Opinión

Aunque es actor importante en el actual drama mundial, sobre todo para los mexicanos que están conscientes del daño que está ocasionando su gestión, hoy no hablaremos exclusivamente de AMLO, sino del estado que guarda la sociedad humana en general.

La violencia estúpida que hunde a la sociedad en Chile, Bolivia, España, Ecuador (en días recientes), Hong Kong, Irak, Líbano y México, entre tantas otras, es síntoma de enfermedades sociales casi en grado terminal, que de no atenderse a tiempo y con la medicina adecuada, carecen de un futuro promisorio; aunque gobiernos y promotores de ese modelo social aseguren lo contrario y digan que están haciendo lo correcto. Lo mismo creen sus violentos detractores.

     El pretexto para dar rienda suelta a los instintos bestiales de la turba puede ser legítimo (como es el caso de la tarifa en el Metro de la ciudad de Santiago, en Chile), sin embargo, cuando se somete la turba al escáner de la verdad, este arroja otros resultados que nada tienen que ver con la tarifa del transporte. La insatisfacción interna de la turba, así como su furia reprimida, son otra cosa; producto de una formación sin disciplina, de no aceptar jamás la opinión ajena y menos si viene de una autoridad; que si bien se equivocan con demasiada frecuencia, hay mecanismos legales para hacerle saber su desacuerdo.

Pero no se trata de eso. Se trata de echar desmadre, violencia, destruir por destruir, rebelarse contra todo poder legítimo (o ilegítimo), así fueron educadas ya las nuevas generaciones. La psicología, disciplina que no es ciencia, contribuyó enormemente para cuestionar y deshonrar las instituciones que sostuvieron por miles de años la civilización. No se diga el ataque contra la fe judeocristiana, que entre Nietzsche, Camus, Sartre y otros muchos de sus acólitos, cuestionaron y metieron a las aulas hasta sacar a Dios, primero de las escuelas y finalmente de la mayoría de los hogares, quedando apenas dos remanentes, antagónicos con vida que se mantienen firmes (antagónicos a causa de sus creencias, aunque para los incrédulos sean lo mismo).

    Los primeros, que son los más, son los que conservaron la fe sostenidos en la tradición y la simple costumbre. Los segundos, los que creyendo solamente en Dios y las Sagradas Escrituras, nutren su fe del mensaje divino sin transigir por tanto con las conductas del ateísmo pragmático de la aldea global, repudiando a la vez el sincretismo de la tradición y las costumbres, lo que les convierte —quiérase o no—, en objeto cotidiano de discriminación. Es difícil para el incrédulo carente de orden y disciplina, tener frente a sí, vidas que le representan todo lo que él fue enseñado a rechazar. Claro, le muestran sin palabras un modelo de vida que le dijeron no es posible, pero que la realidad le exhibe otra cosa. Una realidad que le muestra un mundo superior en el plano espiritual que él desconoce y rechaza sin bases valederas.

Las masas de hombres (y mujeres) posmodernos que se rebelan ante todo y por todo, que aseguran ser tolerantes, pero que conceden más valor a las mascotas que a las personas; que no paran de hablar de libertad y gran parte de ellos son esclavos de vicios, drogas y pasiones desbordadas; que son ciegos sin embargo en lo que sucede al otro, al prójimo, a su entorno social. Su ligereza de pensamiento y formación egoísta les ha conducido a esa invidencia.

    Esto se observa claramente en la necedad e intransigencia de los manifestantes profesionales, que reclamando “derechos” pisotean con furia y  menosprecio los derechos de la mayoría, destruyendo a su paso lo construido con el esfuerzo y dinero de los que trabajan y observan la ley. Incapaces de razonar a causa de su espíritu violento, pasan de largo y destruyen como marabuntas o hunos de Atila cuanto encuentran por su camino, sin pensar siquiera que los GOBERNANTES JAMAS CONSTRUYEN NADA CON SU DINERO (al contrario, buscan la manera de llevarse lo más que pueden), de manera que lo que destruyen es parte del patrimonio social, del esfuerzo e impuestos  pagados por los que SI trabajan (y carecen de tiempo y educación para andar de vándalos).

