Opinión

Cuando la clase política británica le preguntó a Winston Churchill qué le ofrecía al pueblo inglés (ante la amenaza del nazismo), el hombre lo dijo claro y sin rodeos: “¡SANGRE, TRABAJO, SUDOR, Y LÁGRIMAS!”.En las últimas décadas le quitaron la segunda palabra a la frase, quizá porque no pocos en las nuevas generaciones son alérgicos a tan necesaria labor, sobre todo entre los gobernantes.

     Para desgracia de los mexicanos la sentencia de Churchill se ha cumplido a partir del siglo posmoderno, aunque con variantes y sin haber amenaza alguna, sino a causa de una clase política que una vez en el gobierno (en los tres niveles) ha resultado nociva, inútil, corrupta, incapaz, mentirosa, extremadamente onerosa y ornamental.

     Los llamados partidos políticos, que se han convertido para desgracia de todos, en simples franquicias de ambiciosos y bucaneros, promueven y ofertan a sus próceres de pacotilla como si fuesen reinas de la primavera, cuando lo que está en juego es nada menos que el país, la República.

     Se oferta en base a la mercadotecnia, al bluff, al fotogénico, al simpático; no al capaz, al mejor preparado, al sabio, al reflexivo, al que conoce las necesidades (municipales, estatales o federales, dependiendo del cargo que se pretende) y sabe lo que se tiene qué hacer. Lo peor es que la masa votante no se encuentra mejor que estos líderes que hace unas cuántas décadas no hubieran salido electos ni en kermes escolar. Su incapacidad y torpeza se los impedirían.

     Merced a esta nueva cepa de falsos líderes, de ambiciosos que confunden la grilla con la política y las arcas públicas con la conducción del estado, la mayoría de los municipios, Estados y el país en general se han hundido en casi todos los órdenes. Si todavía estamos de pie es simplemente por la misericordia Divina manifestada a través de algunos millones de mexicanos que desean un mejor país y un mejor futuro y para ello siguen haciendo su mejor esfuerzo (mexicanos de todas las clases sociales, pero que están comprometidos con su país; cosa que no sucede con la mayoría de sus gobernantes).

     El mentiroso e incapaz de Vicente Fox arribó al poder engañando a gente sencilla y noble que deseaba y creyó en un ‘cambio’, dilapidando los enormes recursos petroleros que en su gobierno entraron como nunca (a causa del alto precio del petróleo) debilitando y corrompiendo todas las Instituciones públicas. Y al debilitarse el poder público los delincuentes de todos los niveles —con la anuencia y complicidad de los gobiernos—aprovecharon la oportunidad. Y al no pararlos como marca la ley las bandas criminales se crecieron ante la impunidad ofrecida por los novatos (y corruptos, más que los anteriores, pero lejos).

      Para desgracia de México, al no haber gobiernos que los sometieran al imperio de la ley, ni jueces que hicieran válido el estado de derecho, el país se fue hundiendo en un pantano de violencia, en el que la sangre como en la visión del profeta ya llega a la brida de los caballos. Demasiada sangre y poco, muy poco gobierno. Una impunidad del 99 por ciento retrata de cuerpo entero al gobierno federal (de AMLO y sus antecesores), a casi todos los estatales y gran parte de los municipales. Pocas son las zonas del país que hay una relativa paz y orden.

     Retornando a la oferta de Churchill, la sangre que advertía era para no caer en las garras del nazismo, en México la sangre ha sido derramada del todo inútilmente, permitida por gobiernos de adorno que prometieron cumplir y hacer cumplir la ley, pero que de inmediato se les olvidó, cayendo en el delito de perjurio y en responsabilidad penal a causa de su ineficacia, indiferencia, e incumplimiento de sus deberes.

      Y mientras el británico a pesar de sus luchas con la depresión y de los enormes obstáculos que representaba el Eje del Mal, enseñó a su pueblo con el ejemplo (trabajando de manera incansable hasta alcanzar la meta fijada), en cambio en México, la mayoría de los gobernantes han holgazaneado de lo lindo haciendo de la pereza su blasón de ignominia. En Jalisco, basta transitar por cualquier carretera o autopista para dar fe de los anterior, entrar a un asqueroso baño de una costosa autopista certifica su flojera crónica, su desprecio por los gobernados, su interés único de esquilmarlos.

