caprichos. Son representantes sociales, su función primaria es velar para que TODOS LOS SECTORES sean tutelados y atendidos por el estado, para que la administración de programas y recursos camine ordenada, pacifica, equitativa y eficientemente. Sin distinción de credo, color, edad, posición, etcétera. Que las necesidades sociales fundamentales (seguridad, salud, educación, cultura, deporte, etcétera) sean cubiertas en la realidad y no solo en la propaganda como lo ha hecho López Obrador. 139 mil muertos por el coronavirus son prueba fehaciente de sus mentiras, de sus logros de saliva, de un país que solo existe en su mente enferma y falaz.

La Biblia advierte que “el que pide prestado es siervo del que le presta”, que, en el caso de los beneficiados por los programas mañosos y electoreros de AMLO, se puede entender “que el que recibe dinero público (destinado a otros fines) vende su voluntad y conciencia a cambio de su voto futuro” ¿o usted qué cree estimado lector?

¡Hasta el próximo sábado si Dios nos permite!

 

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Bueno, golpista y soberbio siempre van de la mano, aunque nunca está por demás repetirlo, no se diga en un momento político tan delicado como el que se vivió el pasado miércoles en el Capitolio de Washington, en el que la estabilidad del país más poderoso de la Tierra estuvo en peligro, por tanto, de gran parte de los países.

Día negativamente histórico, en el que un verdadero patán llamado Donald Trump, un sujeto inculto, soberbio y enemigo de la democracia (más que de sus rivales políticos los demócratas); azuzó a sus fanáticos seguidores a desconocer las elecciones en las que resultó perdedor y asaltar literalmente el Congreso de su país para impedir el nombramiento oficial del nuevo presidente, el demócrata Joe Biden.

Las escenas vistas a nivel mundial son únicas, prueba irrefutable de un hombre que nunca debió haber llegado a la presidencia de Estados Unidos. En esta columna se advirtió desde hace cuatro años, justo cuando tomó las riendas de la presidencia de su país que habían cometido un grave error. Se transcriben algunos fragmentos de ese artículo:

 

“La historia universal nos puede conceder todos los ejemplos que sean necesarios. Nerón, Calígula, Napoleón (que de ninguna manera es héroe o cosa parecida, fue el Führer del siglo XIX), Hitler, Stalin y tantos otros con menor poder, pero de idéntico perfil, casi todos unidos por la soberbia, por un narcisismo desbordado y un hambre de poder sin medida…  Como de todos es sabido, nuestros vecinos del norte le apostaron a un paladín como el que describe el profeta Daniel, con cabeza de oro fino y pies de barro cocido.

    Y no se llama Nabucodonosor, como el de aquella época, quien se llenó de soberbia y Dios le bajó los humos echándole entre las bestias del campo (Dan 4:33). Se llama Donald J. Trump, que a semejanza del rey babilonio está engreído hasta el cielo… El mundo entero se encuentra en peligro bajo este individuo racista, ególatra y demente. El Congreso y los hombres de poder en Estados Unidos deben intervenir cuanto antes para que este chiflado no meta a la humanidad en graves problemas…”  (Análisis y Propuesta, 28/Enero/2017).

 

Dos semanas después se dio cuenta también desde este espacio de que el tal Donald Trump estaba chiflado y metiendo a su país (y a otros, en particular a México) en graves problemas:

 

“La ignorancia extrema de Trump… además de poner en alerta extrema a los líderes políticos y sociedad pensante de esa nación; ha despertado del soponcio y la indiferencia a muchos que no consideraron jamás el peligro que representaba este hombre de llegar al poder…  un individuo trastornado, enfermo de la mente y del corazón. Lamentablemente, así como muchos mexicanos votaron por el chiflado de Fox, también muchos estadounidenses votaron por el chiflado pintado de pelo naranja.

     El Congreso de Estados Unidos tiene que hacer algo y pronto para detener las locuras de este hombre, pues su país y el mundo entero corren peligro. No se necesita de ser psiquiatra para detectar la insania mental de Donald Trump…”   (Análisis y Propuesta, 11/Feb/2017).