No ven jamás el daño a los bienes del otro, al tiempo del otro, al traslado del otro, a su vehículo, al enfermo en traslado, al que perdió el trabajo o la cita para tal. Se abrogan derechos sobre todo cuanto existe a su paso, pisoteando en su soberbia e intransigencia el estado de derecho y la libertad de los demás que siempre son mucho más que ellos y violando abiertamente el artículo 9º constitucional (en el caso de los mexicanos), entendidos que en cada país la turba viola su propia ley.

Y es que, al repudiar los valores que por milenios sostuvieron la moral pública y privada, rompieron el orden. Simplemente: ¿dónde quedó el Decálogo? ¿Cómo entienden gobiernos y nuevas sociedades el mandato de no matar?, si en nuestro país se cometieron al menos 34 mil asesinatos en el año 2018 y en lo que va del presente van 26,629. Es aberrante e inaceptable que gobierno y nuevas sociedades se interesen más por los ‘derechos humanos’ de los delincuentes que por la detención y proceso de los mismos (ni qué decir del olvido para las víctimas y la reparación del daño), promoviendo una impunidad jamás vista.

Ante la falta de espacio, nos limitamos a señalar que hay un engreimiento a causa de conocimientos y posturas políticas que han mostrado su fracaso total. Un fracaso que es probable no sea aceptado y mucho menos reconocido, y que si llega a suceder, quizá sea demasiado tarde (la soberbia siempre será mala consejera).

En su maravillosa y sorprendente obra, con maestría y sarcasmo, George Orwell describe un sistema político imperante muy semejante al que padecemos. Entre otras cosas que critica su anti utopía, es por cierto las premisas del gobierno dictatorial de su novela: “LA GUERRA ES PAZ, LA LIBERTAD ES ESCLAVITUD, LA IGNORANCIA ES PODER”,

En su libro 1984, escrito entre los años de 1947-48, se considera a la historia un enemigo peligroso, fuente de ideas que la nueva sociedad no debiera conocer, razón por la que el gobierno dictatorial crea el “Ministerio de la Verdad”; dependencia en la que todas las cosas (incluida la literatura) se están reescribiendo: “Por lo tanto, la historia se vuelve a escribir sin cesar. Esta falsificación día a día del pasado… es tan necesaria para la estabilidad del régimen”, de ahí que en otra parte la obra advierta: “quien controla el pasado controla el futuro, quien controla el presente controla el pasado” ¿Algo así como que los que mataron al empresario Garza Sada ahora quieran presentarlos a las nuevas generaciones como supuestos héroes?, sobre todo si se toma en cuenta que algunos de los que le gritaban al último presidente emanado de la Revolución Mexicana –al pasar por abajo de su balcón en Palacio Nacional durante sus manifestaciones (1968)-: “¡no queremos Olimpiada, queremos revolución!” (tomando como modelo la soviética y la cubana y repudiando la nuestra, que costó un millón de vidas) ¿Querrán controlar el pasado también y reescribir la historia nacional?

Como humanidad hemos caminado mucho trecho, una larga historia nos advierte lo bueno, lo regular y lo malo que hemos hecho. Lamentablemente hemos llegado a un punto en que como en la novela de Orwell muchos gobiernos pretenden engañar a sus gobernados a través de un maniqueísmo vulgar y absurdo, mientras que las turbas carentes de visión y disciplina alguna intentan sumir a la aldea global en el caos. Cabe aquí la pregunta que se hiciera al respecto el rey David y con esto concluimos “¿Por qué se amotinan las gentes, y los pueblos piensan cosas vanas? Se reunieron los reyes de la tierra, y los príncipes se juntaron en uno contra el Señor, y rebelan contra su Ungido (Mesías)” (Hechos 4:25-26).

¡Hasta el próximo sábado si Dios nos permite!

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Sólo en México pueden ocurrir semejantes cosas, que un fugitivo de la justicia de pronto, por arte, no de magia, sino del agua bendita del nuevo presidente, se convierta en Senador de la República. Es el caso de Napoleón Gómez Urrutia, un líder sindical con un historial negro, que a diferencia de Carlos Romero Deschamps (hoy en declive político), es amigo y protegido de López Obrador.