     El centro de la ciudad de Guadalajara es una verdadera vergüenza, mugre y grafiti son el sello de una casa común que antaño era limpia, orgullo de sus moradores, pero que ahora avergüenza ante propios y extraños. El descuido casi total de parques, jardines y camellones es indignante, sobre todo cuando se conoce el monto de la nómina. Una nómina que creció casi al 600 por ciento luego de la llegada del PAN al poder, pero que se ha utilizado no para servir a los tapatíos, sino como fuerza electoral y de poder para la siguiente elección.

     En los otros municipios de la zona metropolitana las cosas no están mejor ¿para qué buscaba la relección Pablo Lemus si la ciudad es un mugrero? Por señalar algunas cosas, de la glorieta de los cubos y toda la Avenida Vallarta la mugre, los matorrales y la falta de mantenimiento de jardinería y mobiliario urbano son evidentes. Este fin de semana crucé Ciudad Granja por la avenida Central y pude constatar el total descuido de la colonia (sucia, grafiteada, matorraluda, saturada de topes), basta decir que estaba mejor hace cincuenta años, cuando en realidad era una colonia exclusiva para granjas. Si olía a vacas, cerdos y gallinas era precisamente por su vocación, pero se veía y mantenía limpia. Hoy es un mugrero, parece abandonada. Fuera de la glorieta frente a la vieja casona de la familia Morquecho (que hoy es parte de una universidad privada), la cual sí está bien cuidada, toda la colonia luce horrenda, descuidada totalmente.

      Ni qué decir de San Pedro, Tonalá y Tlajomulco, tal parece que los nuevos gobernantes no son de aquí, los genes de la gente limpia (como estábamos acostumbrados) no se reflejan en su quehacer, pero como ya dijimos, el trabajo no es parte de sus activos. Pereza y mugre son la nueva cara de la zona metropolitana, una zona que absurdamente crece en moradores y autos y sus ‘gobiernos’ achican las vialidades para que circulen bicicletas, metiendo en molestias cotidianas a los conductores y afectando de gravedad a los negocios, que dicho sea, son los que mantienen los gobiernos ¡Ver para creer!

     En cuanto a las lágrimas que ofreció Churchill lo hizo a sabiendas de la maldad de los nazis y sus aliados. En cambio en México las lágrimas de más de 200 mil familias de personas asesinadas, más las que a diario se suman a la lista, son lágrimas estériles, que no importan ni conmueven a sus gobernantesperdidos en su ambición económica y pseudo política. No importan tampoco las lágrimas y angustias de los secuestrados y sus familias, de los que son asaltados, extorsionados, robados en su patrimonio de una y mil formas, la IMPUNIDAD DEL 99 POR CIENTO QUE GOZAN LOS ASESINOS Y DELINCUENTES, con o sin organizar, con cuello blanco o gorra mugrosa y pasamontañas. Para los mexicanos del año 2019 solo hay SANGRE, PEREZA, MUGRE Y LÁGRIMAS, pero gobiernos, lo que se dice gobiernos, no hay.

¡Hasta el próximo sábado si Dios nos permite!

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Cuando una sociedad ha perdido la capacidad de analizar y resolver sus problemas, su futuro no puede ser otro que el deterioro gradual hasta llegar al caos. La reciente alza de tarifas del Metro o Tren ligero, el Metrobus y algunas rutas de transporte en la capital de Jalisco propiedad del gobierno, permite ver, claro a los ciudadanos que todavía pueden hacerlo, la incapacidad de la mayoría para analizar y entender lo que está pasando en este indispensable servicio.

 

Para los comodinos y mafiosos de la FEU (que no es otra cosa que la nefasta FEG pero con otras siglas) el alza de tarifas es simplemente la oportunidad para hacerse notar aparentando un interés social del que siempre han carecido, pues lo único que les importa es el capital político que puedan acumular en vista hacia el futuro. En los años ’60 y ’70 estos gorilas andaban en carros chuecos, armados hasta los dientes, sin placas, no respetando semáforos, estacionándose donde se les pegaba la gana y no había autoridad alguna que los metiera en cintura. Pero eso sí, no se les ocurriera a los camioneros subir cinco o diez centavos el camión, porque estos pandilleros que nunca utilizaban el transporte público salían a la calle a secuestrar unidades y hacer cuanto daño podían. Y hacían mucho, la historia local los tiene bien clasificados.