 

Lamentablemente sus muchas locuras eran de esperarse. No estaba capacitado ni moral, ni intelectual, ni emocional, ni políticamente para tan alta responsabilidad. Lo único que tenía ese hombre perverso y frívolo (dedicado a los juegos de azar y al concurso de ‘Miss Universo’) era dinero. Nada más. En cuanto a los requerimientos para el cargo era un indigente, peor todavía ¡un indigente chiflado y soberbio!

Su personalidad ególatra me recuerda a John Wilkes Booth, el asesino del Presidente Abraham Lincoln, un gran hombre que estorbaba tanto a su propio partido (Republicano) como al contrario (Demócrata), a quien no le importaba el dinero ni el poder, sino el bienestar de su pueblo. Un pueblo contaminado de origen por el racismo, de ahí que su deseo de liberar a los esclavos, liberación que le hizo impopular y que provocara su muerte a manos del ególatra Booth, un actorzuelo chiflado y con aires de grandeza, quien creyó que asesinando al presidente hacía un favor a su país (así como Trump y los asesinos de la democracia que asaltaron el Capitolio). Veamos lo que nos narra la historia:

 

“Pero cuando los periódicos de Virginia le mostraron que el Sur -su Sur- se había vuelto contra él, condenándolo y repudiándolo, lo consumió un frenesí de desilusión y desesperación. El, que había soñado con verse honrado como un segundo Bruto y glorificado como Guillermo Tell, se veía acusado ahora de cobarde, de estúpido, de mercenario, de asesino…  Pero ¿se culpó a sí mismo? No. Lejos de ello, culpó a todos los demás… a todos, salvo a sí mismo y a Dios. El había sido simplemente un instrumento en las manos del Todopoderoso” (Lincoln, el desconocido. D. Carnegie, págs. 306-307).

 

Poco más de un siglo después, otro presidente republicano de nombre Richard Nixon, hábil político, pero demasiado tramposo (“Tricky Dicky” le apodaron en los medios), se vio envuelto en un escándalo de espionaje contra sus enemigos al que nombraron «watergate». Ante la falta de espacio nos limitamos a señalar las reflexiones de su asesor e incondicional Charles Colson. Un abogado que al haber participado en esos ilícitos y quebrantar sus propias convicciones, declara tiempo después en impactante auto biografía sus yerros (luego de rendir su vida a Jesucristo):

 

“¿Cuáles eran los crímenes en mi corazón? En un estado de agonía exploré cada una de las acciones que había tomado en la Casa Blanca. Algunos de los actos políticos habían sido duros y despiadados, sin duda ‘trucos sucios’, porque hicieron daño a la gente e incluso peor a los ojos de Dios, porque había habido arrogancia, orgullo y el yo. Mi absoluta lealtad al jefe supremo había falseado y entorpecido mi sentido del bien y del mal…” (Nací de Nuevo, Ed. Caribe, pág. 241).

 

Finalmente, y tratando de concluir, permitamos que sea un profeta norteamericano, apóstol de la raza negra (y mártir), quien hable a su gente y a sus conciudadanos a través de un vigoroso mensaje predicado en su iglesia de Montgomery, Alabama:

 

“Permitidme que dirija unas palabras a aquellos de entre vosotros que son víctimas del odioso sistema segregacional. Tenéis que continuar trabajando apasionada y vigorosamente por vuestros derechos divinos y constitucionales. Sería cobarde e inmoral que aceptaseis pacientemente la injusticia… No dejéis nunca que nadie os empuje hasta llegar a obligaros a odiar. Evitad siempre la violencia. Si en vuestra lucha sembráis la semilla de la violencia, las generaciones venideras cosecharán el caos de la desintegración social…” (M. Luther King, La Fuerza de Amar, E. Aymá, pág. 148).

 

Trump, el soberbio, el mentiroso e ignorante y ahora golpista, sembró la semilla de la división y la violencia, su cosecha de caos y desintegración social están a la vista de todos.

¡Hasta el próximo sábado si Dios nos permite!