     Y es que, como todos sabemos, en el actual gobierno ‒si es que se le puede llamar así a este grupo de improvisados para los que el estado de derecho y la aplicación de la justicia no existen y cuando intentan hacerlos valer, lo hacen a contentillo y gusto personal (no en base a lo establecido en las leyes correspondientes)‒: escaños, curules, secretarias de estado y direcciones, fueron y están ocupados por personas ajenas al perfil requerido.

     Para el actual presidente la capacidad y la inteligencia que los cargos reclaman y requieren puede suplirse con amiguismo, con que le hayan apoyado en su campaña es suficiente (quizá apoyado económicamente también). De otra manera no se pude entender y mucho menos aceptar que el ya referido fugitivo líder minero, además de no ir a la cárcel, haya sido postulado y elegido como senador ¡Ver para creer!

      Un hombre que además de su terrible historial, de vivir por años en Canadá con estilo de magnate; en nuestro país gusta ir acompañado con un séquito de guardaespaldas impresionante, y si se trata de un acto público, con una coreografía integrada por incondicionales de su sindicato minero; evoca sin duda los peores tiempos y ejemplos de ese gremio.

     Y que conste, no se está hablando mal del sindicalismo, expresión legítima y necesaria para la unidad y defensa de los trabajadores, para los equilibrios sociales y económicos. No, se está señalando ese sindicalismo charro, gansteril, extorsionador de la fuente de empleo, y manipulador y controlador del trabajador. Vividores ajenos al dolor y problemas del obrero y trabajador, los cuáles utilizan como bandera y pretexto para sus deleznables propósitos, para continuar son sus faraónicos y opulentos estilos de vida. Y todavía tienen el descaro de hablar a nombre del proletariado: ¡cínicos, desvergonzados!

     No, los verdaderos líderes sindicales son individuos sensibles a la necesidad del otro, a la búsqueda de soluciones que ayuden a su agremiado, sin acabar con las fuentes de empleo; a las que no ven como enemigos ni explotadores, sino como generadores de trabajo y riqueza, sirviendo ellos como mediadores sociales para un reparto mejor y más equitativo del capital. Individuos con ideales pero sin fobias, con metas generosas pero ajenos a fanatismos radicales (producto de la envidia y el revanchismo), entendidos de su rol social por el cual luchan aun en medio de la incomprensión de muchos y el desprecio del charrismo gansteril de los grandes grupos.

     Así que la iniciativa de Napoleón Gómez Urrutia de que la práctica del outsourcing se penalice y equipare con delincuencia organizada, es muestra irrefutable de su anti sindicalismo, de su mente corrompida que muestra sin retoques su falta de interés por la mejoría y futuro de los trabajadores. De su gatopardismo en perjuicio de sus agremiados.

     ¿Acaso desconoce este individuo que los juicios laborales son en este momento, y desde hace muchos años, la principal causa de los bajos sueldos que se pagan en México? ¿No sabe acaso que por estos juicios los patrones (micro, pequeños y medianos) no se atreven, claro, los que sus negocios se lo permitirían, a aumentar los salarios con generosidad ante el temor real de que sus 4,8,12 , 20 ò 60 trabajadores, en algún momento y azuzados por un mal dirigente, demanden su negocio y se vayan a la ruina? Por supuesto que lo sabe, pero como las aves carroñeras, viven del despojo.

    La falsa izquierda que padece la clase trabajadora mexicana es el peor ejemplo de esta expresión política. Se trata de meros vividores, dominados como ya se dijo por la envidia y el revanchismo de clase para hacerse de los bienes del que ha trabajado duro, hecho un capital y creado fuentes de empleo.

     Si realmente fueran de izquierda, leyeran un poquito siquiera, y analizaran las condiciones laborales, económicas y sociales del mundo posmoderno, se hubieran enterado ya de que su visión sindical tiene casi una centuria en quiebra. El sindicalismo del siglo XXI requiere de una visión y conceptos totalmente opuestos a los del señor Gómez Urrutia y demás camaradas.