 

Así que mostrado el ‘interés’ de este grupo de oportunistas, pasemos al análisis del tema, que no es menor, pues cuando menos el 70 por ciento de la población en la zona metropolitana de Guadalajara se traslada en transporte público.

 

Ciertamente lo que dice el gobierno es apegado a la realidad, el consumo de electricidad (para el Metro o Tren), así como el diésel para el metrobus y camiones ha aumentado casi al doble en siete años, así como todos los insumos (llantas, refacciones, y demás), y de no actualizarse las tarifas no solo decaería la calidad del servicio, sino que se correría el riesgo de exponerse a los accidentes. No decir estas cosas es irresponsable y demagógico.

 

La cuestión de fondo no es que el aumento de las tarifas sea mucho, realmente no lo es. La mayoría de los que se rasgan las vestiduras lo cierto es que no los usan, no se suben ni al Metro ni a los camiones, creen que le ayudan a los usuarios con su absurdo apoyo cuando en realidad los están perjudicando.

 

El verdadero problema en México son los bajos salarios y nadie quiere hablar al respecto, menos ahora, que por ocho meses hemos estado padeciendo un gobierno populista, sin brújula y carente de toda sabiduría y humildad para reconocer sus muchos y graves yerros.

 

Siendo socios económicos de dos grandes potencias (Estados Unidos y Canadá) es una desgracia que los salarios que se pagan en México sean tan bajos. No es que se quiera que estos sean iguales a los de nuestros socios del norte, de ser así ellos mismos se llevarían sus inversiones de nuestro país. Dejaríamos de ser negocio.

 

El meollo entonces es que nadie habla del verdadero problema, cuyo fondo no es otro que los juicios laborales, ya que la llamada Reforma Laboral realizada en el gobierno de Peña Nieto además de no implementarse, el actual gobierno le metió mano a través del congreso y de nuevo desviaron la intención original ¿Quién subirá el sueldo a su(s) empleado(s) si sabe que en un mes o en poco tiempo le pueden demandar y quitar una fuerte suma de dinero?

 

Parece mentira que en 70 años (la Ley Federal del Trabajo se decretó en 1970 durante el gobierno del Presidente Díaz Ordaz) ningún gobierno haya adecuado esta ley a los tiempos. Los vicios que arrastra el derecho laboral son demasiados. Nadie previó otras alternativas que incentivaran el empleo y la producción sin afectar con los juicios laborales a la planta productiva, sobre todo a las micro, medianas y pequeñas empresas que son las que aportan más del 80 por ciento de los empleos en el país, pero son las que más padecen estos juicios que en algunos Estados, como es el caso de Jalisco, se han convertido en una verdadera plaga. Un azote para los negocios inhibiendo inversiones, pero sobre todo salarios y prestaciones.

 

Es un hecho que muchos empleadores —si no tuvieran la espada de los juicios laborales en el cuello— subirían de acuerdo a sus posibilidades los salarios a sus trabajadores, sobre todo a los que son eficientes y comprometidos pues no se puede pasar por alto que un negocio, pequeño o grande, paga salarios no para tener personas de adorno sino para que trabajen.

 

Resulta verdaderamente absurdo que nadie en el poder público (ni en el privado) haya promovido un cambio en esta visión laboral. Los países del primer mundo velan por sus trabajadores, por todos, pero no alientan la pereza, la lucha de clases ni el resentimiento social. Han creado mecanismos para que todos vivan bien y las pensiones estén aseguradas.

 

No es posible que en los inicios ya de la tercera década del siglo posmoderno, todavía se utilice el juicio laboral como instrumento de extorsión o de venganza, ya sea personal o sindical (la mayor de las veces personal). Esa es la razón real de que los salarios en México sean la mayoría tan bajos. En el momento que se elimine esa traba, los negocios podrán ofrecer mejores sueldos de acuerdo al mercado, capacidades y disposición de trabajo del empleado, sea hombre o mujer.

 

Es falso que haya desempleo en México pues cuando menos la tercera parte de los empleadores de todos los niveles, padece escases de personal, pero mientras se mantenga ese obsoleto esquema legal nadie más perjudicado que la clase trabajadora, la cual, al menos en Guadalajara, se queja del alza de tarifas en el transporte público; queja equivocada de punta a punta.