 

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La metamorfosis de Andrés Manuel López Obrador era de esperarse. Su personalidad es previsible. En tres décadas de vida pública no ha cambiado, al menos no para bien, su radicalismo solo se ha agravado, tanto por su enfermiza egolatría como por su terrible hambre de poder. Apetito propio de tiranos y dictadores. Hagamos memoria: el entonces bisoño presidente municipal de la capital del país, cargo que por ley estaba impedido a contender, mucho menos a ocupar, ya que además de radicar en Tabasco, acababa de contender por la gubernatura de ese Estado; son hechos que corroboran su conducta ilegal y tramposa; un hombre obsesionado por el poder (al precio que sea).

Su incapacidad para gobernar la ciudad de México la quiso cubrir construyendo algunas obras de relumbrón, como los segundos pisos en algunas vialidades y remozando Paseo de la Reforma, olvidándose prácticamente del resto de los muchos problemas que aquejaban a los defeños (los periódicos de la época dan cuenta de esto). El mal árbol no puede dar buenos frutos, advierte la sentencia Divina.

Se dedicó a atender dos frentes: pelear con sus contrarios políticos (haciéndose a la ‘víctima’) y preparar su candidatura a la presidencia de la República. Con este fin se alió con legiones de anarquistas, con grupos y sindicatos belicosos, y una cauda de políticos de medio pelo (casi todos venidos del PRI, como él mismo) a los que el sistema no permitía subir en la pirámide de poder a causa de su personalidad inmadura y problemática.

Entre estos, y para no mencionar a sus cercanos e incondicionales Gustavo Ponce, René Bejarano, Dolores Padierna, Carlos Imaz, se encontraba su “carnal” Marcelo (una especie de ‘mil usos’ al servicio de AMLO; uno de sus muchos cortesanos que aunque era prófugo de la justicia en el sexenio pasado, el agua bendita del mesías tropical le purificó. Así son los dictadores, dementes por encima de los demás, iluminados cuya soberbia les hace creer que todo lo que dicen y hacen, aunque hacen demasiado poco, es lo correcto y camino a seguir.

Pero, qué importa, él se trajo a su carnal Marcelo”, que, dicho sea de paso y como buen ‘izquierdista’ de la 4-T vivía en duro exilio en Miami, lo necesitaba, había que reposar de tanto trabajo a favor de los defeños. Lo que sí es que AMLO nunca se imaginó la pandemia que azotaría el mundo entero, de haber sabido, quizá hubiera esperado su candidatura hasta el 2024.

Para desgracia de los mexicanos la figura del “carnal Marcelo” ya no refleja la inocencia ni evoca al patiño y amigo de Tin Tán. De ninguna manera. Hoy la 4-T muestra la metamorfosis de un dictador en ciernes que a la manera del «Big Brother» de George Orwell comienza a tomar todos los hilos del poder, haciendo de la maldad y la mentira sus herramientas más comunes.

En su famosa anti utopía Orwell plantea una feroz dictadura en la que cualquier pensamiento o posición contraria al líder era combatida precisamente por la «Policía del Pensamiento», y todo, absolutamente todo, era controlado por el partido del Gran Hermano o Big Brother cuyo lema político reflejaba su perversión y férreo control de las masas: “LA GUERRA ES LA PAZ, LA LIBERTAD ES ESCLAVITUD y LA IGNORANCIA ES PODER” ¡Tal parece que AMLO y su 4-T se inspiraron en este modelo dictatorial.

En ese gobierno ultra opresor la historia era continuamente revisada y modificada, eliminando de los libros y memoria social todo hecho que cuestionara el modelo actual o pudiera exaltar otros mejores, reescribiendo los textos y modificando a su gusto y conveniencia los sucesos del ayer. Algo así como lo sucedido con el 2 de octubre de 1968 en México, en que, si bien se lamenta la muerte de aquellos jóvenes en Tlatelolco, no se puede olvidar que el gobierno de entonces representaba lo más preparado de la Revolución Mexicana, y en las manifestaciones de los estudiantes (intoxicados de ideología marxista y el régimen cubano) le gritaban al presidente debajo de su balcón en Palacio Nacional “¡No queremos Olimpiada, queremos revolución!”.