    El mundo y México en particular requieren de un sindicalismo que bùsque la prosperidad de la fuente de trabajo, que en lugar de quererla extorsionar o acabar (como lo han hecho algunos hasta hoy): encontrar fòrmulas a través de la producción y las utilidades de los negocios y empresas que mejoren los ingresos, calidad y condición de vida de los trabajadores. Que el estúpido negocio de las demandas se acabe para siempre y solo queden para casos en los que la parte patronal (luego de un proceso rápido que lleve a la verdad) haya abusado del trabajador; que los chismes y las mentiras de tanto ‘torero’ y vividor del negocio de las demandas se acaben para siempre. Que los despachos llamados ‘talibanes’ dejen de existir.

      Que los líderes sindicales dejando su postura extorsionadora e inquisitorial contra las fuentes de trabajo, busquen a diputados y senadores para que elaboren una nueva legislación en la que se incluya, además de un seguro de desempleo por dos o tres meses, un acceso seguro a la jubilación pero no controlada por el IMSS. Legislación a la que se deberá de incluir la posibilidad de dar de baja a un trabajador malo, flojo o informal sin perjuicio para el empleador, al mismo tiempo que se estimulen los buenos sueldos (sin que ello represente una carga que acabe con los negocios, como sería el derecho al seguro social con el mismo sueldo, pues la mayoría no podría cubrir sus altas cuotas).

     En síntesis: el problema es serio y requiere que las cámaras se involucren y busquen la manera sabia y justa de cuidar a patrones y trabajadores y mejorar el nivel de vida de los mexicanos. Nada de revanchismos ni posturas que solo han traído pobreza, atraso y divisiones.

     Concluyamos: la aclaración que le hiciera Bill Clinton a George Bush «es la economía estúpido» sirve también para otras muchas cosas, en este caso, al añejo problema que padece México: el uso y abuso indiscriminado de los juicios laborales, que dicho sea de paso, son la principal causa de los bajos salarios y plaga para la planta productiva nacional. Sobre todo para las PYMES que son las que ofrecen el 80 por ciento de los empleos en este país. De manera que lo menos que necesita México es que un aburguesado líder minero quiera penalizar el outsourcing como ‘delincuencia organizada’ (que en muchos, pero muchos casos, es la respuesta a la debilidad económica de los negocios y empresas y una manera de protegerse ante la marea asfixiante de los juicios laborales) cuando el problema real es otro y ese es el que hay que resolver: «no es el outsourcing estúpido, son las demandas»

¡Hasta el próximo sábado si Dios nos permite!

 

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Cada época se define por la calidad moral e intelectual de sus generaciones, así como por su esfuerzo y trabajo. La época actual, la que corre a partir del siglo posmoderno, se puede definir por su decadencia en casi todos los órdenes, su falta de visión y proyecto a largo plazo, su ligereza moral e intelectual, su aversión al orden y la disciplina (causa en buena medida de la impunidad), ni qué decir de su egoísmo y hedonismo.

Esta condición decadente nos recuerda la gran época de la literatura en España, misma que algunos han clasificado en tres etapas: florecimiento, madurez y fatiga. Etapas que comparadas con la vida política de México, el florecimiento lo podemos ubicar en los gobiernos de Plutarco Elías Calles, Lázaro Cárdenas y Manuel Ávila Camacho, la madurez con Adolfo Ruíz Cortines, Adolfo López Mateos y Díaz Ordaz (a Miguel Alemán no se le puede incluir porque aunque hizo cosas muy buenas para el país, su gobierno permitió grandes actos de corrupción). La fatiga correspondería entonces a los gobiernos de Luis Echeverría, López Portillo, Miguel de la Madrid, Carlos Salinas y Ernesto Zedillo.

     ¿Cómo clasificar entonces a los gobiernos del siglo XXI?, si nos atenemos a sus acciones y resultados, que no son otros que la incapacidad, el desorden y el rechazo manifiesto a la disciplina y al estado de derecho; nada mejor que la propuesta del actual régimen. ¡Los gobiernos de cuarta!No de segunda ni de tercera, ¡de cuarta!