 

Si se analizan las tarifas actuales del transporte público en Guadalajara en base a los costos reales: precio de los camiones, salarios de los choferes (que ganan más que los policías y los maestros), diesel, llantas, refacciones, administración, etcétera —entendiendo que en la mayoría de las rutas es un negocio prestado por particulares, que dicho sea de paso tienen años perdiendo y descapitalizándose en múltiples rutas— es obvio que las tarifas son bajísimas, incluso por abajo del precio real. En todo caso lo que está muy, pero muy abajo son los sueldos y de eso nadie quiere hablar porque es más fácil poner como chivo expiatorio a los camioneros, que modificar la Ley Federal del Trabajo y acabar con la extorsión de los juicios laborales, buscando al efecto mecanismos que aseguren de otra forma mejor el futuro de todos los trabajadores.

 

¡Hasta el próximo sábado si Dios nos permite!

 

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La estabilidad y futuro de México está en juego y el gobierno no reacciona. En un concepto malentendido de lo que es la democracia, los distintos gobiernos (en los tres niveles y en los tres poderes) permitieron, en lo que corre del siglo XXI, que la delincuencia se ensoberbeciera. A causa de la impunidad las distintas bandas de criminales (hoy llamadas ’carteles’) fueron creciendo en todos los órdenes hasta llegar lamentablemente a lo que hoy son: gobiernos paralelos que día con día retan al estado mexicano y este disimula.

      Mientras que en Jalisco, que parece que no tiene gobernador desde hace cuando menos 13 años, en Palacio Nacional sucede lo mismo. Los hechos así lo muestran, y no es necesario que lo acepten.

      El asesinato del Fiscal Regional Gonzalo Huitrón y los asesinatos recientes de otros funcionarios y policías dependientes de la Fiscalía General de Jalisco ponen en claro el engreimiento de los criminales y el empequeñecimiento del gobierno estatal.

      En Puebla las bandas de ladrones de gasolinas (no ‘huachicol’, que es alcohol adulterado) además de robarse las gasolinas, atacaron a la Guardia Nacional y a los empleados de Pemex, incluso quemaron dos vehículos de la Guardia ¿Y las armas las traen de adorno o son de utilería?

      Queda claro que la llamada Guardia Nacional es otra versión remasterizada de la Policía Federal de Peña Nieto, pero que en realidad no sirven más que para exhibir sus uniformes, vehículos y aparentar que vigilan. No resuelven nada y los índices delictivos crecen día con día.

     Y si a eso se le agrega que el presidente López Obrador no distingue (o no quiere distinguir) entre hacer valer la ley y la represión, la suerte del país no puede ser otra más que el caos, el fracaso total ¿Podrá entender el estado de derecho y el uso de la fuerza pública para hacer valer la legalidad y el orden, un hombre cuyo testimonio es el de un anarquista profesional, capaz de bloquear pozos petroleros y amenazar con incendiarlos, de promover marchas y plantones sin fin, de cerrar por meses la Av. Paseo de la Reforma en la capital y acabar con la economía y empleos de la zona (Hoteles, centros comerciales, etcétera), realmente podrá?

     Para comprender la grave crisis de seguridad y el gravísimo deterioro del estado de derecho del país se requiere que el presidente haya cambiado, dicho en otras palabras, madurado.Lamentablemente por lo que se le escucha en sus tediosos e insustanciales soliloquios matutinos en Palacio Nacional es la misma persona, aunque ya envejecida, no ha madurado.

    Es muy obvio que no hay nadie a su alrededor que con honestidad y dignidad le haga saber la realidad y sus múltiples errores, empezando con la cancelación del NAIM cuyos costos políticos y económicos están hundiendo al país y a él lanzándolo al basurero de la historia, que si bien por este momento sus incondicionales le digan otra cosa y él tenga otros datos, lo cierto es que está hundiendo a México y no hace gran cosa para enderezar el rumbo.

     Los asesinatos a lo largo y ancho del país son cada vez más y López Obrador mantiene su eterna sonrisa sardónica como si todo marchara sobre ruedas, lo que sugiere a los ciudadanos conscientes (y preocupados) que, o no está enterado realmente de las terribles condiciones que guarda la Nación, o todo le resulta ajeno mientras él y sus incondicionales se encuentren bien y a salvo.

