POBREZA GALOPANTE Y EL PRESIDENTE PERDIDO

El mal y la pobreza ya estaban, con la epidemia simplemente se multiplicaron. La primera gran decisión de su gobierno fallido, mejor dicho, fracasado, fue cancelar la construcción del NAIM; obra que además de necesaria para el desarrollo del país y de crear miles de empleos directos e indirectos, marcó para siempre a este gobierno, que, dicho sea de paso, además de no estar preparado para semejante responsabilidad, ha mostrado no tener la menor idea de lo que se tiene qué hacer. Palos de ciego y ocurrencias, siempre acompañadas de estrategias mediáticas y decisiones populistas, son el sello, aunque apenas sirven para engañar bobos.

Un gabinete integrado por inexpertos, incapaces, algunos mediocres, aunque todos, sin excepción, genuflexos ante el jefe y sin valor para exponer la verdad, disentir ante el error o hacer valer su dignidad (lo visto hasta ahora así lo corrobora), ha llevado al país a una condición no vista desde la época revolucionaria, acumulando yerro tras yerro, puesto que no es lo mismo marchar por las calles gritando consignas contra el gobierno, que ser el gobierno y resolver los muchos y enormes problemas.

De por sí que la desigualdad social se ha marcado cada vez más en lo que corre del presente siglo, tiempo en el que la pobreza, y no se diga en el actual gobierno, se ha disparado a niveles no vistos en mucho tiempo, debido fundamentalmente a la política económica absurda y suicida implementada por AMLO. Y eso que repite todos los días “primero los pobres”, frase que quizá se entendió mal y lo que pretende decir que es a los primeros que va a extinguir o hacer morir de hambre son precisamente los pobres.

Pobreza que se disparó de inmediato en el momento que la pandemia del coronavirus azotó México toda vez que el estado además de minimizar los efectos mortales de la plaga, implementó una estrategia a todas luces torpe y fallida, basta decir que al momento de escribir este artículo había 511,369 contagios y 55,908 personas muertas a causa del mortal virus, saturando hospitales y clínicas públicas, exponiendo de más a médicos y personal de salud (con alto índice de muertes y contagios) cuando se pudo evitar en buena medida.

Lo peor del caso es que medio año después, cuando se han dado cuenta de su gravísimo error, un error que en su soberbia y frivolidad el presidente dijo que “le cayó como anillo al dedo” ya no hallan ahora como enmendar, ya sea distrayendo a la sociedad con espectáculo político de escándalos (Lozoya, etc.), o intentando engañar de nueva cuenta a los mexicanos (como es el patético caso del Dr. López Gatell, un hombre con conocimientos científicos, pero sin la vocación de médico, a quien no le ha importado que se mueran decenas de miles de pacientes que pudieron no haberse contagiado si se hubiesen tomado otras medidas, pero que lo único que le importa es tener contento a su jefe).

    La cuestión de fondo es que la epidemia nos ha afectado de múltiples formas, una de ellas es la pobreza, al cerrarse de manera intempestiva todas las fuentes de trabajo y paralizar con ello la producción y la economía nacional. Desde esta columna se dijo a tiempo lo que vendría de no tomarse las previsiones. No se tomaron.

El sábado 22 de marzo de 2020 se advirtió en este espacio: Tres gravísimos problemas se avizoran en todo esto: uno, que en las pymes no hay dinero en la mayoría de los casos para pagar sueldos ya que por lo general van al día (y sujetos a deudas y créditos pendientes); dos, que los arrendadores indolentes (sin duda que debe de haber algunos con sensibilidad humana) no bajan la renta o la suspenden hasta que pase la crisis; y tres, que los propios comerciantes o emprendedores van también a quedar sin ingresos para sus familias. Mientras tanto el gobierno calla”.

Poco tiempo después se señaló también: se implemente a manera de ya un programa ambicioso y apegado a nuestra nueva realidad económica que le reactive (se avecina una época de mucha hambre y pobreza)”.  25/Abr/2020. No se atendió. El presidente no escucha ni atiende a la prensa.

En suma, todos estos factores indicaban la llegada de una pobreza no vista en un siglo, pobreza que el gobierno no quiso ver. Su regodeo en un poder que siempre acarició su líder pero que pensaron jamás lograrían (hasta que contaron con la suerte de un gobierno integrado por individuos no corruptos, sino endemoniados y con una avaricia jamás vista en México que les allanara el camino; además de sumar a la campaña todas las fuerzas posibles, disímbolas y antagónicas) le impidió observar y analizar los efectos no solo del coronavirus; ya que a la tragedia tenían que sumar las acciones de AMLO que, como es del dominio público, han espantado a las inversiones extranjeras y nacionales, pasando por alto que la riqueza no se produce por orden del presidente. Se produce mediante el trabajo de todos, DE TODOS, la inteligencia en el diseño y proyección del trabajo, en el marco de un clima legal y social que permita el sano desarrollo de la economía.

Ciencia que debe siempre tener como prioridad el bienestar de la sociedad, de los que trabajan y producen, valorando la importancia de los mismos (no es lo mismo barrer que crear vacunas o realizar cirugías). Emile James, catedrático de la Facultad de Derecho y Ciencias Económicas de la Universidad de Paris, advertía en las conclusiones de su famoso libro, que leí como texto allá por 1971: “Volviendo sobre la vieja sentencia de Juan Bodino, en el siglo XVI, de que ‘solo hay riqueza de hombres’, recomendaríamos la elaboración de una ciencia más humana; en ella las diferentes necesidades deberían clasificarse con arreglo a la respectiva importancia vital” (Historia del Pensamiento Económico, pág. 412).

Y en tanto que la pobreza ataca ya a los hogares, que los micro, pequeño y mediano negocios luchan para volver a abrir y tratar de mantenerse vivos, aunque muchos de ellos ya cerraron en definitiva; el presidente López Obrador (y su gabinete económico ¿lo hay?) perdido en un proyecto que solo en su mente existe y que sólo en ella puede ser viable, así que el país se hunde en la pobreza sin que nadie en el gobierno haga algo para detener esta catástrofe de dimensiones no vistas desde hace un siglo. Catástrofe a la que se agregó previamente la cancelación en la compra de medicinas, la desaparición del Seguro Popular y el abandono al sector salud, bajo el argumento de una austeridad absurda ¿En un país con tantas carencias en salud como México, es sabio implementar una política de austeridad?

Hace un siglo los muertos los ocasionó la Revolución Mexicana y la Influenza Española (que cobró 300 mil muertes). Hoy día, agosto del año 2020, los muertos no son por ninguna revolución, son a causa de la impunidad ofrecida (abrazos, no balazos) y concedida por éste y los gobiernos anteriores a toda la fauna criminal, aunque la epidemia ahora se llama coronavirus. En 1918 la ciencia médica y hospitalaria estaba en otras condiciones muy distintas, de ahí que las decisiones tomadas al respecto por el actual régimen cobren otra dimensión y responsabilidad. Una responsabilidad que además de tener que rendir cuentas —aunque ya se defiendan desde ahora—  de la mayoría de las muertes ocasionadas por la epidemia a causa de su estrategia fallida y económicamente miserable; es responsable además de las políticas económicas sin rumbo alguno, ya que lo único que han ocasionado y con tintes apocalípticos es la POBREZA GALOPANTE, en tanto que el PRESIDENTE SE ENCUENTRA PERDIDO en su soberbia y fantasías..

¡Hasta el próximo sábado si Dios nos permite!

 

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