     Condición en la que una significativa parte del pueblo mexicano ha tenido culpa o responsabilidad; será suficiente remontarnos a las elecciones del año 2000 en la que un candidato blofero, mentiroso hasta lo irracional, de escasa inteligencia y sobrada incapacidad, logra (he allí el inicio del problema) ganar la presidencia con el voto de muchos y así comenzar con la declive del estado y la vida republicana.

     Es necesario, sin embargo, hacer una reflexión, debemos entender que México ha sido incapaz de valorar el trabajo y esfuerzo de pueblo y gobierno, que con todos sus pros y contras, construyeron y enriquecieron este país, que crearon o fortalecieron sus instituciones. Que luego de una revolución social juntos lograron transformar al país al punto de convertirse en el líder de América Latina. La crítica maniquea, carente de objetividad y equilibrio, condujeron a muchos a la ceguera política abriendo de paso las puertas del poder a cualquiera, literalmente a cualquiera (sin cerciorarse de la capacidad, madurez y formación).

     ¿Dónde están los Plutarco Elías Calles, Manuel Ávila Camacho, Adolfo Ruiz Cortines, Adolfo López Mateos y Gustavo Díaz Ordaz, sí, Díaz Ordaz? Téngalo por seguro que este presidente no hubiera permitido en absoluto que la fauna criminal se atreviera a retar al gobierno. De acuerdo a las concepciones clásicas el poder se creó para ejercerlo. Hoy los gobiernos no lo ejercen, lo disfrutan para su provecho (y de grupo), pero no como jefes de estado para preservar el orden y el estado de derecho. La ley es letra muerta, o brazo para la venganza (pregúntesele a Rosario Robles).

     A nivel Jalisco ¿Dónde están los Agustín Yáñez, los Gil Preciado, los Alberto Orozco Romero, Flavio Romero de Velazco, y Guillermo Cosío Vidaurri; gobernadores que nos devolvían en obra pública (en promedio) 40 centavos por cada peso pagado de impuestos; en cambio a partir de Alberto Cárdenas Jiménez la cifra bajó a 6 centavos y actualmente ha de ser entre 2 y 3 (ocultando con celo que los ciudadanos se enteren pues es muestra inobjetable de su incapacidad e inmoralidad en todos los órdenes).

     El actual gobierno de López Obrador se presentó ante los mexicanos como “La cuarta transformación”, sin embargo, y para desgracia de todos (aun de sus seguidores fanatizados, aunque no lo vean ni admitan) sus acciones le han convertido en un GOBIERNO DE CUARTA.

     ¿Cómo admitir y entender cancelar la construcción de un aeropuerto (NAIM) cuando ya se le habían invertido más de cien mil millones de pesos? Poner de pretexto la corrupción es una tontera, pues de existir, su deber era perseguir, detener y consignar a los corruptos, pero continuar con el proyecto. En un país con tantas necesidades como el nuestro tirar a la basura semejante cantidad solo exhibe la indolencia, incapacidad y soberbia del presidente y sus cercanos.

    ¿Cómo admitir que a los maistros vándalos de la CNTE y normalistas rurales delincuentes?, además de pasar por alto sus gravísimos delitos cometidos un día sí y otro también, todavía se les premie concediéndole cuanta barbaridad le pidan.

     ¿Cómo admitir que para frenar el robo de gasolinas (huachicol son bebidas alcohólicas adulteradas)? haya cerrado los ductos y dejar por algunas semanas paralizado el país a causa de la falta de combustibles. Semejante medida refleja la pobre mentalidad de un gabinete integrado por improvisados y mentes de pocas luces. Y que no se entienda esto como un aval a los corruptos que contaminaban las acciones y mermaban los dineros de la Nación, de ninguna manera. Se está diciendo que López Obrador escogió a puros incondicionales, no que haya buscado a los mejores (y dejado en los cargos a los que sabían y son honrados, que los hay, decir lo contrario además de falso es maniqueo).