     La necesidad de hacer válido el estado de derecho es inaplazable si es que no se quiere dejar el poder en manos de las bandas de criminales, que téngalo por seguro que sus líderes no son individuos como ‘el mencho’, ‘el chapo’ y demás. La capacidad para trazar rutas aéreas, marítimas y terrestres, para diseñar estrategias y logísticas financieras para el manejo de sus enormes flujos de capitales, deja en claro que son simples empleados. Los jefes son otros.

     El problema pues es grave en gran manera. Y es que, al no someter a los criminales al imperio de la ley; al dar carta de radicación por tantos años a la impunidad mediante Procuradurías/Fiscalías de adorno; de nombrar jueces corruptos o incapaces de poner orden e impartir justicia a los ciudadanos agraviados y ofendidos: la delincuencia organizada y sin organizar se ensoberbeció a tal grado que son capaces ya de asesinar presidentes municipales (en tiempos electorales),así como funcionarios judiciales como ha estado sucediendo en Jalisco en los últimos meses, la condición se ha agravado a punto de desahucio.

     Las bandas criminales ya están retando al estado, haciendo gala de su poder destructivo y el gobierno en todos sus niveles no reacciona. Es obvio que la incapacidad les limita para hacer lo conducente, aunque no se puede disimular tampoco que la ambición (de poder y de dinero) les ha perdido, limitándose a declarar como si estuvieran en campaña,cuando la realidad exige sin demora el uso de la fuerza pública para detener la agresividad de la fauna criminalde echar a andar un sistema judicial que realmente haga valer le ley, de un poder judicial que acabe con la llamada puerta giratoria que libera de inmediato a los delincuentes de todo tamaño y tipo; y que por supuesto, implemente a manera de ya verdaderos policías investigadores que entreguen a los ministerios públicos a los asesinos y  pájaros de cuenta que mantienen bajo terror a la inmensa mayoría de los mexicanos, luego de un trabajo verdadero de investigación que aporte pruebas y datos.

     Además de que fiscales y jueces deberán de cambiar su postura cómoda y absurda y ponerse a velar primeramente por los derechos y reparación de las víctimas y agraviados, y no de los delincuentes. De no actuar el gobierno de inmediato y con firmeza, un gobierno de criminales estaría tomando las riendas del país y lo que en el año 2000 se consideró como un avance a la democracia (que ya la teníamos, conste) se transformaría en el ocaso de nuestra Nación.

¡Hasta el próximo sábado si Dios nos permite!

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Los métodos que Dios usa suelen ser poco o nada convencionales. Su perfección sobrepasa la inteligencia y respuestas humanas, tan contaminadas por los intrincados caminos que solemos utilizar, en los que la ventaja, el abuso y la injusticia suelen estar presentes. No se diga si dichas respuestas son decididas desde el campo de la política.

     En el caso de nuestro país, es obvio que la corrupción, la maldad, la violencia y la incapacidad para restablecer el orden son sabidas y padecidas por todos los mexicanos, que ante la inutilidad de sus gobiernos (federal, estatales y municipales) al igual que los poderes que acompañan al Ejecutivo en esta comedia bufa en la que el pueblo, no el ‘bueno’ de López Obrador (sino todos, absolutamente todos los mexicanos) se encuentra absolutamente indefenso en todos los órdenes.

    La inutilidad de los gobiernos mexicanos ha llegado a límites totalmente inaceptables. El derramamiento de sangre inocente supera en número al de países en guerra, anualmente miles y miles de mexicanos son asesinados sin que siquiera se investiguen, mucho menos detener, consignar y condenar a los asesinos. El archivo es el destino de las carpetas. La impunidad el sello de la casa. Jalisco es líder en esta vergüenza nacional.

     Y si esto sucede en el máximo delito que puede agraviar a una sociedad ¿qué se puede esperar de los delitos patrimoniales, lesiones, robos, extorsiones y demás? La indiferencia oficial, los malos tratos en las Agencias del Ministerio Público que piensan que el gobernador les cubre sus sueldos de su bolsa, pasando por alto que salen del bolsillo de los ciudadanos que a diario lastiman con su insensibilidad.