Diez días después de los sucesos de Tlatelolco, México sería sede de los Primeros Juegos Olímpicos de la era moderna en el continente americano. Se habían invertido miles de millones en instalaciones, preparación de atletas, logística, publicidad a nivel mundial (por primera vez nuestro país participaba a nivel estelar en el concierto de las naciones de manera ordenada y pacífica, propia de los pueblos civilizados), etcétera. ¿Renunciaría el gobierno a todo esto sólo para dar gusto a los estudiantes que le retaban y cancelar las Olimpiadas? ¿Tiraría el gobierno de Díaz Ordaz todo este esfuerzo y recursos a favor de México, para pasar al basurero de la historia?

Una historia que los de la 4-T se la han vendido torcida y cambiada a las nuevas generaciones. ¡Como el Big Brother! Las semejanzas son demasiadas, terribles se dirá a causa de la similitud. Pero será mejor transcribir algunos textos que lo digan por sí mismos:

 

—“Cuando mucho dentro de veinte años, pensó, quedaría sin respuesta la inmensa y sencilla pregunta: ¿la vida antes de la Revolución era mejor que ahora? De hecho, ni siquiera ahora era posible contestar porque los escasos sobrevivientes de aquel viejo mundo no eran capaces de comparar una época con la otra… los sucesos relevantes quedaban fuera del alcance de su visión… Y cuando la memoria fracasaba y los registros escritos eran falsificados, cuando eso ocurría, tenía que aceptarse la afirmación del Partido de que había mejorado las condiciones de vida, pues ya no existía ni volvería a existir un criterio contra el cual compararla…”. ¡Ya no es como antes!, dice el líder de la 4-T, ¡ahora ya no hay corrupción!, afirma con cinismo, aunque el olor nauseabundo de sus actos les delaten frente a todos.

 

—“Hoy mismo nada sabemos de la Revolución ni de los años anteriores a ella. Todos los registros han sido destruidos o falsificados, han vuelto a escribir los libros… las calles y las estaciones tienen nombres nuevos, han alterado las fechas. Y ese proceso continúa día a día…  La historia se ha detenido. Solo existe un presente sin fin, donde el Partido siempre tiene la razón…” Tal y como han empezado a hacer en la ciudad de México, han quitado todas las placas del Metro con el nombre del Presidente Gustavo Díaz Ordaz (quien construyó las primeras líneas) así como las estatuas. Es decir, ya iniciaron la reinscripción de la historia.

El poder consiste en causar dolor y humillación. El poder consiste en hacer pedazos las mentes humanas para volver a darles formas nuevas conforme a nuestros propósitos…  Las civilizaciones antiguas afirmaban que se basaban en el amor o en la justicia. La nuestra se basa en el odio… Ya estamos acabando con los modos de pensar anteriores… Hemos roto los vínculos entre padres e hijos, entre uno y otro hombre y entre un hombre y una mujer. Ya nadie confía en su esposa, en su hijo o en un amigo…”. Nos han dividido a los mexicanos, incluso entre las familias, han hecho del odio y el encono su oferta política por excelencia (G. Orwell: 1984, E. Lectorum, págs. 98,154, 259).

 

En el gobierno del Big Brother cuatro ministerios se encargaban de tener al pueblo bajo control: El Ministerio del amor (abrazos no balazos), El Ministerio de la Verdad (yo nunca digo mentiras, asegura el líder de la 4-T), El Ministerio de la Paz (con los narcos), y El Ministerio de la Abundancia (promesa que lleva dos años, y que lejos de ser una realidad se reduce a mentiras repetidas al estilo Goebbels). Estamos entrando en un nuevo año (2021) y se desea que sea mejor ¿cree usted que con el Big Brother del carnal de Marcelo nos puede ir mejor, o tomamos lo escrito por Orwell como una sana advertencia?

¡Hasta el próximo sábado si Dios nos permite!

 

Email: mahergo1950@gmail.com

 

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