      Para no alargar tanto la lista, que ya lo es en apenas diez meses y días ¿Cómo admitir que el presidente admita que maten a los policías y soldados y salga con la burla que va a acusar a los asesinos y delincuentes “con sus mamacitas y abuelitas”? Semejante desatino, impropio e inadmisible en un presidente municipal, no se diga en el titular del Poder Ejecutivo, debe considerarse materia inmediata para su relevo en el cargo.

     Durante la toma de protesta y conforme al art. 87 constitucional, López Obrador se comprometió “guardar y hacer guardar la Constitución… y las leyes que de ella emanan, y desempeñar leal y patrióticamente el cargo de Presidente”, cosa que no ha sucedido. Al asumir el cargo entre sus obligaciones está el “preservar la seguridad nacional, en los términos de la ley respectiva, y disponer de la totalidad de la Fuerza Armada permanente o sea del Ejército, de la Armada y de la Fuerza Aérea para la seguridad interior y defensa exterior” (art. 89 frac. VI). No lo ha hecho. En la práctica ha claudicado a sus deberes.

     Pero sobre todo ¿cómo admitir que haya permitido que los delincuentes en Culiacán sometieran y doblegaran a su gobierno?, hecho, jurídica y republicanamente inadmisible que descalifica su gobierno ante México y el mundo. La ley es dura pero es la ley. No estamos en el siglo XIX, con las tecnologías actuales y la capacidad del Ejército mexicano (en todos los sentidos) se pudo someter en una o dos horas a los delincuentes; los muertos, son parte del hacer valer la ley, para eso protesto. Y si no tiene la intención de cumplir y hacer cumplir la ley, que deje el cargo para alguien que si tenga el valor y el amor por los mexicanos de protegerles y retornar al imperio de la ley. Lo dicho: gobiernos de cuarta.

 

¡Hasta el próximo sábado si Dios nos permite!

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Hay asuntos en que los partidos políticos no tienen nada que ver, en que la visión de estado debe prevalecer por encima de cualquier preferencia personal. El presidente López Obrador en menos de un año en el poder se ha convertido en un promotor de la IMPUNIDAD y la INGOBERNABILIDAD, en un violador permanente del estado de derecho, cayendo de paso en diversos delitos y responsabilidades a causa de no cumplir ni hacer cumplir la ley. Su protesta al asumir el cargo fue en vano.

La gota que derramó el vaso de la impunidad ocurrió esta semana, en la que un grupo de delincuentes, que aunque estén matriculados en una Escuela Normal (Tenería) no dejan de ser delincuentes, se ROBARON 92 autobuses foráneos de pasaje, agregando a su delito otro mayor, el SECUESTRO de los 92 choferes. El pretexto es lo de menos, la comisión de los delitos es el punto.

El asombro de la inmensa mayoría de los mexicanos ante la pasividad y permisividad del presidente ante estos gravísimos delitos, así como otros recientes; valga recordar a los anarquistas en el 2 de octubre en la capital, los ataques y destrozos cometidos por los maistros de la CNTE, los miles de asesinatos cometidos a lo largo y ancho del país (entre una interminable y cotidiana lisa); exhiben a un titular del poder ejecutivo laxo, omiso, ornamental, promotor entusiasta del caos y enemigo declarado del orden republicano e institucional.

Su extraña manera de entender el ejercicio de gobierno le muestran incapacitado para ejercer el cargo, ¿cómo aceptar que a las Universidades públicas les niegue recursos; y a los delincuentes consumados como es el caso de los normalistas rurales, les tolere toda clase de delitos y no solo eso, sino que les conceda cuanta barbaridad le soliciten estos falsos maestros?

Pongamos las cosas en la necesaria dimensión de manera que se pueda entender la gravedad de los delitos cometidos por estos monstruos sociales. Los camiones robados, cada unidad cuesta nada menos que $ 6’189,856 pesos M.N. (seis millones ciento ochenta y nueve mil ochocientos cincuenta y seis pesos), y hablamos de un camión marca Volvo, el más sencillo y con dos ejes, pues con tres ejes y más equipo el costo de las unidades aumenta considerablemente.