     En el caso de Jalisco las inundaciones a causa de las lluvias son una bofetada en el rostro de los ayuntamientos corruptos que a partir del siglo presente se han dado a la tarea de conceder licencias de construcción a edificios enormes (comerciales y habitacionales) a sabiendas que la infraestructura hidráulica y urbana esta diseñada para una ciudad horizontal; ni qué decir la ausencia total de nuevas avenidas y calzadas, parques y bosques urbanos (que ayuden a cargar los mantos freáticos y absorber parte de las copiosas lluvias que suelen caer en nuestra zona metropolitana). Queda claro que el negocio de los permisos de construcción, así como la incapacidad y el menosprecio por los planes de desarrollo dejados por gobiernos anteriores (que sí fueron responsables y previsores) ha exhibido a los nuevos, integrados en su mayoría por jóvenes ambiciosos e impreparados, hombres y mujeres que entraron a la política no para servir a la sociedad, sino para servirse de ella. Sus acciones e incapacidad así los muestran.

     La Secretaría de Vialidad (Jalisco) es una simple agencia recaudadora de dineros públicos sin utilidad social alguna. Desde hace años se viene preguntando en esta columna, que de dónde sacan a los agentes de tránsito (vialidad) cuando vienen los presidentes ¿los alquilan, o de donde los traen? Porque lo cierto es que en el tráfico, que es donde se necesitan, desde el gobierno de Alberto Cárdenas Jiménez desaparecieron de las calles.

      Los tapatíos tenemos años de sufrir congestionamientos viales todos los días y a casi todas horas, y entre la quitada de carriles para dar paso a las bicicletas (que no pasan o pasa alguna luego de circular cientos de autos) y la falta de agentes para agilizar el tráfico, la vida de los conductores se convierte en un martirio ¿Y el pago de impuestos no incluye la ayuda oficial para descongestionar, para quitar los enormes y peligrosos bloque de concreto que dividen las ciclovías? ¿No podían limitarse a una raya pintada para el carril de las bicicletas como sucede en San Antonio Texas y en otras grandes ciudades?

      Pero si el ciudadano tiene la desgracia de chocar o que le choquen, no solo los participantes padecerán la ausencia de los agentes de tránsito, sino que todos los conductores de la vialidad se verán afectados por horas. De hecho, particulares ya toman atribuciones que solo le pertenecen a la autoridad (las aseguradoras) lo que hace que el ciudadano se pregunte ¿Y para qué pagamos impuestos si no hay quien nos auxilie y atienda en el tráfico, si no hay quien nos haga justicia en la Fiscalía, si no hay quien cuide las micro, pequeñas y medianas empresas de la plaga de los juicios laborales y de las plagas de inspectores?

      Es un hecho que los gobiernos actuales solo hablan y no resuelven gran cosa y los congresos, que deberían representar al pueblo y velar por sus intereses, se han poblado de jóvenes (hombres y mujeres) ambiciosos que no tienen la menor idea de lo que significa legislar y representar al pueblo (a todo el pueblo). La visión que tienen, al menos eso muestran, es de grupos o pandillas que solo velan por sus intereses, de cómo llevarse el presupuesto. Nada más.

     Las Sagradas Escrituras muestran que cuando una nación (y pone de ejemplo a Israel) le da la espalda a Dios, el Creador responde a su manera, en su sapiencia infinita y conocedora de sus criaturas, ha dispuesto un método muy especial ¡Quitar a los hombres viejos y experimentados del gobierno y permitir la llegada de jóvenes ambiciosos e incapaces para enjuiciar al pueblo!

    En el libro del profeta Isaías lo señala con precisión: “Porque he aquí que el Señor quita de Jerusalén y de Judá (puede ponerse el nombre de México o del país que haya caído en descreimiento y maldad generalizada) al sustentador y al fuerte… al valiente y al hombre de guerra, al juez y al profeta… al anciano, al capitán de cincuenta y al hombre de respeto, al consejero… y les pondré jóvenes por príncipes, y muchachos serán sus señores. Y el pueblo se hará violencia unos a otros, cada cual contra su vecino; el joven se levantará contra el anciano, y el villano contra el noble…”

     Y para dejar bien claro las causas del juicio divino y los gobiernos malos y opresores, luego señala: “La apariencia de sus rostros testifica contra ellos; porque como Sodoma publican su pecado, no lo disimulan…  Los opresores de mi pueblo son muchachos y mujeres se enseñorearon de él. Pueblo mío, los que te guían te engañan, y tuercen el curso de tus caminos” (cap. 3:1-12). ¿Usted qué piensa estimado lector, tenemos gobiernos efectivos o malos a manera de juicio divino?

¡Hasta el próximo sábado si Dios nos permite!

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