Si sumamos el costo de los 92 camiones robados nos da un total de ————- $ 569’466,752 pesos. Sí, leyó usted bien, el monto de lo robado es de QUINIENTOS SESENTA Y NUEVE MILLONES, cantidad que no parece importar al presidente ni a las autoridades encargadas de perseguir delitos e impartir justicia en este país.

Agréguele a los delitos (los camiones no eran de una sola persona, por tanto los afectados son muchos) el SECUESTRO de los 92 choferes, y no puede, ni debe admitirse semejante IMPUNIDAD, en este caso, promovida, permitida y premiada por el gobierno federal, que aunque ha pretendido minimizar los hechos es imposible tapar el sol con un dedo, recordándoles al efecto lo que dice el Código Penal Federal al respecto:

 Artículo 366. Al que prive de la libertad a otro se le aplicará:

1.    De quince a cuarenta años de prisión y de quinientos a dos mil días multa, si la privación de la libertad se efectúa con el propósito de:

1.    Obtener rescate;

2.    Detener en calidad de rehén a una persona y amenazar con privarla de la vida o con causarle daño, para que la autoridad o un particular realice o deje de realizar un acto cualquiera, o .

3.    Causar daño o perjuicio a la persona privada de la libertad o a cualquier otra.

4.    Cometer secuestro exprés, desde el momento mismo de su realización, entendiéndose por éste, el que, para ejecutar los delitos de robo o extorsión, prive de la libertad a otro. Lo anterior, con independencia de las demás sanciones que conforme a este Código le correspondan por otros delitos que de su conducta resulten.

2.    De veinte a cuarenta años de prisión y de dos mil a cuatro mil días multa, si en la privación de la libertad a que se hace referencia en la fracción anterior concurre alguna o algunas de las circunstancias siguientes:

1.    Que se realice en camino público o en lugar desprotegido o solitario;

2.    Que el autor sea o haya sido integrante de alguna institución de seguridad pública, o se ostente como tal sin serlo;

3.    Que quienes lo lleven a cabo obren en grupo de dos o más personas;

Queda claro que además de la impunidad, la austeridad republicana predicada por el presidente tabasqueño, es un asunto maniqueo, una deformidad moral producto de una personalidad totalmente irregular, que a lo malo dice bueno y a lo malo bueno, en la que el daño causado al otro, al ciudadano que no es de Morena pero que debería ser protegido por la ley, no importa. Que para los únicos que hay respuesta positiva e inmediata desde la presidencia es para los que le apoyaron y siente identificación de grupo, es decir, ayotzinapos, normalistas rurales, maistros vàndalos de la CNTE, grupos anarquistas, violentos y chantajistas. En una palabra, para todos aquellos que han vivido del chantaje social, de la presión, de la industria de las marchas y manifestaciones, para ellos el aprecio y respuesta inmediata.

En cambio para los ciudadanos que trabajan, que producen, que pagan impuestos, que permiten que este país se haya mantenido de pie (a pesar de gobernantes y políticos), para ellos ni siquiera la protección mínima de la ley a sus personas, bienes y patrimonios. Para ellos solo desprecio, ninguneo, ataques desde las conferencias mañaneras, reformas laborales y hacendarias draconianas, incluso de terrorismo fiscal (propias de regímenes totalitarios).

No es un asunto de derechas ni de izquierdas, ni de partidos políticos, es un asunto de simple sometimiento al orden legal establecido; legalidad que al presidente López Obrador parece no importar en absoluto (razón por la que muchos nos oponíamos a su persona). Y es que, al no aplicar la ley, México se hunde rápidamente en la ilegalidad y en la autocracia, en un país cuya democracia está ya gravemente atacada por este cáncer (autocracia), en una enfermedad que acaba con los países y cuyo primer síntoma maligno es la no aplicación de la ley. Es tiempo por tanto que las voces sociales en este país (universidades, empresarios, cámaras industriales y comerciales, medios de comunicación, escritores y artistas, agrupaciones y demás) hagan saber al presidente su desacuerdo ante su indiferencia para hacer valer el estado de derecho y le conminen de plano, a hacer valer la ley o a su renuncia. Punto.

¡Hasta el próximo sábado si Dios nos permite!

 

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